martes, 16 de agosto de 2016

Capítulo 71. La reina de los dragones



Un nuevo día asomaba en Quel’Danas. La habitación era pequeña y la compartía con Quiuyue y Evannor, pero ella lograba aislar su mente de tal manera que parecía que estaba sola, y en parte así era…  A los pies de su cama, descansaba aquel hermoso fénix azulado, en un tamaño bastante reducido, que se despertó al notar que Chantarelle se movía… 

Todo lo sucedido en los últimos días la había sobrepasado con creces, haciendo que se sumiese en una especie de trance continuo, pues su mente no era capaz de procesar tanta información. La dolorosa pelea contra Sweetness, aquella paladín había sacado lo peor de ella, suerte que los poderes de Agonía habían quedado sublevados al poder de Al’ar, pues empezaba a temer que las muertes causadas por ella podrían contribuir a la recolección de almas de Arthas. Por otra parte estaban Quiuyue y Evannor, su supuesta abuela. ¿Dónde había estado todos aquellos años? Y ella… ¿realmente era la descendiente del príncipe Kael’Thas? Aquello era lo que más le chocaba, ella… ¿heredera del trono de Lunargenta? Entonces pensó en él… y el dolor en su pecho incrementó… Si ella no estuviese maldita… ¿Habrían formado una familia? ¿Habrían sido felices?

-          “¿Le echas de menos?” – escuchó en su mente

-          “Sí…”

-          “¿Por qué no le dijiste la verdad?”

-          “Ya lo sabes…”


Chantarelle seguía en el balcón, disfrutando de los primeros rayos del sol, mientras el fénix acicalaba sus plumas, posado en la barandilla; cuando Anveena, la guardiana, entró dando voces, despertando a sus compañeras.

-          ¿Qué sucede Anveena? – se extrañó la dragona

-          Debemos ocultarla… - dijo jadeando
-          ¿De quién? ¿Qué es lo que sucede? – se alertó Evannor





Inicio del flashback

Desde su alta torre admiraba con aburrimiento todo cuanto la rodeaba, cubierto por una gruesa capa de nieve. Un viento gélido formaba remolinos de aire que morían contra los huesos de dragones caídos en batallas tiempo atrás…  Un escenario bastante triste y que la llenaba de melancolía. A su lado, el pelo rubio de su esposo ondeaba al viento.

-          ¿Te encuentras bien? – preguntó él con voz dulce

-          Sí, es solo que hoy el aire esta turbio

-          Esto augura malas nuevas… - habló Cromi, la gnoma

-          Cromi, siempre tan positiva – bromeó Itharius


Entonces, Lord Afrasastrasz, comandante de las defensas del templo de Reposo del Dragón, se presentó en lo alto de la torre.

-          Mi señora, hay un ser que pide audiencia

-          ¿Audiencia? ¿Los mortales creen que pueden venir aquí como si fuese la casa de su vecino? – comentó Nalice, embajadora del vuelo negro

-          ¿De quién se trata? – preguntó la reina

-          No es exactamente alguien… es una sombra – dijo el comandante – Probablemente de un demonio.

-          ¿Un demonio? – se alertó Krasus - ¿Qué puede querer un demonio de la Reina de los Dragones?

-          Vamos a averiguarlo… - dijo Alexstrasza


La dragona, en su elegante forma élfica, acompañó al comandante hasta una zona inferior del templo, seguida por Krasus, su leal consorte; para recibir aquella misteriosa visita.
Como bien había descrito el comandante, el visitante se mostraba como una proyección astral de sí mismo, de una manera bastante borrosa, seguramente por el poco poder del que disponía o que quería mostrar. Pero aquellos ojos amarillos y la forma de una cornamenta se diferenciaban bastante bien.

-          ¿Qué puede querer algo como tú de la protectora de la vida? – preguntó seria

-          No quiero nada, solo he venido a darte una información que considero importante para ti – habló con voz ronca

-          ¿Tratas a la reina como un igual? – gruñó Krasus – Muestra más respeto!

-          Krasus.. déjale hablar… - dijo con voz suave - ¿Y qué clase de información puedes tener que me interese?

-          Es sobre su hermana, majestad – enfatizó la última palabra

-          ¿Qué sucede con Quiuyustrasza?

-          Me parece conveniente que sepáis que vuestra hermana está protegiendo a una muchacha, una mortal… que podría ser heredera de Kael’Thas… y cuyo objetivo es continuar su legado… y traer a Kil’Jaeden a este mundo

-          ¿Qué?

-          Cerrad los ojos… ¿acaso no notais ese asqueroso hedor del fuego del fénix?


