lunes, 20 de abril de 2015

Capitulo 38. Un paso hacia delante

Dalanar miró su reloj… 58 minutos…

Se disponía a marcharse de aquel lugar cuando la vio aparecer, corriendo. Le hizo un gesto con la mano y salieron de allí. Nadie osó a molestarles.

-    ¿Has… hablado con ese monstruo?

-    Si

-    ¿Y te ha dejado marchar?

-    Si..

-    ¿Cómo es posible? No lo comprendo…

-    Salgamos de aquí… te llevaré con Kure

-    ¿Sabes dónde está?

-    No…


Había vuelto a Lunargenta, no sin que su cabeza diese mil vueltas, culpándose por haberlo estropeado todo. Se metió en la Biblioteca y hundió su mente en revisar todos aquellos archivos, hasta que Morgan le encontró.


-    ¿Kareth Theron en una biblioteca? – exclamó - ¿Es el fin del mundo?

-    Ahh.. eres tú, Morgan

-    Si, soy yo.. ¿Quién creías que iba a ser?



Popcorn estiró sus brazos, desperezándose, para después mirar a Morgan con aquellos ojos cansados.

-    ¿Se puede saber cuánto tiempo llevas aquí?

-    No lo sé..

-    ¿Y qué es lo que buscas?

-    Información



Retiró la silla sin hacer ruido y tomó asiento junto a él.


-    ¿Qué es lo que te preocupa? – puso la mano en su hombro – Sabes que puedes contármelo.

-    ¿Te acuerdas de Nyn?

-    ¿Nyn? ¿La elfa de Jaedenar?

-    Sí… Pensábamos que había muerto, pero no… La vi aquí, en Lunargenta… vestida como un paladín… y en Dalaran.

-    ¿Qué? ¿Cómo es posible?

-    No lo sé… Impedí que cometiese una locura y que matase a un cerdo que la había destrozado cuando era joven… Ella se desmayó y la lleve a mi habitación –
se puso ligeramente colorado. – Cuando se despertó hablamos.. y..

-    Kareth…
- le premió a hablar

-    Nos besamos…


Morgan lo miró de reojo, en aquel momento le daba la impresión de estar hablando con un adolescente que se enamora por primera vez, en vez de con el príncipe heredero de Lunargenta.


-    Pero después le pregunté por su pasado y… la cagué, Morgan… y ella se fue..

-    Vaya… Pero eso no explica que haces aquí..

-    Busco información sobre ella… Quiero saber quien es realmente…

-    Cuéntame todo lo que sepas… yo me encargo… Tú debes ir con tu padre..



No quería ver a su hermana… por lo que escribió una pequeña carta y la depositó en su habitación...

“Querida hermana.

He ido y he salido sana y salva, aunque dudo de cuánto tiempo pueda seguir siendo yo misma. Hasta ahora no estaba siendo consciente de que mi alma está corrupta, por lo que creo que lo mejor es que me aleje de ti, al menos hasta que encuentre una solución.  He de hacerme fuerte, lo suficiente como para vencer a Arthas y liberar mi alma. Pero prometo que volveré…

Te quiero, hermana


Chantarelle Anylïnde”




Dalanar la esperaba impaciente para tomar el transporte que les llevaría a Tundra Boreal, para tomar el zepelín que les llevaría a Orgrimmar; este consistía en un pequeño automóvil con un asiento adelante para el conductor y un espacio más amplio y cubierto atrás para los ocupantes. Su chófer, un goblin de piel verde aceituna les esperaba.


-    Vamos vamos! Que no tengo todo el día
– apremió con voz aguda

-    Ya voy.. – dijo ella entre dientes


Los dos elfos subieron al automóvil y este emprendió la marcha, haciendo que la elfa, que aún no estaba sentada, se golpease contra uno de los laterales.


-    Poneos el cinturón! Nos movemos deprisa – protestó el goblin

-    No me había dado cuenta.. – protestó ella


Dalanar la miró, se había echado la mano a su abdomen, con una mueca de dolor en su rostro níveo.


- ¿Estás bien? – preguntó con amabilidad

- Si… Es sólo que con las prisas no pude sanarme…

- ¿Sanarte? ¿Estás herida?

- Creo que tengo un par de costillas rotas, solo eso
– dijo mientras aplicaba su magia sobre sí misma.


No tardó más que unos segundos en llenar su cuerpo con su poder sagrado, haciendo que fluyese por cada poro de su piel, sanando sus heridas, incluso la de la mano. Entonces se apoyó contra el respaldo, dándose cuenta de que ya no sentía aquella tirantez ni aquella pequeña protuberancia en su espalda, cosa que la alegró.


