Nitro percibía la gran culpabilidad que su amigo experimentaba y el gran dolor de verla así, pero no conseguía leer la mente de ella…
-
Eto
no es normal… - habló la chamana
-
Lo
sé…
-
Yo
me quedo aquí – dijo temerosa
-
Kareth,
¿Va todo bien? – preguntó con tranquilidad
-
No
puedes sanarla… porque le hace.. ¿daño? – leyó en su mente
-
No
se que hacer, Nitro – el druida la miró
-
No
trates de leer mi mente, druida… Eso conmigo no funciona…
-
Sólo
hay dos seres con los que mi empatía no funciona… los dragones – miró a Quiuyue
– y los no-muertos… ¿Qué eres tú?
-
Ni
una cosa ni la otra… - trató de ponerse en pie.
-
Esto
es…. Por los dioses.. Elle… - Kareth se
entrecortaba, anonadado
Morgan se había detenido en las puertas del cementerio, petrificado, invadido por los sentimientos que estaba experimentando. No había visto nada de la pelea, ni a la imponente dragona. Pero toda magia dejaba un rastro, y las partículas arcanas quedaban suspendidas en el aire, proporcionándole al lugar un efímero brillo.
Veía a Kareth, con aquellas heridas en su rostro, que miraba embelesado a la elfa que tenía junto a él, al lado de la estatua de su mentor, Adanahel. Entonces lo vio tan claro…. Era ella… Aquella era la pequeña que había encontrado no muy lejos de allí dieciséis años antes, la pequeña a la que había tratado de adoptar, la pequeña por la que tanto hubiese dado…
-
Lady
Chantarelle…. – susurró para sí..
Kareth la tomó de las manos, pero ella rehusaba a mirarle, estaba muy confusa. Tendría que sentirse agotada, pero no lo estaba. Esa voz, ese susurró interior la había revitalizado por completo. Pero no era algo malo, el espectro de Agonía se había silenciado por completo, refugiado en lo más oscuro de su alma.
-
Por
los dioses Elle… ¿Cómo no me lo habías dicho? ¿Cómo no me has dicho que eras
una dama de Lunargenta? – exclamó Kareth
-
¿Una
dama? Es más que eso… - la anciana se volvió hacia ellos
Aparentaba
bastante edad, con aquel moñete en lo alto de la coronilla y sus cabellos ya
blancos, pero sus ojos verdes resaltaban en aquella tez, que algún día fue
hermosa. Quiuyue, caminó ávida hacia ella, frenando sus palabras..
-
No
es el momento, Evannor…
-
¿Y
cuando lo es? ¿Después de la muerte? Ella debe saberlo
-
No
es el momento, no aquí…. – repitió la dragona
-
¿El
momento de qué? – habló Chantarelle
-
De
que sepas la verdad…
-
Mi
hermana tenía tan sólo cinco años cuando el Rey Exánime atacó la Ciudad de
Lunargenta, sus padres eran elfos nobles, poderosos, y los primeros en sucumbir
bajo el acero de Agonía de escarcha – narraba Ibi – Yo aún no había nacido,
pero como sabrás, el vínculo con mi hermana me permitió ver cosas. Su armadura
era negra, adornada con calaveras y bajo aquel casco, aquellos ojos azules,
muertos resaltaban, también se apreciaba algún mechon de pelo largo, casi
blanco…
-
Continúa
– Jaina se sentó junto a ella
-
Desde
aquel día, su vida fue una catástrofe… lo perdió todo… y las cosas fueron de
mal en peor – se ahorró detalles – Se puso en contacto con alguien que la llevó
a Dalaran y, desde ahí, se adentró en la Ciudadela. No me quiso narrar todos
los detalles, pero logró llegar a donde dormía el Exánime y atravesar su pecho
con la espada, pero él no murió… Se despertó y lucharon y, en un mal paso de mi
hermana, él la hirió gravemente, produciéndole una cicatriz que cruzaba su
espalda de arriba abajo.
-
Asustada
y temerosa de morir a manos del asesino de sus padres, mi hermana tomó la
determinación de saltar al vacío por uno de los ventanales y así lo hizo.
