sábado, 31 de enero de 2015

Capítulo 6. ¿Sigo.. viva?



Abrió los ojos con pesadez… Tuvo que esperar varios segundos hasta que su visión se adaptó por completo a la luz. Sentía la boca seca y un extraño dolor por todo el cuerpo.

Miró a su alrededor, estaba bocabajo, en una cama. Trató de levantarse, el dolor de su espalda la sacudió por completo. Tuvo que contenerse para no gritar de dolor.
Se arrastró entonces hacia la esquina de la cama y dejó caer sus piernas, flexionando los brazos a continuación hasta que logró levantarse. La cabeza le daba vueltas. Tuvo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio.



La habitación en la que se encontraba era bastante austera, constaba de dos camas individuales, aunque entre ellas había un tercer colchón en el suelo, un armario doble, y una puerta de lo que parecía ser un baño, era de piedra, aunque resultaba extrañamente acogedora, por la ventana se colaba la luz del sol; aunque no se asomó a mirar, le molestaba tanta claridad en los ojos. Se adentró en la habitación contigua, comprobando con placer que, en efecto, era un cuarto de baño.


Se miró en el espejo y apenas se reconoció. Parecía muy demacrada, su pelo estaba alborotado y no recordaba tenerlo tan largo. Sus ojos color jade quedaban ocultos bajo unas pronunciadas ojeras. Miró su cuerpo… llevaba una camisa de botones negra, demasiado grande para ser de su talla, demasiado recta para pertenecer a una mujer. Su brazo derecho estaba de un color púrpura, alrededor de una cicatriz. Descubrió una similar en su pierna. Se desabrochó la camisa y miró su desnudez. Recorriendo con su mirada cada palmo de su cuerpo en busca de algún indicio de donde podría estar. Observó sus pechos, su vientre plano, su sexo no parecía haber sido mancillado, sus piernas, sus pies. Pero cuando trató de verse por detrás descubrió horrorizada la cicatriz que cruzaba su espalda. La carne todavía estaba fresca y una capa de escarcha la cubría, de forma que no continuaba sangrando. 

Recordó entonces lo sucedido aquella noche… el frío, la magia, aquella pelea, a aquel malévolo ser…. Recordó el dolor y haber saltado al vacío. Pero hasta haber despertado en aquella cama estaba en blanco… Totalmente en blanco.

Abrió el grifo de la ducha y se sumergió en el chorro de agua caliente. No lo soportó….
Poco a poco fue girando la manilla del grifo hacía las temperaturas más frías y lo encontró reconfortante. Se quedó unos minutos bajo el agua fría, con los ojos cerrados, y aplicando sobre ella su propia magia de sanación. Sus moratones desaparecieron poco a poco, de igual modo que sus ojeras. Logró curar las heridas de su pierna y de su brazo y cauterizar la de la espalda, pero no logró sanar aquella cicatriz.



Se envolvió en la toalla y regresó a la habitación. Allí la esperaban dos personas, dos elfos de sangre, que la miraban con gran expectación. 

- ¿Quiénes sois vosotros? – levantó sus manos en señal de amenaza, dispuesta a lanzar un hechizo
- Tranquila, mi nombre es Theodor – se presentó – Este es mi compañero Elk, él te encontró tirada en el suelo, herida y te hemos traído aquí..
- ¿Dónde estoy? – preguntó confusa
- Estás en el Bastión de Acherus – informó Elk
- ¿Acherus? ¿Sois caballeros de la muerte? – ambos asintieron


El pánico se adueñó de sus ojos, pero Theodor la sujetó por los hombros, tratando de tranquilizarla.

- Los caballeros de la muerte hemos renegado al rey Exánime, ahora somos parte de los Caballeros de la Espada de Ébano, estás a salvo.

Inconscientemente, ella buscó la confirmación del otro caballero, el cual asintió.

- Llevas seis semanas con nosotros – comenzó Elk ante el asombro de ella. – Estábamos patrullando Mano de Tyr cuando te encontré en un campo cercano. Hemos tratado de curar tus… - se fijó en ella, no había rastro de sus heridas
- Me he curado – esbozó una suave sonrisa 
- ¿Puedes contarnos qué te ha sucedido? – preguntó Theodor, intrigado
- Fui a la Ciudadela a tratar de asesinar al Rey Exánime – dijo simplemente

Theodor y Elk se miraron, incrédulos. Tenían tantas preguntas que hacerle que no supieron por donde empezar. Pero estimaron conveniente dejarla tranquila por el momento y dejar que fuese Lady Sylvanas quien hiciese las preguntas.

