El
viaje les resultaba pesado, muy pesado. Su grupo y él había partido hacía una
semana de Trabalomas rumbo a Claros de Tirisfal, para allí tomar el zeppelín
que les llevaría a Kalimdor.
A
ninguno de los paladines le gustaba viajar en zeppelín, el tener que estar
quietos durante varios días, sin poder entrenar siquiera, les agotaba
mentalmente. Estaban acostumbrados a llevar una vida activa, si, les gustaba
descansar y dedicarse a si mismos de vez en cuando, pero no durante tantos días
seguidos.
Demandred
había conseguido los mejores camarotes en el ala este del zeppelín. Este,
realmente, era un enorme barco de madera suspendido bajo un enorme globo con
forma de tiburón, uno de tantos inventos de los goblin y, gracias al cual les
era posible viajar de los Reinos del Este a Kalimdor o a Rasganorte de manera
más rápida que en un barco normal. Aunque, lo más rápido, siempre serían los
magos y, por desgracia, no abundaban últimamente.
Ighterion
depositó su mochila de viaje en una silla y se tumbó en la cama
-
¿Y bien? ¿Cuál es el plan? – preguntó sin recostarse
-
Tirarnos seis días durmiendo, comiendo y tocándonos, por lo visto – bromeó Kredis
-
¿Has mirado si había alguna chica a bordo? – preguntó Igh con un brillo en los
ojos
-
Si hubiese visto a alguna hembra me lo callaría para mi, deja alguna para los
demás, acaparador! – bromeó Kredis
-
¿Es que sólo pensais en eso? – les recriminó Ithelis, colocando su armadura en
el armario.
-
Déjales, son unos enfermos – intervino Morgan
-
Enfermos si, pero Morgan, la tabernera de Molino Tarren no te quitaba ojo –
dijo Ighterion
-
Oh… No me imagino a Lord Morgan con una no-muerta – exclamó Halthenis
-
No, por favor… ¿Os imaginais que grima? Estar ahí dale que dale y que se le
suelte una pierna o un brazo! – rió Ighterion
-
Hay algunas que no están mal, incluso resultan guapas – Popcorn se unió a la
conversación.
-
Pop, no me imagino la cara que pondría tu padre si apareces de la mano con una
no-muerta! – bromeó Halthenis.
-
En eso le doy la razón a Halthenis– afirmó Morgan. – Con todo el respeto,
vuestro padre es un líder ejemplar, pero sus relaciones con las otras razas
suelen ser tensas, a pesar de que la líder de los no-muertos sea una elfa de
sangre.
-
Lo se, Morgan, y no me ofende en absoluto
-
Oye Igh! Te apuesto 1000 oros a que no eres capaz de ligarte a una troll! –
exclamó Kredisde pronto
-
Acepto el reto! – se animó el paladín de cabello rojizo.
Dusht había conseguido el último camarote
disponible en el zepellín que viajaba a Kalimdor. Había sido toda una suerte,
pues hasta el mes siguiente no podrían viajar a Orgrimmar.
Cuando
embarcaron, justo quince minutos antes de la partida, ya era de noche. Subieron
a bordo y una pequeña goblin los guió hasta su camarote. La goblin era demasiado habladora, los había
tomado como pareja y no dejaba de hacerle preguntas, las cuales Dusht, trataba por todos los medios de evitar.
Una
vez a solas, suspiraron, aliviados. Chantarelle se quitó la capa y se metió en
la ducha
Tras
tomar un baño, se encontraba bastante más relajado, y hambriento… Se puso un
atuendo informal y fue hasta la pequeña taberna que había en el barco.
Una
vez en la barra, tomó asiento al lado de un elfo de sangre de cabellos dorados,
que esperaba impaciente que le trajesen lo que había pedido. Reconoció a simple
vista que se trataba de un brujo.
-
Buenas noches – saludó con educación
-
Buenas noches – respondió el brujo.
Por
fin, el tabernero había regresado con su pedido, dos grandes porciones de tarta
de chocolate. Dusht sonrió y pagó con
gusto, ante la atenta mirada de aquel elfo que se había sentado a su lado.
-
Tiene buen aspecto – comentó el extraño
-
Si – rió algo incómodo – Pero me interesan más sus propiedades.
-
¿Una mala noche?
