lunes, 21 de diciembre de 2015

Capítulo 55. Sin aliento.



Se despertó abrazada a uno de los grandes almohadones… Había soñado, realmente sus sueños habían sido dulces. Ya hacía mucho que las pesadillas no la visitaban, ni rastro de Agonía, ni de Arthas ni del trono helado. 

Se levantó con energía y se aseó, para después dar un largo paseo por la ciudad. Estaba de buen humor, como hacía tiempo que no estaba. Le hubiese gustado que su hermana Ibi estuviese allí, así podrían ir juntas de compras, pues ella tampoco tenía demasiada idea de moda.  Aún así, decidió hacer caso a Kareth, allí nadie la conocía, nadie sabía lo que era…






El día se le hizo eterno con tanta reunión, pero, la verdad, es que apenas había prestado atención. Su mente estaba sumida en una maraña de pensamientos que no sabía cómo desenredar. Y, tan sólo, quería que llegase la noche para verla.


Llamó a la puerta de su habitación, estaba vacía… pero se fijó en una pequeña nota de papel que colgaba del pomo.

“ Te espero en la fuente”

Dobló la nota y se la guardó en el bolsillo… mientras bajaba a trote las escaleras. Estaba deseando verla y, quisiese o no, besarla… Tenía las hormonas alteradas, necesitaba saber si su relación conducía a alguna parte o simplemente ella jugaba con él, si era un mero pasatiempo. 

Su corazón latía con fuerza sólo con pensar en besarla de nuevo. Pero, ¿y si lo rechazaba?
Salió de la posada ávido, sintiéndose embriagado por el olor a jazmín y gardenias, y caminando hacia la balconada donde estaba la fuente que habían visto la noche anterior.  La luz de la luna llena iluminaba la ciudad y el sonido del agua de la fuente era relajante. Y allí estaba ella, de espaldas, apoyada en la barandilla. La observó desde la distancia, había dejado su ropaje oscuro y vestía una fina toga de gasa de color rosa, muy acorde con el estilo de la ciudad, y su pelo ondeaba con la ligera brisa nocturna.

Ella, percibiendo su presencia, se giró y Kareth pudo observarla con atención, sin poder evitar que aquellos pensamientos lujuriosos invadiesen su mente. El vestido tapaba sólo su pecho, para unirse con una cadena dorada a la falda.  Ella estaba cohibida, por lo que enseguida bajó la mirada, esperando que a él le gustase ese atuendo, pero Kareth no dijo nada, tan sólo se acercó y la estrechó entre sus brazos, para después besarla apasionadamente.

-          No podemos seguir así… - susurró en su oído

-          Lo sé…

-          Quiero una respuesta – se armó de valor

-         

-          ¿Si?

-          Quiero que lo intentemos…


Los siguientes días fueron maravillosos para ambos y transcurrieron entre besos, caricias y alguna que otra charla, que les sirvió a ambos para conocerse mejor. Kareth le hablaba de sus padres, de algunos de sus amigos, de su sueño de que Lunargenta volviese a brillar con el esplendor del pasado, de sus aficiones a la joyería y a la minería. Elle, le habló de su hermana Ibi, de lo mucho que le gustaban las plantas y los múltiples usos que tenían. Ella se estaba abriendo a él, aunque él nunca preguntaba ya, pues no quería que el hielo volviese…

 


Aquella mañana había alguien sentado en las escaleras de la biblioteca, ansioso por que se abriesen las puertas. Yainna, todavía dormida, no tuvo dificultad para reconocer al paladín, que la saludó con una sonrisa nerviosa.

-          ¿Aquí tan temprano? – lo miró con interés

-          Sí, necesito encontrar a alguien en el archivo – repasó su nombre en su mente.

-          Morgan, ¿te encuentras bien? Estás muy pálido – dijo abriendo la puerta

-          Sí, es solo que necesito corroborar algunos datos.


La sacerdotisa lo miró con preocupación, proporcionándole todos aquellos tomos que el paladín le pedía, ofreciéndose a ayudarle una vez terminadas sus labores. Él estaba absorto, pasando las páginas velozmente hasta que su vista leyó aquello que buscaba.


