martes, 3 de febrero de 2015

Capítulo 10. Pesadillas



De nuevo se encontraba en la nieve.. pero esta vez, en un bosque. Miró a su alrededor, sobrecogida y fascinada por todo cuanto allí veía. Inmensos árboles la rodeaban; mantenían sus hojas y su frondosidad, aunque el color verde estaba oculto bajo la gruesa capa de nieve, dándole una apariencia fantástica. Estaba totalmente rodeada de naturaleza, y aquello le gustaba. La soledad e intimidad que le proporcionaba un bosque, el susurro de un arroyo, la ausencia de otras personas…




A lo lejos, pudo ver a una familia de conejos marrones, que corría a esconderse en su guarida, perseguidos por un bello zorro de color cobrizo. El zorro la miró, sus ojos se cruzaron durante un breve instante, después, desapareció… 





La elfa miró sus pies, estaban descalzos, pero no sentía frío alguno. Fue consciente de que no llevaba más que un camisón de seda rosa, con el cual recordaba haberse acostado en su cama, ignorando cuanto hacía de aquello. Tampoco recordaba haberse despertado, pero todo era tan real…



Continuó caminando y se topó con un cervatillo. Era muy pequeño y tenía una pata herida, probablemente alguna trampa de un cazador. Estaba sufriendo, lloraba llamando a su madre y al resto de su grupo, pero no parecían percatarse de sus lamentos. Llegó junto a él y se agachó a su lado, dándole a oler su mano. El cervatillo, un tanto desconfiado, percibió su aroma y , tras unos segundos, frotó con dulzura su cabecita contra la mano de ella. La elfa sonrió.



Acto seguido, colocó sus manos sobre la trampa, trató de tirar, pero el metal estaba muy rígido por el frío, por lo que no fue capaz de abrirlo de ese modo. Suspiró hondo… y volvió a colocar sus manos; esta vez un brillo dorado salió de ellas, concentrándose en el metal, que cedió sin mucho empeño, quedando totalmente desmontado y dejando a  su presa libre.

Ella se arrancó un jirón de su camisón y envolvió con dulzura la pata del cervatillo. Era realmente muy joven, tres o cuatro meses como mucho; pero el tamaño y fortaleza de sus patas denotaban el fantástico animal en el que se convertiría. Su pelaje era de tono terracota, con la cabecita más clarita, y unos grandes ojos negros.



Entonces…. Notó el frío….



  


Alzó la vista para encontrarse de nuevo con aquellos ojos de hielo. Esta vez se presentaba ante ella sin su armadura negra, llevaba unos pantalones de cuero curtido y una camisa azulada, una vestimenta demasiado informal y común para el ser que era. Su cabello plateado ondulaba al viento. Lo miró con el más profundo de los resentimientos.   



El cervatillo también fue consciente de su presencia, y se refugió en los brazos de ella, aterrado. Él, alzó una mano, y la vida del pequeño animal se desvaneció. La furia se apoderó de ella.




- ¿Por qué has hecho eso? - rugió


- Era un insignificante animal…


- Era un ser vivo, al cual yo he salvado…- puntualizó


- Hubiese muerto igualmente de no haber intervenido tú – se fijó en ella – No te atreverás a hacerlo… ¿verdad?




Pero ella no le escuchaba, con el cuerpo del cervatillo en brazos, estaba canalizando su magia hacia él  y recitaba ya el conjuro de resurrección, que devolvería la conexión entre el cuerpo y el alma del pequeño. Aquello lo lleno de furia… él era el guardián de la muerte si, pero no era el cervatillo lo que le importaba, sino cómo aquella elfa se había atrevido a contradecirle.

Furioso, lanzó un “exorcismo” contra ella, pero el poder de su hechizo fue consumido por una barrera invisible que ella había construido a su alrededor. Trató de penetrar aquel escudo, pero no le fue posible y, cuando quiso darse cuenta, el cervatillo vivía de nuevo y huía hacia el corazón del bosque.






Ella se levantó, satisfecha, topándose de nuevo con aquella mirada intimidante.




- No sabes como me enfurece que me desobedezcan, aunque… - hizo una pausa – No puedo evitar desearte más..



- Nunca me tendrás… deberías hacerte a la idea – dijo asqueada



- Mi pequeña y delicada flor… mírate.. – recorrió su cuerpo con la mirada – Eres fuerte, sí, pero tu fortaleza mental es más fuerte que tu cuerpo físico. Tarde o temprano caerás…



- Aún así, aunque muera, nunca te perteneceré..



- Ya lo haces… Desde el momento en que Agonía de Escarcha probó tu sangre, una parte de tu alma está encerrada en ella, haciéndola más fuerte.



- ¿Qué? -  dijo atónita



- Agonía de Escarcha absorbe el alma de todo aquel que mato o hiero. Si alguien muere, su alma pasa a engrosar el gran poder de mi espada, si sólo lo hiero, cosa que no suelo hacer… - reconoció su fallo con gran pesar – una parte del alma de la persona pasa a pertenecer a Agonía y, por lo tanto, a mí. Eso me da derechos sobre ti…



- No soy un objeto que puedas comprar – la ira ardía en ella – No me tendrás… NUNCA, así que hazte a la idea y abandona mis sueños de una maldita vez… - amenazó




Él la miró, incrédulo..




- ¿Me estás amenazando?



- Si – dijo sin ser consciente aún de sus palabras. – Fallé una vez, pero no habrá lugar a un segundo error. Y si volvemos a vernos, seré YO, quien acabe contigo.




Su risa resonó en todo el bosque, como un cruel eco, haciendo que parte de la nieve pendida de las ramas de los árboles se desplomase hacia el suelo.




- Nos veremos… pronto..

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