-    Y tú.. ¿cómo te encuentras?

-    Cansado, la verdad
– suspiró

-    ¿Puedes contarme que te han hecho?

-    Analizarme.. Querían saber todo acerca de un sacerdote, por lo visto LK tiene un oponente fuerte.

-    Te ha usado para saber sobre mis poderes…

-    ¿Sobre tus poderes? ¿Por qué iba a…?

-    Porque no sabe como vencerme..



Dalanar comenzaba a sentirse un poco inquieto en compañía de aquella elfa. Su intuición le decía que no era una mala persona, pero lo que hasta el momento sabía de ella le aterraba.


-    Seré sincero…. Me das miedo… Acepté ir contigo porque has dicho conocer a  Kureimo. ¿Me llevarás con ella?

-    Si, así se lo prometí



Ya había pasado mucho tiempo desde aquel día, desde su último día con Dalanar… desde que todo había cambiado. Ya se había acostumbrado a la idea de que nunca más volvería a verle. Y su mayor miedo era olvidar su rostro..

No quería estar sola, por lo que se quedó a vivir con sus amigos Lanza y Miau en Los Baldíos y cumplir una pequeña parte de su sueño, abriendo un modesto taller de sastrería en Orgrimmar…

jueves, 9 de abril de 2015

Capítulo 37. Preguntas.


Salió de aquel edificio echando chispas.. ¿Quién se creía aquel elfo para hablarle así? Él podía ser todo lo egocéntrico que quisiera, pero el orgullo de ella podía a cualquier título. 

Lo peor de todo aquello, no era su orgullo o la atracción que sentía por aquel elfo, sino la corrupción que comenzaba a ejercer en su alma la presencia de Agonía de Escarcha y de la cual ella no estaba siendo consciente.



De camino hacia el alto de Krasus se encontró con sus amigos. Ibi la miró con una sonrisa, que se transformó en una mueca de terror..

-    No…. No… No…. – gritó


Pero Elle ni se fijó en ella, continuó caminando con paso firme..

-    Chantarelle… NO!!!!

-    ¿Qué es lo que pasa, Ibi?
– preguntó Theodor sin comprender


-    Por favor, detenedla… 

-    No quiero haceros daño… dejadme ir…
- habló por fin


-    Dios mío…. No lo hagas… no soportaría perderte…

-    Mi testamento está en mi apartamento, en el último cajón de la cómoda, si me pasase algo mi título y todo lo que tengo es tuyo.

-    No quiero nada de eso, quiero a mi hermana!

-    Sólo voy a hablar con él, quiero respuestas…

-    Chantarelle…
- protestó Ibi


-    Ibiza… sé lo que me hago… Confía en mí

Nunca usaba el nombre completo de su hermana, nunca salvo si la situación era tan seria como en aquel momento. Sabía el daño que le estaba causando y que si la cosa salía mal no volvería a verla, pero pese a todo, tenía que intentarlo.

Vestía su habitual ropa oscura, con la gruesa capucha que cubría su rostro, tal y como a ella le gustaba. Ninguno de los caballeros de la muerte osó a cortarle el paso. La elfa invocó su corcel y alzó el vuelo, directa hacia la Ciudadela.



Las dos grandes gárgolas de la entrada la miraban de reojo, sin moverse del sitio, cosa que no era habitual, ya que despedazaban a todo aquel que osase acercarse al edificio. Esta vez iría por la puerta principal, que se abrió al simple contacto de sus manos. Decidió levitar, para ahorrarse caminar a saltos por aquella pila de huesos putrefactos.

Esta vez Lord Tuétano estaba despierto, sus tres cabezas la observaban con interés.


-    Dile a Arthas que quiero verle- su voz sonó tétrica

-    Insignificante elfa… ¿Crees que puedes molestar a mi rey sin vértelas conmigo?



Ella desenvainó su espada y el brillo de fuego helado lo hizo retroceder, dejándole paso… Subió hasta La Aguja, topándose con dos abominaciones que llevaban colgando el cuerpo de un elfo de sangre. Al principio no prestó atención, hasta que algo se despertó en su memoria.. ¿Dalanar?

Siguió en la oscuridad a las abominaciones hasta una escalera descendente, lo que parecía ser una especie de calabozo, donde depositaron al elfo en una fría celda y se marcharon. En sigilo, se acercó a los barrotes, lo suficientemente anchos como para que lograse colarse entre ellos, y se arrodilló junto a él.




Estaba totalmente demacrado, la falta de alimento se hacía patente en su cuerpo, así como heridas fruto de la tortura que ejercían sobre él pero, por suerte, no detectó signos de la plaga u otras enfermedades.