-¿Mis cosas? – preguntó tras un largo silencio

Ambos elfos la miraron, sintiéndose ligeramente incómodos ante la visión de ella, una cosa era ver su espalda o sus piernas cuando estaba inconsciente, pero ahora estaba despierta, arropada con una toalla y con su largo pelo rubio mojado. Si hubiese sido en su primera vida, probablemente sus mejillas estarían del más puro carmesí, por no hablar de otras partes.. teóricamente de hielo.

- Ehmmm… esto… - balbuceó Theodor
- Tuvimos que cortar tu vestido… pero aquí estan tu capa, tus botas y tu espada – Elk se las entregó – Buena espada, por cierto. ¿Quién la ha forjado? 
- Digamos que, una amiga…

Elk le tendió entonces otra camisa, también de color negro. Ella la cogió agradecida y regresó al baño. Tras varios minutos, salió. Había ajustado la camisa con un cinturón, colocado sus botas y su capa. Su pelo ahora estaba liso y seco, apenas visible bajo la gran capucha.

- Ahora hemos de llevarte con alguien que quiere conocerte…

jueves, 29 de enero de 2015

Capítulo 5. Acherus



Su habitual recorrido por Mano de Tyr transcurrió sin novedades, desde que los Caballeros de la Espada de Ébano habían asumido el control de la zona, los rebeldes del Bastión Escarlata parecían estar colaborando por limpiar los destrozos que el Rey Lich había ocasionado cuando su base estaba en Acherus.



Pero, como siempre, el trabajo más pesado les había tocado a ellos. Narthan, su superior, parecía estarse hartando de que siempre estuviesen de juerga y, había concluido que tenían que empezar a responsabilizarse de sus actos.



Theodor propinó una fuerte patada a una piedra, la cual salió disparada hacia la zanja en la que una cresa devoradora cuidaba de sus crías. La bestia emergió iracunda y fue directa hacia el caballero de la muerte que, temeroso de recibir de nuevo una reprimenda, echó a correr despavorido. Sólo hacía un par de días que Mersegert, otra de sus superiores, les había confiscado a Heelys y a él, varias cajas de cerveza importada de Marisma de Zangar. El revuelo que se había formado en Acherus había sido tremendo, pero la única y mayor preocupación de Heelys  había sido preguntarse dónde estaba la cerveza, pero Theodor no era así. Le gustaba pasárselo bien, si, pero cuando le encomendaban una misión, procuraba cumplirla lo mejor posible.


Guapísimo Theodor! Pero.. mátala lentoooo!! BRUTO





Pero aquello no parecía ser la misma prioridad que su compañero. Elk, para variar, había desaparecido.  Eran buenos amigos, pero el joven caballero de la muerte, se las ingeniaba para meterse en líos con una facilidad extraordinaria.



Theodor lo llamó a gritos durante varios minutos, pero no obtuvo respuesta. Estuvo a punto de darse por vencido hasta que vislumbró a lo lejos la coleta en la que su compañero llevaba recogido el pelo.




- He estado llamándote! – le recriminó- ¿Estás sordo o qué?


- Shhhhh – le mandó guardar silencio.




Elk estaba de cuclillas, observando un cuerpo que yacía sobre las hojas secas. Theodor, en un principio, no le dio importancia, hasta reconocer por las formas que se trataba de una elfa de sangre.




- ¿Está..? – osó preguntar


- No lo sé… no la he movido.




La elfa yacía boca abajo; cuando el caballero de la muerte apoyó su mano sobre su espalda para girarla, sintió la humedad en su piel. Se miró la mano, estaba cubierta de sangre. Theodor retrocedió consternado. Elk, la giró con torpeza y reparó en que su pecho se movía muy levemente.




- Está viva! – anunció – La llevaremos a Acherus


- ¿Has perdido el juicio? Estamos en aviso por mal comportamiento, como nos metamos en otro lío nos expulsarán de la espada de ébano!


- No podemos dejarla aquí! – rechistó Elk




Antes de que Theodor pudiese objetar nada más, su compañero ya tenía a la desconocida en sus brazos y la cargaba rumbo al Bastión.




