miércoles, 11 de enero de 2017

Capítulo 74. Y los días pasan..



Pasaron varias semanas desde su llegada a Cuna del Invierno y, lo que dijo Bollack el día que se conocieron, parecía ser cierto. El tiempo en aquel lugar se apreciaba de una manera diferente y el frío parecía congelar más aún su corazón herido. Pero no todo era frío y hielo, pues cada noche, al calor de la chimenea, su abuela le contaba historias, le hablaba sobre sus padres, sobre ella; y tanto el druida como ella misma disfrutaban… Habían construido una especie de hogar, algo que ella añoraba desde niña y, ciertamente, se sentía bien, a salvo.

-          ¿Qué quereis que os cuente hoy? – preguntó la anciana
-          Otra historia! – aplaudió Bollack – Los bollitos saldrán del horno en breves
-          Bollito, yo quiero de crema – pidió la joven elfa

El druida corrió al horno, pues los dulces ya estaban listos, sin poder evitar sonreír ante su nuevo mote, cortesía de Chantarelle. Todavía no sabía muy bien que hacían aquellas dos mujeres en un sitio tan remoto pero, en el fondo, él se alegraba de que estuviesen allí. Las había acogido en su casa y ellas habían llenado un hueco vacío en su vida. Él mismo se había refugiado en aquel perdido paraje años atrás, huyendo de guerras y tratando de calmar su corazón roto por Olivia, la tauren a la que amaba y que partió en busca de aventuras con la Expedición Cenarión.

-          Háblame sobre mi abuelo… - pidió Chantarelle
-          ¿Estás segura de que quieres oír eso? – Evannor tragó saliva
-          Si

Evannor suspiró, no sabía muy bien por donde empezar… Bollack tomó asiento en la otra mecedora, mientras que su nieta tomaba asiento en el suelo, junto al fuego.

-          Le conocí cuando tenía diecisiete años, tu abuelo era cinco años mayor que yo y ya a su edad era un poderosísimo mago, tuvo por mentores a los más poderosos magos, heredero por sangre de Al’ar y, por si fuera poco, los dragones le concedieron uno de los mayores honores, tener un guardián. – comenzó – Yo era una paladín, recién graduada en la escuela, sin ningún objetivo concreto en mi vida, para ser sincera, tan sólo cumplía los deseos de mis padres.

-          ¿Cómo os conocisteis? – preguntó la elfa

-          Yo había salido a cabalgar aquella tarde, adoraba sentir la brisa en la cara y el suave movimiento de mi caballo, por eso, se me hizo tarde y el atardecer se cernió sobre nosotros, casi por arte de magia. Volviendo hacia la ciudad, un extraño ruido llamó mi atención y me acerqué al río. Una vez allí pude ver  extrañas esferas de luz azulada que flotaban sobre el agua, en uno de los meandros del río Elrendar. Curiosa, me acerqué y me encontré con un elfo bañándose
-          ¿Desnudo? – preguntó Bollito
-          Claro! Tenía la ropa tendida en un árbol cercano – rió la anciana – Él me sorprendió observándole, quise irme, pero me detuvo con su magia. Por los dioses… estaba totalmente desnudo y yo, sin querer… miré hacia abajo. – se ruborizó – Quise disimular, yo nunca había estado con un hombre y menos aún desnudo, y cuando aparté mis ojos de su desnudez y le miré a la cara me di cuenta de quien era. Él, avergonzado, se echó a reir para después atraer su ropa hasta sus manos y cubrirse, cosa que agradecí. – Bollito y Elle no pudieron evitar reírse - Me disculpé con educación y quise irme de allí, pero él de nuevo me retuvo, esta vez sosteniendo mi brazo….

Inicio del flashback

-          Soy yo quien debe disculparse, supongo que no es algo propio de alguien de mi clase – suspiró – Pero a veces me gusta perderme en la naturaleza y hacer cosas como esta.. – su voz era dulce

Evannor, todavía ruborizada, bajó la cabeza, haciendo que varios mechones de pelo rubio cubriesen parcialmente su rostro. Él, ya completamente vestido, colocó la mano bajo su barbilla y le alzó la cabeza delicadamente, haciendo que le mirase. Ella, por un instante, sintió que se quedaba sin aliento, mirando aquellos ojos verdes que parecían llevarla al infinito.

-          Alteza, debo irme.. – logró balbucear
-          Llámame Kael – sonrió - ¿Tienes que irte de verdad o es porque estás incómoda?
-          Un poco de ambas..
-          ¿Cómo te llamas? – preguntó divertido
-          Evannor
Fin del flashback



-          Kareth, todo está preparado – habló Nitro
-          Bien… - respondió con simpleza

