Quel’Danas apareció bajo sus pies y la brisa marina barrió con suavidad su pelo hacia atrás, proporcionándole una sensación de frio en la cara, pues las lágrimas habían logrado vencerla… Una parte de ella quiso volver atrás, pero el dolor era demasiado fuerte.
A lo lejos vio a Quiuyue, que estaba de nuevo con aquella anciana de cabellos plateados, que la observaban. Trató de enfríar su mente y se secó las lágrimas, aunque su corazón seguía llorando por dentro, dolorido por aquella herida que quizás nunca sanaría.
Evannor la miraba asombrada, el parecido era tan grande…. Su cabello rubio y largo enmarcaba unas facciones similares, aunque mucho más dulces al tratarse de una dama, y la capa carmesí y dorada ondeaba a su espalda, tal y como la suya… Miró a la dragona, que asintió con la cabeza, con aquella genuína sonrisa en su rostro.
-
Elle,
tengo que contarte algo importante – anunció Quiuyue – Se que no es el mejor
momento, y que no te encuentras bien, pero también estimo que es algo que te
ayudará
-
¿De
qué se trata, Quiu?
-
Antes
de nada me gustaría presentarte a Lady Evannor
-
Encantada…
- Chantarelle se quedó pensativa
-
Elle,
Evannor es tu.. abuela… - dijo la dragona
-
Pequeña, hay algo que no te he contado… - suspiró
-
Quiuyue,
¿qué es todo esto? ¿Quién es esta mujer que dice ser mi abuela? Si es una broma
de mal gusto creeme, no es el momento… - se enfureció
-
No
es una broma… Tu padre, Adanahel Sunstrider era mi hijo querido… - habló la
anciana
-
¿Suns…trider?
– se entrecortó
-
¿No
conocías el apellido de tu padre? – se asombró Evannor
-
Evannor,
alguien ha estado… manipulando los archivos en la Biblioteca… No está la hoja
de vida de Adanahel, y en la de Chantarelle aparece como Chantarelle S.
Anylïnde, dejando a comprender que es un segundo nombre.
-
¿Qué?
¿Por qué iba alguien a hacer eso?
-
Dímelo
tú… Según pone tu estás muerta, y no tuviste descendencia
-
¿Dudas
de mi persona? Eres una dragona, tienes medios de sobra para saber que no
miento! – la anciana se encaró
-
No
dudo de tu persona en absoluto, recuerdo perfectamente tu esencia, y esa lengua
viperina tuya – dijo sarcástica – Lo que quiero decir es que la persona que
trató de envenenar a Chantarelle, seguramente sea la misma que ha hecho
desaparecer esa información.
Chantarelle miraba como discutían, sin entender de qué estaban hablando, y sin que sus dudas hubiesen sido resueltas. La dragona parecía conocer a la anciana desde hacía bastante tiempo y no parecían llevarse demasiado bien y ambas se habían enzarzado en una discusión que ella no comprendía.
-
“¿Puedo
salir?” – otra vez aquella voz
-
“
Sí” – dijo sin pensar
-
Them…
¿De verdad tienes que llamarme cada vez que no sabes dialogar con tu hijo? –
regañó la elfa
-
Ha
vuelto a palacio corriendo, se que ha estado llorando, pues sus ojos estaban
rojos e hinchados, pero no me he atrevido a hablarle
-
¿Por
qué no? Es tu hijo…
-
Porque
se que iba a terminar discutiendo con él… - bajó la mirada.
-
Sinceramente…
¿te extraña? – Amysanne lo miró seria, enfadada
-
No…
-
Kareth
no entiende tus normas… Es un muchacho
joven y apuesto, y es normal que a su edad quiera experimentar y enamorarse!
-
No
le impido que experimente
-
Pero
le coaccionas a que guarde en secreto su relación… A que nos esconda cosas
-
Amy,
él tiene una deuda que saldar..
-
Una
deuda, como tú dices, que nunca podrá ser saldada… - alzó la voz - ¿Hasta
cuando piensas mantener tu promesa? ¿Hasta que tu hijo sea viejo y muera solo?
-
Hasta
que la encuentre…
-
Them…
¿y si está muerta?
-
Algo
en mi interior me dice que no lo está, sólo que, probablemente, no hemos
buscado en el lugar acertado.
