sábado, 7 de febrero de 2015

Capítulo 13. Locura y soledad



¿Su nueva misión en la vida? Simple… terminar uno a uno con todo aquel esbirro o secuaz del Rey Exánime. Y, cuando hubiese acabado con ellos… matarle a él..



Había cabalgado durante varios días, sin un rumbo fijo, sólo, siguiendo su instinto. Había tenido demasiado tiempo para pensar y reflexionar sobre todo cuanto le había sucedido.  Había contenido sus lágrimas y su dolor interno  hasta el extremo de lesionarse con tal de sentir algo que la distrajese de todo aquello. Pensó estarse volviendo loca, pero en realidad, nunca había estado más cuerda, ni más segura de sí misma.



Por primera vez desde hacía mucho tiempo, se sentía sola, completamente sola en un mundo que parecía no estar hecho para ella…   






Inicio del flashback.



El hechizo de protección estaba llegando a su fin y poco a poco, la burbuja que la rodeaba y separaba del mundo, se estaba consumiendo. La niña miró a los lados, buscando el sol del que antes disfrutaban, pero sólo encontró gris… todo estaba gris… Los verdes campos sobre los que había caminado, ahora lucían grises, quemados por el paso del frío y de la muerte.



Se levantó, insegura, y buscó a sus padres… Pocos metros más adelante reposaba en el suelo el cuerpo inerte del valiente Adanahel, su padre. La niña, rota de dolor, corrió hacia él y lo sacudió.




- Papá… Papá! Despierta!!!! Soy yo, Elle! – gritó – Papá, despierta, por favor




Un elfo contemplaba, destrozado, la escena.  No pudo resistirlo más y se acercó a la pequeña, colocando la mano en su hombro.




- Pequeña… no va a despertar – dijo con tristeza


- Está muerto, ¿verdad? – sus ojos llorosos se toparon con los de él


- Si…- la comprensión que ella parecía tener de la muerte lo sobrecogió


- Dale redención – dijo ella, con un hilo de esperanza


- Pequeña, no es tan fácil… El alma de tu padre no está aquí, ha sido apresada por la espada de su asesino.


- ¿Quieres decir que no irá a Qu’eleternum?





Qu’eleternum era el nombre que los elfos le daban al más allá, donde las almas de los caídos descansaban. El paladín estaba conmovido, a la vez que impresionado, por aquella niña de ojos jade. Su comprensión sobre la muerte era impresionante en una niña de su edad, normalmente a los pequeños les costaba más asumir que su mascota o, peor aún, uno de sus padres, se habían ido.



- Pequeña… ¿Tu padre es Adanahel? – preguntó poniéndose rígido


- Si, lo era – la pequeña miró al suelo.




Ahora era el paladín quien había palidecido y su expresión era lánguida. Cargó con el cuerpo inerte y tendió su mano a la pequeña, que la aferró sin pensar.



Tomaron el camino de vuelta a Lunargenta, encontrando desolación a su paso. Ninguno de los dos olvidaría nunca el olor de la muerte, un olor a frío y azufre…



Un escalofrío recorrió el cuerpo de la pequeña elfa, que corrió hacia el linde del camino.




- ¿Mamá? – preguntó, ilusionada




Pero allí no había ni rastro de Nyniel o, al menos, de su cuerpo. La niña reparó entonces en el suelo; a diferencia del aspecto general que presentaba todo a su alrededor, había una pequeña zona que conservaba hierba verde. El paladín se acercó, intrigado, a la niña.




- ¿Qué sucede?


- Aquí murió mi madre – dijo señalando la hierba. – Pero su cuerpo no está




Morgan, que así se llamaba el joven paladín, dejó el cuerpo de Adanahel a un lado y se puso de cuclillas junto al fragmento de vida en el suelo. Se quitó el guante derecho y, con sus dedos, acarició la hierba, notando la magia de la que aún quedaban resquicios en el ambiente. Nyniel había sido una gran sacerdotisa, su simple presencia hacía crecer las flores y su magia era dadora de vida y de luz; no era de extrañar que el suelo bajo el que había perecido hubiese conservado la vida. Entre dos flores rosadas, encontró un colgante de plata, en forma de luna, que tenía grabados varios símbolos en élfico antiguo; sin duda, algún tipo de talismán.

