Tal y como habían acordado con el enviado de Lunargenta, se reunirían con Lor’Themar aquella mañana. Para ello, se dirigían al orbe de teletransporte a la ciudad de Lunargenta. Sylvanas Brisaveloz había dudado mucho en llevar a su leal consejera, pues la impresión de volver a ver aquella ciudad podría ser dolorosa, casi tanto como para ella misma. Les acompañaba también uno de los miembros de la Real Sociedad de Boticarios, un no-muerto que rara vez emitía palabra alguna.
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Nyniel,
todo estará bien.. – sonrió Sylvanas, antes de tocar con su mano el portal.
Cuando llegaron, sonaron las trompetas, anunciándolas. Un pequeño pero íntimo comité las esperaba en la Aguja del Sol. Morgan, el mismo elfo de sangre que fue a visitarlas, las esperaba.
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Mis
señoras, mi señor – dijo con educación – Sean bienvenidos a Lunargenta.
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Gracias
Morgan – habló Sylvanas
-
Si
me acompañan, les llevaré donde su majestad
Lor’Themar Theron se apresuró a ir a saludarla, con un apretón de manos. Sylvanas le miró con curiosidad, recordando aquel rostro joven y hermoso de años atrás, y viendo ahora ante ella a un hombre maduro, con aquel pelo rubio que batallaba con las surgientes canas y aquellas pronunciadas ojeras bajo los ojos, pero todavía seguía siendo atractivo. Saludó también a su esposa, Amysanne, así como al resto de personas de la sala, antes de tomar asiento.
-
Lady
Sylvanas, muchas gracias por venir – agradeció Lor’Themar – Queridos amigos y
aliados, como sabeis estamos en tiempos difíciles. La Horda duda de nuestra
lealtad, pero tampoco podemos permitirnos que nos quiten su apoyo. Lady
Sylvanas y su pueblo son los únicos aliados que tenemos en los Reinos del Este,
por eso estimamos que hemos de estrechar nuestros lazos.
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En
eso estoy de acuerdo, Lor’Themar, ni Lunargenta ni Entrañas puede asumir ni el
coste de la guerra a la que Garrosh pretende arrastrarnos, pero tampoco
quedarnos sin la protección, pues ambas ciudades son continuamente amenazadas
por la Alianza. – habló Sylvanas
-
¿Qué
es lo que proponeis entonces? – habló Vranesh
-
Una
negativa – dijo Halthenis
-
Thrall
la aceptará, pero ¿qué hay de Garrosh? – dijo Rommath
-
A
Garrosh que lo parta un rayo! – exclamó Vranesh – No puede pretender que
enviemos a nuestros mejores paladines a una muerte segura, no es un buen
estratega!
-
Por
una vez, estoy de acuerdo con Vranesh – dijo Aldrae, el sacerdote – Sin
nuestros paladines, la ciudad quedaría a expensas de la Plaga y de la Alianza.
-
Creo
que tenemos claro que no estamos dispuestos a desproteger nuestras ciudades –
habló Sylvanas – Y menos todavía para una guerra en la que la Horda no está
actuando correctamente.
-
Perdón
por la intromisión – se disculpó – Majestad, ¿se me permite?
-
Si,
por supuesto, hijo
-
Hace
unos días, vino un amigo a verme, él formaba parte de la expedición de la
Horda, y vino a mí en busca de consejo. Por lo que se de la situación, Thrall
está desbordado y, sobre todo, se está dejando llevar por Garrosh, que busca
más aplastar a la alianza que el bien común.
-
Obstinado
orco… - protestó Vranesh
-
¿Y
qué es lo que propones, Kareth? – anticipó Halthenis
-
¿Qué
es lo que dice la carta que llegó a sus majestades?
-
Que
requieren nuestra colaboración en la lucha contra la Plaga – dijo Sylvanas
-
Pues
eso haremos – sonrió forzado
-
Explícate
– se interesó Lady Liadrin
-
La
Horda quiere que luchemos contra la Plaga… pues haremos eso, sólo que no con la
Horda
-
No
te sigo, joven príncipe – dijo Rommath
-
El
Veredicto Cinereo – proclamó
-
¿Qué?
