sábado, 23 de enero de 2016

Capítulo 58. Nuevas sensaciones



Los primeros rayos del sol se colaban por la ventana, la exótica Shattrath amanecía tras la tormentosa noche…

Kareth Theron estaba despierto, admirando con ternura el cuerpo que todavía dormía entre sus brazos..

INICIO DEL FLASHBACK

-          ¿Y si es lo que quiero? – preguntó ella


Aquello lo pilló totalmente por sorpresa. ¿Estaba diciendo lo que él creía que estaba diciendo? Alzó su mirada, buscando la suya. Ella había desabrochado totalmente su camisa y acariciaba su pecho; el roce de sus uñas contra su piel hizo que se estremeciese. Ella, consciente de su mirada, sonrió. En aquel instante, él se dejó a sus impulsos y descendió a sus labios, acariciándolos con los suyos, para después besarla con pasión. Besó su cuello, ascendiendo hasta su oreja.


-          ¿Estás segura? – temió preguntar

-          Si

No sabía muy bien que era lo que le iba a suceder, no había tenido a nadie como referencia que le hablase de aquellos temas, pero una extraña excitación la invadía y sabía que era Kareth quien se la provocaba. Él sonrió, acariciando su rostro, mientras que con la otra mano, tanteó hasta encontrar la lazada que ataba su vestido y quitarle aquella ropa mojada, dejándola en ropa interior. Ella se sintió insegura, temerosa de que él viese sus cicatrices, pero, muy caballerosamente, él se levantó y apagó la luz, dejado tan sólo la tenue luz de una vela, quitándose de paso la ropa mojada. Estaba nerviosa y más cuando él regresó a su lado, abrazándola. 

Su piel era suave, todavía más suave de lo que había soñado. Tuvo que frenarse, deseaba hacerla suya en aquel mismo instante, pero se controló y decidió ir más suave. Comenzó recorriendo su cuerpo con sus labios, besando cada centímetro y quitándole con cuidado su ropa interior. Ella temblaba, presa de la excitación y el placer y más aún cuando él cruzó los límites por debajo de su ombligo. Kareth sonrió, al sentir como ella agarraba con fuerza las sábanas de seda.

Con mucha delicadeza, se colocó sobre ella, haciendo lo que más deseaba en aquel momento, con movimientos suaves, pero cesó al oír un leve gemido por parte de ella.

-          ¿Quieres que pare? – se le entrecortó la voz

-          No.. – dijo ella en un gemido ahogado


Acarició el rostro de ella, mirándola a los ojos mientras entraba en su interior. Ella los cerró, notando aquel intenso placer, sintiendo como ellos dos se fundían en un solo cuerpo.  Kareth entrelazó su mano con la de ella, sintiendo como le clavaba las uñas con cada movimiento. Su respiración era profunda, en contraste con los leves gemidos de ella. Y así, entre besos y habiendo cedido totalmente a sus instintos, dejó escapar aquello en el momento de máximo climax..


-          Te quiero…


FIN DEL FLASHBACK

 
Sonrió como un tonto… 

Ella, todavía dormida, se giró, quedando boca abajo, con la espalda destapada. Kareth, tal y como había visto en su sueño, observó aquella cicatriz que atravesaba su espalda de arriba abajo. Pasó con delicadeza sus dedos sobre ella, sintiendo un frío intenso. Ella se movió, instantes antes de abrir los ojos. Aquellos ojos azules brillaban más que el sol, y lo miraban con dulzura.


-          Buenos días – sonrió Kareth

-          Buenos días – respondió con timidez

-          ¿Cómo te encuentras? Espero no haberte lastimado

-          Estoy genial, Kareth. Ha sido..

-          Maravilloso – concluyó su frase

-          ¿Habías… bueno.. hecho esto.. antes?

-          Si – la respuesta no pareció gustarle. – Pero nunca con alguien a quien quisiese de verdad.


Ella, vergonzosa a la vez que un poco molesta, hundió la cabeza en su almohada. Pensar en lo sucedido la noche anterior hacía que miles de burbujas fluyesen en su vientre. Él deslizó sus dedos por su espalda


-          ¿Qué te pasó en la espalda? – preguntó

-          Di un mal paso durante una pelea – se incomodó

-          ¿Quién te ha hecho esto? Porque te juro que le haré lo mismo

-          Kareth, no me gustaría estropear este momento hablando de ello

-          ¿Me lo contarás algún día?

