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“Bien,
hemos llegado” – Anunció descendiendo.
Llevaban
varios días de viaje, sobrevolando territorios de la alianza y el Paso de la
Muerte, zonas demasiado peligrosas como para descender en busca de agua o
alimento. Desde la altura, habían podido apreciar la magnitud de Ventormenta,
así como el gran número de soldados que entrenaban. Era allí donde estaba la
otra gran escuela de paladines, anteriormente presidida por el gran Uther el
Iluminado. Curiosamente, aquel hombre había enseñado a Arthas a ser paladín… y
este se lo había pagado terminando con su vida. Quiuyue le contó que a Uther lo
mató él mismo y que, como ofrenda, erguió un monumento en las Tierras de la
Peste. Aquello había sido antes de convertirse por completo en el Rey Exánime.
A Nyn se le revolvió el estómago sólo de pensarlo…
El
terreno sobre el cual estaban desciendo era árido, muy árido. La tierra
presentaba un aspecto pardusco, quemada y el aire olía a azufre. Quiuyue notó
la incomodidez de su acompañante
-
“
Se que no te va a resultar agradable, pero es de eso de lo que se trata…
Respira hondo”
Elle
no se quejó, de nada iba a servir. El poco tiempo que llevaba con la dragona
había bastado para comprender que tenían, quizá, demasiado en común, a pesar de
las diferencias obvias que le había llevado a convertirse en lo que era.
A
pesar de todo, una vez en el suelo no se estaba tan mal, pues el calor tendía a
ascender. Pero no había restos de ninguna planta, de ningún animal y, menos
todavía de ningún humanoide. Quiuyue ya había adoptado su forma élfica y
caminaba decidida, ella la siguió.
-
¿Dónde
estamos? – preguntó
-
En
la Garganta de Fuego
-
Ehmm…
si, curioso nombre.
-
Esta
era una tierra fértil hace siglos.
-
¿Pelea
de dragones? – quiso adivinar
-
No,
Ragnaros… y Nefarian – dijo en voz baja – Es una zona apenas poblada, aunque
hay un pequeño asentamiento de la horda, allí nos hospedaremos. – la miró con
expresión cansada – Y mañana mismo empezaremos con tu entrenamiento.
Había crecido en Sen'jin y mudado muy joven a Orgrimmar, donde hizo sus estudios de sacerdotisa, pero no le gustó aquel afán bélico de Thrall, por lo que pidió en traslado. Al poco de llegar a la capital élfica, encontró trabajo en el lugar que más le gustaba, la biblioteca. Allí fue donde conoció a Morgan, otro apasionado por la lectura.
Era una tarde calurosa, pero gracias a los grandes ventiladores del techo la estancia estaba fresca. Morgan llegó, acalorado, en días como aquel odiaba portar aquella armadura.
- Morgan! - saludó Yainna desde las alturas
- Hola Yainna!
- ¿Placer u obligación?
- ¿Cómo dices? - ella descendió
- ¿Hoy me visitas por el placer de la lectura o por obligaciones?
Morgan rió, aunque sin poder evitar mostrar un gesto de resignación.
- Aaaay Morgan! Cuando seas un hombre menos ocupado estáis invitados a cenar en mi casa. - sonrió
- Espero que pronto, Yainna! Tengo la impresión de que encontraré pronto lo que busco.
- Por fin tienes información sobre nuestra chica misteriosa? – preguntó intrigada
- Poca… he hablado con su hermana, que realmente es su hija adoptiva.
- ¿Qué? Si por lo que has dicho es joven, ¿cómo puede…?
- Una irregularidad… Y la chica no puede mentir, es maga del Kirin Tor.
- Entonces solo hay dos opciones, o que nuestra chica tenga un amigo importante, o que ella sea alguien importante.
- Eso ya lo he pensando, Yainna, y me he quedado en las mismas.
Kareth Theron resopló con fastidio… Llevaba un día agotador y ella era la persona con la que menos quería toparse.
-
Tienes
dos minutos… - accedió, resignado.
-
Punto
número 1, ¿Qué es eso de que Thelarien está en prisión por orden directa tuya? Es uno de mis mejores
paladines.
-
Thelarien
está encerrado por un crimen grave, Sweetness.
-
¿Y
qué clase de crimen? Si puede saberse
-
Violación
-
¿Habrá
juicio?
-
No…
-
¿No?
¿Desde cuándo no se celebran juicios?
-
Desde
que un mago del Kirin Tor me mostró lo sucedido. – aquello empezaba a
molestarle - ¿Algo más?
-
Sí…
¿Qué hay de lo nuestro? Ya ni me llamas, me evitas a toda costa…
-
Sweet,
entre tú y yo no hay nada… Salimos juntos una temporada, pero no sentimos lo
mismo…
-
Pero
tú y yo… - sus palabras se entrecortaban
-
Sweet,
no me hagas quedar como un cabrón, ni me montes una escena… Pero siento algo
por otra persona..
-
¿No
estaba muerta? ¿O ya es otra?
-
Eso
es algo a lo que no pienso responder… - la apartó con suavidad. – Ah, y dile a
tu hermano que deje de soltar amenazas por ahí. Nunca me he servido de mi
título para hacerme respetar, así que no me gustaría tener que hacerlo.
- Basta!!! – gritó
Pero sus gritos eran en vano… El fuego la rodeaba por completo, produciéndole aquella desagradable sensación, que contrastaba con su piel fría, quemándola. Por suerte, esta se regeneraba de inmediato, aunque no aliviaba su cuerpo, que cada vez estaba más dolorido.
-
Para!
-
Quiuyue,
para, por favor!
Chantarelle se despertó y la miró con aquellos ojos azules, pero la dragona ya no percibía aquel hielo, sino algo más.. algo bueno.
-
Se
que quizás esté siendo dura contigo… pero tenemos poco tiempo..
-
¿Por
qué haces esto?
-
¿A
qué te refieres?
-
Dices
querer ayudarme… y tratas de hacerme arder..
-
Chantarelle…
todavía no lo entiendes, ¿verdad?
-
¿Qué
he de entender?
-
El
porqué Arthas te quiere a su lado…
Ella calló, todavía sin entender muy bien a qué se refería.
-
Verás,
mi pequeña niña, nadie suele sobrevivir a un ataque de esa espada, ni nadie
sale con vida de la Ciudadela… Tu marcas esa excepción, y has logrado controlar
el poder de Agonía… de la misma manera que, habiendo sido envenenada para
dejarte sin poderes, has logrado despertar otros. – hizo una pausa – Ahora
dime… ¿qué pasaría si recuperases tus poderes? Que junto con los de Agonía,
serías el único ser que podría vencerle…
-
¿Y
si fallo.. de nuevo?
-
Lo
único que podría hacerte fallar sería que dejases de ser tú…
-
Cuando
te envenenaron, usaron una planta venenosa llamada vid de pesadilla, que sólo
crece en Valle Sombraluna, esa planta fue creada por los dragones para
controlar el creciente poder de los demonios invocados por Illidan… - Elle abrió mucho los ojos - ¿Entiendes
ahora por qué quiero quemarte?
-
Porque
tu fuego es lo único que puede acabar con ese veneno…
-
Y
porque eres el único ser al que se le puede quitar ese veneno… Un demonio o un
mortal cualquiera no sobreviviría a una sola llamarada de fuego de dragón.