-
Por
la Luz…
-
No
se como logró sobrevivir a la caída, pero unos caballeros de la espada de ébano
la encontraron y curaron. Pero ya no volvió a ser la misma.
-
¿Murió?
¿Se convirtió en necrófago? – se atrevió a preguntar la humana
-
Ohh
nono…. Su cuerpo comenzó a cambiar, su
piel se enfrió y comenzó a tener sueños, el Rey Exánime le hablaba a través de
ellos, tratando de dominar su mente.
-
¿Por
qué? Si ella logró huír.. – preguntó Ashytaka
-
Porque
Agonía de Escarcha se alimentó del alma de su hermana – respondió Jaina
-
Si,
y mi hermana asimiló parte del poder de Agonía
-
Eso
es…
-
¿Imposible?
No… - Ibi la miró y continuó – Cuando
volví a verla fue en Dalaran, había logrado volver a Rasganorte infiltrada con
unos caballeros de la muerte en una expedición de Lunargenta. Sus ojos verdes
cambiaban de color cada vez que Agonía trataba de apoderarse de su cuerpo, sus
poderes sagrados eran poderes de hielo. Y, no se bien que fue lo que pasó, o
cuales fueron los motivos, pero ella volvió a la Ciudadela en busca de
respuestas.
-
Se
que salió de allí con vida, pues encontré una nota en mi dormitorio, pero la
pluma con la que fue escrita estaba manchada de sangre, aunque una fina capa de
hielo la cubría.
-
¿Qué
decía la nota? – quiso saber Jaina
-
En
ella me pedía perdón… Me decía que tenía que alejarse de mí por miedo a hacerme
daño… y que quería hacerse fuerte, pues su alma solo quedaría libre si lograba
vencer a Arthas. – no pudo contener sus lágrimas
-
En
estos casos… el procedimiento es que te inspeccione un mago de alto rango… -
comenzó a hablar – Pero creo que no será necesario
-
No
estoy mintiendo, Lady Jaina. Me desnudaré ahora mismo si es necesario – miró
ruborizada al cazador.
-
Lo
sé, Ibiza. Y ahora comprendo muchas cosas… - las lágrimas resbalaban por sus
mejillas.
-
He
acudido a vos, porque es la única persona con vida que conocía a Arthas… y
quizá quien tenga la clave para vencerle.
-
Yo
amaba a Arthas más que a mi propia vida, soñaba con convertirme en su esposa y
reinar juntos Lordaeron… Pero sus ideas de hacer el bien comenzaron a alejarse
del bien, y fue volviéndose loco… Supimos que estaba bajo en influjo del rey
Exánime, pero no que se habia convertido en Él.
-
Me
imagino que esto debe ser muy duro..
-
Sí…
La pérdida fue dura, pero en este momento hubiese preferido saberlo muerto… y
no convertido en… eso- hizo una pausa. – Ibiza, lo que me dices de tu hermana
es cierto y ha logrado dominar en parte los poderes de Agonía… Él querrá convertirla
en algo como él… y si eso ocurre,
tendremos que matarla.
Piptai estaba oculto debajo de la mesa, cubriéndose sus largas orejas con las manos, para tratar de amortiguar el sonido. El enorme demonio caminaba de un lado a otro, negando con la cabeza.
-
Llevo
21 años tratando de hacerme con su maldito poder…. Estaba tranquilo, cuando
creía que esa mocosa había muerto, estaba tranquilo cuando me dijiste que
habías despertado a Terokk….. – gruñía…
-
No
es mi culpa, mi señor…
-
Ya
se que no es tu culpa, Piptai. Puedes estar tranquilo…. – apoyó sus garras en
la mesa – Todo es culpa de esa maldita dragona…. Ella siempre ha estado en
medio, siempre arruinando mis planes..
-
¿Planeas
matarla?
-
Idiota!
No se puede matar a un dragón! O al menos no con estos poderes…
-
¿Entonces?
-
Me
ocuparé de ella, de otra forma… - sus dientes brillaron en la penumbra