-          Lo sabía! – exclamó de pronto

-          Ahora es cuando me lo cuentas… -sugirió Yainna


Morgan se desperezó en la silla, invitando a su amiga a que tomase asiento.

-          Verás Yainna, tú a lo mejor aún no estabas en la ciudad – comenzó – Pero hace dieciséis años, Lunargenta fue atacada por el Rey Exánime.

-          Algo he leído – se quedó pensativa

-          Yo era joven, recién graduado, cuando aquello sucedió, recuerdo las alarmas sonando incansablemente, los gritos de la gente que trataba de huir y esconderse. Nos movilizaron a todos para que acudiésemos a la Plaza Alalcón. Lunargenta fue medio destruída y numerosos elfos honorables cayeron. Seguramente te sonará la historia de Sylvanas Brisaveloz, que fue torturada. Y su ahora majestad Lor’Themar Theron fue herido de gravedad, casi pierde su ojo izquierdo. -  hizo una pausa – Volviendo al tema, otra de las personas que cayeron en aquel ataque fue Lord Adanahel, uno de los mejores y más valientes paladines que ha habido jamás.


Yainna asintió, había escuchado contar hazañas sobre él, pero, extrañamente, apenas había información en los archivos.

-          Adanahel había salido a pasear con su familia, y fue el primero en enfrentarse al Rey Exánime, pero le arrebató la vida, poco después, terminó con la vida de su esposa.

-          Qué horror… - exclamó Yainna

-          Lo peor de todo fue para aquella niña.

-          ¿Tenían una hija?

-          Sí, tenía tan sólo cinco años cuando vio como sus padres eran cruelmente asesinados.

-          Oh.. – la cara de Yainna se tornó en una mueca desolada

-          Yo fui quien la encontró, a los pies del cadáver de su padre, me pidió que le diese redención. Era tan extraño… ver aquel dolor en sus ojos, y ver que comprendía a la perfección lo que acababa de suceder… - recordó – Izé el cadáver de su padre y la cogí de la mano, de vuelta a la ciudad.

-          ¿Y qué pasó con ella?

-          No lo sé muy bien, se que terminó en un orfanato, quise adoptarla, pero me fue denegado.

-          ¿Te lo denegaron? – se extrañó

-          Si, no se si realmente fue porque yo no estaba casado o por otro motivo… Al principio iba a verla todos los días, pero después me lo prohibieron, y no volví a saber nada de ella.

Yainna tomó en sus manos el volumen que ojeaba Morgan, en una elegante caligrafía pudo leer “Chantarelle S. Anylïnde, hija de Lord Adanahel y Lady Nyniel de Lunargenta”

-          ¿Sólo hay esto? – preguntó inquieta – Las hojas de vida de los ciudadanos de Lunargenta recogen sus estudios, acontecimientos importantes, matrimonio, hijos… defunciones.. Pero aquí sólo consta su nacimiento, hoy tendría veintiún años.. ¿es que ha dejado de existir?

-          Eso parece 

-          Oye Morgan – Yainna repasaba la información – Nyniel… Nyn… ¿No será nuestra chica misteriosa?

-          Por eso estoy aquí, porque he llegado a la misma conclusión. – sonrió



Un ente sombrío los observaba desde detrás de una estantería, desapareciendo entre las sombras, para materializarse de nuevo en aquella cripta, donde su amo le esperaba.

-          La bibliotecaria y el paladín han esstado invesstigando – su voz era aguda -Creen que la muchacha que esstá con el hijo del regente ess ella.

-          ¿Insinuas que la niña no está muerta como creíamos? – su voz era ronca.


El ente no soportó más la visión de aquellos ojos amarillos, por lo que bajó la cabeza mientras asentía, temeroso de la reacción del otro.


-          Encuéntrala… y mátala.. – su voz sonó terrorífica.

-          ¿Y qué hago ssi el príncipe esstá con ella?

     - No es relevante.. – apoyó sus manos huesudas sobre la mesa – Coge toda la magia que necesites, pero acaba de una vez por todas con esa elfa