-          Algún día…


Queriendo huir de aquella tensa situación, ella le besó, tirando con suavidad de su pelo. Él, juguetón, tiró del cuerpo de ella hasta colocarla sobre él, colándose en su interior. Ella emitió un ligero gemido.

-          ¿Duele? – susurró

-          Un poco – reconoció ella

-          ¿Paramos?

-          No..

Él intentó buscar una posición más cómoda para ella, rodeándola con sus brazos y apretándola contra él, sintiendo de nuevo aquel intenso placer… Cuando terminaron, ella estaba dolorida y Kareth estaba casi tan exhausto como ella, por lo que la abrazó y se quedaron dormidos…


La vuelta a Lunargenta se les hizo dura, demasiado. Chantarelle se alegró al ver de nuevo a la dragona, pero las noches se le antojaban demasiado largas con el toque de queda y su cama demasiado grande.
Quiuyue la miraba de reojo, desde su regreso había estado distraída, y se moría de ganas de romper su pacto e indagar en su mente. Pero no lo hizo…
Volvieron a la rutina de los entrenamientos, y aunque sus poderes parecían algo más estables, empezaba a pensar que, tal vez, se había equivocado. Sí, era cierto que había demasiadas coincidencias, pero un gran sentimiento de culpabilidad empezaba a invadirla. ¿Y si había creado falsas ilusiones?
Independientemente de eso, se sentía orgullosa de ella, al verla feliz, al ver su sonrisa cada atardecer. Le recordó tanto a ella misma años atrás..



Kareth entrenaba con su equipo, la rutina había vuelto a él como un jarro de agua fría, al igual que para sus compañeros, que también habían disfrutado de días de descanso.
Ighterion y Kredis se batían en duelo mientras hablaban de sus conquistas. Ithelis probaba su nueva espada con un muñeco de entrenamiento y Halthenis y Morgan practicaban novedosas técnicas de ataque. Pero su líder, delante de otro de los muñecos de entrenamiento, estaba distraído, su mente todavía estaba en Shattrath.


-          Kareth! – escuchó en la lejanía – Kareth! – gritó Halthenis de nuevo.

-          ¿Si? – volvió al mundo real.

-          Creo que el jefe no tiene la cabeza con nosotros – comentó Ithelis

-          ¿Alguna hembra? – Ighterion sonrió con picardía.


Kareth calló, despertando aún más el interés de su amigo Halthenis, que trató de separarlo del grupo.


-          Tenemos que irnos ya, muchachos, nos vemos mañana a la misma hora – se apresuró a decir Halthenis Alasol.


Los dos elfos salieron del área de entrenamiento en dirección a la Puerta del Destino, parándose en una pequeña taberna, en la que pidieron un refrigerio.


-          ¿Vas a contarme qué es lo que te pasa? Llevas un tiempo que no se sabe donde está tu cabeza – regañó Halthenis

-          Mi cabeza está donde quiere estar…

-          Y ese lugar ¿es? – le miró de reojo – Espera, espera… ¿Esto va en serio? ¿Estás con alguien?

-          Si

-          ¿Con una chica?

-          No, con un murloc – bebió un sorbo de hidromiel

-          ¿Cómo es? – se asombró Halthenis

-          Tez blanca como la nieve, labios rojos, pelo rubio, piel suave, ojos azul cristalino…

-          No habrás vuelto con Sweetness, ¿no?

-          Ella no tiene nada que ver con Sweet, créeme.

-          Pues Sweet tiene que ser una bomba… ya me entiendes

-          No estuvo mal – recordó – Pero no es lo mismo

-          ¿Quieres a esa chica? – se asombró

-         


Halthenis pagó la cuenta y se levantaron, tomando rumbo a la Corte del Sol, para asistir a una importante reunión del consejo.


-          Así que Kareth Theron enamorado… - sonrió Halthenis - ¿Lo saben tus padres?

-          No

-          ¿No piensas decírselo?

-          Mi padre no lo entenderá, y lo sabes – suspiró – A veces me pregunto como puede querer a mi madre y no dejar que yo pueda experimentar lo mismo – dijo con tristeza.

