Los primeros rayos del sol se colaban por la ventana, la exótica Shattrath amanecía tras la tormentosa noche…
Kareth Theron estaba despierto, admirando con ternura el cuerpo que todavía dormía entre sus brazos..
-
¿Y si es lo que quiero? – preguntó ella
-
¿Estás segura? – temió preguntar
-
Si
Su piel era suave, todavía más suave de lo que había soñado. Tuvo que frenarse, deseaba hacerla suya en aquel mismo instante, pero se controló y decidió ir más suave. Comenzó recorriendo su cuerpo con sus labios, besando cada centímetro y quitándole con cuidado su ropa interior. Ella temblaba, presa de la excitación y el placer y más aún cuando él cruzó los límites por debajo de su ombligo. Kareth sonrió, al sentir como ella agarraba con fuerza las sábanas de seda.
Con mucha delicadeza, se colocó sobre ella, haciendo lo que más deseaba en aquel momento, con movimientos suaves, pero cesó al oír un leve gemido por parte de ella.
-
¿Quieres que pare? – se le entrecortó la voz
-
No.. – dijo ella en un gemido ahogado
-
Te quiero…
Sonrió como un tonto…
Ella, todavía dormida, se giró, quedando boca abajo, con la espalda destapada. Kareth, tal y como había visto en su sueño, observó aquella cicatriz que atravesaba su espalda de arriba abajo. Pasó con delicadeza sus dedos sobre ella, sintiendo un frío intenso. Ella se movió, instantes antes de abrir los ojos. Aquellos ojos azules brillaban más que el sol, y lo miraban con dulzura.
-
Buenos
días – sonrió Kareth
-
Buenos
días – respondió con timidez
-
¿Cómo
te encuentras? Espero no haberte lastimado
-
Estoy
genial, Kareth. Ha sido..
-
Maravilloso
– concluyó su frase
-
¿Habías…
bueno.. hecho esto.. antes?
-
Si
– la respuesta no pareció gustarle. – Pero nunca con alguien a quien quisiese
de verdad.
-
¿Qué
te pasó en la espalda? – preguntó
-
Di
un mal paso durante una pelea – se incomodó
-
¿Quién
te ha hecho esto? Porque te juro que le haré lo mismo
-
Kareth,
no me gustaría estropear este momento hablando de ello
-
¿Me
lo contarás algún día?
-
Algún
día…
-
¿Duele?
– susurró
-
Un
poco – reconoció ella
-
¿Paramos?
-
No..
Quiuyue la miraba de reojo, desde su regreso había estado distraída, y se moría de ganas de romper su pacto e indagar en su mente. Pero no lo hizo…
Volvieron a la rutina de los entrenamientos, y aunque sus poderes parecían algo más estables, empezaba a pensar que, tal vez, se había equivocado. Sí, era cierto que había demasiadas coincidencias, pero un gran sentimiento de culpabilidad empezaba a invadirla. ¿Y si había creado falsas ilusiones?
Independientemente de eso, se sentía orgullosa de ella, al verla feliz, al ver su sonrisa cada atardecer. Le recordó tanto a ella misma años atrás..
Ighterion y Kredis se batían en duelo mientras hablaban de sus conquistas. Ithelis probaba su nueva espada con un muñeco de entrenamiento y Halthenis y Morgan practicaban novedosas técnicas de ataque. Pero su líder, delante de otro de los muñecos de entrenamiento, estaba distraído, su mente todavía estaba en Shattrath.
-
Kareth!
– escuchó en la lejanía – Kareth! – gritó Halthenis de nuevo.
-
¿Si?
– volvió al mundo real.
-
Creo
que el jefe no tiene la cabeza con nosotros – comentó Ithelis
-
¿Alguna
hembra? – Ighterion sonrió con picardía.
-
Tenemos
que irnos ya, muchachos, nos vemos mañana a la misma hora – se apresuró a decir
Halthenis Alasol.
-
¿Vas
a contarme qué es lo que te pasa? Llevas un tiempo que no se sabe donde está tu
cabeza – regañó Halthenis
-
Mi
cabeza está donde quiere estar…
-
Y
ese lugar ¿es? – le miró de reojo – Espera, espera… ¿Esto va en serio? ¿Estás
con alguien?
-
Si
-
¿Con
una chica?
-
No,
con un murloc – bebió un sorbo de hidromiel
-
¿Cómo
es? – se asombró Halthenis
-
Tez
blanca como la nieve, labios rojos, pelo rubio, piel suave, ojos azul
cristalino…
-
No
habrás vuelto con Sweetness, ¿no?