-
Mala no, pero dura… Espero que por lo menos la anime – se le escapó
-
¿La anime? – algo llamó su curiosidad
-
Es para una amiga
El
elfo de cabello castaño lo miraba de arriba a abajo, algo parecía haberle
llamado la atención. Dusht decidió que
copiaría la idea de su compañera y se compraría una capa con capucha.
Incómodo,
se despidió y volvió a su camarote.
Se
la encontró sentada en el aire, en una especie de burbuja. Cuando entró, ella
abrió los ojos y su burbuja estalló, cayendo al suelo.
-
Lo… lo siento – se disculpó - ¿Te has hecho daño?
-
No te preocupes…estoy bien
-
¿Qué se supone que estabas haciendo?
-
Renovar mi magia… ¿Los brujos no lo hacéis?
-
No, la magia de los brujos es magia de las sombras, nuestros propios esbirros
nos la van renovando. Pero supongo que la magia sagrada no es así, ¿verdad?
-
No, y menos aún la mía… Por cierto, aún
no conozco a tu esbirro- cambió de tema
-
Oh.. bueno… es un pequeño diablillo, pero es un poco pesado y mandón – rió – Te
lo presentaré en cuanto estemos en tierra firme – prometió
Acababa
de salir del último examen del trimestre. Llevaba semanas estudiando y era la
mejor de su clase pero, como a cada examen, estaba nerviosa.
-
Hola Rhein! – saludó - ¿Qué tal el examen?
-
Bien, aunque la última pregunta era complicada. – dijo con expresión ausente –
Y tú, ¿sobresaliente como siempre?
-
No lo sé.. – respondió dubitativa
-
Venga ya! Tu siempre sacas unas notas excelentes! – Yaelis se unió a la
conversación
-
Eres una empollona, Ibi – bromeó Lidara. – Te salva el hecho de que eres guapa
La
joven maga de cabello plateado alzó su varita y los transformó a todos en
gatitos negros, que siguieron maullando a su alrededor.
-
Señorita Ibi, ¿otra vez ha usado la polimorfia con sus compañeros? – la
interrumpieron
-
Lo siento señor Milleor – retornó de inmediato a sus amigos a sus formas
élficas
-
Así está mejor – el anciano sonrió - ¿Podría acompañarme? Tengo que hablar con
usted
-
Por supuesto, señor Milleor
Siguió
al anciano hasta su despacho. Milleor era su maestro de magia arcana, aunque
también enseñaba hechizos de invisibilidad y protecciones. Era el más anciano
del Kirin Tor, nadie sabía su edad exacta, pero rondaría los 90 años. Pero era
su profesor favorito, siempre la había tratado muy bien a pesar de los humildes
origines de ella. Al contrario que sus amigos, Ibi había tenido una infancia
dura, sus padres había fallecido cuando ella era pequeña y realmente la había
criado la que ella consideraba su hermana, la misma persona que pagaba sus
estudios de magia.
Entró
detrás de Milleor y tomó asiento, tal y como él le indicó.
-
Verás Ibi, tengo algo que decirte y no se muy bien como empezar.. – se pasó una
mano por su pelo canoso
- ¿Qué sucede, maestro? ¿He hecho mal el
examen? – se puso nerviosa
-
Noooo, noo – la tranquilizó – Estoy seguro de que tu examen estará perfecto,
eres muy buena alumna.
-
¿Entonces? Me está preocupando, maestro.
Milleor
recordó los breves instantes de aquella noche, ya habían pasado casi tres meses
de aquello y no había vuelto a tener noticias.
-
Hace unos meses, una elfa de sangre acudió a mí… - comenzó – Me suplicó que nos
viésemos en la Plaza Alalcón
para que la trajese a Dalaran. – la elfa lo miraba sin comprender – Una vez
aquí, la llevé hasta el alto de Krasus y, antes de partir… me pidió que si le
pasaba algo, cuidase de ti.
Ibi
se había quedado pálida… Mientras Milleor hablaba ella se estaba enroscando en
pelo en los dedos, una mala costumbre que había adquirido; pero ahora lo miraba
estupefacta.
-
¿Ibi? – el anciano la miró, preocupado
-
¿Puede decirme como era?
-
No vi su rostro, se que era una mujer joven, toda vestida de negro y con una
tremenda habilidad, pues en Lunargenta hay toque de queda, y ella logró
burlarlo.
-
Es ella… sin duda..
-
¿Quién?
-
Mi hermana…
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