Kareth dejó caer su espalda contra el colchón, jadeando, mientras trataba de regular de nuevo los latidos de su corazón. Ella, a su lado, todavía temblaba. Con delicadeza, cubrió su cuerpo con la sábana y la abrazó.
Fuera, las campanas de Lunargenta anunciaban el toque de queda. Ella suspiró, pues también significaba que era el momento de despedirse, pero él no se movió.
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Kareth,
ya es de noche – recordó con amargura
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Quiero
quedarme aquí, contigo
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¿No
te causará problemas?
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Como
si me azotan… pero hoy me quedo a dormir contigo – dijo con voz melosa.
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Hoy
prepararé yo la cena – anunció él levantándose
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¿Sabes
cocinar? – preguntó ella viendo como se ponía el pantalón
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Puedo
intentarlo… o puedo ir a la taberna más cercana a comprar algo - bromeó
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Te
reconocerían
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Puedo
ponerme esto… – señaló la capa de ella
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Lo
mejor será que te ayude – dijo levantándose y vistiéndose
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Elle..
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¿Si?
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No
se muy bien como preguntar esto… ¿Estás tomando el té de la Luna?
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No
se ni lo que es eso.. – se extrañó de la pregunta
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Es..
bueno, una bebida que toman las mujeres para no quedarse embarazadas – ojalá no
le sentase mal aquello – No es que me moleste que tu y yo podamos ser padres,
pero es un poco pronto…
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Kareth,
hace meses que no tengo la sangre de Elune– dijo algo incómoda – Espero que eso
responda a tu pregunta.
Kareth la miraba con preocupación, ciertamente aquello no era normal, aunque una parte de él estaba aliviada. La atrajo hacia si, quedando frente a frente con ella.
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Oye,
no quiero que te enfades – cogió la cara de ella entre sus manos
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No
me enfado, es sólo que es un poco vergonzoso todo esto…
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Lo
sé… pero no tienes porqué avergonzarte.
Cenaron en silencio y, agotados por el ejercicio físico anterior, se fueron a dormir. Él la abrazó por detrás, pegando su cuerpo al suyo.
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Ojalá
todas las noches fuesen así…
Las lágrimas brotaban de sus ojos, resbalando por sus mejillas hasta precipitarse al vacío. Aquella sería la primera Navidad que pasaría sin su hermana, no había vuelto a saber nada de ella desde aquella tarde, desde aquella escueta carta. ¿Seguiría viva? Y de ser así ¿por qué no se había comunicado con ella? ¿O acaso sería un ser más a las ordenes del rey exánime?
Sus
mejores amigos se habían marchado el día anterior, para pasar las fiestas con
sus familiares, pero ella había pedido permiso para quedarse en Dalaran. En
aquellas fechas, la ciudad estaba prácticamente desierta, por lo que la elfa
tendría vía libre para investigar a sus anchas. Había decidido ayudar a
Chantarelle por su cuenta, quizá entendiendo cuales eran los motivos por los
que el príncipe heredero de Lordaeron había traicionado a su propia casa y a la
vida y se había convertido en el Rey de la Plaga, podría vencerle y salvar a su
hermana.
“ Arthas Menethil, príncipe heredero de Lordaeron, el primero de su nombre. Hijo del rey Therenas Menethil II y de la reina Lianne Menethil. Sobrino y alumno de su tío materno, el gran Uther el Iluminado “ – comenzó a leer
Ibi repasó varias veces aquellos escritos, en busca de algo, de una pista que desvelase aquel gran misterio, pero tan sólo repetían lo mismo, hasta que un nombre resonó en su mente “Lady Jaina Valiente”
A ella si la conocía, era una aclamada maga del Kirin Tor. La había visto en un par de ocasiones en Dalaran y, según la información era la señora de Theramore.
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Bien,
Lady Jaina… creo que no hay nadie mejor que tú para que me cuentes esta
historia…
Su piel ya no era tersa y su belleza se marchitaba con los años y la profunda tristeza que albergaba su corazón. El destino le había arrebatado todo cuanto había amado y ella había decidido aislarse para morir en soledad, alejada de aquellos recuerdos dolorosos. Pero la decisión estaba tomada, visitaría aquella ciudad por última vez
En su armario reposaba aquella armadura dorada, con incrustaciones de piedras preciosas, propia de una princesa. Pero, por supuesto, no tenía pensado ponérsela. Sonrió con tristeza, cogiendo ropa cómoda, que metió en un morral ligero.
Echó una mirada a su casa por última vez antes de partir..
“Espero que sea verdad…” – susurró.