Cerró los ojos y concentró su poder de sanación sobre él, su cuerpo se iluminó con un cautivador brillo dorado, sanándole. Él tosió y abrió sus ojos.

-    ¿Eres Dalanar? – preguntó

-    Si.. ¿Te.. te conozco de algo? – balbuceó

-    No… Pero hay una persona a la que prometí encontrarte

-    ¿Conoces a mi Kure?
– un brillo de ilusión se manifestó en sus ojos


-    Si

-    ¿Está bien? ¿Logró escapar?
– se incorporó


-    Si, están todos bien o eso creo

-    ¿Crees?

-    Sí, no es momento para entrar en detalles. Tengo que sacarte de aquí



El elfo la miró con curiosidad, aquellos ojos azul cristalino y su piel helada.

-    ¿Eres un caballero de la muerte? – preguntó – No, no puedes serlo.. me has curado

-    ¿Acaso importa?
– le dijo caminando hacia la escalera. – Tengo algo que hacer, me imagino que no podrás salir de aquí sólo, así que corre hacia la puerta y espérame allí escondido.

-    ¿Qué es lo que tienes que hacer aquí?

-    Hablar con el Rey

-    ¿Hablar con el rey? Te matará! ¿Estás loca?

-    Necesito respuestas que tal vez sólo él pueda darme


De nuevo en la Aguja, Dalanar descendió en silencio hasta la puerta, decidido a esperarla una hora, tal y como ella le había dicho. Si al cabo de ese tiempo no aparecía, tan sólo tenía que avisárselo a una maga del Kirin Tor llamada Ibi.



Ascendió hasta aquella colosal sala, no sin extrañarse de que ninguno de sus malévolos seres se cruzase en su camino; observando aquel frío asiento de hielo. Su vista quedó clavada en un cuerpo que colgaba, atado de manos y piernas sobre el umbral del trono. Era imposible identificar a aquel ser, pues el cuerpo estaba totalmente quemado, con las grietas del fuego todavía patentes. Un escalofrío recorrió su cuerpo, seguido por una brisa helada.

-    Chantarelle… - su voz sonó helada, como de costumbre

-    Arthas…
- recitó en alto


-    Acudes a mí… ¿Has cambiado de opinión?

-    Jamás…
- su voz resonó en la sala


-    Entonces, ¿a qué has venido?

-    Quiero información…

-    ¿Información?



El Rey Exánime tomó asiento en su trono de hielo, apoyándose sobre su rodilla derecha, y la miró intrigado.


-    ¿Mataste a mis padres por algún motivo en especial?

-    Tu obstinado padre trató de detenerme, matando a uno de mis más valiosos generales. He de reconocer que fue muy valiente. Le ofrecí a su alma unirse a mí, pero lo rechazó mil veces.

-    He visto en tu pozo el alma de mi padre… ¿Qué hay de mi madre?

-    ¿La sacerdotisa?
– Elle asintió- La convertí en banshee y me sirvió durante un tiempo. Después no volví a verla

-    ¿Después de qué?

-    Antes de convertirme del todo en lo que soy, perdí parte de mis poderes… Momento en el cual varios de mis esbirros escaparon a mi control. Ordené acabar con todos, pero no comprobé cuales habían muerto.

-    No sé porqué, no me extraña..



Él la miró de arriba abajo, viendo sus ojos azules, sintiéndola diferente, sintiéndola más como él, lo que le hizo esbozar aquella sonrisa siniestra.


-    Ahora preguntaré yo…  ¿A qué vienen tantas preguntas? ¿No te da miedo estar aquí?

-    No.. no te tengo miedo… Mi destino es terminar contigo

-    Y, sin embargo, vienes a preguntarme cosas..

-    Quiero saber quien me quitó mis poderes…



Un brillo de curiosidad se manifestó en sus ojos muertos, como si acabase de encontrar la pieza que faltaba en su puzzle. Había explorado hasta la saciedad los poderes de aquel sacerdote que habían capturado en Jaedenar, sin terminar de comprender la naturaleza de los poderes de aquella elfa.


-    Dices.. ¿Qué te quitaron tus poderes? 

-    Si

-    Y quieres recuperarlos…

-    Si

-    ¿Para qué? Si lo que yo te ofrezco es mucho más de lo que tendrías jamás

-    Tu poder es maléfico

-    Puede que lo sea, pero tú también estás corrompida por él.

-    Eso no es cierto

-    Dime entonces porqué tus ojos lucen tan azules y muertos como los míos… cómo el color de tu piel y tu pelo se aclara poco a poco. Eres como yo… y pronto lucharás a mi lado. 



