La lluvia caía torrencialmente sobre la Ciudad de Lunargenta, por lo que se había suspendido el entrenamiento. Aquella tarde, sus planes habían cambiado, por lo que Kareth salió, cubriéndose bajo los soportales.
-
Hola
Kareth – saludó con una sonrisa – No te mojes!
-
Hola
Sweet – saludó serio
-
¿Cómo
estás? Hacía días que no te veía
-
He
estado de viaje – intentó no dar demasiada información.
-
Ah
¿si? ¿Dónde?
-
En
Shattrath, con los Sha’tari
-
Me
preguntaba si te gustaría venir a cenar conmigo un día de estos – acarició su
pelo – Yo podría hacer que te olvidases un poco de todo – dijo sensual.
-
¿Por
qué te comportas así conmigo? – dijo dolida
-
Sweet,
eres alguien muy especial para mí, y eres preciosa. Pero no comparto tus
sentimientos – dijo él – Pero para mí eres una buena amiga, nada más.
-
¿Qué? ¿Y eso lo dices ahora? No hace tanto tiempo
te morías por compartir mi cama..
-
No
empieces de nuevo con eso..
-
Oh
si, claro que empezaré.. – su ira aumentaba - ¿Qué te parecería que toda la
ciudad se enterase de que su venerable príncipe se aprovechó de una joven para
sastisfacer sus necesidades?
-
Yo
nunca me he aprovechado de ti! – replicó él
-
¿Quieres
probar a ver a quien creen? – dijo desafiante
-
¿Qué
es lo que quieres, Sweetness?
-
A
ti!
-
Sweet,
no puedo corresponderte, mi corazón pertenece a otra mujer.
-
Entonces…
es cierto lo que dicen… ¿Te llevaste a esa zorra a Shattrath
-
¿Zorra?
¿Te atreves a tratarla de zorra cuando eres tú la que se arrastra?
-
Esto
no se quedará así… Nadie, y me oyes, nadie juega conmigo! – vociferó
Una vez que ella se fue, Kareth continuó su camino hacia el bazar, localizando el edificio que ella había descrito. Subió las escaleras y llamo discretamente a la puerta, sonriendo al verla. Elle le invitó a entrar, su apartamento era pequeño, pero muy acogedor y ella estaba radiante, vestía una toga de media manga negra y su largo cabello recogido en una trenza ladeada. Ella reparó en su cara, todavía enrojecida.
-
¿Qué
te ha pasado? – dijo colocando su mano fría sobre su piel
-
Un
golpe en el entrenamiento – mintió
-
Me
gusta este lugar – admiró lo que le rodeaba
-
Disculpa
el desorden, he estado limpiando un poco, pero lleva tiempo deshabitado.
Sylvanas Brisaveloz esperaba impaciente al enviado de su antiguo compañero, Lor’Themar Theron; habían servido juntos como forestales de Lunargenta bajo el reinado del rey Anasterian, hasta que el rey Exánime terminó con aquella vida.
Morgan se adentró en aquel intrincado edificio, recorriendo el larguísimo pasillo hasta llegar a una gran sala, iluminada con faroles anaranjados. Retiró su cimera y realizó una cortés reverencia a la reina. Sylvanas seguía siendo impresionantemente bella, a pesar de aquel tono grisáceo en su piel. Junto a ella estaba su consejera, una sacerdotisa oscura que, como ella, había logrado escapar del control del Rey Exánime.
-
Bienvenido
a Entrañas – saludó con voz melodiosa
-
Lady
Sylvanas, un honor conocerla – saludó – Mi nombre es Morgan Adhams, enviado por
el rey Lor’Themar Theron de la Ciudad de Lunargenta.
-
Ahórrate
las formalidades, Morgan – cortó educadamente
-
Supongo
que habrá recibido noticias del Alba Argenta y de la Horda
-
Sí
– dijo pensativa
-
El
consejo de Lunargenta ha estado reunido tratando el tema, concluyendo que es
una locura
-
Es
que es un plan de lo más suicida… - habló con dureza – El Rey Exánime tiene
controlada esa puerta, no se porqué siguen empeñados en atacar por ahí, así
solo consiguen engrosar más sus filas y nutrir más a esa espada maldita.
-
Su
majestad opina como vos, por eso busca establecer una alianza con Entrañas
-
¿Una
alianza? Lo que teme Lor’Themar es perder el apoyo de la horda – habló con
dureza – Lunargenta ha rechazado siempre a nuestro pueblo, ¿por qué íbamos a
apoyarles ahora?
-
Tranquila,
Nyniel – calmó Sylvanas
¿Nyniel? Los ojos de Morgan se abrieron de par en par al escuchar aquel nombre. Clavó su mirada en la sacerdotisa, tratando de ver a través de la gruesa capucha.
-
Dile
a Lor’Themar que le apoyaremos, siempre y cuando se disculpe con nuestro pueblo
– habló Sylvanas – Dentro de ocho días visitaré Lunargenta, espero tener un
buen recibimiento – habló firme – Si me disculpais, he de irme
-
¿Deseas
algo más, paladín?
-
¿Eres
Nyniel Anylïnde? – preguntó sin rodeos
-
Hace
mucho tiempo que nadie me llama así…
-
Lady
Nyniel, es una bendición saberla con vida.
-
¿Llamas
vida.. a esto? – su voz se volvió un susurro – Mírame, Morgan, compara el color
de tu piel con el de la mía – cogió la mano de él y la colocó sobre su pecho -
¿Sientes algo? Mi corazón se paró hace muchos años – dijo con amargura – Esto
no es una bendición, es un castigo eterno.
-
Al
menos no servís al ser que os hizo esto – trató de animar.
-
¿Habéis
vuelto a ver a vuestra hija?
-
No-
dijo con amargura – Hace dieciséis años que no veo a mi dulce niña…
-
¿Y
no habéis sabido nada de ella? – ella negó con la cabeza
-
Hace
algunos meses, Sylvanas recibió a una joven que encontraron dos caballeros de
la muerte, me dijo que podía tratarse de ella, pero no me permitió verla. Pero
seguramente esa joven este muerta.
-
¿Por
qué decís eso?
-
Porque
esa muchacha se enfrentó al Rey Exánime y Agonía de Escarcha marcó su piel, y
él no deja nada a medias.. – hizo una pausa - ¿A qué vienen tantas preguntas sobre
mi hija? ¿De qué la conoces? – quiso saber
-
Mi
señora, yo fui quien encontró a vuestra hija aquel día… - recordó de nuevo a la
pequeña
-
¿Y
qué pasó con ella? ¿Está bien?
-
La
ingresaron en un orfanato, quise adoptarla, pero no me lo permitieron y me prohibieron
verla…
-
Mi
pequeña en un orfanato… - lo miró horrorizada - ¿Y qué pasó con ella?
-
No
supe nada más – ella quedó decepcionada – Pero hace unos meses que estoy
investigando a una muchacha
-
¿Y
qué tiene eso que ver?
-
Dice
llamarse Nyn..