lunes, 20 de junio de 2016

Capítulo 69. Familia



Quel’Danas apareció bajo sus pies y la brisa marina barrió con suavidad su pelo hacia atrás, proporcionándole una sensación de frio en la cara, pues las lágrimas habían logrado vencerla… Una parte de ella quiso volver atrás, pero el dolor era demasiado fuerte.

A lo lejos vio a Quiuyue, que estaba de nuevo con aquella anciana de cabellos plateados, que la observaban. Trató de enfríar su mente y se secó las lágrimas, aunque su corazón seguía llorando por dentro, dolorido por aquella herida que quizás nunca sanaría. 

Evannor la miraba asombrada, el parecido era tan grande…. Su cabello rubio y largo enmarcaba unas facciones similares, aunque mucho más dulces al tratarse de una dama, y la capa carmesí y dorada ondeaba a su espalda, tal y como la suya… Miró a la dragona, que asintió con la cabeza, con aquella genuína sonrisa en su rostro.

-          Elle, tengo que contarte algo importante – anunció Quiuyue – Se que no es el mejor momento, y que no te encuentras bien, pero también estimo que es algo que te ayudará

-          ¿De qué se trata, Quiu?

-          Antes de nada me gustaría presentarte a Lady Evannor

-          Encantada… - Chantarelle se quedó pensativa

-          Elle, Evannor es tu.. abuela… - dijo la dragona

La elfa clavó sus ojos en la anciana, para después mirar a Quiuyue con preocupación. ¿Abuela? ¿Qué estaba diciendo? 

-          Pequeña,  hay algo que no te he contado… - suspiró 

-          Quiuyue, ¿qué es todo esto? ¿Quién es esta mujer que dice ser mi abuela? Si es una broma de mal gusto creeme, no es el momento… - se enfureció

-          No es una broma… Tu padre, Adanahel Sunstrider era mi hijo querido… - habló la anciana

-          ¿Suns…trider? – se entrecortó

-          ¿No conocías el apellido de tu padre? – se asombró Evannor

-          Evannor, alguien ha estado… manipulando los archivos en la Biblioteca… No está la hoja de vida de Adanahel, y en la de Chantarelle aparece como Chantarelle S. Anylïnde, dejando a comprender que es un segundo nombre.

-          ¿Qué? ¿Por qué iba alguien a hacer eso?

-          Dímelo tú… Según pone tu estás muerta, y no tuviste descendencia

-          ¿Dudas de mi persona? Eres una dragona, tienes medios de sobra para saber que no miento! – la anciana se encaró

-          No dudo de tu persona en absoluto, recuerdo perfectamente tu esencia, y esa lengua viperina tuya – dijo sarcástica – Lo que quiero decir es que la persona que trató de envenenar a Chantarelle, seguramente sea la misma que ha hecho desaparecer esa información.

Chantarelle miraba como discutían, sin entender de qué estaban hablando, y sin que sus dudas hubiesen sido resueltas. La dragona parecía conocer a la anciana desde hacía bastante tiempo y no parecían llevarse demasiado bien y ambas se habían enzarzado en una discusión que ella no comprendía.

-          “¿Puedo salir?” – otra vez aquella voz
-          “ Sí” – dijo sin pensar





Lor’Themar tan sólo vio a su hijo un breve instante, por el pasillo, dirigiéndose veloz a su habitación. Resultaba obvio que el muchacho había estado llorando, y aquello le sobrepasaba…  Quiso avisar a su esposa, seguramente ella sabría que hacer en aquellos casos..

-          Them… ¿De verdad tienes que llamarme cada vez que no sabes dialogar con tu hijo? – regañó la elfa

-          Ha vuelto a palacio corriendo, se que ha estado llorando, pues sus ojos estaban rojos e hinchados, pero no me he atrevido a hablarle

-          ¿Por qué no? Es tu hijo…

-          Porque se que iba a terminar discutiendo con él… - bajó la mirada.

