Pasaron varias semanas desde su llegada a Cuna del Invierno y, lo que dijo Bollack el día que se conocieron, parecía ser cierto. El tiempo en aquel lugar se apreciaba de una manera diferente y el frío parecía congelar más aún su corazón herido. Pero no todo era frío y hielo, pues cada noche, al calor de la chimenea, su abuela le contaba historias, le hablaba sobre sus padres, sobre ella; y tanto el druida como ella misma disfrutaban… Habían construido una especie de hogar, algo que ella añoraba desde niña y, ciertamente, se sentía bien, a salvo.
-
¿Qué
quereis que os cuente hoy? – preguntó la anciana
-
Otra
historia! – aplaudió Bollack – Los bollitos saldrán del horno en breves
-
Bollito,
yo quiero de crema – pidió la joven elfa
El
druida corrió al horno, pues los dulces ya estaban listos, sin poder evitar
sonreír ante su nuevo mote, cortesía de Chantarelle. Todavía no sabía muy bien
que hacían aquellas dos mujeres en un sitio tan remoto pero, en el fondo, él se
alegraba de que estuviesen allí. Las había acogido en su casa y ellas habían
llenado un hueco vacío en su vida. Él mismo se había refugiado en aquel perdido
paraje años atrás, huyendo de guerras y tratando de calmar su corazón roto por
Olivia, la tauren a la que amaba y que partió en busca de aventuras con la
Expedición Cenarión.
-
Háblame
sobre mi abuelo… - pidió Chantarelle
-
¿Estás
segura de que quieres oír eso? – Evannor tragó saliva
-
Si
-
Le
conocí cuando tenía diecisiete años, tu abuelo era cinco años mayor que yo y ya
a su edad era un poderosísimo mago, tuvo por mentores a los más poderosos
magos, heredero por sangre de Al’ar y, por si fuera poco, los dragones le
concedieron uno de los mayores honores, tener un guardián. – comenzó – Yo era
una paladín, recién graduada en la escuela, sin ningún objetivo concreto en mi
vida, para ser sincera, tan sólo cumplía los deseos de mis padres.
-
¿Cómo
os conocisteis? – preguntó la elfa
-
Yo
había salido a cabalgar aquella tarde, adoraba sentir la brisa en la cara y el
suave movimiento de mi caballo, por eso, se me hizo tarde y el atardecer se
cernió sobre nosotros, casi por arte de magia. Volviendo hacia la ciudad, un
extraño ruido llamó mi atención y me acerqué al río. Una vez allí pude ver extrañas esferas de luz azulada que flotaban
sobre el agua, en uno de los meandros del río Elrendar. Curiosa, me acerqué y
me encontré con un elfo bañándose
-
¿Desnudo?
– preguntó Bollito
-
Claro!
Tenía la ropa tendida en un árbol cercano – rió la anciana – Él me sorprendió
observándole, quise irme, pero me detuvo con su magia. Por los dioses… estaba
totalmente desnudo y yo, sin querer… miré hacia abajo. – se ruborizó – Quise
disimular, yo nunca había estado con un hombre y menos aún desnudo, y cuando
aparté mis ojos de su desnudez y le miré a la cara me di cuenta de quien era.
Él, avergonzado, se echó a reir para después atraer su ropa hasta sus manos y
cubrirse, cosa que agradecí. – Bollito y Elle no pudieron evitar reírse - Me
disculpé con educación y quise irme de allí, pero él de nuevo me retuvo, esta
vez sosteniendo mi brazo….
-
Soy
yo quien debe disculparse, supongo que no es algo propio de alguien de mi clase
– suspiró – Pero a veces me gusta perderme en la naturaleza y hacer cosas como
esta.. – su voz era dulce
-
Alteza,
debo irme.. – logró balbucear
-
Llámame
Kael – sonrió - ¿Tienes que irte de verdad o es porque estás incómoda?
-
Un
poco de ambas..
-
¿Cómo
te llamas? – preguntó divertido
-
Evannor
Fin del flashback
-
Kareth,
todo está preparado – habló Nitro
-
Bien…
- respondió con simpleza
Miró a su madre, que le acompañaba en lo alto de la escalinata de palacio en aquel día gris y lóbrego, un día que Amysanne no quería que llegase. Sus ojos estaban hinchados, incapaces de mantener las lágrimas durante mucho más tiempo, y más aún cuando su hijo la abrazó con fuerza.
