Lo había logrado, había conseguido teletransportarlas a tan larga distancia. Su toga negra contrastaba con la nieve acumulada bajo sus pies, y sus viejos huesos hicieron que su cuerpo temblase. Ella, sin embargo, permanecía impasible, el frío formaba parte de ella y no le afectaba, aunque su mirada denotaba una tristeza tan profunda…
-
Hemos
de buscar un refugio, enseguida anochecerá – apuntó Evannor
-
Lo
siento… yo no tengo frío… - habló Chantarelle por primera vez en horas – No
recuerdo lo que es sentir frío…
-
No
te preocupes, es la edad – trató de animarla
-
¿Y
si la persona de esa casa se niega a recibirnos?
-
No
lo hará, confía en tu abuela – sonrió
-
¿Qué
es eso de que te vas a Rasganorte? – su padre estaba enfadado, y mucho
-
Alguien
tiene que ir… - respondió con simpleza
-
Pero
no tú, no mi hijo….
-
Sabes
de sobra que no hay paladín mejor entrenado que yo para esa misión, así
acabaremos con la Plaga de una vez por todas
-
No
permitiré que mi único hijo se vaya a una muerte segura! – gritó Lor’Themar
-
Una
parte de mi ya esta muerta, padre…
-
¿De
qué diablos hablas Kareth?
-
De
que he perdido a la mujer a quien amaba… se ha ido… para nunca más volver
-
Kareth,
te he dicho ya que no me gusta que andes por ahí con amoríos, eres un príncipe!
-
No
son amoríos, la amo… la amo de verdad… E iba a pedirle que fuese mi esposa
-
En
ese caso, agradezco el hecho de que se haya ido, pues no permitiré que mi hijo
se case con una cualquiera!
-
Them…..
– Amysanne lo miró con desaprobación
-
¿Cómo
puedes decir eso? ¿Cómo puedes negar que tu propio hijo sea feliz? – Kareth se
sentía indignado
-
Kareth,
no te niego la felicidad, acuéstate con quien quieras… pero no te casarás con
nadie
-
¿Qué
estás diciendo? – Kareth no comprendía nada - ¿Cómo puedes ser tan desalmado?
Lor’Themar estaba sudando, estaba nervioso y furioso al mismo tiempo. Miró a su esposa, que mantenía un gesto serio, para después ver a su hijo, que lo miraba expectante de una explicación.
-
Kareth,
estás comprometido… - dijo tratando de calmarse
-
¿Qué?
-
Hace
años firmé un pacto de matrimonio, entre mi único hijo y una princesa, única
heredera de su linaje.
-
¿De
qué demonios hablas padre? Los matrimonios concertados son de bárbaros…
-
No
en este caso…
-
Them…
-
Amysanne,
tarde o temprano tendría que saberlo… - suspiró de nuevo - Kareth, yo no soy un
rey legítimo ni tu eres un príncipe, solo soy un regente
-
¿Qué?
– se quedó blanco, totalmente blanco
Se fijó en ellas, eran dos elfas de sangre, una era una anciana, de cabellos plateados pero ojos fuertes, la otra, más joven, de cabellos rubios muy claros y mirada perdida.
-
Lamentamos
importunarle, pero estamos perdidas..
-
Pasad,
no os quedéis fuera con esta tormenta
-
Gracias
– habló de nuevo la anciana
-
Aquí
estaréis a salvo, nadie viene nunca por Cuna del Invierno, y mi casa está
calentita. Mi nombre es Bollack. Justo tengo unos bollitos en el horno, ¿os
apetece un chocolate caliente?
-
Gracias
Bollack, mi nombre es Evannor, esta es mi nieta, Chantarelle
Bollack
miró a la joven, pero su mente estaba totalmente cerrada, por lo que no pudo
leer nada en ella. Ella le miró, clavando sus ojos azules en él.
-
¿Eres
druida, verdad?
-
Si
-
Tus
poderes no funcionan en mi… Y casi es lo mejor, que no sepas todo lo que hay en
mi interior… - dijo con voz dolorida.
-
No
hace falta que use mis poderes, se nota a simple vista tu dolor
Evannor colocó su mano, ya caliente, sobre el hombro de la muchacha, que se dejó caer sobre una silla, desanimada, triste.
-
Lo
siento mucho Bollack, ha sido un día muy duro para ella.
-
No
os preocupéis, estais en un lugar donde el tiempo se ha detenido, y donde los
recuerdos no atormentan, aquí, el frío congela los corazones, evitando que
sigan desmoronándose
-
Diciendo
eso no animas demasiado – reconoció Chantarelle
-
También
hay una flora y una fauna que no hay en ningún otro lugar, y las truchas más
grandes de todo Azeroth!
-
Eso
ya suena mejor – dijo Evannor
-
Cabalgó sin un rumbo fijo, con el viento frío en la cara, hasta llegar a aquel lugar tan conocido para él, donde descendió y se sentó junto al río y allí… comenzó a llorar.
Se sentía tan frágil, tan expuesto… Toda su vida había crecido en palacio, toda su vida había crecido como un príncipe y tan sólo era una mentira. Pero ¿por qué? ¿Por qué iba su padre a ocultarle aquello? ¿Por qué un matrimonio concertado? El elfo empezó a cuestionarse todo cuanto había hecho, las razones por las que luchaba y el destino al que le llevarían sus acciones.
Entonces pensó en ella, y su corazón,
ya resquebrajado, se agitó en su pecho. ¿Por qué había sido tan estúpido? ¿Por
qué demonios la había dejado marchar? Y aquellas últimas palabras… ¿Es que
acaso ella no le amaba?