miércoles, 20 de mayo de 2015

Capítulo 40. Los peligros de la Tundra



El viaje se hacía eterno por carretera en aquel pequeño automóvil, los rayos del sol se colaban por las ventanas, incidiendo directamente sobre su piel, cosa que la incomodaba. Dalanar dormía tranquilamente a su lado, seguramente no lo habría pasado nada bien los últimos meses. Hacía tan sólo media hora que su chofer se había dignado en hacer una parada en Martillo de Agmar para estirar un poco las piernas y comer algo, y Dalanar había devorado varios platos de jugosa carne asada en salsa de arándanos. Ella no tenía hambre, se forzaba a comer, pero lo único que le apetecían eran dulces, por lo que tomó una ligera sopa de faisán y tarta de queso. Cuando terminaron de comer, enseguida reanudaron el viaje, quedándose el elfo dormido al poco tiempo, haciendo una pesada digestión.

Ella había logrado conciliar un sueño ligero. Había soñado con Kareth, con sus ojos azules y su sonrisa, con la calidez de sus labios sobre los suyos. Se sentía culpable por no haberle contado lo que le pasaba, por haber propiciado aquella discusión, por haberle dicho todas aquellas cosas… De estar en Lunargenta, aquello le hubiese supuesto la entrada en prisión, pero él no había dicho nada. ¿Por qué?

Tampoco podía dejar de pensar en todo lo que había acontecido en los últimos días… Estaba totalmente convencida en llegar hasta el fondo de aquel asunto, en descubrir si era cierto que alguien quería acabar con sus poderes, aunque no tenía mucha idea de por donde debía comenzar a investigar. En aquel momento empezó a apreciar aquellos poderes que habían surgido de la nada, sin ellos, quien sabe cómo podría estar ahora. Si bien era cierto que sus increíbles poderes de paladín habían desaparecido, de no ser por aquello, su inocencia habría sido mancillada, además de haber sido expulsada y todo lo que ello conllevó. Pero no podía dejar de extrañar aquella fuerza, su forma de pelear, todo…


Estaba sumida en sus pensamientos cuando el automóvil pegó un sonoro frenazo, haciendo que Dalanar y ella impactasen contra las paredes del vehículo.

Chantarelle descendió a ver qué había pasado, el goblin estaba gritando con su aguda voz, un tanto gangosa. La elfa caminó hasta la parte delantera del vehículo, observando un cuerpo en el suelo y unos coyotes que se ocultaban tras unas rocas.
Dalanar se sumó a ella, que ya estaba girando al no-muerto. Sus huesos crujieron, provocándole a la elfa una sensación de dentera, pero terminó su cometido y evaluó su estado. Le resultó tremendamente difícil saber si estaba vivo o muerto, pues igualmente no respiraba.


-          Ehmmm … ¿Cómo se sabe si un no-muerto está vivo o muerto muerto? – Dalanar se hacía la misma pregunta, solo que en voz alta.


Ella sólo le dirigió una mirada confusa, antes de levantarse e invocar un círculo de sanación, que hizo que el cuerpo huesudo se iluminase con aquel brillo dorado, despertándolo de su inconsciencia.

Asustado, miró a los dos elfos y al goblin que seguía parloteando más allá, y se incorporó de un salto.

-          Hola! Soy Zacker! – saludó alegre – Gracias por haberme salvado

-          Me llamo Dalanar, ¿Qué te ha pasado?

-          Estaba buscando titanio y cobalto cuando di un traspié y me caí – señaló una montaña cercana.
-          Pues has tenido suerte de que pasásemos por aquí, unos coyotes querían.. bueno.. ya sabes – dijo el elfo
-          Jejeje, sí… llevan siguiéndome varios días. Ven un no-muerto y ya se piensan que es comida gratis!

-          Es que es difícil saber si estás vivo… o no.. – intervino Elle – Soy Nyn

-          Un placer. – sonrió - ¿A dónde os dirigís?

