miércoles, 6 de julio de 2016

Capítulo 70. Extrañas compañías.



El puerto de Ventormenta se mostró en el horizonte, y con esa imagen, un malestar en el estómago de la joven maga. Ibi miró a Jaina con el corazón en un puño y sin poder evitar que su cuerpo temblase, aterrada.

-          Jaina… ¿estás segura de que los habitantes de Ventormenta nos dejarán entrar y no..?

-          Tranquila. Tu raza y la mía luchaban juntas hace no muchos años. Si no… ¿de dónde crees que hemos aprendido la magia?

-          ¿Los elfos os la enseñaron? – preguntó Ashytaka

-          Sí, elfos y humanos convivían juntos, nos enseñaban la magia y nosotros les enseñábamos artes de guerra, hasta que ambas razas empezaron a estar recelosas una de la otra y los elfos nobles decidieron reconstruír su imperio, Quel’Thalas.

-          No tenía ni idea – reconoció el cazador

-          He leído sobre ello – reconoció Ibi – Pero hace mucho tiempo de ello, y que los elfos estén ahora con la Horda no ha causado la simpatía de los humanos. Aunque hay varios grupos que siguen fieles a la alianza.

-          ¿Cómo haremos? – el barco atracaba ya en el puerto

-          Estad tranquilos y venid siempre detrás de mí. Por lo que a mi respecta ambos sois estudiantes de magia bajo mi tutela.

-          ¿Yo? ¿Estudiante de magia? Nos pillarán enseguida! – se puso nervioso

-          Ponte esta túnica y mantén la boca cerrada, a ver si es posible. – Jaina lo miró con una sonrisa.

Tal y como la humana les había pedido, la siguieron en completo silencio por las ajetreadas calles de Ventormenta, mientras los humanos los miraban horrorizados. Jaina caminaba ávida hasta la Plaza de la Catedral, pues allí estaba la biblioteca, pues no quería llamar demasiado la atención. Pero la persona a la que menos quería encontrarse, le cortó el paso.

-          ¿Qué crees que estás haciendo? – dijo el humano, agitando su coleta

-          Venir a una biblioteca – respondió ella con simpleza

-          Lo siento.. majestad… - recalcó la palabra – No pretendía ofenderos. Mis alumnos y yo hemos venido a consultar algunos tomos y después nos iremos.

-          Oh no, Jaina… Se lo que te propones y no pienso dejar que embauques a mi gente de nuevo en esa estúpida tregua con la Horda.

-          ¿De qué hablas, Varyan?

-          De ti y tu maldita ciudad…. No vas a quitarme mi trono…. – acusó

-          Mi querido Varyan… ¿He de recordarte que tienes ese trono gracias a mi? ¿A que yo no lo quise? Espero no tener que recordarte quien era… Y creo que merezco tu respeto… - su semblante se oscureció – Ahora bien, me gustaría ver la biblioteca.

El humano se relajó, recordando momentos del pasado. Si era cierto que él todavía debía rendir pleitesía a la casa Menethil, la verdadera realeza de la Alianza, pero esa casa había sido diezmada. Pero Jaina… ella había estado a punto de convertirse en reina, hasta que Arthas desapareció en pos de la Plaga. También ella fue quien tuvo la última palabra para que la corona pasase a la casa Wrynn, antes de exiliarse a Dalaran. Pero la nueva ciudad de la maga, Theramore, amenazaba el comercio de la capital de la Alianza y las malas lenguas decían que las intenciones de la humana eran recuperar la corona para sí.

La miró, sus ojos azules seguían llenos de tristeza, pero infudiendo aquella tranquilidad, como siempre. Hizo que el rey de Ventormenta se sintiese arrepentido, por lo que relajó la dureza de sus palabras

-          ¿Qué es lo que buscas aquí, Jaina, que no esté en tu querido Dalaran?

-          Historia, Varyan. No busco una tregua con la horda, pero esta elfa puede tener en sus manos la clave para destruir al Rey Exánime

-          Si no es más que una niña… - la miró – Seguro que ni había nacido cuando la Plaga arrasó su ciudad.

-          No, majestad, en efecto, yo no había nacido – habló muy educadamente

-          Entonces, ¿Qué puedes saber tú sobre el Rey Exánime?

-          Varyan, no es el lugar…  - suplicó Jaina – Deja que pasen a la biblioteca, ordena a tus mejores hombres que protejan a estos muchachos y te contaré todo lo que sé.