- La esconderemos en nuestra habitación, en cuanto se cure se irá y nadie se enterará – anunció triunfal


- Ojalá salga como tu dices… - se lamentó Theodor






Tal y como habían previsto, regresaron a Acherus y ocultaron a la elfa en su habitación, la cual compartían. Theodor se las ingenió para hacerse con varios útiles de la enfermería sin ser visto. Para cuando regresó, su compañero había quitado con delicadeza la ropa de la elfa y observaba con interés la hendidura que cruzaba su espalda. 




- ¿Qué demonios..? – exclamó Theodor


- No se que le ha pasado a esta chica, pero esto pinta mal, muy mal




Limpiaron sus heridas lo mejor que pudieron y esperaron a que despertase, pero aquello no ocurrió, ni aquel día, ni el siguiente… ni el siguiente..






Theodor y Elk terminaban cada jornada deseosos de llegar a su cuarto y encontrársela consciente, para poder preguntarle lo que le había sucedido, pero solo quedaba en un deseo, nunca en una realidad.



La joven llevaba con ellos casi dos semanas cuando Sylvanas Brisaveloz y su séquito de forestales visitaron a los caballeros de la espada de ébano. Harto de la presión y culpabilidad que Theodor experimentaba, se las ingenió para hablar a solas con la líder de los no-muertos y contarle lo sucedido. Él la estimaba una persona comprensiva y de confianza.



Sylvanas lo escuchó con atención, sin evitar dar muestras de su asombro y le pidió que la llevase ante la extraña muchacha. Cuando entraron a la habitación, Elk los miró con espanto




- Theodor, ¿qué has hecho? – le miró desafiante 


- Tranquilo, Sylvanas no nos va a descubrir, sólo quiere ayudarnos




La reina de los no-muertos se acercó a la cama y observó a la muchacha, descubriendo con sorpresa la cicatriz de su espalda, que ahora estaba cubierta de una fina capa de escarcha.




- Esto es obra de Agonía… - concluyó seria


- ¿La espada del Rey Exánime? – Elk se sintió estúpido preguntando eso - ¿Estás diciendo que se ha enfrentado al rey y sigue viva?


- Eso parece




Sylvanas aplicó parte de su magia sobre su herida, en una especie de hechizo de sanación. Cuando hubo terminado, se dirigió a la puerta de la habitación.




- En cuanto se despierte, venid a verme

domingo, 25 de enero de 2015

Capítulo 4. Aquel al que tanto odiaba



Su mente y su cuerpo evocaban ahora todo tipo de sensaciones, muchas de ellas contradictorias. Estaba nerviosa, estaba tranquila, estaba feliz, estaba….
Sacudió la cabeza con fuerza para tratar de centrarse. Dejó caer sus brazos y movió los dedos, canalizando toda la magia que poseía.

Se encontraba ante la última de las puertas que cruzaría aquella noche, ante los aposentos del ser al que odiaba, del ser cuya vida arrebataría esa noche.

Sonrió con cierta ironía. Hacía tres horas que había comenzado un nuevo día, el día de su cumpleaños. Desde la muerte de sus padres no había vuelto a recibir ningún regalo por aquel día pero, dieciséis años después, allí estaba, procurándose su propio obsequio, uno muy especial… su venganza..

Suspiró hondo y se coló en la habitación. A diferencia del resto de la Ciudadela, el suelo estaba enmoquetado y el ambiente hasta podría resultar acogedor, de no ser por el cuerpo que yacía en la cama, descansando. Elegantes muebles dignos que cualquier palacio la rodeaban, al fondo, en una peana, descansaba la Agonía de Escarcha. Su sola presencia hizo que se estremeciese.


Caminó con pasos ligeros, pero firmes hasta el lecho, blandiendo en alto la espada y atravesando el pecho del Rey. Su cara dio un signo de felicidad que no duró más que unas milésimas de segundos.  Porque, cuando retiró la espada del cuerpo, descubrió que estaba totalmente limpia, ni rastro de sangre.


Repasó con la mirada el cuerpo del Rey, topándose con aquellos fríos ojos y retrocedió horrorizada. Este se levantó, dirigiéndole una mirada desafiante, antes de esbozar una siniestra sonrisa.


- Vaya vaya…. Así que un insecto ha logrado colarse a través de la tela de araña – su voz resonó en las paredes


Ella trató de mantener la calma y, sobre todo, no mirarle a los ojos. Notaba su mirada repasar su cuerpo de arriba abajo, quedándose fija por fin a la altura de su pecho.



- Pero si eres una dama… - rió – Eso ya me agrada más..