-          A Orgrimmar

-          Oh! ¿Os molestaría que os acompañase? – preguntó un tanto cortado
-          Para nada! Estará bien tener un poco de alegría – Dalanar miró a Elle esperando que no se lo tomase mal
-          No hay problema, no quiero sentirme culpable de que te devoren los coyotes – dijo con su aura fría


El goblin miró al no-muerto con recelo cuando subieron al vehículo, pero no dijo nada, arrancando poco después. Estaban ya en Tundra Boreal, un territorio peligroso, debido a los bandidos defias y los múltiples cazadores furtivos, entre otros peligros. El viaje desde Martillo de Agmar le había resultado demasiado tranquilo, ningún animal infectado ni ningún guerrero Anu’bar les había importunado, cosa que podía agradecerse, pero la Tundra albergaba algo que hacía que su piel verde se estremeciese.

Y muy pronto… ese “algo” se presentó ante ellos…




Había escuchado en su mente el relato que su ama les había transmitido. Al principio no pudo creerlo, pero cuando notó aquel aroma en el aire supo que lo que ella decía era cierto…

De inmediato se levantó del diván en el que yacía y retiró el grueso cortinón que cubría la ventana. Sacó su rostro a través del orificio e inspiró el aire gélido, captando el olor, estaba muy cerca.

Ordenó a sus esclavas que trajesen su ropa y le vistiesen, disponía de poco tiempo y no desaprovecharía la oportunidad por nada del mundo. Prefirió no transmitirle nada a su ama, por miedo a que ÉL interfiriese. Su curiosidad era demasiado grande.

Descendió de aquel hogar improvisado, al que había nombrado Naxxanar y dejó que su sentido del olfato le guiase. Muy cerca de él estaba la carretera que atravesaba la Tundra Boreal, y por ella circulaba aquel rudimentario automóvil, cuyas ruedas congeló, haciendo que se detuviese al instante.


De nuevo parecía haber otro imprevisto. Dalanar resopló con fastidio mientras Zacker trataba de animarlo. Chantarelle experimentaba una sensación muy diferente, una sensación gélida y electrizante. Entonces.. notó su presencia..



Ella ya se había dado cuenta de que estaba allí, notaba su sangre agitada, seguramente buscándole y él fue en su encuentro. Abrió con delicadeza la puerta del automóvil en el que viajaba con los otros dos, y le tendió su mano para que bajase. Ella, por supuesto, la rechazó, pero descendió igualmente, quedando frente a frente con él.

Valanar la observó de arriba a abajo, aquella piel blanca, enmarcada por aquel pelo rubio, sus labios rojos y aquellos ojos que ahora denotaban la presencia de Agonía de escarcha. Era bella, tanto que tuvo que contener sus deseos de convertirla en otra de sus esclavas, pero por la información de su ama, aquello no iba a resultarle nada fácil.

-          ¿Quién eres? – le preguntaba con expresión de odio

-          Soy el Príncipe Valanar


-          ¿Príncipe?


-          Si, de los San’layn – dijo con orgullo

-          Lo lamento, no tengo el placer – dijo con ironía


Aquel comentario lo hizo enfurecer, nadie osaba burlarse de los San’layn así como así. Con una asombrosa  destreza, se deslizó detrás de ella y colocó su daga presionándole el cuello.

-          Deberías tener un respeto por aquello que no conoces – advirtió – Los San’layn somos los Caídos Oscuros, los líderes del Azote… Los legítimos herederos de Kael’Thas.


-          ¿Y necesitas poner tu arma en mi cuello para hacerte respetar? – continuó ella – No haces que sienta temor


La elfa, logró escurrirse de su agarre, sin poder evitar que la presión de la daga rasgase un poco su piel, que enseguida comenzó a sangrar. Se puso en guardia, a una distancia de combate, desenfundando con avidez su espada de hielo. Su lucha fue breve, muchísimo más breve de lo que Chantarelle hubiese esperado, pues su oponente era demasiado fuerte.

Valanar esquivó sin dificultad los ataques que ella le lanzaba, ni una sola estocada ni ninguno de aquellos ataques dorados, lograron dañarle. Sin embargo, sus embestidas, rápidas y letales acertaron en su objetivo. Su poder era sombrío, en contraposición al poder sagrado que ella representaba, luz y oscuridad… y ganó la oscuridad. En pocos minutos, ella jadeaba a sus pies, sosteniendo todavía su espada a pesar de estar herida…  El príncipe se acercó y terminó de desarmarla, levantándola con brusquedad..


