El viaje se hacía
eterno por carretera en aquel pequeño automóvil, los rayos del sol se colaban
por las ventanas, incidiendo directamente sobre su piel, cosa que la
incomodaba. Dalanar dormía tranquilamente a su lado, seguramente no lo habría
pasado nada bien los últimos meses. Hacía tan sólo media hora que su chofer se
había dignado en hacer una parada en Martillo de Agmar para estirar un poco las
piernas y comer algo, y Dalanar había devorado varios platos de jugosa carne
asada en salsa de arándanos. Ella no tenía hambre, se forzaba a comer, pero lo
único que le apetecían eran dulces, por lo que tomó una ligera sopa de faisán y
tarta de queso. Cuando terminaron de comer, enseguida reanudaron el viaje,
quedándose el elfo dormido al poco tiempo, haciendo una pesada digestión.
Ella había
logrado conciliar un sueño ligero. Había soñado con Kareth, con sus ojos azules
y su sonrisa, con la calidez de sus labios sobre los suyos. Se sentía culpable
por no haberle contado lo que le pasaba, por haber propiciado aquella discusión,
por haberle dicho todas aquellas cosas… De estar en Lunargenta, aquello le
hubiese supuesto la entrada en prisión, pero él no había dicho nada. ¿Por qué?
Tampoco podía
dejar de pensar en todo lo que había acontecido en los últimos días… Estaba
totalmente convencida en llegar hasta el fondo de aquel asunto, en descubrir si
era cierto que alguien quería acabar con sus poderes, aunque no tenía mucha
idea de por donde debía comenzar a investigar. En aquel momento empezó a
apreciar aquellos poderes que habían surgido de la nada, sin ellos, quien sabe cómo
podría estar ahora. Si bien era cierto que sus increíbles poderes de paladín
habían desaparecido, de no ser por aquello, su inocencia habría sido
mancillada, además de haber sido expulsada y todo lo que ello conllevó. Pero no
podía dejar de extrañar aquella fuerza, su forma de pelear, todo…
Estaba
sumida en sus pensamientos cuando el automóvil pegó un sonoro frenazo, haciendo
que Dalanar y ella impactasen contra las paredes del vehículo.
Chantarelle
descendió a ver qué había pasado, el goblin estaba gritando con su aguda voz,
un tanto gangosa. La elfa caminó hasta la parte delantera del vehículo,
observando un cuerpo en el suelo y unos coyotes que se ocultaban tras unas
rocas.
Dalanar
se sumó a ella, que ya estaba girando al no-muerto. Sus huesos crujieron,
provocándole a la elfa una sensación de dentera, pero terminó su cometido y
evaluó su estado. Le resultó tremendamente difícil saber si estaba vivo o
muerto, pues igualmente no respiraba.
-
Ehmmm
… ¿Cómo se sabe si un no-muerto está vivo o muerto muerto? – Dalanar se hacía
la misma pregunta, solo que en voz alta.
Ella
sólo le dirigió una mirada confusa, antes de levantarse e invocar un círculo de
sanación, que hizo que el cuerpo huesudo se iluminase con aquel brillo dorado,
despertándolo de su inconsciencia.
Asustado,
miró a los dos elfos y al goblin que seguía parloteando más allá, y se
incorporó de un salto.
-
Hola!
Soy Zacker! – saludó alegre – Gracias por haberme salvado
-
Me
llamo Dalanar, ¿Qué te ha pasado?
-
Estaba
buscando titanio y cobalto cuando di un traspié y me caí – señaló una montaña
cercana.
-
Pues
has tenido suerte de que pasásemos por aquí, unos coyotes querían.. bueno.. ya
sabes – dijo el elfo
-
Jejeje,
sí… llevan siguiéndome varios días. Ven un no-muerto y ya se piensan que es
comida gratis!
-
Es
que es difícil saber si estás vivo… o no.. – intervino Elle – Soy Nyn
-
Un
placer. – sonrió - ¿A dónde os dirigís?
-
A
Orgrimmar
-
Oh!
¿Os molestaría que os acompañase? – preguntó un tanto cortado
-
Para
nada! Estará bien tener un poco de alegría – Dalanar miró a Elle esperando que
no se lo tomase mal
-
No
hay problema, no quiero sentirme culpable de que te devoren los coyotes – dijo
con su aura fría
El
goblin miró al no-muerto con recelo cuando subieron al vehículo, pero no dijo
nada, arrancando poco después. Estaban ya en Tundra Boreal, un territorio
peligroso, debido a los bandidos defias y los múltiples cazadores furtivos,
entre otros peligros. El viaje desde Martillo de Agmar le había resultado
demasiado tranquilo, ningún animal infectado ni ningún guerrero Anu’bar les
había importunado, cosa que podía agradecerse, pero la Tundra albergaba algo
que hacía que su piel verde se estremeciese.
Y
muy pronto… ese “algo” se presentó ante ellos…
Había
escuchado en su mente el relato que su ama les había transmitido. Al principio
no pudo creerlo, pero cuando notó aquel aroma en el aire supo que lo que ella
decía era cierto…
De
inmediato se levantó del diván en el que yacía y retiró el grueso cortinón que
cubría la ventana. Sacó su rostro a través del orificio e inspiró el aire
gélido, captando el olor, estaba muy cerca.
Ordenó
a sus esclavas que trajesen su ropa y le vistiesen, disponía de poco tiempo y
no desaprovecharía la oportunidad por nada del mundo. Prefirió no transmitirle
nada a su ama, por miedo a que ÉL interfiriese. Su curiosidad era demasiado
grande.