Aunque reacia, la dragona cerró sus párpados, inhalando el aire en busca de un aroma extraño. Tras unos segundos, sus ojos rojos se abrieron de golpe…


-          Gracias por tu información


Fin del flashback

 
 
No recordaba la última vez que había pisado Quel’Danas, pues hacía demasiado tiempo… tan sólo recordaba a su hermana llorando, con el cuerpo de aquel desdichado príncipe en sus brazos. Apretó sus puños con fuerza, rememorando la vergüenza que había sentido… Su hermana enamorada de un simple mortal, un mortal que casi trajo la ruina a Azeroth.  Krasus, como siempre, la acompañaba, pues temía una confrontación entre las hermanas, aquello sí podría ser una catástrofe…


Anveena era totalmente consciente de que estaba obrando en contra a lo acordado, pero había sido el propio Kalecgos quien había acudido de inmediato a advertirla. 

Kalecgos conocía todo sobre la guardiana y que las reminiscencias de su pasado y de su sangre perdurarían hasta el fin de los tiempos, había acompañado a la elfa en su último aliento y la había propuesto como guardiana de la Fuente del Sol, pues ella era el ser que mejor conocía sus secretos. Cuando Alexstrasza le dio el aliento de la vida lo recordaba todo pero, según cada aspecto fue compartiendo con ella parte de su poder, algunos de sus recuerdos se fueron borrando, y el dolor de su pérdida quedó callado para siempre en un lugar remoto de su alma, así, Anveena, la que un día había sido la mujer más admirada de Lunargenta se convirtió en un ser casi tan poderoso como los mismísimos dragones… con tan sólo una función… proteger las ruinas de lo que un día fue la Fuente del Sol. Y todo había estado bien…. Hasta el momento en el que Quiuyue le presentó a aquella muchacha…

Aquella esencia malévola casi le ocultó su verdadero ser, su linaje y el poder, todavía naciente, que corría por su sangre. Pero ahora, ahí estaba, acompañada por el majestuoso fénix que un día había pertenecido a su esposo… Anveena cerró los ojos, sintiendo en Chantarelle correr su propia sangre y la sangre de Dath’Remar Sunstrider.

-          Quiuyue, tu hermana viene hacia aquí…

-          ¿Alexstrasza? – se agitó Evannor

-          Anveena, se que no tengo derecho ninguno a hacer esto…. Por favor, saca a Chantarelle de aquí..

-          Quiuyue… Diciendote esto, estoy faltando a mi acuerdo…. – dijo cabizbaja – Pero no puedo evitarlo… 

-          ¿Qué es lo que sucede? – preguntó Chantarelle

-          Alguien ha informado a mi hermana… sobre ti..

-          ¿Y qué tiene eso de malo?

-          Chantarelle… Todavía no eres consciente de la importancia de tu linaje… - habló Anveena – Tienes el poder para restaurar la Fuente del Sol, pero también para traer de vuelta a Kil’Jaeden a este mundo… Además de eso tienes el poder de Agonía de escarcha… La reina de los dragones te sentenciará a muerte

-          Pero yo no soy así! No pienso despertar a ese demonio

-          Lo se, pequeña mía, todas lo sabemos   habló su abuela – Pero Alexstrasza no lo sabe

-          Pues yo se lo explicaré

-          Te fulminará en cuanto llegue… debes huir… Yo hablaré con ella – dijo Quiuyue

-          Pero Quiu…. – protestó la elfa

-          Mi pequeña, eres fuerte y el bien es poderoso en ti… Nunca olvides por lo que luchas, ni nunca dejes de amar, de sentir… aunque duela… - la dragona la cogió de las manos – Se que llegarás a dominar a Al’ar tanto como lo hacía tu abuelo y que juntos sereis grandes y luchareis, por liberar tu alma y las almas de todos aquellos que han sido masacrados por Arthas… Ahora vete…. Y no mires atrás..

-          Quiuyue, no pienso irme sin ti

-          Evannor, lamento lo sucedido en el pasado… Y se que no soy quien para pedirte nada… tan sólo… cuida de ella..


Anveena estaba inquieta, las tres elfas caminaron lo más rápido posible hasta lo alto de una colina, ocultándose tras una gran columna perteneciente al palacio que allí había estado.

- ¿Por qué haces esto, guardiana? Tu misma dijiste que estabas fallando a tu misión – dijo Chantarelle sin comprender.

- Cuando me convertí en la guardiana perdí la gran mayoría de mis recuerdos, hasta el día en que te conocí, en que Quiuyue me confió sus creencias, y el día en el que supe que lo que decía era cierto… - la tomó de las manos – Hace mucho tiempo, yo era una sacerdotisa, me ocupaba de un pequeño santuario junto a mis hermanas, hasta que un día un valiente mago, herido, llegó pidiendo auxilio. Sané sus heridas y me enamoré perdidamente de él… y él, me correspondió… - sonrió –  Huí con él de la guerra, hasta el norte de los Reinos del Este, donde nos asentamos y formamos nuestro hogar, el Reino de Quel’Thalas… y él fue coronado Rey – abuela y nieta la miraban confusas – En efecto, hablo de Dath’Remar, el caminante del sol, fundador del linaje Sunstrider y el primer portador de Al’ar

- Eso significa que tú…

- Exacto… Chantarelle, soy tu tatarabuela – sonrió – Ahora que sabes la verdad, huye… Id a Cuna del Invierno, allí estaréis a salvo de la ira de los dragones.