-          Ja! – exclamó – Ella me habló sobre ti, pero teniéndote delante me doy cuenta de que no eres más que una niña que juega a un juego en el que tarde o temprano perderá. – La apretó contra él, hundiendo su nariz en su pelo – Aunque he de reconocer que me gustaría ahorrarte todo ese sufrimiento y convertirte en lo que soy, seguramente ella estará de acuerdo.


-          ¿Ella? – articuló con cansancio

-          Sí… La reina de sangre – dijo con orgullo.



Por lo que parecía, su acompañante estaba en problemas. Zacker había escuchado muchos rumores en aquella zona, sobre el malévolo señor de Naxxanar.
Con la apariencia de un elfo de sangre ataviado con aquella túnica oscura y capa carmesí, sostenía con crueldad a la elfa, que parecía estar herida y desarmada, mientras mantenían una extraña conversación. 

El no-muerto decidió esperar el momento perfecto para liberar a su compañera..


-          ¿Ya no te defiendes? ¿Dónde ha quedado tu valentía? – se burlaba

Ella trataba de forcejear, pero apenas podía moverse. Valanar se despojó de uno de sus guantes carmesí y deslizó su mano por el cuello de ella, en el cual la sangre todavía manaba fresca, para después probarla con sus propios dedos, saboreando el líquido vital.


-          Oh pequeña, eres poderosa… Pero tu fuerza está todavía por despertar – la soltó y ella cayó al suelo. – Lucha, mata y hazte poderosa… y cuando eso ocurra, ven a verme… y te mostraré el verdadero poder de los San’layn

En aquel momento, percibió como el brujo se disponía a atacarle, le sonrió con aquellos colmillos brillantes y… se esfumó…


Sus ojos volvían a ser verdes, y aquellos ojos verdes vieron como el elfo y el no-muerto corrían hacia ella para socorrerla. Apoyó sus manos y flexionó sus brazos para levantarse del lecho helado, logrando ponerse en pie con dificultad.

-          ¿Estás bien? – preguntó Zacker llegando junto a ella

-          Si..


-          No, no lo estás! Estás herida! – Dalanar se notaba nervioso

-          No es nada… - insistió


El goblin, que hasta aquel entonces había permanecido callado, se acercó a ella.

-          No se quien eres, ni quiero saberlo… pero el Señor de Naxxanar nunca deja a nadie con vida… - tragó saliva – Subid al coche, cumpliré mi contrato y os llevaré al bastión, con la condición de no volver a veros jamás.

lunes, 4 de mayo de 2015

Capítulo 39. Morgan




Sus lesiones producidas en la última expedición habían hecho que se tomase unas vacaciones forzadas, un tiempo que tenía pensado aprovechar para descansar, leer y cumplir el mandato del príncipe Theron, investigar.



Era el mayor de su grupo y a veces le costaba seguir el ritmo de sus compañeros, bastante más alocados; pero seguía siendo, sin duda, uno de los mejores. Lor'Themar Theron, el padre de Kareth, lo había nombrado mentor de su hijo, con el que había trabado una profunda amistad a lo largo de los años. Morgan intentaba ser tan bueno como lo había sido su maestro.



Aquella mañana se despertó tarde, casi a mediodía. Tomó un ligero desayuno y después de darle un beso a su mujer, se fue derecho al archivo. Suspiró hondo…




-          No sé por dónde empezar – se dijo para sí mismo..
 



La bibliotecaria, una amable sacerdotisa llamada Yainna, lo observaba con curiosidad. Hacía tiempo que eran buenos amigos y la troll solía ayudarle en las misiones de investigación. Pero no sabía hasta que punto podía ayudarle en ese caso.




-          Buenos días Morgan.. ¿Otra misión aburrida? – saludó con una sonrisa


-          Hola Yainna, aburrida no… es.. extraña


-          ¿Qué buscamos esta vez? – sus cabellos rosados ondearon al sentarse


-          A una chica


-          ¿A una chica? – repitió extrañada


-          Es un encargo del príncipe Kareth


-          ¿Y qué quiere saber concretamente?


-          Algo…




La troll lo miró confusa, tratándose de un asunto real no osaba a preguntar más allá, y sabía que el paladín tampoco podría decirle demasiado. Aún así, estaba dispuesta a ayudarle.