Adoraba a Kareth, pero su sueño siempre había sido darle un hermano, pero sus heridas en la batalla se lo impidieron…
En el ataque a la ciudad de Lunargenta ella había luchado en primera línea, Kareth tenía diez años y estaba protegido en palacio, y su marido y ella habían luchado con valentía. Aquel horrible ser, engendro de la muerte, sujetaba a Lor’Themar por el cuello, ahogándolo con una soga invisible, ella acudió a liberarlo, cuando uno de los soldados esqueléticos la atravesó con su espada a la altura del vientre. El cazador logró recuperar el aliento y terminar con los adversarios, para después cargar con su esposa. Ella tan sólo recordaba la sangre y aquel olor… Los médicos y sacerdotes lograron sanarla, pero en su cuerpo quedó patente la cicatriz de la plaga…
Las dos mujeres lo miraron, entre asombradas y aterradas, y cesaron en su discusión
-
Esta
discusión es vergonzosa entre dos damas como vosotras… Sobre todo, por tu
parte, Quiuyue… - acusó – Vuestras disputas son parte del pasado.. ¿por qué no
os centrais en el presente y le contais a esta niña lo que teneis que contarle?
-
Lo
lamento – habló Quiuyue – Elle, ¿recuerdas que te hablé de un protegido que
tuve, antes que tú?
-
Sí
– no comprendía nada de nada
-
Como
dragona, solo he tenido dos protegidos en mi existencia, uno que me fue
asignado dada su importancia y tú, por el pacto con Valithria. He de reconocer
que al principio me mostré reticente a ser tu guardiana, sobre todo sintiendo
lo que habita en tu interior pero, poco a poco, y según te fui conociendo,
varias ideas brotaron en mi mente… y en mis recuerdos – hizo una pausa – Tu
rostro, tu carácter, algunos de los poderes que fuiste capaz de despertar me
recordaron tanto una época pasada… He de
reconocer que aproveché tus deseos de venir a Lunargenta para satisfacer mi
propia curiosidad, por ello te traje aquel día aquí… ¿Recuerdas que estuvimos
en un largo pasillo rojo? ¿Y que luego te vendé los ojos y escuchaste una
canción?
-
Si,
y perdí el conocimiento durante cinco días
-
Sí…
En aquel momento creía que te había matado… Corrí un gran riesgo al sumergirte
en magia tan poderosa, pero cuando despertaste, por un instante, tus ojos
volvieron a ser verdes
-
Quiuyue,
te estás yendo por las ramas… - frenó Evannor
-
Pequeña…
No se como decir esto… Se me hace difícil…
-
¿Decirme
qué? – se estaba poniendo nerviosa
-
Tus
orígenes… - habló Evannor
-
Verás…
Al’ar es un ser etéreo, es el dios fénix… Concedido por la gracia de los
dragones a una única familia…– suspiró – Chantarelle, conozco a Al’ar de antes,
porque mi protegido era también capaz de invocarlo
-
Eso
quiere decir que… ¿tu protegido y yo somos familia? – logró entender
-
Chantarelle,
mi protegido era Kael’Thas el caminante del Sol
-
¿Qué?
– se asombró
-
O
Sunstrider – agregó Evannor
-
Pequeña,
eres Chantarelle Sunstrider, la única descendiente de la familia real de
Lunargenta, protectora de Quel’Danas y de la Fuente del Sol.
-
"No
miente… y voy a mostrártelo…" - escuchó ella en su mente
El pequeño príncipe creció hasta convertirse en un joven valiente y apuesto, al que los dragones le concedieron un guardián, una dragona del vuelo rojo, tan imponente como bella, por aquel entonces, su pelo rojo caía en tirabuzones sobre su espalda, pero aquellos ojos eran inconfundibles… Quiuyue… Kael’Thas y Al’ar eran uno, la confianza y complicidad entre ellos era enorme y ambos se hicieron muy poderosos. Los ideales del príncipe eran buenos, devolver a los sin’dorei su gloria y parte del poder perdido. Así conoció a una bella paladina de ojos verdes… Evannor… con la que se casó y tuvieron un hijo, bajo la atenta y celosa mirada de su guardiana. Pero Kael’Thas apostó por las influencias equivocadas y sus ideales comenzaron a turbiarse, volviéndose loco en manos de Illidan y Kil’jaeden y sumiendo a su pueblo en el caos…
Por suerte, su esposa y su hijo lograron sobrevivirle y el joven príncipe creció, transformándose en uno de los más valientes paladines al servicio de la ciudad. Chantarelle reconoció aquel rostro, era su padre… Adanahel no llegó a controlar a Al’ar tanto como su padre, pero si logró despertarlo, aunque instantes antes de su muerte, logró mandarlo a un plano astral para evitar que Agonía de Escarcha lo atrapase a él también, hasta que su única hija, encontrase la forma de traerlo de vuelta…
Ella volvió a abrir los ojos, para mirar al ave con fascinación…
-
No
es posible…