Miró a su madre, que le acompañaba en lo alto de la escalinata de palacio en aquel día gris y lóbrego, un día que Amysanne no quería que llegase. Sus ojos estaban hinchados, incapaces de mantener las lágrimas durante mucho más tiempo, y más aún cuando su hijo la abrazó con fuerza.
-          ¿No piensas despedirte de tu padre? – susurró en su oído
-          No
-          Kareth, por favor… - suplicó
-          Madre, iré a Rasganorte, acabaré con la Plaga y ese infame Rey Exánime. Cuando todo haya acabado, volveré.
-          ¿Y si…? – se le atragantaron las palabras
-          No madre, no pienso morir. Una vez haya concluido mi misión, buscaré a Elle. Puedes decirle a padre que se meta ese matrimonio concertado por donde le quepa…
-          Jovencito, ¿qué es ese lenguaje?
-          Ya me has entendido – trató de excusarse
-          Cuando regreses, hablaremos de ello…
 
La besó en la mejilla para después avanzar con paso firme hasta el primer escalón. En la plaza, cientos de personas se agolpaban, despidiéndose de sus seres queridos, el escuadrón que acompañaría a Kareth Theron a Rasganorte. Su armadura, a diferencia de la habitual, era oscura, casi tanto como aquel día, a excepción de la capa dorada y blanca que ondeaba al viento.

-          Estimados habitantes de Lunargenta, hoy es el comienzo de la expedición que nos llevará a las frías tierras de Rasganorte, la expedición que ayudará en la lucha contra el mal que nos asola, contra el mal que arrasó parte de nuestra ciudad y que nos atormenta por las noches. – hablaba a la multitud – No se deciros cuanto tiempo estaremos allí, pueden ser semanas, pueden ser meses, pero si os garantizo que terminaremos con el Rey Exanime y recuperaremos el esplendor de nuestro pueblo! Anar'alah belore!

La plaza entera estalló en un aplauso, instantes antes de que el archimago Rommath abriese el portal que los llevaría a Dalaran.  Despedidos entre aplausos, los elfos y elfas entraron en el transporte a la ciudad mágica; el último en adentrarse fue el propio Kareth.
Lor’Themar observaba aquello desde su habitación, el rey no estaba bien y no se había sentido con fuerzas de acudir al acto. Apoyó su mano en la cristalera, consumido por su culpabilidad.

-          Shorel'aran, Kareth..


Por fin había llegado el día, Krasus fue el encargado de ir a buscarla, pues la tenían encerrada en una de las habitaciones del templo, privada de su magia y de poder cambiar de forma. De no ser por aquellas ataduras, ya se hubiese marchado muy lejos de allí. Pero no, hoy debía enfrentarse de nuevo a su hermana, y al resto de representantes de los aspectos.

El elfo abrió la puerta con cuidado, sin hacer demasiado ruído, pero el sonido de sus pasos la alertaron, pero ella no se movió. Ciertamente, estaba preocupada por el encuentro que tendría lugar aquella misma mañana.

-          Quiuyue, es la hora.. – dijo con pena
-          Lo sé… - se puso en pie

Krasus la miró, estaba tan decaída… odiaba verla así. Antes de que él se convirtiese en el consorte de su hermana, ellos dos habían sido grandes amigos, pero poco a poco se habían ido distanciando.  Cuando eran más jóvenes él había llegado a sentir algo por ella, pero apareció Alexstrasza y se quedó prendado de ella. Quiuyue al principio se enfureció, para después dar paso a la resignación y distanciarse del Templo, acercándose a los mortales. Aquello casi la había llevado a la perdición, y Krasus no quería que aquello volviese a suceder.
Se acercó a ella y rozó su mano con la suya, pero ella se retiró..

-          Quiuyue, renuncia a esa chica… Sólo te traerá problemas – susurró
-          No puedo, Krasus..
-          ¿Sientes que se lo debes? - comprendió
-          Sí, pero no sólo es eso
-          ¿Y eso es tan importante como para que se sacrifique la princesa de los dragones? Ya sabes que si algo le pasase a Alexstrasza, tú serías la protectora, ¿merece la pena poner eso en riesgo?

Quiuyue le miró, con el semblante serio, con aquellos ojos rojos que harían temblar a cualquiera; y negó con la cabeza.

-          Eres el consorte de mi hermana, todo lo que te diga solo servirá para condenarme más
-          Quiuyue… Juré lealtad a tu hermana, es cierto, pero no me impide escucharte
-          Krasus, lo único que diré es que si matais a esa chica, condenareis a la humanidad al castigo que ya experimenta.
-          ¿Qué significa eso?
-          Entiéndelo como gustes.


-          ¿Has averiguado algo? – preguntó con frialdad
-          Según mis fuentes, la muchacha estaba en Lunargenta, nada más y nada menos que con el príncipe Kareth Theron – anunció ella
-          ¿Pero… sigue viva? – se asombró - ¿No decías que tu hijo la había dejado malherida?
-          Si, y yo misma la convencí para que fusionase su alma con el poder helado para salvarse…
-          ¿Y cómo es posible que siga viva?

La elfa trató de fijar su vista en otra parte, odiaba no saber la respuesta. Sabía más sobre aquella chica de lo que quería contarle a él, había probado su sangre a través de los labios de Valanar y había descubierto cosas que podría usar en su propio beneficio, pero para ello necesitaba que ella estuviese allí…

-          Necesito algo más de tiempo, mi rey, enviaré a mis chicos.
-          Mi paciencia se agota, Lana’thel…