-          Sinceramente… ¿te extraña? – Amysanne lo miró seria, enfadada

-          No…

-          Kareth no entiende tus normas…  Es un muchacho joven y apuesto, y es normal que a su edad quiera experimentar y enamorarse! 

-          No le impido que experimente

-          Pero le coaccionas a que guarde en secreto su relación… A que nos esconda cosas

-          Amy, él tiene una deuda que saldar..

-          Una deuda, como tú dices, que nunca podrá ser saldada… - alzó la voz - ¿Hasta cuando piensas mantener tu promesa? ¿Hasta que tu hijo sea viejo y muera solo?

-          Hasta que la encuentre…

-          Them… ¿y si está muerta?

-          Algo en mi interior me dice que no lo está, sólo que, probablemente, no hemos buscado en el lugar acertado.

Amysanne lo miró de nuevo, amaba a aquel elfo con todo su ser, pero aquella cabezonería suya la agotaba… y más aún cuando estaba en juego la felicidad de su único hijo.
 Adoraba a Kareth, pero su sueño siempre había sido darle un hermano, pero sus heridas en la batalla se lo impidieron…

 En  el ataque a la ciudad de Lunargenta ella había luchado en primera línea, Kareth tenía diez años y estaba protegido en palacio, y su marido y ella habían luchado con valentía. Aquel horrible ser, engendro de la muerte, sujetaba  a Lor’Themar por el cuello, ahogándolo con una soga invisible, ella acudió a liberarlo, cuando uno de los soldados esqueléticos la atravesó con su espada a la altura del vientre. El cazador logró recuperar el aliento y terminar con los adversarios, para después cargar con su esposa. Ella tan sólo recordaba la sangre y aquel olor…  Los médicos y sacerdotes lograron sanarla, pero en su cuerpo quedó patente la cicatriz de la plaga…

 
- Basta!!!!! – pidió silencio 

Las dos mujeres lo miraron, entre asombradas y aterradas, y cesaron en su discusión

-          Esta discusión es vergonzosa entre dos damas como vosotras… Sobre todo, por tu parte, Quiuyue… - acusó – Vuestras disputas son parte del pasado.. ¿por qué no os centrais en el presente y le contais a esta niña lo que teneis que contarle?

-          Lo lamento – habló Quiuyue – Elle, ¿recuerdas que te hablé de un protegido que tuve, antes que tú?

-          – no comprendía nada de nada

-          Como dragona, solo he tenido dos protegidos en mi existencia, uno que me fue asignado dada su importancia y tú, por el pacto con Valithria. He de reconocer que al principio me mostré reticente a ser tu guardiana, sobre todo sintiendo lo que habita en tu interior pero, poco a poco, y según te fui conociendo, varias ideas brotaron en mi mente… y en mis recuerdos – hizo una pausa – Tu rostro, tu carácter, algunos de los poderes que fuiste capaz de despertar me recordaron tanto una época pasada…  He de reconocer que aproveché tus deseos de venir a Lunargenta para satisfacer mi propia curiosidad, por ello te traje aquel día aquí… ¿Recuerdas que estuvimos en un largo pasillo rojo? ¿Y que luego te vendé los ojos y escuchaste una canción?

-          Si, y perdí el conocimiento durante cinco días

-          Sí… En aquel momento creía que te había matado… Corrí un gran riesgo al sumergirte en magia tan poderosa, pero cuando despertaste, por un instante, tus ojos volvieron a ser verdes

-          Quiuyue, te estás yendo por las ramas… - frenó Evannor

-          Pequeña… No se como decir esto… Se me hace difícil…

-          ¿Decirme qué? – se estaba poniendo nerviosa

-          Tus orígenes… - habló Evannor

-          Verás… Al’ar es un ser etéreo, es el dios fénix… Concedido por la gracia de los dragones a una única familia…– suspiró – Chantarelle, conozco a Al’ar de antes, porque mi protegido era también capaz de invocarlo

-          Eso quiere decir que… ¿tu protegido y yo somos familia? – logró entender

Quiuyue asintió y, a continuación, suspiró hondo. No estaba segura de cómo la joven procesaría la información, sobre todo después de lo sucedido…  Clavó sus ojos rojos en los suyos…

-          Chantarelle, mi protegido era Kael’Thas el caminante del Sol

-          ¿Qué? – se asombró

-          O Sunstrider – agregó Evannor 

-          Pequeña, eres Chantarelle Sunstrider, la única descendiente de la familia real de Lunargenta, protectora de Quel’Danas y de la Fuente del Sol.


