jueves, 5 de febrero de 2015

Capítulo 12. ¿Qué ..?



No sabía cómo… pero allí estaba… en su puerta. No acostumbraba a recibir visitas y menos, aquella clase de visitas. 




- ¿Cómo diablos has averiguado donde vivo? – rugió ella
 

- Soy guardia de la ciudad, guapo y listo. – sonrió de manera chulesca – Además, toda Lunargenta está en la Plaza Mayor, a excepción de ti..


- ¿Cómo has podido averiguar eso?


- No eres tan lista cómo te crees, la tuya es la única luz que se ve en toda la ciudad, además de las de la plaza


- “Mierda…” – pensó ella




Amin la miró divertido, viendo como la elfa se frustraba ante su ágil descubrimiento.




- Está bien, pasa… - aceptó a regañadientes.






El paladín observó el pequeño apartamento. Las paredes estaban pintadas de un color beige crudo, aunque decorada con cortinas de seda y gasa de color púrpura.  La vivienda constaba de una minúscula cocina cuyos muebles eran de mármol de color ébano, no tenía mucho que destacar, salvo que no parecía ser demasiado utilizada.  El salón se separaba de lo que parecía el dormitorio por un tupido cortinón de seda; a medida que se acercó, pudo vislumbrar una bonita cama con dosel. Había una puerta, que seguramente pertenecía al cuarto de baño. 

Amateratzu, gracias por el té conmigo ^^




Lo instó a sentarse en un diván de color negro aterciopelado, ella tomó asiento en un sillón del mismo color, tras poner una tetera en la mesita y dos tazas.




- ¿Qué es? – preguntó, algo intimidado


- Té de rosa de talandra – respondió – Si quisiera matarte, el envenenamiento sería la última de mis opciones – una sonrisa irónica se dibujó en su cara 




Amin sirvió la taza de ella y después la propia, ante la atenta, pero inquisitiva, mirada de la elfa. Se había sorprendido verla sin su amplia capucha negra, cosa que le había alegrado; aunque la actitud de ella seguía siendo tan fría como la noche que la había visto por primera vez.
  



- Y bien.. ¿a qué has venido? – dijo fríamente


- A advertirte – entró en su juego de frialdad


- ¿Advertirme?


- Si, mi estúpido compañero, el de la otra noche, ha ido contando por ahí historias acerca de una siniestra elfa que quiso ayudar a la plaga a entrar en la ciudad…


- Pero eso no es cierto, yo fui a luchar contra ellos! – se puso en pie


- Lo se, y por eso estoy aquí. – tranquilizó. – Ha ido dando una descripción detallada tuya, de lo poco que ha podido ver cuando peleábamos. Yo soy un héroe pero tú….- suspiró. – Registrarán toda la ciudad, palmo a palmo, te encontrarán… y encarcelarán.


- No lo entiendo… - reconoció, un tanto apenada. – Yo sólo he luchado, luchado por proteger a esta ciudad, a sus habitantes..


- Lo sé.. y créeme que no me gustan estas cosas y que haré todo lo que esté en mis manos para remediar la situación y limpiar tu nombre, aunque no sepa ni cual es; te doy mi palabra de paladín- puso la mano en el pecho. – Pero hoy por hoy, lo mejor es que desaparezcas, al menos durante una temporada.








La elfa se quedó inmóvil, tratando de procesar en su mente la conversación que acababan de mantener. Un sentimiento de angustia y rabia comenzó a burbujear en su interior, apretó los puños, tratando de controlarse. Por otra parte, sintió tristeza y unas ganas tremendas de romper en llanto, pero no… llorar era de débiles y ella no era débil. Echó un vistazo a su apartamento, apenada; aquel pequeño espacio era todo cuanto tenía, era su lugar.




Caminó hacia el armario y cogió una mochila de viaje, y empezó a empacar cosas… Unas cuantas pociones, ropa interior, un par de vestidos, sus accesorios de higiene… Junto a su cama reposaba un colgante con forma de luna, de plata, con algunos símbolos grabados; había sido de su madre, se lo colgó en el cuello y lo acarició con la yema de los dedos. Después, colocó la vaina de su espada en su cadera y su capa negra por encima. Entonces reparó en que el paladín aún estaba allí.




- ¿Puedo saber tu nombre al menos? – preguntó levantándose.


- ¿Mi nombre? – estaba distraída – Nyn – no creyó conveniente revelar su verdadero nombre, por eso utilizó el de su madre.


- Un placer, Nyn – se despidieron.





Como una sombra, sí, eso es lo que era, una sombra… Salió de su casa seguida por el paladín y el sonido, como un tintineo, de su armadura.  Escuchó el alboroto, procedente de la plaza mayor, pero su camino era otro… Con varios saltos, subió al tejado de uno de los edificios colindantes con la muralla. Y, sin mirar atrás, saltó al otro lado, perdiéndose en la oscuridad…

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