miércoles, 11 de mayo de 2016

Capítulo 67. La naturaleza de las cosas



Nitro percibía la gran culpabilidad que su amigo experimentaba y el gran dolor de verla así, pero no conseguía leer la mente de ella…

-          Eto no es normal… - habló la chamana

-          Lo sé…

-          Yo me quedo aquí – dijo temerosa 


Nitro tomó su forma de tauren para no atemorizar a ninguno de los presentes, pues se notaba una gran presión en el ambiente. Su pelaje blanco brillaba con el sol.


-          Kareth, ¿Va todo bien? – preguntó con tranquilidad


Él lo miró con una expresión confusa en su rostro, arrodillado junto a la elfa, que seguía escupiendo sangre


-          No puedes sanarla… porque le hace.. ¿daño? – leyó en su mente

-          No se que hacer, Nitro – el druida la miró

-          No trates de leer mi mente, druida… Eso conmigo no funciona…

-          Sólo hay dos seres con los que mi empatía no funciona… los dragones – miró a Quiuyue – y los no-muertos…  ¿Qué eres tú?

-          Ni una cosa ni la otra… - trató de ponerse en pie.


Torpemente lo consiguió, aunque Kareth Theron la sujetó para que no perdiese el equilibrio. Pero en su espalda se formó el halo azulado de dos poderosas alas, que se agitaron y se plegaron sobre ella, envolviéndola. Kareth tuvo que soltarla, abrumado por el intenso poder que emanaba. Desde su interior, una voz masculina, tranquilizadora, le susurraba palabras en un idioma desconocido, sanándola por completo.


-          Esto es….  Por los dioses.. Elle… - Kareth se entrecortaba, anonadado


Chantarelle permaneció en silencio, sin comprender que era lo que estaba sucediendo. Miró a Quiuyue, que todavía estaba con Evannor, pero esta le devolvió la mirada, con una leve sonrisa. Aquellas etéreas alas desaparecieron, fundiéndose de nuevo con su cuerpo, instantes antes de que varios curiosos se acercasen al lugar.




Morgan se había detenido en las puertas del cementerio, petrificado, invadido por los sentimientos que estaba experimentando. No había visto nada de la pelea, ni a la imponente dragona. Pero toda magia dejaba un rastro, y las partículas arcanas quedaban suspendidas en el aire, proporcionándole al lugar un efímero brillo.

Veía a Kareth, con aquellas heridas en su rostro, que miraba embelesado a la elfa que tenía junto a él, al lado de la estatua de su mentor, Adanahel. Entonces lo vio tan claro…. Era ella… Aquella era la pequeña que había encontrado no muy lejos de allí dieciséis años antes, la pequeña a la que había tratado de adoptar, la pequeña por la que tanto hubiese dado…

-          Lady Chantarelle…. – susurró para sí..

No quiso acercarse, por respeto a Kareth y a ella. La pelea parecía haber sido dura, aunque le hubiese gustado verla pelear, si es que poseía las increíbles capacidades que había tenido su padre. ¿O sería una increíble sanadora como Lady Nyniel? Miles de preguntas que hacerle se le venían a su mente. Necesitaba hablar con ella, decirle que su madre estaba viva…


Kareth la tomó de las manos, pero ella rehusaba a mirarle, estaba muy confusa. Tendría que sentirse agotada, pero no lo estaba. Esa voz, ese susurró interior la había revitalizado por completo. Pero no era algo malo, el espectro de Agonía se había silenciado por completo, refugiado en lo más oscuro de su alma.

-          Por los dioses Elle… ¿Cómo no me lo habías dicho? ¿Cómo no me has dicho que eras una dama de Lunargenta? – exclamó Kareth

-          ¿Una dama? Es más que eso… - la anciana se volvió hacia ellos

Aparentaba bastante edad, con aquel moñete en lo alto de la coronilla y sus cabellos ya blancos, pero sus ojos verdes resaltaban en aquella tez, que algún día fue hermosa. Quiuyue, caminó ávida hacia ella, frenando sus palabras..

-          No es el momento, Evannor…

-          ¿Y cuando lo es? ¿Después de la muerte? Ella debe saberlo

-          No es el momento, no aquí…. – repitió la dragona

-          ¿El momento de qué? – habló Chantarelle

-          De que sepas la verdad…


-          Mi hermana tenía tan sólo cinco años cuando el Rey Exánime atacó la Ciudad de Lunargenta, sus padres eran elfos nobles, poderosos, y los primeros en sucumbir bajo el acero de Agonía de escarcha – narraba Ibi – Yo aún no había nacido, pero como sabrás, el vínculo con mi hermana me permitió ver cosas. Su armadura era negra, adornada con calaveras y bajo aquel casco, aquellos ojos azules, muertos resaltaban, también se apreciaba algún mechon de pelo largo, casi blanco…

-          Continúa – Jaina se sentó junto a ella

-          Desde aquel día, su vida fue una catástrofe… lo perdió todo… y las cosas fueron de mal en peor – se ahorró detalles – Se puso en contacto con alguien que la llevó a Dalaran y, desde ahí, se adentró en la Ciudadela. No me quiso narrar todos los detalles, pero logró llegar a donde dormía el Exánime y atravesar su pecho con la espada, pero él no murió… Se despertó y lucharon y, en un mal paso de mi hermana, él la hirió gravemente, produciéndole una cicatriz que cruzaba su espalda de arriba abajo.
 