Sus ojos se abrieron de par en par, mirando con horror a la dragona.  ¿Qué clase de broma cruel era aquella? El enorme fénix se dio cuenta de sus intenciones y detuvo su magia, envolviéndola entre sus alas.

-          "No miente… y voy a mostrártelo…" - escuchó ella en su mente

Al’ar la sumió en una especie de trance, remontándose a su nacimiento, obra de los dragones, y el momento en el que fue concedido a Darth’Remar el Caminante del Sol. Chantarelle pudo ver imágenes de la creación de su ciudad, de un rey joven con un pequeño bebé rubio en los brazos, junto a una elfa de ojos violáceos que le resultó tremendamente familiar… Ese bebé creció y tubo un hijo…

El pequeño príncipe creció hasta convertirse en un joven valiente y apuesto, al que los dragones le concedieron un guardián, una dragona del vuelo rojo, tan imponente como bella, por aquel entonces, su pelo rojo caía en tirabuzones sobre su espalda, pero aquellos ojos eran inconfundibles… Quiuyue…  Kael’Thas y Al’ar eran uno, la confianza y complicidad entre ellos era enorme y ambos se hicieron muy poderosos. Los ideales del príncipe eran buenos, devolver a los sin’dorei su gloria y parte del poder perdido. Así conoció a una bella paladina de ojos verdes… Evannor… con la que se casó y tuvieron un hijo, bajo la atenta y celosa mirada de su guardiana. Pero Kael’Thas apostó por las influencias equivocadas y sus ideales comenzaron a turbiarse, volviéndose loco en manos de Illidan y Kil’jaeden y sumiendo a su pueblo en el caos…
Por suerte, su esposa y su hijo lograron sobrevivirle y el joven príncipe creció, transformándose en uno de los más valientes paladines al servicio de la ciudad.  Chantarelle reconoció aquel rostro, era su padre… Adanahel no llegó a controlar a Al’ar tanto como su padre, pero si logró despertarlo, aunque instantes antes de su muerte, logró mandarlo a un plano astral para evitar que Agonía de Escarcha lo atrapase a él también, hasta que su única hija, encontrase la forma de traerlo de vuelta…

Ella volvió a abrir los ojos, para mirar al ave con fascinación…

-          No es posible…

martes, 7 de junio de 2016

Capítulo 68. Una dolorosa despedida



El ambiente se estaba tensando cada vez más , Chantarelle empezaba a sentir que su cabeza iba a estallar… Estaban pasando tantas cosas, se estaban diciendo tantas palabras… que ella no terminaba de comprender.  Y todos la miraban expectante, esperando a que ella dijese algo, y ella no sabía qué decir…


-          “¿Quieres que te saque de aquí? Sólo tienes que decirlo y te llevaré volando” – habló alguien en su interior

-          “¿Quién eres?”

-          “Me llamo Al’ar, me gustaría  materializarme ante ti, pero creo que sólo te causaría más problemas” – respondió


Su voz era masculina y dulce, casi tan bonita como la de Kareth. Le miró, estaba a su lado, intercambiando miradas con Morgan, que estaba en la distancia.  Su rostro presentaba señales de la lucha con Aetheris… ¿Era cierto que todo había sido una trampa? Aún así… su corazón se quejaba, dolorido, por verlo besándose apasionadamente con aquella elfa, y todo lo que ella había dicho o hecho hacía tan sólo un momento…


-          Elle, ¿estás bien? – preguntó el elfo

-          No lo sé

-          Bueno… - habló Quiuyue – Creo que no hay ningún tipo de espectáculo aquí como para que todos estéis mirando… Así que vamos a volver a nuestros quehaceres – miró a Chantarelle-  “Cuando termines, te espero en Quel’Danas” 


Por fin a solas, la miró y ella asintió, caminando a su lado para salir del cementerio, en dirección al Bosque de la Canción Eterna. Su ropa estaba hecha añicos, por lo que él se desprendió de su capa carmesí para colocarla sobre los hombros de ella.