-          Está bien, sed bienvenidos a Ventormenta. Os doy mi palabra de que nada ni nadie podrá dañaros, pues contais con la protección del rey. Arthur, Anthony, acompañereis a nuestros invitados y les ayudareis en todo lo que precisen, protegiéndolos como si de mi mismo se tratase.

-          Si, majestad! – respondieron al unísono.


La elfa de sangre se maravilló ante la sala que se abría ante ellos, allí habría millones de libros, primeras ediciones muchos de ellos. Era realmente impresionante.

-          Cuantos libros… - exclamó Ashytaka

-          La biblioteca de Dalaran es impresionante, pero esta es realmente sublime… - Ibi miraba para todas partes.

-          Vale, hemm…. Ibi, esto no es lo mío – susurró

-          ¿Sabes leer? – preguntó con ironía

-          Claro que se leer! ¿Me tomas por un orco o qué?

-          Si sabes, entonces si puedes ayudarme… - sonrió ampliamente

-          Está bien… - suspiró – Dime.. ¿Qué es lo que buscamos concretamente?

-          Buscamos cosas sobre El Rey Exánime y Agonía de Escarcha

Ashytaka concentró su magia en sus ojos, proporcionándole una visión todavía más precisa, permitiéndole repasar velozmente los títulos de todos aquellos libros en tan solo unos minutos. Cuando hubo terminado, parpadeó varias veces para después mirar a su compañera.

-          No he encontrado nada, tan sólo hay un tomo bastante antiguo sobre algo llamado “Rey Lich”.

-          No puede ser que no haya nada! – se desesperó

Un ser encapuchado se acercó a ellos con cautela, intentando no ser visto por los guardias encargados de su protección, y les habló, su capucha era negra, y estaba recubierta de plumas, probablemente de cuervo.

-          Estais en el buen camino, Lich es un idioma antiguo, significa muerto devuelto a la vida, exánime… - su voz era muy ronca

-          ¿Por qué nos ayuda? ¿No se supone que somos enemigos de la ciudad? – preguntó el cazador

-          Las rivalidades entre razas son nimiedades en comparación con nuestro enemigo común, Arthas.

-          ¿Cómo sabe que Arthas es el Lich?

-          Porque yo traté de impedirlo – miró hacia los lados – Joven maga, si Arthas se hace con tu hermana, el equilibrio de Azeroth se destruirá… Y si ella cede sus poderes a Agonía de Escarcha ni siquiera los dragones podrán evitar la catástrofe

-          ¿Quién eres? – Ibi sintió aquella poderosa magia

-          Volveremos a vernos

Y desapareció… 

-          ¿Qué demonios ha sido eso? – gruñó Ashytaka

-          No lo se, pero su magia era muy poderosa

-          Ibi, no quiero que esto suene mal, ¿pero qué tiene que ver tu hermana en todo esto? No son simples casualidades…

-          No lo se, Ashy…. – se echó las manos a la cabeza – Ella no tiene poderes apenas, los perdió siendo adolescente.


El esplendor y la riqueza de Ventormenta era más patente aún en palacio, donde el lujo, las sedas azules y el oro brillaban en cada rincón, demasiado para Jaina Valiente, que caminaba en pos de Varian Wrynn hasta su despacho.

-          Jaina, no tienes ni idea de lo difícil que es mantener esta situación…

-          No veo nada de malo… No elegimos a quien amamos, eso es algo que dicta nuestro corazón.

-          No hablo de mi relación con Maneh… Me importa un bledo lo que piensen sobre eso. A nadie tiene que importarle si amo a un hombre o a una mujer, sigo siendo el rey… - se exaltó

-          Tranquilo Varian, no seré yo quien te juzgue por eso – tranquilizó

-          Se trata de Anduin…

-          ¿Qué le sucede al muchacho?

-          Jaina… mírale… - le tendió un marco de fotos – El muchacho crece… con ese cabello rubio y esos ojos azules… y la gente habla…

-          La gente no puede imaginárselo! – rechistó la maga.

-          Jaina, mi pelo es castaño y mis ojos marrones, al igual que el de mis padres y los padres de mis padres…. Tiffin, mi esposa, tenía el pelo castaño, al igual que sus ancestros…

Los ojos azules de la humana repasaban cada detalle de la fotografía, mientras que las lágrimas se agolpaban en sus ojos, deseosas por salir a la superficie.

-          No debe saberlo… - concluyó

-          No me parece justo que viva en una mentira! –alzó la voz

-          ¿Y qué es lo que piensas decirle, Varian? – el dolor la consumía

-          La verdad
-          La deshonrosa verdad…
-      Jaina, cásate conmigo…. Gobernemos juntos esta ciudad, se lo que tendrías que haber sido desde el principio