lunes, 7 de marzo de 2016

Capítulo 62. Historias



-          ¿Lo has averiguado? – interrogó ella

-          Sí, vive en el Bazar, en un edificio de color beige. Él suele ir a verla – respondió él

-          ¿Cómo es ella?

-          Es muy guapa – reconoció él – Pelo rubio claro, muy largo, ojos azules cristalinos, labios rojos, un cuerpo perfecto…

-          Puedes quedártela, si quieres – vio las intenciones de su hermano.

-          Ya lo tenía pensado, la consolaré después de que tú hagas que su corazón se rompa – sonrió Aetheris


Sweetness le sonrió con malicia a su hermano, mientras se ataviaba con la ropa más sensual que tenía en el armario.


-          ¿Qué tal estoy? – preguntó

-          Si no fueses mi hermana, te arrancaría la ropa aquí mismo – le guiñó el ojo

-          Bien hermanito, deséame suerte…



El límite de los Baldíos se perdía entre las montañas, la tierra iba perdiendo su color anaranjado para adquirir un tonó marrón oscuro, signo de la gran humedad que había en aquella zona.


-          Ten cuidado – advirtió Ashytaka – Aquí la tierra es muy barrosa, podrías resbalar.


El cazador dio un paso por delante de ella, metiendo la bota en un charco de barro, que hizo que resbalase y perdiese el equilibrio, cayendo en el barro. Ibi, viendo la escena, se echó a reir, mientras el elfo resoplaba con fastidio.


-          Ya veo, eres muy buen guía – se burló ella

-          Cabrona… - gruñó – Totoro, ayúdame


Pero la quimera permaneció junto a la maga, mirando a su dueño con picardía.


-          Ya veo… sólo unas horas y ya la prefieres a ella… maldito! 

-          A ver, te ayudaré…


Ibi buscó un punto de apoyó fijo y avanzó para tenderle la mano al elfo, que la sujetó, pero en vez de hacer fuerza para levantarse, hizo fuerza para abajo, haciendo que ella también se cayese en el barro.


-          Serás cabrón! – protestó ella, limpiándose la cara

-          Ahora estamos en paz

-          Llegas a hacerle esto a mi hermana y ya no tendrías cabeza – recordó

-          ¿Tan mala es? ¿Más que tú? – bromeó

-          No es mala, pero tiene carácter, demasiado.

-          Bien, mi nueva y sucia amiga, esta atardeciendo, propongo ir a una posada que está aquí cerca, nos duchamos, comemos algo y continuamos mañana el viaje.

-          Acepto – rió ella



Eran casi las cinco de la tarde, cuando se encontró con él en la Puerta del Destino…


-          Hola Kareth – dijo con amabilidad

-          Hola... – fue muy seco

-          Quería disculparme por mi comportamiento del otro día – dijo con voz dulce – Estaba celosa y me cegué, no debí haberte hablado así 

-          La verdad, me alegro de que hayas reflexionado – respondió con una sonrisa . – Por nada del mundo me gustaría perder tu amistad

-          Ni a mí… he de reconocer que sigo sintiendo algo por ti, pero respeto que tú no sientas lo mismo.

-          Gracias, Sweet

-          Tan sólo me gustaría pedirte una cosa…

-          Lo que quieras

-          Un beso…

-          ¿Por qué me pides esto?

-          No creo que pida tanto Kareth, no pido que me ames, no pido más que un simple beso

Kareth la miró desconfiado, aunque los ojos de ella parecían sinceros, libres de maldad. Un sentimiento contradictorio afloraba en él, no quería hacerlo, no quería besarla.


-          Por favor… -repitió ella. - Estamos solos, aquí nadie nos verá, ni nadie va a enterarse.

-          Si lo hago… ¿me prometes que dejarás en paz el tema?

-          Sí, no volveré a insistir en que estemos juntos…

-          Está bien… - se resignó


Se acercó a ella, sintiendo una gran culpabilidad, pero sus ojos azules lo llamaban, suplicantes. Sujetó la tez suave de ella con una de sus manos y los labios de ella buscaron los suyos, fundiéndose en un beso. Sweetness alzó sus brazos, colocando sus manos alrededor del cuello de él, pegando su cuerpo al suyo, intentando alargar lo máximo posible aquel beso, aunque con uno de sus ojos abiertos, mirando hacia la puerta…

 

 
Una vez aseada bajó al comedor, allí la esperaba su nuevo amigo, esta vez sin Totoro.


