domingo, 25 de enero de 2015

Capítulo 4. Aquel al que tanto odiaba



Su mente y su cuerpo evocaban ahora todo tipo de sensaciones, muchas de ellas contradictorias. Estaba nerviosa, estaba tranquila, estaba feliz, estaba….
Sacudió la cabeza con fuerza para tratar de centrarse. Dejó caer sus brazos y movió los dedos, canalizando toda la magia que poseía.

Se encontraba ante la última de las puertas que cruzaría aquella noche, ante los aposentos del ser al que odiaba, del ser cuya vida arrebataría esa noche.

Sonrió con cierta ironía. Hacía tres horas que había comenzado un nuevo día, el día de su cumpleaños. Desde la muerte de sus padres no había vuelto a recibir ningún regalo por aquel día pero, dieciséis años después, allí estaba, procurándose su propio obsequio, uno muy especial… su venganza..

Suspiró hondo y se coló en la habitación. A diferencia del resto de la Ciudadela, el suelo estaba enmoquetado y el ambiente hasta podría resultar acogedor, de no ser por el cuerpo que yacía en la cama, descansando. Elegantes muebles dignos que cualquier palacio la rodeaban, al fondo, en una peana, descansaba la Agonía de Escarcha. Su sola presencia hizo que se estremeciese.


Caminó con pasos ligeros, pero firmes hasta el lecho, blandiendo en alto la espada y atravesando el pecho del Rey. Su cara dio un signo de felicidad que no duró más que unas milésimas de segundos.  Porque, cuando retiró la espada del cuerpo, descubrió que estaba totalmente limpia, ni rastro de sangre.


Repasó con la mirada el cuerpo del Rey, topándose con aquellos fríos ojos y retrocedió horrorizada. Este se levantó, dirigiéndole una mirada desafiante, antes de esbozar una siniestra sonrisa.


- Vaya vaya…. Así que un insecto ha logrado colarse a través de la tela de araña – su voz resonó en las paredes


Ella trató de mantener la calma y, sobre todo, no mirarle a los ojos. Notaba su mirada repasar su cuerpo de arriba abajo, quedándose fija por fin a la altura de su pecho.



- Pero si eres una dama… - rió – Eso ya me agrada más..


- Nunca podrás tocarme – repuso ella anticipándose a sus horribles ideas

- Pequeña, yo siempre consigo todo cuanto deseo, tarde o temprano


Se sentía humillada, nunca había tolerado que nadie la tratase como inferior sólo por el hecho de ser mujer y, mucho menos, que la mirasen de aquella forma. Sintió como sus mejillas se acaloraban, presas de la ira.



Empuñó de nuevo la espada y se lanzó contra él con todas sus fuerzas. El Rey Exánime fue esquivando sus ataques hasta llegar junto a su espada, la cual, al contacto con su piel, desprendió un brillo helado, iluminando parcialmente la sala.


Cuando ambas espadas chocaron, un extraño estallido de magia surgió con el roce entre las armas, proyectándolos hacia atrás. Ella se fijo entonces en él… No llevaba su negra armadura, sino más bien una prenda de dormir, su cabello plateado y largo caía por su espalda y su semblante duro y hosco de un humano, quedaba enfriado por aquellos ojos como el hielo.


De nuevo las espadas chocaron, enzarzándose ahora en una épica lucha en la que la elfa combinaba las estocadas con ataques mágicos, que eran lo único que parecía dañarle.
Él, por su parte, sonreía satisfecho de tener un rival digno de él, pensando en lo que podría hacer con ella cuando la hubiese vencido. Recordó en aquel momento a la valiente y obstinada Sylvanas, que había luchado con valentía, demostrando ser también una adversaria digna. Su sonrisa se hizo mayor cuando recordó lo mucho que había disfrutado torturándola y teniéndola a su merced. ¿Podría hacerle lo mismo a aquella elfa?



Ella se movía con soltura, parecía totalmente acostumbrada a pelear con aquella espada, atacaba y esquivaba los ataques de su oponente con una agilidad digna de cualquier paladín, pero su magia reflejaba que no se enfrentaba a un paladín, sino a algo más complejo. El Rey cambió su táctica de pronto, limitándose a defenderse y dar fuertes sacudidas con su mandoble que provocaban fuertes vientos. En uno de estos ataques, la capucha de la joven elfa se fue para atrás, revelando por fin su rostro. Sus ojos jade le miraron con el más profundo resentimiento, mientras su cabello dorado ondulaba aún por el efecto del viento. Él sonrió en sus adentros… Y atacó de nuevo…


Esta vez sus ataques eran contundentes, demostrando su gran habilidad como el paladín que antaño había sido. A ella le estaba costando más bloquear sus ataques y tener tiempo para lanzar sus hechizos. En un despiste de ella, agonía de las sombras, logró alcanzarla, rasgando su ropa y la piel bajo ella a la altura del muslo, momento que aprovechó la elfa para lanzar un poderoso hechizo que, sin duda alguna, hirió a su contrincante en el brazo.


Él se miró el brazo y vio una pequeña mancha color granate, hacía mucho tiempo que no veía su propia sangre. El tiempo que reaccionaba, ella ya le estaba lanzando otro hechizo, que este desvió con su espada en dirección hacia ella, que esquivó con un escudo.

Su siguiente ataque quebró el escudo de ella, quedando la elfa contra la pared y él muy muy cerca..


- Cede en tu empeño y tendré clemencia contigo - advirtió


Pero ella no le escuchó, realizó una finta y salió de la pared, terminando con una estocada en el mismo hombro que había herido anteriormente. La paciencia de él colmó… y Agonía de escarcha chocó con fiereza contra la espada de ella, consumiendo parte de su fuego… La elfa, se alejó lanzando un nuevo hechizo sagrado y realizó una finta, que él interceptó, desgarrando la fina piel de la elfa…


Ella gritó… el dolor y el frío de la escarcha se apoderaron de ella…. Se giró y paró la temible espada entre sus manos, impidiendo que alcanzase su pecho, pero sus manos chorreaban sangre al contacto con el filo. Él la miro con semblante serio, cayendo de rodillas cuando ella le propinó una oportuna patada en la entrepierna.


La elfa blandió de nuevo su espada, pero estaba débil… por lo que no fue capaz de esquivar su siguiente estocada, que le dio de pleno en el brazo derecho…

Lo miró con odio, con resentimiento y, acercándose a la ventana, cuyos cristales habían estallado, saltó al vacío…

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