-          Gracias – musitó

No sabía como abordarla, ni que decirle en aquel momento…

-          Elle… quiero que hablemos

-          Adelante – otra vez el frío

-          Quiero explicarte lo sucedido, quiero que me escuches…

Ella asintió y se paró frente a él, sin mirarle a los ojos.

-          Hace tiempo, Sweetness y yo salimos juntos, ella me lo pidió. Era guapa, trataba de coincidir conmigo en todos lados y bueno… yo era joven y los hombres sentimos ciertas curiosidades y necesidades.. – trató de no ruborizarse – Mantuvimos una relación, pero ella me agobiaba y yo necesitaba espacio, así que aquello se redujo a encuentros privados ocasionales… - le pareció la forma más elegante de decirlo.

-          Sexo… - resumió Chantarelle

-          Sí… - odiaba aquella frialdad – Pero todo esto cambió hace casi un año… Cuando una de mis expediciones me llevó a Trabalomas… y una noche conocí a una joven en una cascada…

Recordó la noche en la que la había conocido, la luna bañaba aquel pequeño lago bajo la cascada, y la pequeña charla que habían mantenido.

-          Tras aquello, no pude olvidar tus ojos, que por aquel entonces eran verdes… Así que corté totalmente con Sweetness. – trató de tomar su mano, pero ella la retiró – No sabes lo feliz que fui al reencontrarme contigo en Jaedenar, y lo culpable cuando toda la gruta se nos vino encima. Pero ohh Elle… cuando te vi en el Bazar, mi corazón dio un vuelco en el pecho… - sonrió -  Pero Sweetness se enteró de tu existencia, de que estabas aquí y de que habíamos estado en Shattrath y me amenazó de contarle a todo el mundo que yo me había aprovechado de ella y cosas que dañarían seriamente mi honor. Pero, poco después, vino a mi para disculparse y prometió olvidarlo todo y dejarme en paz a cambio de una cosa.

-          Un beso – concluyó Chantarelle

-          Sí, resignado, accedí a ello. Sin saber que todo era una trampa ingeniada por su hermano y por ella para separarnos. Quise explicártelo, pero no me diste tiempo, y desapareciste…

El silencio de ella le estaba matando… Le había contado la verdad de lo sucedido y ella no mostraba expresión alguna. Kareth escuchaba a su conciencia regañarle sin remedio, haciéndole comprender  que no siempre sus decisiones eran las correctas. Suspiró hondo, para tratar de abrazarla, pero ella se apartó de él, horrorizada.

-          No me toques…  - susurró
-          Elle… ¿Por qué?

-          Porque ahora mismo sólo puedo imaginarte besándola a ella… haciendo con ella todo lo que hiciste conmigo… - dijo con asco -  No… no puedo soportarlo..

-          Elle, no es para nada lo mismo!

-          ¿Ah, no? ¿Y en qué se diferencia acaso?

-          En que…. – se frenó en seco… 

-          ¿Ves? Tu mismo te respondes… - ella le dio la espalda

-          En que te amo! – le espetó


El corazón de ella dio un salto en su pecho, a su mente vinieron imágenes de sus padres, pues aquello era algo que se repetían constantemente. Una lágrima rodó por su mejilla, hasta precipitarse hacia el suelo. Todo se quedó en completo silencio… los látidos de su corazón resonaron como un tambor. Amor.. ella también lo sentía,  pero era algo que trataba de negar por todos los medios y que nunca jamás le reconocería.

-          Estoy profunda y locamente enamorado de ti, Chantarelle. Quería que conocieses a mis padres… porque.. 