– exclamó Aldrae
-
El
Veredicto Cinereo es un grupo de guerreros de élite en Rasganorte, encargado de
luchar en primera fila contra las tropas del Rey Exánime. Si es cierto que uno
de sus dirigentes es Tirion Vadin, un humano, pero también tienen un lugar
importante compatriotas como el Capitán Arnath o, incluso, Koltira Tejemuerte.
-
Kareth,
eso me parece todavía más arriesgado, estamos hablando de trabajar codo con
codo con el enemigo – dijo Halthenis
-
Pero
nuestro enemigo común, ante todo, es la Plaga. – habló Nyniel – No me parece un
plan descabellado
-
Hijo…
- lo vió venir
-
En
efecto, padre, reuniré un grupo, los que quieran acompañarme y partiremos hacia
Rasganorte. – evitó su mirada – Majestades, ustedes respondan a la horda,
informando que su deseo de que luchemos en contra de la Plaga está siendo
cumplido. Así Lunargenta y Entrañas seguirán contando con el apoyo de la Horda,
y no participaremos en el juego de guerra de Garrosh.
-
Así
se hará entonces – dijo Sylvanas
-
Así
se hará – confirmó Lor’Themar
Alexstrasza, sintiéndose amenazada, tomó también su forma verdadera, transformándose en una imponente dragona. Sus escamas, al igual que las de Quiuyue eran color carmesí, sus cuernos adornados con oro y de su barbilla colgaba el colgante de la vida, una reliquia concedida a ella por los Titanes, de la cual los dragones extraían parte de su poder. Sus ojos rojos miraron a su hermana con dureza, antes de responder a su rugido.
-
Quiuyustrasza,
te ordenó que regreses a tu forma élfica de inmediato – ordenó
-
No
Alexstrasza, no hasta que te replantees tu decisión sobre Chantarelle
-
Quiuyue,
eres mi hermana, pero el bienestar de Azeroth está por encima de eso
-
Alexa,
eres mi hermana, pero mi deber hacia esa chica también lo está
-
Esta
no es la manera! – gritó – Los dragones no luchan entre sí! Y menos en un lugar
como este!
-
Mis
señoras, vuestro poder está haciendo temblar los cimientos de esta isla, por el
bienestar de mi misión y de los restos de la Fuente del Sol he de pedir que
cesen – Anveena surgió de la nada
-
Krasus,
impón tus ataduras mágicas sobre Quiuyue, nos acompañará de vuelta al Templo –
ordenó sin miramientos – Anveena, disculpa el haber puesto en peligro tu misión
– dijo más amable
Ibi la miró, se le notaba que había estado llorando, aunque ella trataba por todos los medios de actuar fría y serena. Ashytaka seguía inmerso en aquel grueso libro, sin prestar atención a las dos mujeres.
-
Hemos
recibido una visita, interesante – susurró Ibi
-
¿Una
visita? – se extrañó Jaina
-
Sí…
Y gracias a él hemos hallado cosas bastante curiosas.
-
Está
casi anocheciendo, ¿qué os parece si vamos a cenar algo y lo hablamos después
tranquilamente? – ofreció
-
Oh
si!!! Comida!! – aquelló llamó la atención del cazador
La cena transcurrió tranquila, los tres solos, en un reservado de la posada, donde podrían hablar tranquilamente de lo descubierto. Jaina observaba a la elfa, sin poder evitar que, en cierta parte, le recordase a ella, joven, llena de energía, tratando de salvar del mal a una persona amada. Amargos recuerdos volvieron a su mente, formando aquel nudo en su garganta, pero aquel vaso de hidromiel hizo que bajase mejor.
-
¿Qué
es lo que habeis descubierto? – su voz era suave y pausada.
-
Encontramos
un libro antiguo, con una serie de reseñas sobre el origen del Rey Exanime,
pero me temo que ese libro no da más que informaciones vagas y referencias a
otro libro
-
¿A
otro libro? – repitió Jaina
-
Sí,
el libro que buscamos, por lo que he podido averiguar se encuentra en un lugar
llamado Stratholme
-
No
creo que quede nada allí…. La ciudad fue diezmada
-
“Bajo
la cripta del duque, el libro aguarda ser leído, la verdad espera ser
desvelada” – leyó Ibi
-
No
se, me parece un poco obvio todo eso…
-
En
realidad no, cuando estábamos buscando se nos apareció un hombre, encapuchado –
dijo Ashytaka – Él nos guió a este libro
-
Y
también mencionó a mi hermana…