Ashytaka miraba a las dos mujeres, aterrorizado por la historia que narraba la maga.

-          Asustada y temerosa de morir a manos del asesino de sus padres, mi hermana tomó la determinación de saltar al vacío por uno de los ventanales y así lo hizo.

-          Por la Luz…

-          No se como logró sobrevivir a la caída, pero unos caballeros de la espada de ébano la encontraron y curaron. Pero ya no volvió a ser la misma.

-          ¿Murió? ¿Se convirtió en necrófago? – se atrevió a preguntar la humana

-          Ohh nono….  Su cuerpo comenzó a cambiar, su piel se enfrió y comenzó a tener sueños, el Rey Exánime le hablaba a través de ellos, tratando de dominar su mente.

-          ¿Por qué? Si ella logró huír.. – preguntó Ashytaka

-          Porque Agonía de Escarcha se alimentó del alma de su hermana – respondió Jaina

-          Si, y mi hermana asimiló parte del poder de Agonía

-          Eso es…

-          ¿Imposible? No… - Ibi la miró  y continuó – Cuando volví a verla fue en Dalaran, había logrado volver a Rasganorte infiltrada con unos caballeros de la muerte en una expedición de Lunargenta. Sus ojos verdes cambiaban de color cada vez que Agonía trataba de apoderarse de su cuerpo, sus poderes sagrados eran poderes de hielo. Y, no se bien que fue lo que pasó, o cuales fueron los motivos, pero ella volvió a la Ciudadela en busca de respuestas.

Jaina tragó saliva, nerviosa.

-          Se que salió de allí con vida, pues encontré una nota en mi dormitorio, pero la pluma con la que fue escrita estaba manchada de sangre, aunque una fina capa de hielo la cubría.

-          ¿Qué decía la nota? – quiso saber Jaina

-          En ella me pedía perdón… Me decía que tenía que alejarse de mí por miedo a hacerme daño… y que quería hacerse fuerte, pues su alma solo quedaría libre si lograba vencer a Arthas. – no pudo contener sus lágrimas

Jaina procesaba la información con el rostro totalmente blanco… pasaron unos segundos en silencio…

-          En estos casos… el procedimiento es que te inspeccione un mago de alto rango… - comenzó a hablar – Pero creo que no será necesario

-          No estoy mintiendo, Lady Jaina. Me desnudaré ahora mismo si es necesario – miró ruborizada al cazador.

-          Lo sé, Ibiza. Y ahora comprendo muchas cosas… - las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-          He acudido a vos, porque es la única persona con vida que conocía a Arthas… y quizá quien tenga la clave para vencerle.

-          Yo amaba a Arthas más que a mi propia vida, soñaba con convertirme en su esposa y reinar juntos Lordaeron… Pero sus ideas de hacer el bien comenzaron a alejarse del bien, y fue volviéndose loco… Supimos que estaba bajo en influjo del rey Exánime, pero no que se habia convertido en Él.

-          Me imagino que esto debe ser muy duro..

-          Sí… La pérdida fue dura, pero en este momento hubiese preferido saberlo muerto… y no convertido en… eso- hizo una pausa. – Ibiza, lo que me dices de tu hermana es cierto y ha logrado dominar en parte los poderes de Agonía… Él querrá convertirla en algo como él…  y si eso ocurre, tendremos que matarla.

 - NOOOOOOO!!!!! – su voz sonaba ronca en el grito – No puede ser! No!!!!!

Piptai estaba oculto debajo de la mesa, cubriéndose sus largas orejas con las manos, para tratar de amortiguar el sonido. El enorme demonio caminaba de un lado a otro, negando con la cabeza. 

-          Llevo 21 años tratando de hacerme con su maldito poder…. Estaba tranquilo, cuando creía que esa mocosa había muerto, estaba tranquilo cuando me dijiste que habías despertado a Terokk….. – gruñía…

-          No es mi culpa, mi señor…

-          Ya se que no es tu culpa, Piptai. Puedes estar tranquilo…. – apoyó sus garras en la mesa – Todo es culpa de esa maldita dragona…. Ella siempre ha estado en medio, siempre arruinando mis planes..

-          ¿Planeas matarla? 

-          Idiota! No se puede matar a un dragón! O al menos no con estos poderes…

-          ¿Entonces?

-          Me ocuparé de ella, de otra forma… - sus dientes brillaron en la penumbra