Kareth suspiró… llevaba aquella joya en su bolsillo desde hacía semanas, esperando el  momento idóneo para hacerlo. Puede que resultase una locura, pero sabía que quería pasar el resto de su vida con ella… 

-          Quería pedirte que te casases conmigo… - dijo casi en un susurro

-          ¿Qué? – se giró con brusquedad

-          Sabía que tendría que discutir con mi padre, pero el saber tu verdadera identidad hace que todo sea más fácil. Tu padre fue mi mentor, y el mejor amigo de mi padre.

-          Kareth, tienes que olvidarte de eso… Nadie debe saber quien soy!

-          ¿Por qué? Eres una dama de Lunargenta, tu lugar está en la corte

-          ¿Me preguntas por qué? Tu mismo hablaste antes del honor… Todo el mundo piensa que estoy muerta… y no se distancia demasiado de la realidad. 

-          No te entiendo

-          Nadie debe saber que sigo viva… Al menos hasta que pueda dejar bien alto el apellido de mi familia. Serían una deshonra para la memoria de mis padres saberse que su única hija es… - se cortó ella

-          ¿Es qué? ¿Valiente? ¿Fuerte? ¿Una heroína?

Él se acercó a ella, que esta vez no retrocedió, sino que clavó sus ojos azules y fríos en los suyos…

-          Kareth, mi alma está condenada…  Mi vida no es más que una cobardía, un miedo atroz a enfrentarme a lo que tarde o temprano tendré que enfrentarme. Y, gané o pierda, no se qué será de mí… pero ya es hora de afrontarlo..

-          Elle… ¿qué estás diciendo? – se empezó a poner nervioso

-          Kareth, ha sido… bonito… Y tarde o temprano encontrarás a alguien, y serás un buen rey, de eso estoy segura…

-          ¿Ha sido… bonito? – su corazón estaba herido ahora - ¿Es que acaso tú… no sientes nada por mí? – su voz se entrecortaba


Sus ojos azul oscuro la miraban suplicantes, llenos de dolor por lo que ella estaba diciendo y expectantes de la respuesta que ella estaba a punto de dar. Ella sintió que las lágrimas se agolpaban en sus ojos, batallando por salir, su corazón le gritaba, le imploraba…. Pero ella no quería escucharle

-          Adiós, Kareth…
 
Y una magia azulada la hizo desaparecer… Kareth Theron cayó al suelo de rodillas, emitiendo un largo lamento antes de que las lágrimas saliesen de sus ojos… se maldijo una y mil veces… El dolor era tan fuerte… ahora podía sentirlo, ahora podía sentir lo mismo que había sentido ella…

 
 
Jaina tardó tan sólo unas horas en tenerlo todo preparado, había decidido que viajarían hasta Ventormenta para tratar de descubrir algo más sobre Agonía de Escarcha y sobre como vencer al Rey Exánime.

-          Ashytaka, gracias por acompañarme hasta aquí – habló Ibi

-          ¿Me estás echando?

-          No, en absoluto – la maga se sintió culpable – Es sólo que ya te he distraído demasiado tiempo de tus cosas, y me disculpo por ello – juntó sus manos a la altura de su pecho.

-          Ibi, no pienso dejarte sola con los humanos – quiso darse aires de héroe

-          ¿Tanto temes por mí? – sonrió pícara - ¿O es que te ha intrigado demasiado esta historia como para perderte el final?

-          Un poco de ambas – reconoció – Pero no pienso dejarte ir sola.

-          ¿Por qué haces esto? Apenas me conoces… 

-          Eso tiene arreglo – esbozó de nuevo su amplia sonrisa

-          Eres un caso perdido… - bromeó la maga – Pero… gracias.

La joven maga se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Aquella sensación en su rostro fue demasiado extraña para él e hizo que se ruborizase. Momento en el cual Jaina Valiente se reencontró con ellos.

-          Ashytaka vendrá con nosotros – anunció Ibi

-          Lo suponía  - dijo Jaina con una sonrisa cansada - ¿Nos vamos? El barco nos espera.