-
¿No
piensas despedirte de tu padre? – susurró en su oído
-
No
-
Kareth,
por favor… - suplicó
-
Madre,
iré a Rasganorte, acabaré con la Plaga y ese infame Rey Exánime. Cuando todo
haya acabado, volveré.
-
¿Y
si…? – se le atragantaron las palabras
-
No
madre, no pienso morir. Una vez haya concluido mi misión, buscaré a Elle.
Puedes decirle a padre que se meta ese matrimonio concertado por donde le
quepa…
-
Jovencito,
¿qué es ese lenguaje?
-
Ya
me has entendido – trató de excusarse
-
Cuando
regreses, hablaremos de ello…
-
Estimados
habitantes de Lunargenta, hoy es el comienzo de la expedición que nos llevará a
las frías tierras de Rasganorte, la expedición que ayudará en la lucha contra
el mal que nos asola, contra el mal que arrasó parte de nuestra ciudad y que
nos atormenta por las noches. – hablaba a la multitud – No se deciros cuanto
tiempo estaremos allí, pueden ser semanas, pueden ser meses, pero si os
garantizo que terminaremos con el Rey Exanime y recuperaremos el esplendor de
nuestro pueblo! Anar'alah belore!
Lor’Themar observaba aquello desde su habitación, el rey no estaba bien y no se había sentido con fuerzas de acudir al acto. Apoyó su mano en la cristalera, consumido por su culpabilidad.
-
Shorel'aran,
Kareth..
Por fin había llegado el día, Krasus fue el encargado de ir a buscarla, pues la tenían encerrada en una de las habitaciones del templo, privada de su magia y de poder cambiar de forma. De no ser por aquellas ataduras, ya se hubiese marchado muy lejos de allí. Pero no, hoy debía enfrentarse de nuevo a su hermana, y al resto de representantes de los aspectos.
El elfo abrió la puerta con cuidado, sin hacer demasiado ruído, pero el sonido de sus pasos la alertaron, pero ella no se movió. Ciertamente, estaba preocupada por el encuentro que tendría lugar aquella misma mañana.
-
Quiuyue,
es la hora.. – dijo con pena
-
Lo
sé… - se puso en pie
Krasus la miró, estaba tan decaída… odiaba verla así. Antes de que él se convirtiese en el consorte de su hermana, ellos dos habían sido grandes amigos, pero poco a poco se habían ido distanciando. Cuando eran más jóvenes él había llegado a sentir algo por ella, pero apareció Alexstrasza y se quedó prendado de ella. Quiuyue al principio se enfureció, para después dar paso a la resignación y distanciarse del Templo, acercándose a los mortales. Aquello casi la había llevado a la perdición, y Krasus no quería que aquello volviese a suceder.
Se acercó a ella y rozó su mano con la suya, pero ella se retiró..
-
Quiuyue,
renuncia a esa chica… Sólo te traerá problemas – susurró
-
No
puedo, Krasus..
-
¿Sientes
que se lo debes? - comprendió
-
Sí,
pero no sólo es eso
-
¿Y
eso es tan importante como para que se sacrifique la princesa de los dragones?
Ya sabes que si algo le pasase a Alexstrasza, tú serías la protectora, ¿merece
la pena poner eso en riesgo?
-
Eres
el consorte de mi hermana, todo lo que te diga solo servirá para condenarme más
-
Quiuyue…
Juré lealtad a tu hermana, es cierto, pero no me impide escucharte
-
Krasus,
lo único que diré es que si matais a esa chica, condenareis a la humanidad al
castigo que ya experimenta.
-
¿Qué
significa eso?
-
Entiéndelo
como gustes.
-
¿Has
averiguado algo? – preguntó con frialdad
-
Según
mis fuentes, la muchacha estaba en Lunargenta, nada más y nada menos que con el
príncipe Kareth Theron – anunció ella
-
¿Pero…
sigue viva? – se asombró - ¿No decías que tu hijo la había dejado malherida?
-
Si,
y yo misma la convencí para que fusionase su alma con el poder helado para
salvarse…
-
¿Y
cómo es posible que siga viva?
La elfa trató de fijar su vista en otra parte, odiaba no saber la respuesta. Sabía más sobre aquella chica de lo que quería contarle a él, había probado su sangre a través de los labios de Valanar y había descubierto cosas que podría usar en su propio beneficio, pero para ello necesitaba que ella estuviese allí…
-
Necesito
algo más de tiempo, mi rey, enviaré a mis chicos.
-
Mi
paciencia se agota, Lana’thel…