Fue
recobrando poco a poco la consciencia y abrió los ojos con pesadez, tenía los
párpados hinchados. Se forzó a mover sus globos oculares pese a todo, mientras
su mente le proyectaba recuerdos… El dragón, el desprendimiento, las rocas
cayendo sobre ella, la cara de desesperación de Kareth y la oscuridad…
Apretó
los párpados y los abrió de golpe, quedando cegada por la luz blanquecina que
la rodeaba… Se incorporó, estaba tumbada sobre un manto de nieve que se
extendía mucho más allá de su vista y nada más, tan sólo nieve.
Con
cierta dificultad, se puso en pie y caminó en línea recta, hasta encontrarse
ante las puertas de una ciudad, allí pudo ver a un humano de cabellos dorados
que discutía con otro paladín más anciano, hablaban de purgar una ciudad
infectada por el poder de la plaga. También había una mujer, la cual miraba al
joven humano con ojos suplicantes y desesperados, antes de partir con el
anciano.
Parecía
ser totalmente invisible para todos cuantos la rodeaban, así que cuando el
paladín y su mermado grupo avanzaron hacia la ciudad, ella les siguió…
Stratholme, rezaba el letrero..
Una
vez dentro, varias personas, de apariencia enfermiza, se acercaron a recibir al
humano.
“Príncipe
Arthas…” – pensó ella – “Arthas Menethil”
Pero
Arthas desenfundó su espada y, sin piedad, fue acabando con las vidas de cada
persona que se cruzó en su camino. Ella lo siguió en silencio, observando que
aquella buena gente estaba contaminada por la plaga y que sus carnes rosadas
estaban dando paso a pieles putrefactas de los necrófagos del Rey Exánime.
La
tierra comenzó a girar, y ella se vio en la necesidad de cerrar los ojos para
evitar marearse… cuando los abrió, reconoció el salón en el que estaba, había
pasado por él en su visita a Entrañas. En la estancia redonda se agolpaba la
gente alrededor de un trono, ocupado por el rey Therenas. Una figura
encapuchada se arrodillaba en la parte central de la sala, encima del emblema
de Lordaeron.
Lo
siguiente que vio fue el Trono Helado…
Se encontraba ahora en la parte más alta de la Ciudadela, ante aquel
tétrico asiento. Entonces pudo fijarse en que, bajo el hielo, algo se movía en
su interior. Era una esencia helada, malévola… que urdía algo bajo un yelmo en
forma de calavera.
La
elfa escuchó el rechinar de una puerta y se ocultó tras una columna. Reconoció
de inmediato el rostro de la persona que entró, sus cabellos plateados caían
sobre una armadura tan negra como su alma… También asoció, aterrada, que aquel
que había asesinado a sus padres y condenado a ella a una vida de tortura, era
el que había sido aclamado y admirado Arthas Menethil.
Con
horror, observó como picaba el hielo de aquel trono, hasta conseguir retirar el
yelmo, junto con aquella esencia malévola. Una vez se lo hubo colocado, ambos
seres se fusionaron en uno solo y Agonía de Escarcha relució más que nunca.
La
elfa volvió a cerrar los ojos y en su mente se proyectaron escenas de todo
cuando Arthas había destruido y asesinado desde aquel día… No pudo evitar
temblar de pánico… y cuando abrió los ojos, volvía a estar en la nieve, junto
al Rey Exánime, que tenía su mano apoyada en el hombro de ella.
Chantarelle
se retiró, velozmente, quedando frente a frente.
-
Arthas… - susurró - ¿Cómo es posible que un príncipe se convierta en un
monstruo?
-
Un príncipe se convierte en rey… En mi caso, en el rey más poderoso de Azeroth
-
¿Y de que te sirve tanto poder, si estas completamente solo?
Él
rió, y su carcajada resonó con un eco terrorífico
- Por eso estoy buscando una reina…
-
Suerte en tu búsqueda… porque dudo que alguien pueda amar a un monstruo
-
¿Amar? ¿Por qué perder el tiempo con algo tan insignificante como el amor si
puedo controlar la voluntad de quien se me antoje? Incluso la tuya…
-
Tendría que estar muerta para ello, cosa que no conseguirás
-
No me hace falta matarte, la escarcha y magia de Agonía te consumirá poco a
poco… y llegado el momento, me suplicarás… y serás mi reina
-
Jamás, Arthas…
Su
semblante se tornó serio de nuevo.
- No intentes mostrar una valentía que no
tienes, Chantarelle – su nombre en sus labios sonó realmente horrible - No eres más que una frágil elfa que sólo ha
tenido suerte
-
¿Suerte? ¿Llamas suerte a todo lo que me has causado? – la ira se apoderaba de
ella – Mataste a mis padres, tuve que vivir en un horrible orfanato desde los 5
años, quise ser paladín y fracasé y fue expulsada, fallé al matarte y quedé
condenada a esta horrible cicatriz… ¿Y llamas a eso suerte?
-
Pues si tanto odias tu vida renuncia a ella… y únete a mí por tu propia voluntad
-
Nunca..! Juré venganza y eso es lo que obtendré… Juré que te mataría… y por
nada del mundo cederé en mi empeño
-
Ni siquiera…. – invocó un extraño pozo - ¿por el alma de tu padre?
El
rostro de ella quedó desencajado en una mueca del más profundo dolor, al ver el
alma de su padre en aquel pozo infinito, encerrada allí por la eternidad, junto
a miles de almas más.
Arthas
sonrió satisfecho, retirando aquella tétrica invocación. Se acercó a ella, que
en aquel momento no era capaz de moverse y con su mano alzó su barbilla para
mirarla fijamente a los ojos..
-
Estoy
siendo muy generoso contigo… en otras condiciones, te habría matado y torturado
a mi antojo… Pero veo tu potencial y tu asombroso poder… por eso quiero que te
unas a mí y seas mi reina…
Y
desapareció….
Elle
abrió los ojos, esta vez ya en el mundo real… Notaba el peso de las rocas
clavándose en su frágil cuerpo, formando un charco de sangre en el suelo…
Con
sus pocas fuerzas pronunció un último hechizo, uno de transporte que Ibi le
había mostrado, aunque sin mucha certeza de donde iba a aparecer…
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