- Nunca podrás tocarme – repuso ella anticipándose a sus horribles ideas

- Pequeña, yo siempre consigo todo cuanto deseo, tarde o temprano


Se sentía humillada, nunca había tolerado que nadie la tratase como inferior sólo por el hecho de ser mujer y, mucho menos, que la mirasen de aquella forma. Sintió como sus mejillas se acaloraban, presas de la ira.



Empuñó de nuevo la espada y se lanzó contra él con todas sus fuerzas. El Rey Exánime fue esquivando sus ataques hasta llegar junto a su espada, la cual, al contacto con su piel, desprendió un brillo helado, iluminando parcialmente la sala.


Cuando ambas espadas chocaron, un extraño estallido de magia surgió con el roce entre las armas, proyectándolos hacia atrás. Ella se fijo entonces en él… No llevaba su negra armadura, sino más bien una prenda de dormir, su cabello plateado y largo caía por su espalda y su semblante duro y hosco de un humano, quedaba enfriado por aquellos ojos como el hielo.


De nuevo las espadas chocaron, enzarzándose ahora en una épica lucha en la que la elfa combinaba las estocadas con ataques mágicos, que eran lo único que parecía dañarle.
Él, por su parte, sonreía satisfecho de tener un rival digno de él, pensando en lo que podría hacer con ella cuando la hubiese vencido. Recordó en aquel momento a la valiente y obstinada Sylvanas, que había luchado con valentía, demostrando ser también una adversaria digna. Su sonrisa se hizo mayor cuando recordó lo mucho que había disfrutado torturándola y teniéndola a su merced. ¿Podría hacerle lo mismo a aquella elfa?



Ella se movía con soltura, parecía totalmente acostumbrada a pelear con aquella espada, atacaba y esquivaba los ataques de su oponente con una agilidad digna de cualquier paladín, pero su magia reflejaba que no se enfrentaba a un paladín, sino a algo más complejo. El Rey cambió su táctica de pronto, limitándose a defenderse y dar fuertes sacudidas con su mandoble que provocaban fuertes vientos. En uno de estos ataques, la capucha de la joven elfa se fue para atrás, revelando por fin su rostro. Sus ojos jade le miraron con el más profundo resentimiento, mientras su cabello dorado ondulaba aún por el efecto del viento. Él sonrió en sus adentros… Y atacó de nuevo…


Esta vez sus ataques eran contundentes, demostrando su gran habilidad como el paladín que antaño había sido. A ella le estaba costando más bloquear sus ataques y tener tiempo para lanzar sus hechizos. En un despiste de ella, agonía de las sombras, logró alcanzarla, rasgando su ropa y la piel bajo ella a la altura del muslo, momento que aprovechó la elfa para lanzar un poderoso hechizo que, sin duda alguna, hirió a su contrincante en el brazo.


Él se miró el brazo y vio una pequeña mancha color granate, hacía mucho tiempo que no veía su propia sangre. El tiempo que reaccionaba, ella ya le estaba lanzando otro hechizo, que este desvió con su espada en dirección hacia ella, que esquivó con un escudo.

Su siguiente ataque quebró el escudo de ella, quedando la elfa contra la pared y él muy muy cerca..


- Cede en tu empeño y tendré clemencia contigo - advirtió


Pero ella no le escuchó, realizó una finta y salió de la pared, terminando con una estocada en el mismo hombro que había herido anteriormente. La paciencia de él colmó… y Agonía de escarcha chocó con fiereza contra la espada de ella, consumiendo parte de su fuego… La elfa, se alejó lanzando un nuevo hechizo sagrado y realizó una finta, que él interceptó, desgarrando la fina piel de la elfa…


Ella gritó… el dolor y el frío de la escarcha se apoderaron de ella…. Se giró y paró la temible espada entre sus manos, impidiendo que alcanzase su pecho, pero sus manos chorreaban sangre al contacto con el filo. Él la miro con semblante serio, cayendo de rodillas cuando ella le propinó una oportuna patada en la entrepierna.