Se levantó e invocó a Agonía de Escarcha a sus manos, la espada apareció girando en el aire hasta posarse sobre su mano; después se la tendió a ella.

-    Tócala…

¿Realmente le estaba ofreciendo su espada? Insegura a la vez que atraída, se acercó a él y sujetó la espada por la empuñadura. Una sacudida de frío la proyectó con fuerza hacia atrás, haciendo que chocase contra una de las columnas de hielo de la sala. Sintió el sabor de la sangre en su boca y un profundo dolor en las costillas.

Él la miraba complacido, tendiéndole su mano para ayudarla a levantarse, cosa que ella rehusó. De su mano derecha caían gotas de sangre, que se escurrían entre sus dedos antes de gotear sobre el suelo de hielo. Se sentía débil, la cabeza le daba vueltas hacia los lados, pero logró mantenerse de pie.


-    ¿Por qué? – preguntó

-    ¿Me preguntas el por qué? Dime… ¿Por qué la has tocado? No has podido resistirte… Has pensado en sujetarla y clavarla en mi pecho… Y ella se ha alimentado de ese odio.


Cogió con fuerza la mano de ella, obligándola a poner la palma hacia arriba.  En ella seguía manando su sangre, a través de una quemadura que se estaba cubriendo de hielo.

-    No…

-    Tú la haces fuerte, y ella te hace fuerte a ti… Pero todo poder tiene un precio.

-    No… no….
– maldijo


La elfa echó a correr hacia la puerta, huyendo tan rápido como sus pies le permitían. Él no se molestó en seguirla, pues sabía que, tarde o temprano, volverían a verse….

miércoles, 1 de abril de 2015

Capítulo 36. Castigo



Ella siguió avanzando, hasta que Kareth se situó ante ella, cortándole el paso, sujetando sus manos con las suyas, sin apretar, hasta que las colocó a cada lado de su cuerpo y ella dejó caer la espada. El contacto con el cuerpo de él hizo que remitiese el poder de Agonía poco a poco.



Su cuerpo comenzó a estremecerse y las cálidas manos del príncipe pasaron a sujetarla por la cintura, ejerciendo más calor sobre su cuerpo. Ya con el control absoluto sobre sí misma, comenzó a llorar desconsolada, abrazándole. Kareth la apretó con dulzura contra su pecho, acariciando su melena, que había recuperado su color de siempre.




-          Ya ha pasado… - susurraba Kareth 




Entonces, ella perdió el sentido de nuevo… 



Con la elfa en sus brazos, se aproximó al lugar en el que Thelarien seguía gimoteando.




-          Se lo que has hecho Thelarien… Y pagarás por ello..

-           

-          ¿Y ella qué? Es una maldita psicópata! – discutió

-           

-          Ella no te incumbe y no te atrevas a volver a mencionarla – le miró con desprecio





Tardó varios días en despertar… Cuando lo hizo, sus compañeros ya habían completado con éxito la misión en la Puerta de la Cólera y habían regresado a Dalaran. El resto de tropas de paladines habían vuelto ya a casa, a excepción del equipo de Kareth Theron, que permanecía en la ciudad mágica siguiendo órdenes de su capitán.




El sol se colaba por un pequeño hueco entre los gruesos cortinones violetas, iluminando la habitación. Se sentía agotada pero, aún así, se forzó a levantarse.

En un sillón cercano dormía Kareth, con aquella faz afable.



Su corazón latió con fuerza; tratando de controlar los impulsos de acercarse, se asomó al balcón, desde el cual se veía todo Dalaran, con vistas al Bosque  Canto de Cristal y la Ciudadela.



Suspiró hondo, disfrutando de los rayos de sol sobre su piel, curiosamente, aquella mañana no la molestaban.





-          Buenos días – oyó detrás


-          Hola.. – respondió casi en un susurro


-          ¿Tienes hambre?


-          No.. – se sintió extrañamente vergonzosa


-          Llevas cuatro días durmiendo, deberías comer algo..


-          ¿Cuatro? – se sobresaltó – Pero.. la misión..


-          La expedición ha vuelto ya con éxito, de hecho los equipos han vuelto a sus casas. – vio su cara de preocupación – Tus amigos siguen preocupados, esperando noticias.


-          - ¿Qué ha pasado con Thelarien? – fue directa al grano


-          Cumple su condena en la cárcel de Tierras Fantasma. Me he encargado personalmente de que pague por lo que hizo. – anunció con orgullo





La elfa suspiró, algo más relajada, apoyando su espalda contra la barandilla.




