Todo
parecía haber vuelto a la normalidad…
Pero en su interior, sabía que nada volvería a ser como antes.
Ya
habían pasado varios meses desde aquella fatídica noche, el invierno había
llegado y con el frío, se acentuaba aún más el recuerdo de aquella piel nívea.
Había sido tan sólo un beso, un breve contacto de sus labios con los de ella, y
parecía bastar para dejarla grabada en su memoria para siempre.
Las
primeras semanas no dejaba de tener pesadillas, de rememorar aquella noche una
y otra vez, siempre con el mismo final, siempre perdiéndola, mientras ella le
miraba con ojos suplicantes y el susurro de su voz apagándose bajo toneladas de
roca.
Pero
allí estaba, ayudando a su padre en los asuntos de Lunargenta, entrenando con
dureza cada día con la única ilusión de hacerse más fuerte para poder proteger
a su gente.
-
¿Kareth?
– una voz femenina lo sacó de su mundo
-
Sweetness
– saludó dejando de lado el muñeco de entrenamiento
-
¿No
tienes frío?
Él
negó con la cabeza, realmente estaba sudando, fruto del excesivo entrenamiento
que estaba llevando a cabo. Miró a la elfa, que estaba atavíada con un mullido
abrigo de color rojo, lo que resaltaba su melena rubia y sus ojos azules. Sonrió
al verla
-
No
– dijo metiendo la espada en la vaina
-
Ya
veo – rió ella pasándole una toalla – Halthenis me ha pedido que te buscase,
quiere hablar contigo sobre la expedición que te ha encomendado tu padre.
-
No
tengo ganas de ir, la verdad – dijo con cansancio
-
Kareth,
¿qué es lo que pasa? – cogió su mano – Desde que volviste de Orgrimmar evitas a
todo el mundo, estás encerrado en tu mundo y no es normal. ¿Qué ha podido pasar
para que el príncipe de Lunargenta se venga abajo? – quiso saber
-
Sweet,
la verdad, no merezco ser un príncipe, no merezco ni llevar el apellido Theron
-
Kareth..
-
Conocí
a alguien… Era una persona increíble…
Salvamos al escuadrón desaparecido y luchamos con valentía contra Shadron, pero
en el último aliento de este la cueva se vino abajo y no pude salvarla.. –
contó
-
¿Salvar…
la? – matizó el final de la palabra
La
paladina lo miró de reojo, sin poder evitar sentirse celosa de esa mujer por la
cual Popcorn estaba así, aunque por lo que podía comprender, ella había muerto.
-
Siento
contarte esto, pero eres una de las pocas personas en las que confío, siento si
te duele.
-
Has
tenido compañeros que han muerto en la batalla.. ¿qué la hace tan especial? –
dijo con un toque de frivolidad
-
Sweetness,
no quiero hablar de esto.. – dio la vuelta
-
Ya
has hablado… - ella le paró – Ahora cuéntame el final de la historia… ¿La
conozco?
-
No
lo creo, su nombre era Nyn
-
Nyn…
- repitó su nombre - ¿Y cómo es que esa tal Nyn ha conseguido en tan poco
tiempo lo que yo llevo años intentando? – preguntó con suma tristeza.
Saykon
apoyó sus manos en sus rodillas, flexionando su cuerpo hacia delante, en un
intento de que sus músculos de repusieran de tanto ejercicio, momento en el que
Theodor aprovechó para saltar sobre su espalda a modo de potro, haciendo que ambos
cayesen al suelo. Unos metros más adelante, Narthan, Heelys y Solanar observaban
atentamente el duelo que estaba teniendo lugar entre Elk y la nueva miembro de
la Espada de Ébano.
El
caballero de la muerte tenía la armadura abollada y congelada en aquellos
lugares en los que ella había logrado acertarle, aunque no presentaba herida
alguna. Sus hachas iban y volvían sin acertar en el objetivo, que las esquivaba
como si nada. Ella, vestía una ligera toga negra con abertura en la pierna
derecha, lo cual facilitaba sus movimientos. En una mano portaba una espada de
hielo con empuñadura en forma de dragón y con la que le quedaba libre,
propinaba ataques de tipo mágico.
Narthan
y Mersegert habían discutido mucho sobre el tema con Darion Mograine, el líder
de los Caballeros de la Espada de Ébano sobre la presencia de ella allí. Nadie
era capaz de explicar cómo había llegado, pero había mejorado mucho la relación
entre los caballeros de la muerte. Narthan había estado de acuerdo desde el
primer momento que la vio y Mersegert se había mostrado un poco más reticente,
pues no era una caballero de la muerte, o no al cien por ciento, al menos.
Mograine había escuchado la opinión de cada supervisor, decidiendo por fin que
podía quedarse.
El
duelo se alargó aún unos diez minutos más hasta que, en un despiste por parte
de Elk, ella realizó una finta, logrando colocar su espada contra la piel del
cuello de él, para después hacerlo caer al suelo.
-
Fin
del duelo – anunció Narthan – Ganadora Nyn
Llevaba
ya varios meses en Acherus, al principio ocultándose con Theo y Elk, hasta que
Narthan, el supervisor la había descubierto. Pero gracias a su extraña
condición, la habían confundido con un caballero de la muerte más, o al menos
en parte. Se sentía cómoda en aquel lugar, nadie se metía en sus asuntos, nadie
preguntaba nada sobre su pasado y mantenía la escarcha controlada.
Sin
embargo, su cabeza no dejaba de dar vueltas a todo cuanto le había pasado en el
último año, desde el día que tomó la decisión de ir a la Ciudadela a matar al
Rey Exánime, a Arthas Menethil. El conocimiento de la verdad sobre Arthas la
había hecho estremecerse de terror, pero sus palabras la aterraban más que
cualquier otra cosa… Que fuese su reina… que se uniese a él a cambio de la
salvación del alma de su padre.
Era
consciente de que esto no podía contárselo a nadie o la encerrarían o, peor
aún, acabarían con su vida y Arthas conseguiría igualmente su propósito. Tenía
que seguir con vida o, al menos, hasta que encontrase una forma de vencer al
Rey Exánime y salvar su alma
En
medio de todos sus pensamientos, llamaron a su puerta.
- Nyn!
Tenemos viaje! – anunció Elk
-
¿Viaje?
-
Sí,
nos han encargado una misión de infiltración
-
¿A
dónde? – preguntó animada
-
A
Lunargenta
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