-
Ella
no tiene nada que ver con Sweet, créeme.
-
Pues
Sweet tiene que ser una bomba… ya me entiendes
-
No
estuvo mal – recordó – Pero no es lo mismo
-
¿Quieres
a esa chica? – se asombró
-
Sí
-
Así
que Kareth Theron enamorado… - sonrió Halthenis - ¿Lo saben tus padres?
-
No
-
¿No
piensas decírselo?
-
Mi
padre no lo entenderá, y lo sabes – suspiró – A veces me pregunto como puede
querer a mi madre y no dejar que yo pueda experimentar lo mismo – dijo con
tristeza.
-
Creo
que deberías hablar con él, seguro que no es tan cerrado como dices.
-
No
lo sé… A veces me gustaría ser una persona normal, poder caminar con ella de la
mano sin que nadie nos observe, poder dormir abrazado a ella cada noche… -
suspiró
-
Ya
me lo imagino… - puso la mano en el hombro de su amigo - ¿Cuándo me la
presentarás? – trató de animar
-
Lo
hablaré con ella.
-
El
Alba Argenta pretende atacar la Ciudadela – hablaba el elfo – Y la Horda nos
exige que enviemos algunas de nuestras tropas-
-
¿Pretenden
asediar de nuevo la Puerta de Cólera? – preguntó el archimago Rommath
-
Eso
parece
-
Obstinados
orcos.. ¿Cuántas derrotas tiene que haber para que se den cuenta de que ese
lugar no es viable? – suspiró Rommath
-
Mis
contactos en la Espada de Ébano me han informado sobre el escaso movimiento que
hay en la Ciudadela, por lo visto el rey Exánime está planeando algo – dijo
Lady Liadrin
-
La
verdad, no veo viable un ataque – habló por fin – Los ideales del Alba Argenta
son muy respetables, pero no pueden pretender que la Horda y la Alianza
trabajen juntos como si nada. – hizo una pausa – En cuanto a la Horda, no creo
que estas órdenes provengan de Thrall, sino de ese indeseable de Garrosh, al
que le importa poco si los soldados viven o mueren. Como vosotros
comprenderéis, enviar a nuestros mejores guerreros implicaría enviar a mi hijo
y no estoy dispuesto a que suceda lo mismo que a Varok Colmillosaurio.
-
Pues
creo que no hay mucho más que decir – quiso concluir Rommath
-
Majestad,
con permiso – habló Aldrae, sumo sacerdote – Considero que sería conveniente
establecer lazos más cercanos con Entrañas
-
¿Con
los no-muertos? – preguntó con disgusto Vranesh, director de la escuela de
paladines.
-
Sí,
Orgrimmar podría tomar la negativa de nuestra ciudad como una deserción a la
Horda y, sinceramente, no podemos permitirnos quedarnos sin su protección. – habló Aldrae
-
Aldrae
tiene razón – habló lady Liadrin – Cima del Trueno y Sen’jin apoyan totalmente
a Thrall, pero nosotros, en los Reinos del Este no contamos con ningún tipo de
apoyo.
-
¿Y
qué podrían hacer los de Entrañas? – dijo Vranesh – No son más que muertos
revividos, apestan y se caen a cachos..
-
Igualmente
merecen nuestro respeto – le espetó Lady Liadrin – No debeis olvidar que su
líder era una de los nuestros.
-
Está
bien, enviaremos un mensajero a Sylvanas y acordaremos una reunión – dijo
Lor’Themar – Halduron, intenta conseguirnos algo más de tiempo. Se terminó la
reunión – dijo poniéndose en pie.
Lor’Themar
Theron hizo un pequeño gesto a su hijo, que se quedó inmóvil hasta que todo el
mundo abandonó la sala. Las ojeras violáceas resaltaban bajo sus ojos avellana.
-
Hijo,
me gustaría que te encargases de enviar a alguien a Entrañas
-
Enviaré
a la persona en la que más confío – anunció complaciente - ¿Sucede algo, padre?
-
Estoy
cansado, llevo varias noches teniendo pesadillas y esta obsesión por atacar la
Ciudadela sin conocer a qué nos enfrentamos no me tranquiliza – suspiró –
Llevamos mucho tiempo luchando contra la plaga, perdiendo a muchos amigos en el
camino y no hemos avanzado nada – lamentó
-
Tranquilo
padre, tengo fe en que, tarde o temprano, encontraremos algo con lo que
terminar con ese desgraciado y reconstruiremos nuestra ciudad.
-
Eso
espero, hijo, eso espero.
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