lunes, 24 de agosto de 2015

Capítulo 47. Desierto de arena, fuego y hielo.



-          “Bien, hemos llegado” – Anunció descendiendo.




Llevaban varios días de viaje, sobrevolando territorios de la alianza y el Paso de la Muerte, zonas demasiado peligrosas como para descender en busca de agua o alimento. Desde la altura, habían podido apreciar la magnitud de Ventormenta, así como el gran número de soldados que entrenaban. Era allí donde estaba la otra gran escuela de paladines, anteriormente presidida por el gran Uther el Iluminado. Curiosamente, aquel hombre había enseñado a Arthas a ser paladín… y este se lo había pagado terminando con su vida. Quiuyue le contó que a Uther lo mató él mismo y que, como ofrenda, erguió un monumento en las Tierras de la Peste. Aquello había sido antes de convertirse por completo en el Rey Exánime. A Nyn se le revolvió el estómago sólo de pensarlo…



El terreno sobre el cual estaban desciendo era árido, muy árido. La tierra presentaba un aspecto pardusco, quemada y el aire olía a azufre. Quiuyue notó la incomodidez de su acompañante



-          “ Se que no te va a resultar agradable, pero es de eso de lo que se trata… Respira hondo”



Elle no se quejó, de nada iba a servir. El poco tiempo que llevaba con la dragona había bastado para comprender que tenían, quizá, demasiado en común, a pesar de las diferencias obvias que le había llevado a convertirse en lo que era.



A pesar de todo, una vez en el suelo no se estaba tan mal, pues el calor tendía a ascender. Pero no había restos de ninguna planta, de ningún animal y, menos todavía de ningún humanoide. Quiuyue ya había adoptado su forma élfica y caminaba decidida, ella la siguió.



-          ¿Dónde estamos? – preguntó


-          En la Garganta de Fuego


-          Ehmm… si, curioso nombre.


-          Esta era una tierra fértil hace siglos.


-          ¿Pelea de dragones? – quiso adivinar


-          No, Ragnaros… y Nefarian – dijo en voz baja – Es una zona apenas poblada, aunque hay un pequeño asentamiento de la horda, allí nos hospedaremos. – la miró con expresión cansada – Y mañana mismo empezaremos con tu entrenamiento.





Yainna estaba subida en lo alto de la escalera, colocando en orden los tomos de una enciclopedia, pues algún gracioso  la había desordenado.  Era una de las pocas cosas que odiaba de su trabajo y que le daba más de un quebradero de cabeza; pero por el resto le gustaba. Era una apasionada de la historia, una auténtica erudita, y por eso había llegado a Lunargenta, donde había una de las mejores bibliotecas.

Había crecido en Sen'jin y mudado muy joven a Orgrimmar, donde hizo sus estudios de sacerdotisa, pero no le gustó aquel afán bélico de Thrall, por lo que pidió en traslado. Al poco de llegar a la capital élfica, encontró trabajo en el lugar que más le gustaba, la biblioteca. Allí fue donde conoció a Morgan, otro apasionado por la lectura. 


Era una tarde calurosa, pero gracias a los grandes ventiladores del techo la estancia estaba fresca. Morgan llegó, acalorado, en días como aquel odiaba portar aquella armadura.


- Morgan! - saludó Yainna desde las alturas

- Hola Yainna! 


- ¿Placer u obligación? 


- ¿Cómo dices?
- ella descendió


- ¿Hoy me visitas por el placer de la lectura o por obligaciones?



Morgan rió, aunque sin poder evitar mostrar un gesto de resignación.

- Aaaay Morgan! Cuando seas un hombre menos ocupado estáis invitados  a cenar en mi casa. - sonrió 

- Espero que pronto, Yainna! Tengo la impresión de que encontraré pronto lo que busco.

- Por fin tienes información sobre nuestra chica misteriosa? – preguntó intrigada

- Poca… he hablado con su hermana, que realmente es su hija adoptiva.

- ¿Qué? Si por lo que has dicho es joven, ¿cómo puede…?

- Una irregularidad… Y la chica no puede mentir, es maga del Kirin Tor.

- Entonces solo hay dos opciones, o que nuestra chica tenga un amigo importante, o que ella sea alguien importante.

- Eso ya lo he pensando, Yainna, y me he quedado en las mismas.




 
 
- Tenemos que hablar! – se plantó delante de él, impidiéndole el paso.


Kareth Theron resopló con fastidio… Llevaba un día agotador y ella era la persona con la que menos quería toparse.


-          Tienes dos minutos… - accedió, resignado.


