Su
instinto la había llevado hacia las Laderas de Trabalomas, una zona dominada
todavía por un grupo de bandidos que se hacían llamar “La Hermandad”. Pero eran
simples humanos, pensó, no tenía porqué tener problemas.
Ya
había anochecido cuando llegó, pero no le importaba, prefería la oscuridad,
estaba llena de sombras, sombras como ella.
El olor a hierba le proporcionó una sensación agradable, le gustaba la
naturaleza; en ella se sentía a gusto. Escuchó el murmullo de un río y espoleó
a su caballo. El camino se hizo un tanto peñascoso, pero aún así, su corcel
aguantó. Sólo podía volar en Rasganorte, debido a que el aire allí era menos
denso, pero por lo menos podía planear durante unos minutos. La elfa lo instó a
descender, topándose, por fin, con una hermosa e impresionante cascada.
-
Guau…. - exclamó
El
paisaje que la rodeaba presentaba una extraordinaria belleza salvaje. Había
aterrizado sobre varios peñascos tan grandes como algunas casas, entre los
cuales, fluía el agua del río. Los árboles enmarcaban aquel espacio, aunque
veía un pequeño camino que se perdía entre ellos. Un poco más adelante, las
aguas del río caían en una espectacular cascada, que formaba una pequeña bañera
natural, antes de fluir, por entre las rocas, hacia otra cascada más pequeña.
Bajó
de su corcel y acarició sus crines, aquel animal era impresionante.
Decidió dejarlo descansar y… porqué no, darse un baño.
Dejó
la mochila al abrigo de una piedra y comenzó a desvestirse. Dejó, por primera
vez en las últimas semanas, su capa negra a un lado, mostrando su rostro a la
luna creciente que la iluminaba. Su vestido, de un color verde oscuro, estaba
sucio, luego tendría que lavarlo. Se quitó las botas y la ropa interior y así,
desnuda, sumergió un dedito del pie en el agua.
-
“Está buena”- pensó.
Y
se zambulló por completo, olvidándose de todo…
Ya
era la segunda noche que pasaban allí. La primera, agotado, había dormido como
un tronco, pero una vez recuperado, ya volvía a ser él. Se levantó sin hacer el
menor ruido y abandonó la taberna.
Su
destrero thalassiano le esperaba en un cobertizo cercano. El animal relinchó de
alegría al verlo, pero el elfo le hizo una señal con la mano para que se
calmase, cosa que obedeció inmediatamente. Se sorprendió de lo cómodo que era
montar a caballo sin llevar armadura, aunque se notaba algo desprotegido. Llevó
la mano a la empuñadura de su espada, que descansaba en uno de los laterales de
su cuerpo, e instó a su caballo a trotar.
Notaba
el agradable frescor de la noche en su pecho, pues el viento atravesaba la fina
seda de su camisa. Morgan le había comentado aquella misma tarde de una
impresionante cascada que había allí en Trabalomas, llamada “Cascada de
Taur-nu-Fuin”, que significaba “secreto de la noche en el bosque”. Él
ya no le escuchaba en aquel momento, sólo podía pensar en ir a visitar aquella
belleza.
La
encontró sorprendentemente rápido, quedándose absorto ante su esplendor. Se sentó en una de las grandes rocas que allí
había, relajándose por completo. En ocasiones le gustaría ser una persona
normal, poder vivir en una casita en medio del bosque, cultivar y cazar su
propia comida, beber de los manantiales… suspiró…. Pero era el heredero de
Lunargenta, quisiera o no, y algún día, dentro de mucho, mucho tiempo, tendría
que ocupar el papel de su padre. La idea le aterraba. Estaba contento con su
vida, la gustaba ser paladín, luchar, defender a los más débiles, explorar… y sentía
que todo aquello, algún día le sería arrebatado.
Había
nadado un rato largo, y ahora el agua de la cascada caía, con fuerza moderada,
sobre ella. Notaba el frescor de agua en su espalda, aliviando la tensión que
le producía en la piel aquella fea cicatriz. Se había lavado el pelo con un champú natural
que había elaborado ella misma a base de flores, por lo que su pelo, limpio,
olía a rosas y hojaplata.
Se
había interesado por la alquimia hace tiempo, era experta tanto en pociones y
elixires como en transmutaciones. Incluso había aprendido recetas prohibidas y
a hacer sus propios cosméticos. En una ocasión había coincidido con Boetar, el
gran alquimista, quedando este impresionado por su trabajo.
Casi
siempre había sido la mejor en todo, excepto en dos cosas… Sacudió la cabeza
para tratar de olvidarse de sus malos recuerdos y continuó nadando otro poco..
Entonces
lo vio… aquel montoncito de ropa en una
de las piedras cercanas. Primero se fijó en la capa negra y la reluciente
espada. Después sus ojos se posaron en una pequeña pieza de ropa, de color
rosado… Unas braguitas! Sus mejillas se tornaron carmesí ante la simple idea de
que allí, muy cerca de él, había una mujer, esperaba que joven, bañándose
desnuda.