Descendió
de aquel hogar improvisado, al que había nombrado Naxxanar y dejó que su
sentido del olfato le guiase. Muy cerca de él estaba la carretera que
atravesaba la Tundra Boreal, y por ella circulaba aquel rudimentario automóvil,
cuyas ruedas congeló, haciendo que se detuviese al instante.
De
nuevo parecía haber otro imprevisto. Dalanar resopló con fastidio mientras
Zacker trataba de animarlo. Chantarelle experimentaba una sensación muy
diferente, una sensación gélida y electrizante. Entonces.. notó su presencia..
Ella
ya se había dado cuenta de que estaba allí, notaba su sangre agitada,
seguramente buscándole y él fue en su encuentro. Abrió con delicadeza la puerta
del automóvil en el que viajaba con los otros dos, y le tendió su mano para que
bajase. Ella, por supuesto, la rechazó, pero descendió igualmente, quedando
frente a frente con él.
Valanar
la observó de arriba a abajo, aquella piel blanca, enmarcada por aquel pelo
rubio, sus labios rojos y aquellos ojos que ahora denotaban la presencia de
Agonía de escarcha. Era bella, tanto que tuvo que contener sus deseos de
convertirla en otra de sus esclavas, pero por la información de su ama, aquello
no iba a resultarle nada fácil.
-
¿Quién
eres? – le preguntaba con expresión de odio
-
Soy
el Príncipe Valanar
-
¿Príncipe?
-
Si,
de los San’layn – dijo con orgullo
-
Lo
lamento, no tengo el placer – dijo con ironía
Aquel
comentario lo hizo enfurecer, nadie osaba burlarse de los San’layn así como
así. Con una asombrosa destreza, se
deslizó detrás de ella y colocó su daga presionándole el cuello.
-
Deberías
tener un respeto por aquello que no conoces – advirtió – Los San’layn somos los
Caídos Oscuros, los líderes del Azote… Los legítimos herederos de Kael’Thas.
-
¿Y
necesitas poner tu arma en mi cuello para hacerte respetar? – continuó ella –
No haces que sienta temor
La
elfa, logró escurrirse de su agarre, sin poder evitar que la presión de la daga
rasgase un poco su piel, que enseguida comenzó a sangrar. Se puso en guardia, a
una distancia de combate, desenfundando con avidez su espada de hielo. Su lucha
fue breve, muchísimo más breve de lo que Chantarelle hubiese esperado, pues su
oponente era demasiado fuerte.
Valanar
esquivó sin dificultad los ataques que ella le lanzaba, ni una sola estocada ni
ninguno de aquellos ataques dorados, lograron dañarle. Sin embargo, sus
embestidas, rápidas y letales acertaron en su objetivo. Su poder era sombrío,
en contraposición al poder sagrado que ella representaba, luz y oscuridad… y
ganó la oscuridad. En pocos minutos, ella jadeaba a sus pies, sosteniendo
todavía su espada a pesar de estar herida…
El príncipe se acercó y terminó de desarmarla, levantándola con
brusquedad..
-
Ja!
– exclamó – Ella me habló sobre ti, pero teniéndote delante me doy cuenta de
que no eres más que una niña que juega a un juego en el que tarde o temprano
perderá. – La apretó contra él, hundiendo su nariz en su pelo – Aunque he de
reconocer que me gustaría ahorrarte todo ese sufrimiento y convertirte en lo
que soy, seguramente ella estará de acuerdo.
-
¿Ella?
– articuló con cansancio
-
Sí…
La reina de sangre – dijo con orgullo.
Por
lo que parecía, su acompañante estaba en problemas. Zacker había escuchado
muchos rumores en aquella zona, sobre el malévolo señor de Naxxanar.
Con
la apariencia de un elfo de sangre ataviado con aquella túnica oscura y capa
carmesí, sostenía con crueldad a la elfa, que parecía estar herida y desarmada,
mientras mantenían una extraña conversación.
El
no-muerto decidió esperar el momento perfecto para liberar a su compañera..
-
¿Ya
no te defiendes? ¿Dónde ha quedado tu valentía? – se burlaba
Ella
trataba de forcejear, pero apenas podía moverse. Valanar se despojó de uno de
sus guantes carmesí y deslizó su mano por el cuello de ella, en el cual la
sangre todavía manaba fresca, para después probarla con sus propios dedos,
saboreando el líquido vital.
-
Oh
pequeña, eres poderosa… Pero tu fuerza está todavía por despertar – la soltó y
ella cayó al suelo. – Lucha, mata y hazte poderosa… y cuando eso ocurra, ven a
verme… y te mostraré el verdadero poder de los San’layn
En
aquel momento, percibió como el brujo se disponía a atacarle, le sonrió con
aquellos colmillos brillantes y… se esfumó…
Sus
ojos volvían a ser verdes, y aquellos ojos verdes vieron como el elfo y el
no-muerto corrían hacia ella para socorrerla. Apoyó sus manos y flexionó sus
brazos para levantarse del lecho helado, logrando ponerse en pie con
dificultad.
-
¿Estás
bien? – preguntó Zacker llegando junto a ella
-
Si..
-
No,
no lo estás! Estás herida! – Dalanar se notaba nervioso
-
No
es nada… - insistió
El
goblin, que hasta aquel entonces había permanecido callado, se acercó a ella.
-
No
se quien eres, ni quiero saberlo… pero el Señor de Naxxanar nunca deja a nadie
con vida… - tragó saliva – Subid al coche, cumpliré mi contrato y os llevaré al
bastión, con la condición de no volver a veros jamás.