-          Espero que no te moleste que haya pedido ya de comer, tampoco tenían muchas opciones.

-          No, no me molesta en absoluto – se sentó a la mesa.

-          Bien Ibi, cuéntame.. ¿Por qué quieres ir a Theramore?

-          Necesito hablar con Lady Jaina

-          Uff, dicen que esa mujer es una amargada.

-          Lo sé, y entiendo las razones.. 

-          Debe ser difícil perder a la persona a la que amas… - suspiró Ashytaka

-          ¿Has perdido a alguien? – quiso saber ella

-          No, estoy solo porque quiero. Mi familia vive en Orgrimmar, a mi me gusta más la libertad de Los Baldíos – hizo una pausa - ¿Y tú? ¿A quien has perdido?

-          A mi hermana… - suspiró – No la he perdido, o no del todo… sólo quiero ayudarla a mi manera

-          ¿Y crees que la humana podrá ayudarte?

-          Eso espero


Les sirvieron la comida, pollo asado con patatas y Ashytaka cogió un zanco del pollo y comenzó a comérselo con las manos, mientras que su refinada acompañante optó por una parte más blanda y la comía con cuchillo y tenedor. Él, avergonzado de su salvajismo, se disculpó y se forzó a comer con cubiertos.


-          Come como más te plazca – rió la maga

-          Lo siento, no tengo costumbre comer con gente importante

-          ¿Importante?

-          Si, eres una maga del kirin Tor

-          Realmente soy estudiante aún, avanzada, pero estudiante

-          ¿Y qué os enseñan allí? Si puede saberse

-          Historia de la magia, el poder arcano, el poder de escarcha, el poder de fuego,a crear portales y bueno, algún truco más

-          ¿Cómo cual?

-          Convertir a la gente en gatitos, o pingüinos.. – rió

-          Uhhh…. Suena peligroso

-          No me cabrees… o serás consciente de mi ira

-          La verdad es que no me inspiras terror – reconoció – Cuéntame más sobre ti

-          No sé que puedo contarte… mi vida no es demasiado entretenida. Soy huérfana desde los cinco años, una tropa de draeneis atacaron la aldea en la que yo vivía, diezmándolo todo, hasta que ella me encontró y se convirtió en mi hermana, en mi familia. 

-          ¿Y ella tiene nombre?

-          Chantarelle – sonrió – Viví escondida en la antigua casa de sus padres, para no tener que ir al horrible orfanato en el que ella estaba.

-          ¿Ella también era huérfana?

-          Si, sus padres fueron asesinados por el rey exánime – el tragó saliva – Y bueno, cuando cumplí los diez años ingresé en la escuela de magia de Dalaran.

-          ¿Y nunca has salido de allí?

-          Sólo para ir a Lunargenta

-          Vaya… que aburrido.

-          ¿Aburrido? – se asombró Ibi

-          Si, muy aburrido. Nací en una aldea cercana a Lunargenta, pero cuando era pequeño mis padres se mudaron a Península del Fuego Infernal y más tarde aquí a Kalimdor.  Siempre han sido muy liberales y bueno, que a mi me gusta mucho viajar, así que he visitado muchos lugares – dijo con su amplia sonrisa

-          Es curioso, hablas como un anciano – rió Ibiza – Mi querida niña, he visitado muchos lugares y visto muchas cosas, te falta hablar de la experiencia – bromeó ella

-          Querida niña, termínate la cena o se enfriará – siguió la broma



Había conocido a Aetheris hacía algunos días, era un joven apuesto y muy agradable, aunque intuía que sus deseos hacia ella eran más que sólo amistad, pero nunca había intentado ni hablado nada que la molestase.  Lo conoció en el cementerio, según él le había contado, visitaba cada día a su abuelita fallecida y le leía a su tumba cuentos que ella le narraba cuando era pequeño. 


Aquella tarde, había invitado a Chantarelle a sentarse con él a escuchar uno de aquellos cuentos y ella, aunque contrariada, había aceptado.