Sintió
una presencia, pero no algo frío, como había percibido cuando la tropa de la
plaga había atacado Lunargenta. Aún así,
estaba inquieta, desconfiaba de toda aquella persona que se le acercaba y más
aún, de noche.
Entonces
lo vio… era un elfo de sangre, parecía de unos 25 años, pelo oscuro, piel
clara. Era alto y sus músculos parecían bien marcados. Llevaba una camisa
blanca y unos pantalones de cuero negros. Estaba observando con atención su
ropa…
La
elfa inspiró hondo, tratando de coger el máximo de aire posible en sus
pulmones, y se sumergió; nadando por debajo de la roca en la que él se
encontraba. Sin hacer el menor ruido emergió y tomó la espada.
De
pronto notó una presencia detrás de él, pero no le dio tiempo a girarse,
enseguida notó el frío del metal en su cuello. Ella estaba cerca de él, mojada
y desnuda… Aquel pensamiento le provocó una oleada de calor, pero mantuvo la
calma.
-
¿Quién eres y qué haces espiándome? – dijo ella con frialdad
-
En primer lugar, no te estaba espiando…- respondió con tranquilidad – Sólo
estaba dando un paseo, llegué aquí y me encontré tu ropa. En segundo lugar, en
cuanto sepas quien soy, si es que no lo sabes ya, tendrás problemas, por lo que
no te convendría estar amenazándome. Y, en tercer lugar, deberías ponerte algo
o no pegarte tanto a mí… tienes frío y noto tus pezones en mi espalda.. –
terminó con una sonrisa triunfal
El
último comentario hizo que su rabia aflorase… Apartó un poco su espada del
cuello de él y, cuando el elfo creía estar a salvo, sintió un fuerte empujón y
se encontró en el agua.
Cuando
volvió a la superficie, ella llevaba puesta una capa negra con una amplia
capucha.
Él,
desde el agua, la miró sonriente, ella le miraba desafiante.
-
No se quien eres… pero no me gusta que me espíen..
-
¿Otra vez? No te estaba espiando! Sólo pasaba por aquí! – se defendió – Espera
un momento… ¿no sabes quien soy?
-
No, ni me importa – dijo mientras recogía su ropa.
Él
sujetó el tobillo de ella, haciendo que perdiese el equilibrio y cayese al
agua, junto a él. Con la presión del agua al precipitarse hacia ella, su
capucha se bajó, dejando al descubierto su rostro.. Popcorn la miró
estupefacto. Era guapa, muy guapa! Tenía el pelo rubio claro y largo. Su piel
era muy clarita, casi blanca, de modo que parecía de porcelana. En su tez,
resaltaban sus labios, de un tono rojizo; se imaginó a si mismo besándolos,
momento en el que sus mejillas comenzaron a mostrar cierto rubor. Su nariz era
pequeña y fina, muy elegante. Y sus ojos… oh, sus ojos.. Los llevaba perfilados
de negro, con lo que resaltaba aún más aquel color jade.
Sus
ojos azules se perdieron en el verde infinito…
Estaba
avergonzada, y furiosa, de que aquel elfo osase tirarla al agua y, lo peor, es
que se sentía desprotegida al estar mostrando su rostro… Por otra parte… se
fijó en su acompañante… Era apuesto.. Su piel tenía un color almendra, un poco
bronceado, pero manteniéndose de un tono claro, y parecía suave. Estaba
perfectamente afeitado.. se imaginó a sí misma acariciando su mejilla. Su pelo
era castaño oscuro, lo llevaba corto y despeinado, lo que le daba un aspecto
aún más interesante, sus patillas descendían un poco por sus mejillas. Sus
labios eran finos, aunque dibujaban una pequeña sonrisa, bastante irresistible.
Y sus ojos.. eran grandes y de un color azul oscuro; por un momento se perdió
en ellos…
Y
así se quedaron los dos, en el agua, mirándose, durante unos minutos. Hasta que
él, consciente y de lo fría que estaba el agua, apoyó sus fuertes brazos en una
de las rocas y se impulsó para subir, una vez arriba, le tendió su mano y tiró
de ella.
-
Soy Kareth, pero todos me conocen como Popcorn – se presentó.
-
Nyn – dijo simplemente
-
Es un placer, Nyn – le dedicó una cálida sonrisa
Ella
retrocedió… entre aterrada y confusa, al notar un extraño sentimiento en su
interior… Notaba un incómodo calor que le abrasaba las entrañas, y su cicatriz
dolía. Lo miró de nuevo, y el dolor se hizo más fuerte; reprimió un grito de
dolor y se agachó a recoger sus cosas lo más rápido que pudo. Él trató de
detenerla, pero no pudo moverse, unas cadenas de hielo lo aferraban a su sitio…
Sólo pudo apreciar como ella desaparecía en la oscuridad..
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