domingo, 27 de marzo de 2016

Capítulo 64. Ira desencadenada



Pasó una semana, y Kareth seguía sin saber nada de ella… Aunque la presencia de su amigo Nitro había ayudado a que las horas pasasen. El druida y su acompañante entrenaban con ellos cada día, proporcionándoles nuevos retos. Nitro sabía que no era el mejor momento para hablar con el príncipe elfo y pedirle aquel gran favor, pero tampoco le molestaba aprender alguna de las técnicas de combate que poseían en Lunargenta. 

Por otra parte, el desahogarse le estaba viniendo bien a Kareth, tanto hablando como peleando. Le había contado a Nitro y a Morgan lo sucedido, y ambos habían reaccionado de la misma manera que la reina Amysanne, aumentando todavía más su sentimiento de culpa. Pero, como Morgan le había dicho, sentirse así no iba a llevarle a ninguna parte. Tan solo deseaba verla y remendar sus errores.


Aquella mañana, Aetheris se personó en el lugar de entrenamiento. Kareth no había vuelto a ver a Aetheris ni a su hermana desde aquel día, y nada más verlo le hirvió la sangre.


-          Aetheris…

-          Hola Kareth, ¿cómo estás? – dijo con falsedad

-          Eres un maldito hijo de puta…!

-          ¿Cómo dices?

-          Tu hermana y tú lo teníais todo planeado ¿no es así?

-          Sí, no voy a negártelo… Así ambos salimos ganando.. Tu te quedas con mi hermana y yo me quedo con esa chica tan mona con la que estabas perdiendo el tiempo – sonrió – Tienes que reconocer que soy mucho más hombre que tú

-          Atrévete a tocarle un pelo y te juró que te cortaré las manos…

-          ¿Y cómo vas a saberlo? ¿Acaso ella quiere volver a verte?


La paciencia del elfo quebró por completo y se abalanzó sobre Aetheris, enzarzándose en una pelea. El simple hecho de imaginarse a Elle como una de las numerosas chicas en la cama del paladín le producía asco. Por todos era sabido que al elfo le gustaba mucho presumir de sus conquistas y trataba a las mujeres como meros objetos de coleccionista que añadir a una lista. 
En alguna ocasión había escuchado rumores acerca de un libro en el cual estaba escrito cada nombre de las muchachas con las que se había acostado y, por lo visto, no sólo eran elfas.


 Aetheris le siguió, de buen gusto, llevaba mucho tiempo queriendo una disputa con el príncipe, pero si era él quien empezaba, tendría un castigo, bien seguro. Pero había sido Kareth quien había cedido a sus provocaciones y había alzado sus puños contra el, golpeándole con fuerza en el torso. Odiaba con todo su ser a aquel  elfo, ante el que tenía que arrodillarse y rendir pleitesía. Aetheris se consideraba un buen paladín, bueno no, el mejor; y su arrogancia llegaba hasta tal punto que no le bastaba solo con competir con las personas a las que él creía inferiores. Pero Kareth Theron le sacaba de quicio, sabía que era buen combatiente, aunque le pesase, puede que mejor que él, y el solo pensar en que podría llevarse a la cama a la chica de su rival le emocionaba. Sonrió, al menos le había puesto en bandeja la posibilidad de darle una paliza, así que le golpeó con fuerza en la cara, haciendo que su labio sangrase.

 Kareth sintió el sabor de la sangre y golpeó al paladín también en la cara. Pero sus golpes no parecían hacer que el elfo sintiese vergüenza alguna de sus actos, sino que le divertía.
Frustrado, Kareth Theron tomó en sus manos una de las espadas de entrenamiento, apuntando directamente al cuello de su oponente que, por primera vez, empezó a tomarse la pelea en serio. Temeroso de la escasa distancia a la que estaba el metal de su piel, invocó un exorcismo, que impactó en la pierna del príncipe, haciéndole esbozar una mueca de dolor.


El gran alboroto llamó la atención del escuadrón de Kareth y de Nitro y Symi, que acudieron de inmediato, presenciando horrorizados la escena. El druida actuó cauto, envolviendo a Kareth en un ciclón, obligándole a concluír así la pelea. Morgan agarró a Aetheris por el pelo, obligándole a echar la cabeza hacia abajo.


-          Aetheris, márchate ahora y no le diré nada a su majestad el rey… De lo contrario, ten por seguro que tendrás un castigo acorde a tus actos – dijo muy serio

-          Pero si ha empezado él, su alteza ha venido directo a atacarme – se excusó como un niño de siete años

-          Mientes, tu le has provocado – dijo Nitro – Y haré que eso conste.


Aetheris miró al poderoso lechucico lunar con una expresión de molestia, intentando que sus pensamientos y sentimientos de odio no le traicionasen en aquel momento.


-          Esto no quedará así, principito… - dijo Aetheris escupiendo sangre.

-          Lárgate! – ordenó Halthenis


Nitro liberó a Kareth del ciclón, para que después Morgan le metiese una bofetada por su comportamiento.


-          Esa no es la manera de actuar, Kareth… y lo sabes..

-          Morgan, tú mismo lo has oído..

-          Si, lo he oído…  pero esa no es la manera de arreglar las cosas

-          En eso estoy de acuerdo – dijo Nitro



Tras todos aquellos días, ella no había salido de casa, aunque la decisión ya estaba tomada, se marcharían de Lunargenta. Quiuyue la había instado a que hablase con él, pero ella se había negado. No quería, no podía…


-          Voy a ir a despedirme de mis padres – anunció a Quiuyue

-          Me alegro de que por fin te decidieses a salir un poco

-          No tardaré en volver – dijo taciturna


No quería pisar una sola calle de esa ciudad, por lo que se teletransportó directamente al cementerio… A Quiuyue le parecía increíble la facilidad con la que su protegida había dominado la magia de la teletransportación.


 Su ropa volvía a ser íntegramente negra, con aquella gruesa capucha que cubría su rostro. Se arrodilló junto a las tumbas de sus padres, rozando la lápida de su madre con sus dedos, recordando su sonrisa y lo feliz que era cuando estaban vivos… queriendo volver de nuevo a aquel día, deseando que hubiese una lápida con su nombre. Sintió el poco control que tenía sobre su vida y sobre su muerte. 


Pero alguien la esperaba, y se topó con ella cuando Chantarelle se levantó..

-          Vaya, pensaba que te había tragado la tierra – habló una voz femenina


Chantarelle la ignoró, pero la elfa de cabello rubio avanzó hacia ella, retirando bruscamente su capucha, para dejar al descubierto su rostro.


-          Vaya, mi hermano tenía razón, si que eres guapa… Una pena..

-          ¿Quién te crees que eres?

-          ¿Yo? Oh, no me he presentado, qué grosera – sonrió cínica – Me llamo Sweetness, soy la que besaba a Kareth Theron el otro día, como bien creo que has visto – sonrió

-          No me interesa… - mantuvo su sangre fría, aunque ya lo estuviese.

-          ¿No te interesa? Pues no es lo que parecía… Fue divertido ver como echaste a correr.

-          ¿A qué has venido? ¿A burlarte? – vio sus intenciones

-          Si, por ejemplo… Y a dejarte claro que Kareth es mío, ¿entiendes? No pienso dejar que ninguna zorra me lo arrebate, y menos una mosquita muerta como tú. – la miró desafiante – Podría contarte muchas cosas, cada beso que nos hemos dado, cada vez que me ha hecho el amor, las mil perversiones que hemos hecho…


Chantarelle se dio la vuelta, dispuesta a irse…


-          Oh.. ¿tanto te duele? Si pensaba que no sentías nada por él, que eras una cazafortunas más…

-          ¿Es eso lo que eres tú? – habló por fin

-          No, aunque su título es jugoso, si

-          No eres más que una zorra 

-          ¿Me has llamado zorra? – por fin la tenía en su juego

-          ¿También eres sorda? – se volteó hacia ella.

-          Zorra… y lo dice la que se metió en medio de nosotros… Dime, ¿Cuánto tardaste en llevártelo a la cama? ¿A él también vas a acusarlo de violación como a Thelarien? ¿Ese es tu rollo? ¿mentir?


La paciencia de Chantarelle estaba empezando a agotarse, aquella elfa estaba reabriendo demasiadas heridas, muchas todavía recientes… Y lo peor es que ella misma estaba entrando en su juego de provocaciones, el cual no tenía muy claro que finalidad tenía.


-          Piensa lo que quieras, no eres nadie como para que te de explicaciones.

-          Oh si, yo soy alguien, tu futura reina… Así que… ¿por qué no te arrodillas ya?

-          No me hagas reir… - respondió irónica.

-          He dicho que te arrodilles…  - Elle se negó – Vaya… ¿tus padres muertos no te enseñaron educación? ¿Qué eran? ¿porqueros? ¿barrenderos?

-          No hables de mis padres… No tienes derecho

-          Así que eso si te duele eh…  - sonrió –  ¿Es esta la tumba de tu mamá? Con estas flores tan delicadas.. es una pena que… ups… lo he roto, lo siento..


Sweetness estaba dispuesta a torturarla, a quebrar su paciencia y hacer que su dolor, apenas perceptible aumentase. Kareth no había acudido a ella, como esperaba; por lo que había decidido desfogarse con aquella elfa. Divertida, la paladina rompió otra rosa más de aquel rosal de hielo… hasta que la elfa frenó su mano.


-          No te atrevas a tocarme… sucia ramera… - respondió, la mano de ella estaba fría como el hielo.

-          Vamos… se que a quien quieres destrozar es a mí… Así que ten la decencia de respetar a los muertos y haz lo que deseas – se lo puso en bandeja.

-          Claro… si al final no serás tan imbécil como pareces… - se alejó un poco del cementerio – Me muero de ganas de darte una paliza

Sweetness invocó su Quel’Delar y su escudo, mientras que su oponente sacó aquella ligera espada de llamas heladas. La paladina atacó por la espalda, en un movimiento bastante deshonroso, pero Chantarelle lo esquivó ágilmente, chocando su espada contra la de ella.


-          ¿Es todo lo que sabes hacer? ¿Atacar por la espalda? – preguntó Chantarelle

-          Cállate… - gritó Sweet


Esta vez atacó de frente, parando y esquivando las estocadas de la espada helada de la elfa, hasta que la pelea empezó a ponerse más seria. La paladina estaba rabiosa, iracunda, dispuesta a todo con tal de que ella sufriese.


-          ¿Sabes? Yo fui la primera en la lista de Kareth, tú eres un segundo plato. Nunca sabrás como fue nuestra primera vez, sentirlo en mi interior, sentir sus besos por todo mi cuerpo..

-          Basta… cállate… - Chantarelle no podía soportarlo más

-          Vaya.. ¿te gustan mis historias? Puedo contarte también como fue besarlo en otro día, como correspondió a mis labios aún estando contigo… delicioso…

-          He dicho que te calles… - lanzó un rayo helado

Sweetness, complacida, frenó el rayo con su escudo, que absorvió de inmediato el daño. La tenía justo donde ella quería, si lo que había averiguado era cierto, apenas tenía poderes, por lo que su maná se acabaría enseguida y ella podría divertirse.

Chantarelle sentía el poder de agonía corriendo por su ser, que sanó de inmediato las heridas todavía sin curar en sus brazos. El dolor apretaba su pecho, produciéndole adrenalina.
Sweetness jugaba sucio, buscando siempre la espalda de ella y tratando de asestar golpes con su Quel’Delar, combinando sus ataques con su poder sagrado. Invocó choque sagrado y consiguió acertar por fin en su objetivo, dañándole la espalda, haciendo que gritase de dolor al sentir aquel calor sobre su piel. Sweetness estaba a punto de asestar otro golpe, cuando ella sujetó su espada, sin importar cortarse con el filo, echándola hacia atrás… Con su capa destrozada, Chantarelle se desprendió de ella, mirando a su oponente con odio…


-          Sweetness… he querido ser amable… he querido pasar del tema… pero me has hartado… ¿Quieres a Kareth? ¿De verdad? Si realmente quisieras a alguien buscarías su felicidad..

-          ¿Y esa eres tú?

-          No, yo me he negado a estar con él, fue Kareth quien ha insistido… fue él quien me ha buscado, fue él quien ha dicho un te quiero…

-          Zorra mentirosa… Voy a cerrarte esa asquerosa boca

-          Ven… si puedes

La poca paciencia de la elfa se había quebrado, cediendo a las provocaciones, cediendo bajo las ansias de venganza que la invadían. Oh si, el espectro de Agonía se agitaba en su interior, susurrándole, instándola a matar a aquella cruel elfa. Chantarelle apoyó sus manos en el suelo, congelándolo, haciendo que la paladina resbalase y se cayese, la inmovilizó con sus zarzas heladas, pero ella usó sus escudos para zafarse y llegar donde ella, hundiendo su espada en su brazo, que comenzó a sangrar. Chantarelle no sintió nada, tan sólo miró desinteresadamente su brazo sangrante, instantes antes de que su piel se regenerase…


-          ¿Qué demonios? ¿Cómo has hecho eso?


Pero Chantarelle no respondió, dio una poderosa estocada que quemó, a la vez que rasgo, la piel de la paladina a la altura del vientre. Sweetness aulló de dolor, curándose de inmediato, y atacando a continuación.


La épica lucha entre ellas alertó a Kredis, que regresaba de correr por el Bosque de la Canción Eterna. Aún extenuado, se forzó a correr más rápido para ir en busca de Kareth y Halthenis, pues aquello no pintaba demasiado bien…

Cuando llegó junto a ellos, vio que Kareth tenía el labio sangrando y varias heridas en los brazos, nada aparentemente grave, y que Morgan impedía a Ighterion que le sanase. El paladín se apoyó sobre sus rodillas, recobrando el aliento.


-          Kredis, ¿qué te sucede? – preguntó Morgan

-          Sweetness… y una elfa… están peleando junto al cementerio… - jadeó

-          ¿Rubia de ojos azules? – preguntó Kareth, inquieto

-          Sí, vestida de negro y con una espada de fuego helado…

-          Elle… joder… - se levantó, pero su pierna izquierda le dolía, a ún así echó a correr


Conocía a Sweetness, sabía lo obcecada que estaba y lo poderosa que era, pese a ser sanadora, había aprendido técnicas de combate de su hermano. Por otro lado estaba Elle, con aquellos asombrosos y misteriosos poderes que no encajaban en ninguna clase…




Sweetness la miraba ahora con odio, no estaba dispuesta a permitir que aquella patética elfa le ganase en combate, ella era una orgullosa paladín y su oponente no era nadie y menos comparada con ella. Aunque no podía dejar de mirar su brazo, había clavado su espada en él, había visto como atravesaba su piel, como sangraba… y estaba intacto. ¿Qué clase de poderes poseía? La miró, respiraba cansada, sus ojos azules cristalinos estaban clavados en ella, parecían tan gélidos, tan muertos, tan llenos de dolor y resentimiento. Aquello le complació, la había dañado, y ahora haría que se le quitasen las ganas de volver a acercarse a Kareth. Su idea no era llegar a pelearse con ella, pero realmente no había podido resistirse a hacerlo…


Y atacó de nuevo… lanzando una estocada , que ella esquivó, pero el choque sagrado que lanzó a continuación hizo que la elfa chillase de dolor, llevándose las manos al muslo. Sweetness sonrió, complacida, y asestó de nuevo otro choque sagrado, dándole en el brazo. Chantarelle volvió a sentir aquel dolor abrasador, aunque ahogó sus gritos… Aquel poder tan puramente sagrado la quemaba, la lastimaba, hacía que el poder de agonía retrocediese, dejándola casi indefensa. Pero aquello parecía gustarle a la paladina, que fue consciente del dolor físico que ahora sentía y asestó otro golpe, en el pecho de Chantarelle… que cayó al suelo..

martes, 15 de marzo de 2016

Capítulo 63. Broken



Se materializó de nuevo en la isla a la que Quiuyue la había llevado, Quel’Danas, solo que en las ruinas de un edificio. Cayó al suelo, incapaz de mantenerse en pie. Una torrencial lluvia asolaba la isla, pero ella ni la sentía. Estaba presa de aquel fuerte dolor en su pecho, sintiendo como su corazón se desgarraba.  Las lágrimas se agolparon en sus ojos hasta lograr salir y ella gritó, gritó de dolor…




Un nuevo día llegaba a Marjal revolcafango. Ibi se despertó con las primeras luces y esperó a Ashytaka para desayunar, pero el elfo tardó bastante más de lo previsto.


Cuando el cazador bajó de su cuarto, encontró a la elfa en el establo, jugando con Totoro.



-          Buenos días – saludó todavía estirándose – Veo que al final os habéis hecho amigos 


-          – reconoció ella – Es muy dulce, aunque su apariencia da un poco de miedo. ¿Partimos ya?


-          Cuando quieras. Pero he de advertirte que habrá que ir siempre por los caminos, lleve el tiempo que nos lleve. No me fio de este lugar.


-          Está bien, confío en ti – respondió con su inocente sonrisa.


 

Ya era casi de noche cuando llegó a casa. La había buscado por todas partes, en vano… Entró sin hacer ruido, pero su madre estaba despierta.



-          Hijo mío, ¿qué ha pasado? – preguntó al verlo


-          Nada…


-          Pues ese nada, parece bastante importante – se levantó y lo abrazó – Cuéntamelo.


-          Mamá… soy un idiota… - las lágrimas asomaron en sus ojos azul oscuro – He estado viéndome con una chica, llevamos un tiempo juntos, de hecho, quería presentárosla pero ella se negó..


-          Eso lo sé, hijo mío, hay cosas que una madre sabe.


-          Pero hoy lo he estropeado todo, he caído en una trampa.


-          ¿Una trampa?


-          Sí… Hace tiempo estuve con una chica, Sweetness, pero yo no sentía lo mismo que ella mamá, y terminé dejándola, le dije que la quería sólo como a una amiga, pero ella no pareció entenderlo. 


-          Suele suceder…


-          Me amenazó con contarle a toda la ciudad que me había aprovechado de ella si no volvía con ella. Traté de hablarlo, pero ella no atendía a razones. Y yo no quería que padre se enterase, que toda la ciudad pensase eso de mí.


-          ¿Fue cierto acaso?


-          No… Si es cierto que tuve relaciones con ella, pero fueron más que consentidas – se sonrojó - Hoy la he visto, se ha disculpado y ha prometido olvidar todo a cambio de un beso.


-          ¿Y tú que has hecho? – preguntó la reina Amysanne


-          Dárselo… No sabes lo insistente que puede llegar a ser Sweetness…. 


-          Entonces, ¿ya está?


-          No… cuando me separé de ella, allí estaba Aetheris, su hermano, junto con Elle


-          ¿Elle? ¿Se llama así tu chica?


-          Sí… Me miró y echó a correr, la detuve, pero no quiso escucharme… La he buscado por todas partes, pero no se nada de ella.


-          Oh.. hijo mío… - lo abrazó fuerte.


Kareth se sintió reconfortado con el abrazo de su madre, pero la preocupación no se iba de su cabeza, ni tampoco la culpa..



-          Es normal que ella esté dolida-  dijo su madre -  Si yo viese a tu padre besar a otra mujer, ten por seguro que no se libraría de una buena bofetada, por muy buenas que sean sus disculpas..


-          Entonces.. lo he hecho mal, ¿verdad?


-          Si… Independientemente del hecho de que Elle os haya visto… Si tu corazón pertenece a esa muchacha… tus besos también deberían hacerlo.


-          ¿Y qué querías que hiciese? Iba a contar por toda la ciudad cosas horribles..


-          En primer lugar, hablar con Elle, explicarle lo que te sucedía. Y luego… hijo mío… somos tus padres! ¿Crees que no te hubiésemos ayudado?


-          Pero papá…


-          Tu padre hubiese sido el primero en ayudarte – sonrió – Kareth, nuestra posición no es fácil, y tanto tu padre como yo estamos ya acostumbrados a falsos rumores. La gente es malvada, no soporta ver la felicidad de los demás. Si fuese por ellos, Lor’Themar y yo nos hubiésemos separado un millar de veces!


-          - Papá… ¿Ayudarme? Lo dudo


-          ¿Por qué dices eso?


-          Papá y yo nunca hablamos, más que para temas de estrategia, guerra o asuntos relacionados con la academia. – suspiró – Nunca me pregunta como estoy, nunca tiene un rato para mí desde hace tiempo, ni tan siquiera para dar una vuelta a caballo. A veces creo que no….


-          Claro que te quiere, y yo también - sonrió




Kareth no dijo nada, se quedó pensativo. Su madre lo atrajo de nuevo hacia sus brazos, acariciando su pelo.




-          En muchos aspectos eres ya un hombre, pero tienes mucho que aprender sobre la vida – dijo con un matiz triste – Las tragedias y las mentiras asolan este mundo, incluso más que las guerras que libramos. Kareth, la gente que te rodea no siempre es buena, engañan, mienten, nos dañan por puro egoísmo y la gente buena como tú… termina lastimada, cayendo en trampas como la que te han tendido.


-          ¿Crees… que estaba planeado? - pese a todo, se negaba a creérselo


-          Sí. Las mujeres podemos llegar a ser muy malas.. y vengativas. Seguramente esa Sweetness se enteraría de la existencia de Elle.


-          Joder…


-          Dale unos días, lo que ha pasado no ha sido de su agrado, estará dolida y no querrá verte. No insistas en verla o querer hablar con ella a toda costa, y deja que el destino os haga encontraros de nuevo.


-          Pero mamá.. yo…


-          Se que la quieres, pero confía en tu madre.





Su cuerpo yacía en el suelo, con la ropa empapada, no dejaba de llover. Ella lo veía desde un punto externo. Era hermoso, no sentir nada… Miró sus manos, a través de ellas podía ver el suelo. Se sintió tan ligera, tan libre… Sin recuerdos, sin sentimientos, sin dolor…



-          Te sientes bien, ¿verdad? – una voz masculina le habló


-          Sí… ¿Estoy muerta?


-          No – sonrió – Sólo inconsciente. Aunque yo no tardaría demasiado en despertarme, te pondrás enferma.


-          No creo que pueda ponerme enferma, mi cuerpo se cura solo…


-          Vaya… así que es cierto que posees parte del poder de la espada de Arthas


-          Hasta los espíritus raros lo sabeis… ¿es que ha salido en el noticiario de la ciudad?


-          ¿Espíritu? No pequeña, no soy un fantasma, soy parte de ti, somos parte de ti


-          ¿Somos? ¿Tienes doble personalidad?


-          Así que aún no lo conoces…


-          ¿Conocer a quién?


-          No puedo decírtelo, cuando lo hagas, él te dará respuestas – sonrió - Ahora, despierta! – sintió como una mano tocaba su frente.





Pasaron varios días de viaje y, por fin, llegaron a su destino, Lunargenta. Symi caminaba mirando para todos lados, intrigada por el detallismo que poseía la ciudad élfica. Caminaron por el Bazar en dirección a la posada, parándose delante de cada tienda de zapatos.

                   

-          Oye Nitro, ¿paa qué son esas cosas?


-          Se llaman zapatos, los elfos y elfas los llevan en los pies.


-          ¿Es que no tienen pezuñas?


-          No – rió Nitroshima


-          Eto es muy raro – dijo la chamana


Se registraron en la posada más grande la ciudad y, justo cuando el recepcionista les estaba dando las llaves de sus habitaciones, Nitro se quedó impresionado por la energía que percibía, hasta ver a una elfa de cabellos rojizos bajar las escaleras apurada.



-          Ey, no te enamorarás de una elfa ahora, ¿vedad? – preguntó Symi


-          No es una elfa, es una dragona


-          ¿Dagones? ¿Dónde?


-          Es la dama Quiuyue – les sacó de dudas el recepcionista – Lleva un tiempo hospedada en este hotel.

-          Interesante – dijo Nitro - ¿Podría indicarme también cómo se llega a Palacio?




Quiuyue estaba preocupada, llevaba días sin ver a su protegida. Había buscado por todas partes tratando de sentirla, pero todo había sido en vano, es como si se hubiese esfumado o, peor aún, hubiese muerto. La dragona negó con la cabeza, no podía estar muerta… lo sentiría..
Salió a toda prisa del hotel en dirección a palacio, seguramente Kareth Theron sabría de su paradero. Pero su intuición la detuvo frente a un camino empedrado que llevaba a una gran casa que había al fondo. 


La casa estaba visiblemente abandonada, aunque las zarzas de un lado estaban aplastadas y algunas tenían restos de sangre. Con cuidado, avanzó apartándolas, hasta dar con una puerta lateral, que se abrió sin forzar demasiado.


La casa estaba llena de polvo, aunque un ténue olor a flores permanecía en el ambiente. Miró el suelo, estaba claro que alguien había entrado allí hacía poco. Siguió el rastro de las pisadas y las pequeñas gotas de sangre hasta el piso superior. Y allí la encontró, hecha un ovillo en la cama, con sus brazos ensangrentados.



-          ¿Elle? Por los dioses… Elle!


La elfa abrió los ojos con pesadez, en la almohada se había formado un ligero charco que se había convertido en escarcha. En sus brazos, los grandes arañazos producidos por las zarzas se hacían patentes. Su ropa estaba sucia y rasgada.



-          Llevo días buscándote… - se fijó en ella - Estás herida… Tu cuerpo se sana solo… ¿cómo puedes estar herida? – hablaba, pero ella no respondía. – Chantarelle… ¿qué ha pasado?


-          El amor… es lo más doloroso que existe… - balbuceó


-          ¿Qué es lo que ha pasado?– percibió


Pero Chantarelle no respondió, tan solo movió torpemente su mano hasta colocarla en la frente de la dragona, un acto que le sorprendió enormemente, y entonces vio lo sucedido, la causa del estado de su protegida. Por un instante, la furia se apoderó de ella, llegando a darle ganas de buscar al príncipe y decirle cuatro cosas, pero después se calmó, mirando  con tristeza a la elfa.



-          Salgamos de aquí.. vamos a la posada…


-          No, no quiero salir…


-          Creo que no te hace falta salir de los sitios para llegar a otros… ¿me equivoco?



Chantarelle alzó su cabeza, consciente de lo que la dragona había dicho, recordando que había estado en Quel’Danas días atrás.  Se incorporó, sintiendo la suciedad de su cuerpo, y tomó a Quiuyue de la mano.. pocos segundos después, se encontraban en la posada, para el asombro de la dragona.