-          ¿Qué es lo que tenemos? – preguntó animada


-          Es una elfa de sangre, joven… diría que unos 20 o 21 años.


-          ¿Sabemos su nombre?


-          Dice llamarse Nyn… pero Kareth duda de que sea cierto


-          ¿Su clase?


-          Es… extraña…


-          ¿Extraña?


-          Sí… maneja a la perfección la espada, pero al mismo tiempo ataca con magia. Es sanadora, pero al mismo tiempo golpea con fuerza. – Yainna lo miraba confusa – Ah sí… y puede usar poder de escarcha.


-          Eso que dices es… imposible..


-          Lo sé.. Yo también dudaría si no lo hubiese visto con mis propios ojos.También sabemos que estuvo en la escuela de paladines y que fue expulsada.


-          Eso reduce un poco las posibilidades..




Mientras Morgan observaba los enormes y aburridos listados de alumnos de la escuela de paladines, Yainna trataba de obtener algo buscando en el registro de la ciudad.



-          El nombre es falso… No hay nadie que haya vivido o viva en Lunargenta llamado Nyn. Sólo he encontrado a una Nyniel y falleció.


-          Nyniel… Que los dioses la acojan en su luz – puso la mano en el pecho.


-          ¿La conocías?


-          Era una sacerdotisa, una dama de Lunargenta, y la esposa de mi maestro, Lord Adanahel. Ambos murieron. –Morgan cerró el último libro – Aquí no hay nada de ninguna chica expulsada


-          La verdad es que era muy hermosa – Yainna observó la foto.


-          El rey Exánime los asesinó… ante los ojos de su hija pequeña.. 


-          ¿Tenían una hija?


-          Si… la pobre solo tenía 5 años… 


-          Pobre criatura…


-          Al principio solía ir a verla, pero después me nombraron tutor de Lord Kareth y ya no pude volver… No he vuelto a saber nada de ella.


-          ¿Cómo se llamaba?


-          No lo recuerdo… sólo se que se apellidaba Anylïnde





Yainna rebuscó de nuevo en el archivo..





-          Morgan…


-          ¿Si?


-          Ven a ver esto…









Cuando salió de la biblioteca era casi de noche. La luna llena comenzaba a asomarse en el horizonte, la miró con aquellos ojos avellana que reflejaban cansancio. No sabía cuando ni como vería a Kareth, ni como iba a contarle que no había descubierto nada sobre aquella joven. Tampoco tenía previsto contarle lo que Yainna y él acababan de encontrar en aquellos olvidados archivos de la ciudad…



Regresó a su casa y abrazó a Anduriel con fuerza. Sus ojos estaban húmedos, víctimas del cansancio y la tristeza por haber rememorado un atroz pasado. Pensó en aquella pobre niña huérfana, destrozada por la muerte de sus progenitores, encerrada en aquel lúgubre orfanato.




-          ¿Qué sucede, mi vida? – susurró Anduriel


-          Que doy gracias por tenerte a mi lado


-          Sabes que siempre lo estaré



Él se separó y miró aquellos ojos lilas, con su melena rubia cayendo graciosamente sobre sus hombros, ella le sonrió y le dio una pequeña cachetada en el culo, invitándolo a pasar al comedor, pues la cena ya estaba lista.



 



Y otra noche más… soñó con ella…



Soñó que estaba en Lunargenta, con él, en su alcoba…  La piel nívea de ella entrelazada con su piel ligeramente bronceada… Su pelo rubio haciéndole cosquillas en su pecho.



Él acariciaba la espalda desnuda de ella, en la que quedaban resquicios de lo que había sido una cicatriz, pero que había dejado paso a una piel suave como la seda. Ella incorporó su cabeza y le miró con aquellos ojos verdes, él sonrió, para después besarla con pasión.



Tras un rato, ella se levantó y se vistió, llevaba una toga muy ligera de color rosado..



-          ¿A dónde vas?


-          He de irme


-          Quiero que te quedes conmigo..


-          Sabes que no puedo, este no es mi lugar


-          ¿Cuándo volveré a verte?


-          Pronto…


-          Nyn..


-          Sabes tan bien como yo que ese no es mi nombre..


-          ¿Entonces cual es?


-          Cuando esté preparada te lo diré, no antes



Y  su figura se difuminó hasta desaparecer…