Orgrimmar le resultó tremendamente ruidoso y maloliente. Estaba acostumbrada al orden y limpieza de Lunargenta y al silencio y armonía de Dalaran, y aquello era todo lo contrario. El frío que allí hacía era muy húmedo, la calaba hasta los huesos. Caminó por el camino central, deteniéndose en una tienda de ropa para adquirir alguna prenda más abrigosa.
Allí la atendió un amable brujo, que enseguida le propuso distintas togas y abrigos. Ibi pagó con gusto y se cambió allí mismo, vistiendo una ropa más adecuada para aquel viaje, en lugar de su toga de maga del Kirin Tor, que llevaba a buen recaudo en su mochila.
Y, por fin estaba fuera… respiró hondo, sintiéndose aliviada y tomó rumbo hacia Los Baldíos. Sacó su mapa de la mochila, dispuesta a seguir un sendero seguro. Allí la tierra seguía siendo árida y anaranjada, pero pequeños vergeles de agua y naturaleza se mostraban ante ella, como surgidos por arte de magia. También pudo admirar cebras y gacelas que trotaban alegremente en manadas, ajenas totalmente a su presencia. Paró en un pequeño pueblo llamado El cruce, para continuar su camino hacia el sur. La tabernera la había advertido de que el trayecto podía complicarse, por lo que no debía separarse del camino, pero aquello le supondría varios días más de viaje y yendo a pie era algo que no estaba dispuesta a aceptar, por lo que sacó el mapa de su morral y trazó una línea recta en dirección a las montañas que daban paso a Marjal Revolcafango.
Nitro respiraba pausadamente, hacía ya una semana que esperaba aquel zepellín y llegaba tarde. Quería salir de Orgrimmar fuese como fuese. Se sentía agobiado y en uno de esos momentos en el que le bastaba una palabra mal dicha para encornar a alguien. Por suerte para él, su compañera Symi le acompañaba en el viaje. La chamana era la única que conocía parte de su historia y, también, una de las pocas personas que sabían calmar su ira.
-
Ya
se que llega tadde… Intenta relajaate – ella leyó su mente.
-
Te
juro que tiraré esos palitos traidores a un volcán – amenazó
-
¿Palitos
taidores? – ella estalló en carcajadas
-
Si
– respondió el tauren orgulloso de su chiste
-
Y
bien, mi querido pollo, ¿qué vamo a hace donde lo elfos? – preguntó ella
-
Ver
a un amigo, cambiar de aires…
-
¿A
un amigo?
-
Si,
a Kareth Theron
-
¿Al
pincipito? ¿Pa qué?
-
Quiero
unir fuerzas con Lunargenta. Últimamente Thrall está demasiado raro y está
delegando demasiados asuntos en Garrosh. – bebió un trago – No confío en ese
orco..
-
Ni
yo… Vol’jin ya nos advitió sobe él, que tuviésemos cuidado. Ha tenido numerosas
riñas con él
-
Cairne
me dijo lo mismo.
-
De
nuevo pegunto… ¿Poqué Lunaagenta?
-
Porque
los elfos siempre terminan lo que empiezan, son mas metódicos y más organizados
-
Sigo
sin entender tus popósitos
-
Symi,
quiero acabar con el Rey Exánime… Kareth Theron es una persona importante,
quizás pueda recomendarme para el Alba Argenta, así iría directamente a primera
línea en Rasganorte.
Ashytaka recorría la zona sur de los Baldíos como cada día, buscando alguna presa que les proporcionase alimento a su mascota y a él mismo. Totoro, era una poderosa quimera azul y blanca que el joven elfo había rescatado cuando tan sólo era una cría. A pesar de su aspecto temible, era un animal muy dócil e, incluso, cariñoso.
Ashytaka ya tenía a su presa en el punto de mira y estaba cogiendo varias flechas de su carcaj, sin duda, aquella gacela sería un buen festín. Pero Totoro husmeó el aire y echó a volar hacia el lado contrario, en dirección a las montañas.
-
Ey!
¿A dónde vas? – llamó el elfo
-
¿Por
qué no quieres conocer a mis padres? – la voz le resultó familiar
-
Porque
no… Tú eres un príncipe.. yo no soy nadie.. – habló una voz femenina
-
Tú
lo eres todo para mí… ¿Aún no lo entiendes?
-
Elle…
-
Kareth,
no puedo… entiéndelo
-
No
puedo comprenderlo… Ni tampoco dejar de pensar que me ocultas algo – dijo con
tristeza
-
Esto
le va a interesar mucho a mi hermana – dijo para sí mismo
-
No
grites, la estás asustando – dijo una voz masculina
-
Totoro
basta, la estás asustando – dijo Ashytaka - ¿Estás bien?
-
Totoro
no va a hacerte nada, es mi mascota, es muy dócil – ella seguía con la vista
fija en la quimera – Me llamo Ashytaka, ¿cuál es tu nombre?
-
Ibi
– habló ella por fin
-
Está
bien, Ibi. Ahora me vas a dar la mano y nos vamos a levantar, ¿de acuerdo?
-
Totoro,
siéntate – ordenó - ¿Ves? No te hará daño – sonrió
-
Ibi,
creo que estás un poco perdida…
-
En
realidad no… sigo el camino
-
¿Qué
camino?
-
El
mío – le mostró el mapa
-
Pero…
es un peligro que alguien como tú vague sola por aquí..
-
¿Estás
insinuando que no soy capaz de valerme sola? – la vena de guerrilera de su
hermana afloró en ella
-
No,
estoy diciendo que alejarse del camino es peligroso por las arenas movedizas y
las múltiples bestias que hay en este lugar. Escorpiones, tronagartos,
raptores…
-
¿Y
entonces que haces tú solo?
-
No
estoy solo – señaló a la quimera – Además, llevo años viviendo aquí, me conozco
la zona.
-
Pues
si tanto la conoces, indicame como llegar a Theramore sana y salva
-
¿Theramore?
¿Estás loca? Es una ciudad de la Alianza, te matarán!
-
No
lo creo
-
La
única manera de entrar allí es poseer un orbe de engaño o ser..
-
Un
miembro del Kirin Tor – terminó ella – Bueno Ashytaka, no debo entretenerme
más, un placer.
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