- ¿Cómo llegaremos allí? – preguntó Evannor

- Creo que puedo hacerlo… creo que puedo llegar allí… -dijo Chantarelle – Anveena, ¿volveremos a vernos?
- Eso depende de ti, no sigas el sendero equivocado – dijo suplicante – Y cuando tu alma esté a salvo, regresa conmigo… y purificaremos la Fuente del Sol


El pequeño habitáculo reproducía en forma de eco aquella tétrica risa, aquella carcajada maléfica que salía de aquella boca fétida y de aquella lengua de dos puntas. Piptai cubría sus orejas con sus pequeñas manos, temiendo que el humor de su amo cambiase de repente y desatase su ira contra él.

Como si de un niño se tratase, aquel demonio saltaba canturreando de un lado al otro de la sala, cogiendo en sus garras diversos viales de líquidos coloreados, que metía con cuidado en un morral. Tras ello, instó a Piptai a seguirle a un piso aún más profundo en la cripta en la que se encontraban, descendiendo unas angostas escaleras hasta llegar a una pequeña cámara, que su amo abrió con una llave de plata, en forma de calavera.

Allí, el aire era todavía más pesado, aunque no olía tanto a azufre, Piptai se imaginó que hacía años que su amo no entraba allí. El pequeó demonio emitió una pequeña chispa verde de entre sus manos, suficiente como para encender una antorcha, y se abrió paso en la habitación, seguido de él. 

Escudriñó cada palmo de la habitación, en busca de algo que llamase su atención, allí sólo había un féretro de piedra, cerrado y cubierto de polvo, por lo que no se veía nombre o inscripción alguna. Movió el brazo con lentitud hacia uno de los lados, hasta que algo destelleó en presencia del fuego verde. El pequeño demonio se acercó, cauteloso, y alumbró de nuevo, viéndola con claridad… allí estaba, sumida en la oscuridad de una cripta, susurrante.. desesperada… sola…


Sintió la emergiente magia de Chantarelle fluyendo, aquella isla la amplificaba todavía más.. y después, dejó de sentir su presencia en aquel lugar, sabiéndola lejos. Por suerte, el vínculo que tenía con ella le permitiría saber en todo momento si estaba bien o si… negó con la cabeza. Para protegerla estaba a punto de hacer aquello, enfrentarse a su hermana.

Suspiró… ya notaba la presencia de la reina de los dragones en Quel’Danas y una parte de ella estaba aterrada… Aún así, salió a su encuentro.

-          ¿Qué haces aquí, Quiuyue? – Alexstrasza fue sin rodeos

-          Desde luego, no lo que tu piensas...

-          ¿Es cierto lo que ha llegado a mis oídos? ¿Kael’Thas tiene un descendiente vivo?

-          Su nieta - afirmó

-          ¿Y tú te atreves a protegerla? ¿Después de que ese pobre inconsciente hiciese zozobrar el equilibrio que tanto nos afanamos en proteger? – alzó la voz

-          Sí, me atrevo

-          Quiuyue, ¿eres consciente de lo que estás diciendo? – habló Krasus

-          Esa muchacha salvó la vida a Valithria…. Sólo cumplo sus deseos

-          Quiuyue… Esa muchacha es un peligro… y lo sabes, no podemos dejarla en libertad, y mucho menos arriesgarnos a que siga los pasos de su abuelo – habló de nuevo el elfo

-          Ella no conocía su linaje, no sabe nada sobre Kael’Thas o sobre lo que hizo, más que lo poco que puede haber en la Biblioteca de Lunargenta.

-          ¿Quieres decir que ella no sabe lo que puede hacer?

-          No

-          Krasus, sabes que ese no es un impedimento… - Alexstrasza lo miró con desaprobación – Esa muchacha debe morir..

-          No puedes sentenciarla a muerte! Eres la Protectora de la Vida! – gritó Quiuyue

-          Si puedo, cuando sea algo justificado

-          Y no lo es! – replicó

Furiosa, Quiuyue tomó su forma de dragona, emitiendo un sonoro rugido, sus ojos rojos brillaban con fuerza y sus escamas desprendían más calor que de costumbre. Estaba dispuesta a protegerla, de la manera que no pudo protegerle a él.

-          No le harás daño…. – habló entre dientes.