La elfa blandió de nuevo su espada, pero estaba débil… por lo que no fue capaz de esquivar su siguiente estocada, que le dio de pleno en el brazo derecho…

Lo miró con odio, con resentimiento y, acercándose a la ventana, cuyos cristales habían estallado, saltó al vacío…

sábado, 24 de enero de 2015

Capítulo 3. Fuego de dragón



La dragona escudriñó la mente de la misteriosa elfa, tratando de buscar explicaciones de su presencia en aquel lugar y de las extrañas convicciones que la habían llevado allí. Y no sólo encontró razones de sobra, sino una extraña sensación que la invadió por completo…


- “Si quieres conseguir lo que te propones, deberías descansar antes… Te queda la parte más difícil y estás tiritando” – dijo por fin – “Acércate”


Ella obedeció y la dragona desplegó una de sus alas y la acogió bajo ella. La elfa notó como el calor de la dragona se abría paso a través de su ropa, secándola a su paso; y devolviendo el calor a su, a pesar de todo, frágil cuerpo.


- “¿Vienes desarmada?” preguntó Valithria tras un momento

-  No.. tengo una… - calló al encontrar la vaina vacía

- “Mi querida niña, me gustaría hacer más por ti que darte un poco de mi calor, pues si está noche se cumplen tus objetivos crearás una vida mejor para todos… No tengo apenas fuerzas, utilizaron mi cuerpo para tratar de acceder al sueño esmeralda y, como no lo han conseguido, tratan de recrear la Pesadilla”


- ¿La pesadilla? – preguntó alertada - ¿Acaso no fue eso lo que tanto anheló Malfurion y terminó por destruirlo?


-“Si, y que casi destruye todo Azeroth. La Pesadilla es una fuente de poder malévolo. Los dragones del vuelo verde llevamos siglos velando por que nadie acceda a él. Pero mi cuerpo y mente se debilitan y, conmigo, se debilitará un poco la barrera. – suspiró – Pero ese es un tema aparte… retírate…”


Cuando la elfa estuvo lo suficientemente alejada, la dragona dijo unas palabras en lo que parecía ser la lengua de los dragones. Después, exhaló su fuego de dragón y algo brilló en el suelo.


- “Ojalá pudiera hacer más por ti…” – se lamentó


La elfa se acercó y recogió la espada que brillaba en un suelo cuya decoración era con un intrincado de calaveras… Al contacto con su piel, la espada brilló con un haz de fuego.

Notó el poder que emanaba la espada… Era ligera, con una elegante empuñadura en forma de dragón y forjada en un metal que se asemejaba al acero de titanes, si es que no lo era.

Blandió la espada en alto y de un golpe destruyó las cadenas que sujetaban a Valithria Caminasueños. Fue un golpe silencioso, aunque parte de aquella magia perduró unos instantes en el ambiente, como las partículas de pólvora tras la explosión de los fuegos artificiales.


La dragona la miró asustada a la par que conmovida, ¿acaso era libre? Dudo unos instantes antes de adquirir un aspecto más terrenal, una apariencia con la cual pudiera pasar desapercibida y escapar de aquella prisión. Al igual que los miembros del vuelo negro, adoptó forma de alta elfa. Sus escamas esmeralda dieron paso a una piel color canela, sus cuernos a un fino cabello color esmeralda que cayó graciosamente sobre su espalda. Quedó frente a frente con su extraña acompañante y la miró fijamente a los ojos. Los ojos rubí de la dragona se toparon con unos ojos color jade, la dragona sonrió.


- “Gracias, y, buena suerte” – dijo dejando solamente un pequeño haz de luz verdosa.



La elfa, ya en completa soledad, sonrió. Si alguien hubiese estado allí, podría haber percibido un breve destello de emoción bajo aquella capucha negra.  Enfundó su nueva espada en la vaina, ya pensaría un nombre para ella más tarde. En aquel momento sólo tenía en mente la escalera que se presentaba ante ella.



A cada peldaño que ascendía, notaba el frío… Su respiración empezó a resultarle un poco costosa y tuvo miedo hasta de respirar, por la nube de vaho que se formaba a cada vez. Sin duda sabía que estaba en la guarida de la temible Sindragosa, la reina de escarcha. Según había leído, Sindragosa había sido la consorte de Malygos, después de su derrota contra Neltharion, ciega y moribunda, viajó hasta Cementerio de Dragones, donde llamó desesperadamente a su compañero; pero la respuesta de esté nunca llegó, y ella pereció presa del frío y de la locura. Más tarde, el Rey Exánime la revivió como no-muerta y ella pasó a conformar una de sus mayores aliadas, pues sus ansias de venganza y odio por las criaturas de Azeroth era compartido por el monarca.


- “Venganza… tu y yo no somos tan diferentes” – pensó mientras atravesaba su guarida sin ser vista.