Aetheris portaba un grueso tomo de color azul claro y leía en alto con voz melodiosa, arropada por la suave brisa que mecía los árboles. Era invierno, pero los abetos y acacias que rodeaban el cementerio mantenían su frondosidad y su verdor.


-          ¿Te ha gustado? – preguntó Aetheris al terminar

-          Sí, aunque no creo demasiado en los cuentos de hadas

-          ¿Por qué no?

-          Para empezar, porque no existen las hadas madrinas que conceden tus deseos y para continuar, porque una calabaza no puede convertirse en una carroza

-          Bueno… eso te lo paso, aunque si es una muy grande y la secamos bien.. – bromeó

-          Terminaría pudriéndose igualmente – dijo Chantarelle


Aetheris cerró el libro y se puso en pie de un salto, ya casi eran las cinco y comenzaba su otra función. Por una parte, no pudo evitar que un sentimiento de culpa aflorase en él por lo que ellos estaban a punto de hacerle a aquella chica. La habia oído levemente hablar con las tumbas de sus padres y era consciente de que había sufrido, y ahora estaban a punto de romperle el corazón. Pero, por otro lado, su instinto se agudizaba en su presencia y su testosterona urdía en su interior, tenía que hacerla suya, aprovechar su despecho para añadirla a sus conquistas…


-          Uy, que tarde es ya, van a ser las cinco – dijo Aetheris

-          ¿Ya? Me has entretenido demasiado – protestó ella

-          ¿Tienes algo que hacer hoy?

-          Si. Aetheris, estoy… con alguien… He quedado con él esta tarde

-          Bueno, será mejor que vayamos entonces. Te acompaño

-          Gracias – dijo cordial

-          ¿Sabes? Creo que llegamos antes por la puerta del Destino y no por la del Pastor

-          ¿Tú crees?

-          Si, confía en mí…

Y así lo hizo, caminó a la par del elfo en dirección a la Puerta del Destino, charlando de nimiedades hasta alcanzar el umbral. Allí, una pareja se estaba besando, nada que destacar hasta que la elfa se separó y vió de quien se trataba… 



Ya había cumplido su parte del trato, un beso, por lo que se apresuró a separarse de ella. Había cerrado los ojos cuando ella le besó, imaginándose que besaba a Elle, y cuando se separaron, Sweetness no insistió


-          Gracias – susurró en su oído y se fue


Pero su sangre se heló cuando, al separarse la elfa, vio que Chantarelle acababa de entrar por la puerta del pastor acompañada de Aetheris y lo miraba con el rostro desencajado en una mueca de dolor. Miró a Aetheris, que negaba con la cabeza, con un aire triunfal. Chantarelle negó suavemente con la cabeza siendo consciente de la mirada del elfo, y luego echó a correr


-          Elle! – llamó, para correr tras ella.


Por suerte para él, ella no corría demasiado rápido, por lo que la cogió del brazo, frenándola.Ella forcejeó, tratando de zafarse de su agarre, diciendo no una y otra vez. Kareth la sujetó contra la pared de un edificio, sin poder evitar que su espalda se golpease suavemente contra la construcción, pero era la única manera de evitar que siguiese huyendo. Ella evitaba su mirada…


-          Te lo puedo explicar… - dijo consternado

-          No tienes que explicarme nada – su voz era gélida

-          No era lo que parecía… Elle… ella es Sweetness, mi ex…

-          Kareth.. suéltame

-          No, no pienso soltarte hasta que me escuches

-          Kareth… no quiero hacerte daño – repitió ella

-          Elle, mírame – alzó su cara


Sus ojos azules lucían todavía más gélidos, ligeramente enrojecidos alrededor, señal de las lágrimas que ella trataba de contener. Su piel estaba todavía más fría que de costumbre. La había lastimado, podía percibir parte del dolor que ella estaba experimentando.


-          Suél..tame.. – la voz le temblaba

-          No pienso hacerlo… Tienes que escucharme… lo hice por nosotros, para que ella nos dejase en paz..

-          Déjame ir… 

-          No… no voy a dejarte..

Pero ella comenzó a mover los labios, pronunciando palabras inaudibles, que la envolvieron en un remolino, haciendo que desapareciese de aquel lugar…

-          No……….!!!!!!!!- gritó él..

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