-          ¿Por qué haces todo esto? – preguntó sin alzar la vista

-           

-          ¿El qué?

-           

-          Preocuparte por mí.. – dijo en voz baja

-           

-          ¿Sinceramente? Creerás que estoy loco, pero no lo se.. – reconoció – Desde la

-          primera vez que te vi en Trabalomas algo se despertó en mí. – se acercó a ella – Y no pasa un solo día en el que no recuerde tu mirada…




Con suavidad, levantó el mentón de ella, obligándola a mirarle… De nuevo sus miradas se fundieron..




-         - Mataría por un beso tuyo en este momento… aunque después me matases tu a mí… - susurró





Su corazón golpeaba su pecho… Él había retirado ya la mano de su mentón pero seguía cerca, mirándola… Ella bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior…



-         - Será mejor que.. – dijo Kareth separándose


-         - Hazlo.. – susurró ella


-        -  ¿Qué?


-        -  Hazlo… bésame..



Popcorn volvió sobre sus pasos, un poco temeroso aún por la posible reacción de ella, pero esta  no se movió… Con delicadeza deslizó sus dedos entre su cabello, acercando despacio sus labios a los de ella hasta fundirse en un beso. Ella le correspondió, separándose de la barandilla, momento en el que Kareth colocó una mano en su cintura y deslizó la otra por su espalda, para reunirse con su compañera. El roce de su mano caliente sobre la cicatriz provocó en ella una sensación extraña, cálida, acogedora…




Permanecieron así durante varios minutos, él sujetándola por la cintura, ella apoyada sobre los brazos de él, con los ojos cerrados, disfrutando de aquel extraño sentimiento, de aquella atracción tan fuerte. Hasta que unos sonoros golpes en la puerta rompieron el clímax. Fue ella quien se separó con lentitud, abriendo de golpe los ojos, que se toparon con los ojos azules de él, que estaba sonriendo. Ella, con cierta timidez, le devolvió la sonrisa mientras el elfo acudía a abrir la puerta.




-        -  ¿Por qué tardaste tanto en abrir? – preguntó con impaciencia Kredis


-         - Esto… yo… - titubeó


-        -  Oh, ya veo… - le miró con una sonrisa pícara- ¿Cómo se encuentra?


-         - Si hablas de mí, estoy bien – se acercó seria - ¿Dónde está mi equipo?


-         - En la posada, esperando noticias tuyas – respondió cordialmente. – Iré a anunciarles que estás despierta.


-        -  Gracias, diles que ahora iré





El paladín, contrariado de recibir órdenes de aquella extraña, miró a su capitán que asintió, dejándoles de nuevo solos.




-        -  ¿Te vas?


-        -  Si


-        -  ¿Por qué?


-         - Tengo que hacerlo, he de volver a mi lugar


-        -  Tu lugar no está en Acherus, Nyn… No eres un caballero de la muerte! 


-        -  No sé ni lo que soy.. Kareth…- suspiró – Sólo sé que hasta ahora es el único lugar en el que me encuentro cómoda.


-        -  ¿Por qué no vuelves a Lunargenta?


-        -  ¿A Lunargenta? ¿Para qué? – de nuevo su rostro mostraba el dolor 


-        -  Conmigo…


-        -  Kareth… no me conoces, ni siquiera sabes mi verdadero...- se llevó las manos a la boca


-        -  ¿Tu verdadero qué? – cuestionó


-       -   Pasado… - tardó en responder


-        -  Cuéntamelo


-         - No…


-        -  ¿Por qué?


-        -  Ni puedo contártelo ni puedo volver a Lunargenta, ni siquiera tú podrías salvarme.


-       -   ¿Salvarte de qué?


-        -  De mi perdición





Presa de los sentimientos que estaba experimentando, le dio la espalda... Él, molesto, la giró con brusquedad, quedando de nuevo frente a frente.




-        -  Cuéntamelo, te lo ordeno – le salió decir


-         - ¿Me lo ordenas? – le miró muy seria -  Príncipe Theron… mi familia tenía tanto poder como la tuya, hasta que alguien terminó con ella… - habló con dureza – Y si yo quisiera tendría muchísimo más poder del que tú tendrás jamás… No tendrías más remedio que hincar tu obstinada rodilla de elfo ante mi presencia…


-        -  ¿Qué insinúas? – se sintió ofendido


-        -  Controla tu ego… nunca sabes con quien puedes estar hablando… - trató de controlar su rabia – Y ahora si, me voy


-         -  Nyn espera… - trató de pararla




Pero la elfa abrió la puerta y salió, dejándolo con un sonoro portazo..




-          Joder… soy imbécil.. - exclamó