Morgan volvió a mirar a la niña.. ¿Cómo le explicas a una niña de 5 años que sus dos progenitores han sido asesinados?




No lo haces… porque aquella niña, ya lo sabe.. Sólo la estrechas entre tus brazos, tratando de calmar un dolor arrasador.. Eso fue lo que hizo el paladín…



Ya de vuelta a Lunargenta, entregó el colgante a la pequeña a cambio de escuchar su nombre… Chantarelle..



Fin del flashback






El recuerdo de la muerte de sus padres la abatió más aún… Había decidido pasar la noche en aquel lugar, un claro en el bosque de argénteos. Alimentó a su corcel y prendió una hoguera. Después, se dejó caer, rendida y lloró… por primera vez en mucho tiempo lloró… la muerte de sus padres, todos los fracasos que había tenido en su vida, el estar sola, el miedo de que Exánime terminase con ella en vez de ella con él…








La expedición que él lideraba había llegado a Molino Tarren, por fin…

Llevaba días escuchando alguna que otra queja en su grupo y, la verdad era que él también estaba cansado, muy cansado.



No estaba muy seguro de si Molino Tarren sería un lugar… adecuado para ellos. La aldea había sido arrasada hacía muchos años, cuando la hermandad había secuestrado al jefe Thrall y retenido en el castillo de Durnholde. Recordó que uno de sus maestros eludía constantemente a esa historia, de la que era fan incondicional, de hecho, se la había tenido que aprender de memoria, pues les obligó a representarla en una obra escolar. Él, por supuesto, había actuado como el valiente Thrall. Sonrió pensando en aquel día, la verdad es que para tener 10 años, no lo había hecho mal.



Pero, 15 años después allí estaba, liderando su propia expedición, la cual entraba con paso firme y elegante en Molino Tarren. La tabernera ya estaba avisada de su llegada y preparó como pudo las habitaciones, esperando que fuesen del agrado de sus huéspedes.



Molino Tarren era una aldea pequeña, los edificios habían tenido tiempos mucho mejores, pero los no-muertos que residían allí, habían tratado de hacerlo un poco más “habitable”.



Llegaron a la taberna y se presentaron. No hubiese sido necesario, porque un grupo de seis apuestos paladines de Lunargenta no se veía todos los días y, menos aún, a aquellos paladines. Pertenecían al mejor escuadrón de Lunargenta, los mejores guerreros y, porqué no decirlo, los más apuestos. La tabernera, una no-muerta que conservaba bastante bien el cuerpo que había tenido en vida, los observó atentamente según se fueron presentando.



Ithelis, era un paladín tanque con un aguante y una tenacidad impresionante, su pelo era rubio y lo llevaba ligeramente recogido, sus ojos eran del color miel.  Halthenis, decían las habladurías  que mataba a sus adversarios con sólo desenvainar la espada. Su pelo era rubio, lo llevaba suelto, con un pequeño flequillo corto que enmarcaba su rostro, sus ojos eran verde oscuro. Ighterion, era pelirrojo, su pelo aparentaba una suavidad extraordinaria, sus ojos eran negros, se decía de él que sus conquistas ocupaban un libro entero en la biblioteca de Lunargenta. kredis, un elfo de pelo corto castaño y ojos azules, sin duda, el más loco y temerario del grupo Después estaba Morgan, el más maduro del grupo, un paladín experimentado. Su cabello era castaño, peinado de una forma muy elegante, y sus ojos eran pardos. Morgan era el consejero del líder de la expedición, el príncipe Kareth Theron. Kareth, más conocido como Popcorn, mote que le había puesto su primer maestro; era el príncipe heredero de Lunargenta, hijo de Lor'Themar Theron. La no-muerta se fijó en él. Su armadura dorada contrastaba con su pelo castaño, lo llevaba corto y peinado de una manera bastante informal, sus ojos eran azul oscuro.



La tabernera guió a sus ilustres invitados hasta sus habitaciones y les llevó algo de comer, cosa que agradecieron con creces. Los paladines comieron con gula y después, con las barrigas bien llenas, descansaron.

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