-          Creo que deberías hablar con él, seguro que no es tan cerrado como dices.

-          No lo sé… A veces me gustaría ser una persona normal, poder caminar con ella de la mano sin que nadie nos observe, poder dormir abrazado a ella cada noche… - suspiró

-          Ya me lo imagino… - puso la mano en el hombro de su amigo - ¿Cuándo me la presentarás? – trató de animar

-          Lo hablaré con ella.


La gran sala de juntas estaba ya llena, los dos jóvenes ocuparon sus puestos y escucharon en completo silencio. Halduron Alasol, el padre de Halthenis, era el comandante militar de Lunargenta y explicaba alto y claro la situación.


-          El Alba Argenta pretende atacar la Ciudadela – hablaba el elfo – Y la Horda nos exige que enviemos algunas de nuestras tropas-

-          ¿Pretenden asediar de nuevo la Puerta de Cólera? – preguntó el archimago Rommath

-          Eso parece

-          Obstinados orcos.. ¿Cuántas derrotas tiene que haber para que se den cuenta de que ese lugar no es viable? – suspiró Rommath

-          Mis contactos en la Espada de Ébano me han informado sobre el escaso movimiento que hay en la Ciudadela, por lo visto el rey Exánime está planeando algo – dijo Lady Liadrin


Los asistentes empezaron a discutir sobre una cosa y otra, hasta que Lor’Themar Theron dio un ligero golpe en la mesa para pedir silencio.


-          La verdad, no veo viable un ataque – habló por fin – Los ideales del Alba Argenta son muy respetables, pero no pueden pretender que la Horda y la Alianza trabajen juntos como si nada. – hizo una pausa – En cuanto a la Horda, no creo que estas órdenes provengan de Thrall, sino de ese indeseable de Garrosh, al que le importa poco si los soldados viven o mueren. Como vosotros comprenderéis, enviar a nuestros mejores guerreros implicaría enviar a mi hijo y no estoy dispuesto a que suceda lo mismo que a Varok Colmillosaurio.

-          Pues creo que no hay mucho más que decir – quiso concluir Rommath

-          Majestad, con permiso – habló Aldrae, sumo sacerdote – Considero que sería conveniente establecer lazos más cercanos con Entrañas

-          ¿Con los no-muertos? – preguntó con disgusto Vranesh, director de la escuela de paladines.

-          Sí, Orgrimmar podría tomar la negativa de nuestra ciudad como una deserción a la Horda y, sinceramente, no podemos permitirnos quedarnos sin su protección.  – habló Aldrae

-          Aldrae tiene razón – habló lady Liadrin – Cima del Trueno y Sen’jin apoyan totalmente a Thrall, pero nosotros, en los Reinos del Este no contamos con ningún tipo de apoyo.

-          ¿Y qué podrían hacer los de Entrañas? – dijo Vranesh – No son más que muertos revividos, apestan y se caen a cachos..

-          Igualmente merecen nuestro respeto – le espetó Lady Liadrin – No debeis olvidar que su líder era una de los nuestros.

-          Está bien, enviaremos un mensajero a Sylvanas y acordaremos una reunión – dijo Lor’Themar – Halduron, intenta conseguirnos algo más de tiempo. Se terminó la reunión – dijo poniéndose en pie.


Lor’Themar Theron hizo un pequeño gesto a su hijo, que se quedó inmóvil hasta que todo el mundo abandonó la sala. Las ojeras violáceas resaltaban bajo sus ojos avellana.


-          Hijo, me gustaría que te encargases de enviar a alguien a Entrañas

-          Enviaré a la persona en la que más confío – anunció complaciente - ¿Sucede algo, padre?

-          Estoy cansado, llevo varias noches teniendo pesadillas y esta obsesión por atacar la Ciudadela sin conocer a qué nos enfrentamos no me tranquiliza – suspiró – Llevamos mucho tiempo luchando contra la plaga, perdiendo a muchos amigos en el camino y no hemos avanzado nada – lamentó

-          Tranquilo padre, tengo fe en que, tarde o temprano, encontraremos algo con lo que terminar con ese desgraciado y reconstruiremos nuestra ciudad.

-          Eso espero, hijo, eso espero.

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