-          Punto número 1, ¿Qué es eso de que Thelarien está en prisión por  orden directa tuya? Es uno de mis mejores paladines.


-          Thelarien está encerrado por un crimen grave, Sweetness.


-          ¿Y qué clase de crimen? Si puede saberse


-          Violación


La elfa, a pesar de su enfado, se quedó de piedra al escuchar aquella palabra salir de su boca. Thelarien era un buen guerrero, sí, pero también había oído algún rumor sobre que el chico se había aprovechado de una de sus amigas.
 

-          ¿Habrá juicio?


-          No… 


-          ¿No? ¿Desde cuándo no se celebran juicios?


-          Desde que un mago del Kirin Tor me mostró lo sucedido. – aquello empezaba a molestarle - ¿Algo más?


-          Sí… ¿Qué hay de lo nuestro? Ya ni me llamas, me evitas a toda costa…


-          Sweet, entre tú y yo no hay nada… Salimos juntos una temporada, pero no sentimos lo mismo…


-          Pero tú y yo… - sus palabras se entrecortaban


-          Sweet, no me hagas quedar como un cabrón, ni me montes una escena… Pero siento algo por otra persona..


-          ¿No estaba muerta? ¿O ya es otra?


-          Eso es algo a lo que no pienso responder… - la apartó con suavidad. – Ah, y dile a tu hermano que deje de soltar amenazas por ahí. Nunca me he servido de mi título para hacerme respetar, así que no me gustaría tener que hacerlo.




- Basta!!! – gritó


Pero sus gritos eran en vano… El fuego la rodeaba por completo,  produciéndole aquella desagradable sensación, que contrastaba con su piel fría, quemándola. Por suerte, esta se regeneraba de inmediato, aunque no aliviaba su cuerpo, que cada vez estaba más dolorido.



-          Para!


Elle gritaba, tratando de proteger su rostro con sus manos.  Aquel calor hacía que respirar fuese casi imposible.



-          Quiuyue, para, por favor!


Pero la dragona siguió exhalando aquel poderoso fuego rojizo que la lastimaba. Inconsciente, mordió con fuerza su labio inferior, rasgándolo. Sintió entonces el sabor de su propia sangre, que le pareció tremendamente dulce. Pero su cuerpo no soportó más aquello… y perdió el conocimiento.




Quiuyue había tendido su cuerpo en la cama y la miraba con lástima. No pudo evitar sentirse culpable, no llevaban más que unos días en aquel lugar y no había hecho más que lastimarla, pero estaba convencida de que su fuego podría despertar los poderes de ella. Por alguna extraña razón creía en esa chica y se sentía vinculada con ella de alguna manera.  Su cabezonería le recordó mucho a la de él…


Chantarelle se despertó y la miró con aquellos ojos azules, pero la dragona ya no percibía aquel hielo, sino algo más.. algo bueno.



-          Se que quizás esté siendo dura contigo… pero tenemos poco tiempo..


-          ¿Por qué haces esto?


-          ¿A qué te refieres?


-          Dices querer ayudarme… y tratas de hacerme arder..


-          Chantarelle… todavía no lo entiendes, ¿verdad?


-          ¿Qué he de entender?


-          El porqué Arthas te quiere a su lado…


Ella calló, todavía sin entender muy bien a qué se refería.



-          Verás, mi pequeña niña, nadie suele sobrevivir a un ataque de esa espada, ni nadie sale con vida de la Ciudadela… Tu marcas esa excepción, y has logrado controlar el poder de Agonía… de la misma manera que, habiendo sido envenenada para dejarte sin poderes, has logrado despertar otros. – hizo una pausa – Ahora dime… ¿qué pasaría si recuperases tus poderes? Que junto con los de Agonía, serías el único ser que podría vencerle… 


-          ¿Y si fallo.. de nuevo?


-          Lo único que podría hacerte fallar sería que dejases de ser tú…


No quiso contarle sus sospechas, eso era algo que descubriría junto con los poderes de ella, si lograban liberarlos. Quiuyue confiaba en ella, pero, de estar en lo cierto, un ardúo temor la invadió…


-          Cuando te envenenaron, usaron una planta venenosa llamada vid de pesadilla, que sólo crece en Valle Sombraluna, esa planta fue creada por los dragones para controlar el creciente poder de los demonios invocados por Illidan…  - Elle abrió mucho los ojos - ¿Entiendes ahora por qué quiero quemarte?


-          Porque tu fuego es lo único que puede acabar con ese veneno…


-          Y porque eres el único ser al que se le puede quitar ese veneno… Un demonio o un mortal cualquiera no sobreviviría a una sola llamarada de fuego de dragón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario