martes, 15 de marzo de 2016

Capítulo 63. Broken



Se materializó de nuevo en la isla a la que Quiuyue la había llevado, Quel’Danas, solo que en las ruinas de un edificio. Cayó al suelo, incapaz de mantenerse en pie. Una torrencial lluvia asolaba la isla, pero ella ni la sentía. Estaba presa de aquel fuerte dolor en su pecho, sintiendo como su corazón se desgarraba.  Las lágrimas se agolparon en sus ojos hasta lograr salir y ella gritó, gritó de dolor…




Un nuevo día llegaba a Marjal revolcafango. Ibi se despertó con las primeras luces y esperó a Ashytaka para desayunar, pero el elfo tardó bastante más de lo previsto.


Cuando el cazador bajó de su cuarto, encontró a la elfa en el establo, jugando con Totoro.



-          Buenos días – saludó todavía estirándose – Veo que al final os habéis hecho amigos 


-          – reconoció ella – Es muy dulce, aunque su apariencia da un poco de miedo. ¿Partimos ya?


-          Cuando quieras. Pero he de advertirte que habrá que ir siempre por los caminos, lleve el tiempo que nos lleve. No me fio de este lugar.


-          Está bien, confío en ti – respondió con su inocente sonrisa.


 

Ya era casi de noche cuando llegó a casa. La había buscado por todas partes, en vano… Entró sin hacer ruido, pero su madre estaba despierta.



-          Hijo mío, ¿qué ha pasado? – preguntó al verlo


-          Nada…


-          Pues ese nada, parece bastante importante – se levantó y lo abrazó – Cuéntamelo.


-          Mamá… soy un idiota… - las lágrimas asomaron en sus ojos azul oscuro – He estado viéndome con una chica, llevamos un tiempo juntos, de hecho, quería presentárosla pero ella se negó..


-          Eso lo sé, hijo mío, hay cosas que una madre sabe.


-          Pero hoy lo he estropeado todo, he caído en una trampa.


-          ¿Una trampa?


-          Sí… Hace tiempo estuve con una chica, Sweetness, pero yo no sentía lo mismo que ella mamá, y terminé dejándola, le dije que la quería sólo como a una amiga, pero ella no pareció entenderlo. 


-          Suele suceder…


-          Me amenazó con contarle a toda la ciudad que me había aprovechado de ella si no volvía con ella. Traté de hablarlo, pero ella no atendía a razones. Y yo no quería que padre se enterase, que toda la ciudad pensase eso de mí.


-          ¿Fue cierto acaso?


-          No… Si es cierto que tuve relaciones con ella, pero fueron más que consentidas – se sonrojó - Hoy la he visto, se ha disculpado y ha prometido olvidar todo a cambio de un beso.


-          ¿Y tú que has hecho? – preguntó la reina Amysanne


-          Dárselo… No sabes lo insistente que puede llegar a ser Sweetness…. 


-          Entonces, ¿ya está?


-          No… cuando me separé de ella, allí estaba Aetheris, su hermano, junto con Elle


-          ¿Elle? ¿Se llama así tu chica?


-          Sí… Me miró y echó a correr, la detuve, pero no quiso escucharme… La he buscado por todas partes, pero no se nada de ella.


-          Oh.. hijo mío… - lo abrazó fuerte.


Kareth se sintió reconfortado con el abrazo de su madre, pero la preocupación no se iba de su cabeza, ni tampoco la culpa..



-          Es normal que ella esté dolida-  dijo su madre -  Si yo viese a tu padre besar a otra mujer, ten por seguro que no se libraría de una buena bofetada, por muy buenas que sean sus disculpas..


-          Entonces.. lo he hecho mal, ¿verdad?


-          Si… Independientemente del hecho de que Elle os haya visto… Si tu corazón pertenece a esa muchacha… tus besos también deberían hacerlo.


-          ¿Y qué querías que hiciese? Iba a contar por toda la ciudad cosas horribles..


-          En primer lugar, hablar con Elle, explicarle lo que te sucedía. Y luego… hijo mío… somos tus padres! ¿Crees que no te hubiésemos ayudado?


-          Pero papá…


-          Tu padre hubiese sido el primero en ayudarte – sonrió – Kareth, nuestra posición no es fácil, y tanto tu padre como yo estamos ya acostumbrados a falsos rumores. La gente es malvada, no soporta ver la felicidad de los demás. Si fuese por ellos, Lor’Themar y yo nos hubiésemos separado un millar de veces!


-          - Papá… ¿Ayudarme? Lo dudo


-          ¿Por qué dices eso?


-          Papá y yo nunca hablamos, más que para temas de estrategia, guerra o asuntos relacionados con la academia. – suspiró – Nunca me pregunta como estoy, nunca tiene un rato para mí desde hace tiempo, ni tan siquiera para dar una vuelta a caballo. A veces creo que no….


-          Claro que te quiere, y yo también - sonrió




Kareth no dijo nada, se quedó pensativo. Su madre lo atrajo de nuevo hacia sus brazos, acariciando su pelo.




-          En muchos aspectos eres ya un hombre, pero tienes mucho que aprender sobre la vida – dijo con un matiz triste – Las tragedias y las mentiras asolan este mundo, incluso más que las guerras que libramos. Kareth, la gente que te rodea no siempre es buena, engañan, mienten, nos dañan por puro egoísmo y la gente buena como tú… termina lastimada, cayendo en trampas como la que te han tendido.


-          ¿Crees… que estaba planeado? - pese a todo, se negaba a creérselo


-          Sí. Las mujeres podemos llegar a ser muy malas.. y vengativas. Seguramente esa Sweetness se enteraría de la existencia de Elle.


-          Joder…


-          Dale unos días, lo que ha pasado no ha sido de su agrado, estará dolida y no querrá verte. No insistas en verla o querer hablar con ella a toda costa, y deja que el destino os haga encontraros de nuevo.


-          Pero mamá.. yo…


-          Se que la quieres, pero confía en tu madre.





Su cuerpo yacía en el suelo, con la ropa empapada, no dejaba de llover. Ella lo veía desde un punto externo. Era hermoso, no sentir nada… Miró sus manos, a través de ellas podía ver el suelo. Se sintió tan ligera, tan libre… Sin recuerdos, sin sentimientos, sin dolor…



-          Te sientes bien, ¿verdad? – una voz masculina le habló


-          Sí… ¿Estoy muerta?


-          No – sonrió – Sólo inconsciente. Aunque yo no tardaría demasiado en despertarme, te pondrás enferma.


-          No creo que pueda ponerme enferma, mi cuerpo se cura solo…


-          Vaya… así que es cierto que posees parte del poder de la espada de Arthas


-          Hasta los espíritus raros lo sabeis… ¿es que ha salido en el noticiario de la ciudad?


-          ¿Espíritu? No pequeña, no soy un fantasma, soy parte de ti, somos parte de ti


-          ¿Somos? ¿Tienes doble personalidad?


-          Así que aún no lo conoces…


-          ¿Conocer a quién?


-          No puedo decírtelo, cuando lo hagas, él te dará respuestas – sonrió - Ahora, despierta! – sintió como una mano tocaba su frente.





Pasaron varios días de viaje y, por fin, llegaron a su destino, Lunargenta. Symi caminaba mirando para todos lados, intrigada por el detallismo que poseía la ciudad élfica. Caminaron por el Bazar en dirección a la posada, parándose delante de cada tienda de zapatos.

                   

-          Oye Nitro, ¿paa qué son esas cosas?


-          Se llaman zapatos, los elfos y elfas los llevan en los pies.


-          ¿Es que no tienen pezuñas?


-          No – rió Nitroshima


-          Eto es muy raro – dijo la chamana


Se registraron en la posada más grande la ciudad y, justo cuando el recepcionista les estaba dando las llaves de sus habitaciones, Nitro se quedó impresionado por la energía que percibía, hasta ver a una elfa de cabellos rojizos bajar las escaleras apurada.



-          Ey, no te enamorarás de una elfa ahora, ¿vedad? – preguntó Symi


-          No es una elfa, es una dragona


-          ¿Dagones? ¿Dónde?


-          Es la dama Quiuyue – les sacó de dudas el recepcionista – Lleva un tiempo hospedada en este hotel.

-          Interesante – dijo Nitro - ¿Podría indicarme también cómo se llega a Palacio?




Quiuyue estaba preocupada, llevaba días sin ver a su protegida. Había buscado por todas partes tratando de sentirla, pero todo había sido en vano, es como si se hubiese esfumado o, peor aún, hubiese muerto. La dragona negó con la cabeza, no podía estar muerta… lo sentiría..
Salió a toda prisa del hotel en dirección a palacio, seguramente Kareth Theron sabría de su paradero. Pero su intuición la detuvo frente a un camino empedrado que llevaba a una gran casa que había al fondo. 


La casa estaba visiblemente abandonada, aunque las zarzas de un lado estaban aplastadas y algunas tenían restos de sangre. Con cuidado, avanzó apartándolas, hasta dar con una puerta lateral, que se abrió sin forzar demasiado.


La casa estaba llena de polvo, aunque un ténue olor a flores permanecía en el ambiente. Miró el suelo, estaba claro que alguien había entrado allí hacía poco. Siguió el rastro de las pisadas y las pequeñas gotas de sangre hasta el piso superior. Y allí la encontró, hecha un ovillo en la cama, con sus brazos ensangrentados.



-          ¿Elle? Por los dioses… Elle!


La elfa abrió los ojos con pesadez, en la almohada se había formado un ligero charco que se había convertido en escarcha. En sus brazos, los grandes arañazos producidos por las zarzas se hacían patentes. Su ropa estaba sucia y rasgada.



-          Llevo días buscándote… - se fijó en ella - Estás herida… Tu cuerpo se sana solo… ¿cómo puedes estar herida? – hablaba, pero ella no respondía. – Chantarelle… ¿qué ha pasado?


-          El amor… es lo más doloroso que existe… - balbuceó


-          ¿Qué es lo que ha pasado?– percibió


Pero Chantarelle no respondió, tan solo movió torpemente su mano hasta colocarla en la frente de la dragona, un acto que le sorprendió enormemente, y entonces vio lo sucedido, la causa del estado de su protegida. Por un instante, la furia se apoderó de ella, llegando a darle ganas de buscar al príncipe y decirle cuatro cosas, pero después se calmó, mirando  con tristeza a la elfa.



-          Salgamos de aquí.. vamos a la posada…


-          No, no quiero salir…


-          Creo que no te hace falta salir de los sitios para llegar a otros… ¿me equivoco?



Chantarelle alzó su cabeza, consciente de lo que la dragona había dicho, recordando que había estado en Quel’Danas días atrás.  Se incorporó, sintiendo la suciedad de su cuerpo, y tomó a Quiuyue de la mano.. pocos segundos después, se encontraban en la posada, para el asombro de la dragona.

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