Tras
terminar con el dragón, los paladines tuvieron que sacar a rastras a su líder,
antes de que se desmoronase la gruta. El príncipe de Lunargenta trató de
forcejear para ir a auxiliar a la elfa, pero el riesgo era demasiado grande.
Tan sólo pudo ver el bello rostro de ella por última vez antes de que las rocas
la sepultasen.
Una
vez estuvieron fuera, cayó al suelo, abatido…
-
Nyn….
– susurró
Morgan
colocó su mano en el hombro de él, como muestra de afecto, aunque no pareció
reconfortarle demasiado, y menos todavía cuando los amigos de ella acudieron a
preguntarles. Pero a Miau no le hicieron falta respuestas, pues ya resonaban en
su mente.
Aquella
misma noche acudieron al mágico lugar en el que se habían besado, pare rendirle
un pequeño homenaje. Nadie dijo nada, tan sólo depositaron docenas de flores en
las aguas cristalinas. Kareth Theron fue el último en abandonar el lugar, no
sin antes arrodillarse sobre las aguas..
Theodor
y Elk volvían a su habitación tras otro duro día de trabajo..
-
¿Sabes?
– decía Elk – Lo bueno de ser caballero de la muerte es que, por lo menos, no
sudas
-
Cierto…
De lo contrario oleríamos siempre a cerdo
-
En
mi otra vida yo me duchaba entre tres y cuatro veces al día, ya sabes, tanto
entrenamiento produce sudor y el sudor huele…
-
¿Y
cuántas veces por la semana ibas a la peluquería? – dijo Theodor con ironía
-
Humm,
normalmente dos veces – respondió totalmente convencido
-
Gaier
– Se burló Theo
Los
caballeros de la muerte entraron en su
cuarto y se despojaron alegremente de sus armaduras, depositándolas de
cualquier manera sobre la butaca. Theodor se fue a la ducha y Elk, mientras
esperaba su turno de aseo, se tumbó en la cama.
No
pasaron más que unos segundos hasta que vio unas extrañas manchas rojizas en el
suelo, detrás de la cama de su compañero. Inquieto, se levantó y fue a echar un
vistazo, descubriendo alarmado el cuerpo ensangrentado que reposaba en el
suelo.
La
tomó en sus brazos, izando su cabeza hasta apoyarla en su hombro, tratando de
evaluar el maltrecho estado en el que se encontraba la elfa. Agitado, la
depositó en la cama e irrumpió en el baño, haciendo caso omiso a los gritos de
Theodor, y tomó toallas, vendas, botiquín y todo cuanto encontró a su paso para
tratar de curar a la elfa herida.
Ella
tembló levemente y entreabrió los ojos, vislumbrando los suaves rasgos del
caballero de la muerte.
-
Elk
– susurró
-
¿Qué
te ha pasado? – preguntó con voz triste
-
Una
cueva se me cayó encima tras matar a un dragón – quiso bromear
-
No
puedo cortar tus hemorragias, si sigues sangrando vas a…
-
No..
– su pecho se movía con lentitud -
Tienes que enfriar mi cuerpo todo lo que puedas
-
Eso
te matará
-
Escúchame…
No puedo usar mi magia en mi estado, pero si tu aplicas tu poder de escarcha
sobre mi es posible que logre usar el poder de Agonía para salvarme.
-
¿Usar
el poder de Agonía? ¿Estás loca?
En
aquel momento de duda, Theodor salió de la ducha, quedando anonadado por la
terrible escena. Reconoció de inmediato a la elfa que tiempo atrás habían
salvado y allí estaba de nuevo, en condiciones aún peores.
-
Theo..
voy a necesitar tu ayuda – dijo Elk con voz sombría
Los
caballeros de la muerte concentraron su presencia de escarcha sobre la elfa e infringieron
al mismo tiempo varios de sus hechizos de escarcha más poderosos. Comenzaron
con toque helado y fiebre de escarcha, de forma que congelaron su piel,
haciendo que la sangre se coagulase y frenando las hemorragias que la
debilitaban por momentos…
Siguiendo
las indicaciones dadas por la elfa, Elk le aplicó frío hambriento, habilidad
que hizo que el cuerpo de ella sufriese violentas convulsiones. Theodor miraba
con preocupación el poder de hielo que salía de las manos extendidas de su
compañero en dirección a ella, cuyo ser se retorcía hacia arriba y abajo.
Entonces, su cuerpo brilló con un destello de hielo, quedándose completamente
inmóvil.., mientras en su alma tenía lugar una pequeña batalla, en la que la
elfa asimiló y se apoderó de parte de ese poder malévolo, para usarlo en su
propio beneficio..
Elk
cesó con el frío hambriento y Chantarelle abrió los ojos, unos ojos azules,
cristalinos… Movió con delicadeza su mano derecha y pronunció un pequeño
hechizo, que la sanó de inmediato, sin dejar rastro de ninguna de aquellas
heridas. Cerró los ojos y cuando volvió a abrirlos volvían a ser verdes...
-
Lo
hemos conseguido – anunció incorporándose
-
¿Podremos
algún día verte sin que estés al límite de la muerte? – suspiró Theodor
-
Por cierto, al menos dinos tu nombre, ¿no? - preguntó Elk
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