jueves, 7 de enero de 2016

Capítulo 56. El poder de los arakkoa



Aquella tarde habían salido de excursión; la verdad es que estaban aprovechando al máximo aquellas semanas de vacaciones. No sólo para disfrutar el uno del otro, sino también para visitar las maravillas de Terrallende. Nagrand les había apasionado, aquella naturaleza salvaje, llena de cascadas y todo tipo de animales. Gracias a Kareth, que disponía de numerosos contactos, disfrutaron en primera clase de uno de los rituales más importantes de los chamanes del Anillo de la Tierra, en el cual honraban al dios del agua. En Marisma de Zangar, bebieron y bailaron con los trolls, en Península del Fuego Infernal visitaron el asentamiento élfico y probaron las delicias de aquella tierra. Sin embargo, Montañas Filoespada horrorizaron a Chantarelle, que apretaba la mano de su acompañante cada vez que veía un dragón empalado en alguna de aquellas agujas pétreas.

Aquella tarde, la pareja visitó las ruinas de Auchidoun, pero a la vuelta por el Bosque de Terokkar, los kaliris empezaron a graznar frenéticos, instantes antes de alzar el vuelo en bandadas. Kareth miró a Chantarelle, ella también parecía haber resentido el peligro..



Pyptai, que así se llamaba el ente, obedecía sin rechistar, aunque en el fondo no comprendiese aquella obsesión por acabar con la vida de una simple elfa.
Gracias a la magia oscura de su amo, había lograr encontrar los restos de aquel ser y devolverlo a la vida, dominando su voluntad para cumplir con su cruel mandato.  Había resucitado, nada más y nada menos que a Terokk, el dios arakkoa que un día dio su nombre a aquel bosque; antes de perder su divinidad al ser corrompido. Por suerte, los siete sabios arakkoa, con la ayuda de los Sha’tari, lograron confinar sus poderes en una esfera de vacío y vencerle. Pero, aún sin sus poderes etéreos, conservaba todo el poder de un arakkoa.


-          En esste bosque hallaráss a doss elfoss de ssangre… - le habló Pyptai – Debess matar a la mujer…


Sólo obtuvo un graznido como respuesta, segundos antes de que el arakkoa desapareciese.  La magia oscura corría por sus venas, inyectando sus ojos en sangre y afinando todavía más sus sentidos, por lo que no tardó en percibir el rastro que dejaban tras de ellos. A pesar de tener alas, los arakkoas no podían volar, ni sus movimientos eran veloces; por lo que se sumió bajo un velo de sombras, ocultando su presencia hasta el momento idóneo.


Chantarelle estaba alerta. Había percibido la amenaza, pero, a diferencia de otras ocasiones, la escarcha permanecía en reposo, por lo que no se trataba de ningún engendro enviado por el Rey Exánime. Miró el cielo, las nubes lo habían cubierto en pocos minutos y la presión atmosférica estaba aumentando.

Kareth estaba dos pasos delante de ella, había desenvainado su mandoble y lo sostenía en una mano, mientras que con la otra sujetaba la suya. Ella había sacado también su espada de la vaina, y su fuego helado relucía. Pero no lo vio venir, tan sólo notó como aquella fuerza la proyectaba hacia atrás, haciendo que soltase la mano del elfo y su espada, sintiendo aquella poderosa garra destrozando su ropa hasta clavarse en su piel, desgarrándola a la altura del estómago.

El elfo se giró con brusquedad, observando con horror la escena y separando al arakkoa de Elle con una poderosa estocada. La elfa apretó su vientre con las dos manos, retrocediendo como pudo, la herida había sido grave, pero comenzaba ya a notar aquel frescor que la estaba sanando.

Kareth luchaba contra la colosal ave, frenando con su espada los poderosos ataques de sus afiladas garras. No era rápido, pero sí fuerte, por lo que el paladín apenas podía atacar, tan sólo adoptar una táctica defensiva. Tampoco veía a Elle desde su posición, pero se tranquilizó cuando la vio a su lado, blandiendo su espada en alto.

El ave la miró con sorpresa, graznando de nuevo antes de arremeter contra el elfo, que salió proyectado hacia atrás, impactando contra un árbol.  Chantarelle lanzó un rayo helado, retrocediendo para ayudar a Kareth, mientras el arakkoa los examinaba con aparente curiosidad.

Chantarelle cerró los ojos, notando como un extraño poder corría por sus venas, mezclándose con el poder latente que Agonía de escarcha había dejado en ella. Había percibido la magia oscura que guiaba a su oponente y que necesitaría todo su poder contra aquel enemigo.

-          Elle! – Kareth gritó, sacándola de sus pensamientos - ¿Estás bien?

-          Sí.. Kareth, necesito que lo distraigas unos segundos más


El elfo asintió, invocando un escudo sacro, y lanzándose al ataque de nuevo. Terokk esquivó con habilidad las estocadas del paladín, retrocediendo poco a poco hasta caer en un área consagrada, que quemó parte de su plumaje, haciendo que graznase de dolor. Furioso, arremetió contra el paladín, que logró esquivarlo.

Por fin se sentía preparada, había concentrado toda su magia en sus manos; no sabía que sucedería, pero luchar siempre sería una mejor opción que morir. Las nubes se habían vuelto de color púrpura y el sonido de los truenos estaba cada vez más próximo. Elle avanzó con paso firme, mirando de reojo a Kareth, que forcejeaba contra el arakkoa; antes de arrodillarse y colocar las palmas de las manos en el suelo. Terokk notó la magia fluyendo a través del suelo y a la elfa en una posición indefensa, y se volvió hacia ella, sin importarle recibir una estocada en el lomo. Kareth logró aturdirle unos segundos más con martillo de justicia, los suficientes como para que Elle hiciese que brotase del suelo una enorme zarza de hielo, que inmovilizó al enemigo.  El ave trató de destruir su prisión, pero el hielo lo aprisionó más y las espinas se clavaron en su piel, la magia de Chantarelle le quemaba a través del hielo, por lo que Terokk chillaba de dolor. Pero, las fuerzas de la elfa flaquearon y en una de sus embestidas logró liberarse, haciendo añicos el hielo y golpeando a la joven con fuerza.

Kareth reaccionó con rapidez, interponiendo su espada entre su amada y el arakkoa, aunque sin poder evitar que sus garras tomasen contacto con su brazo izquierdo. Temblorosa, Chantarelle se levantó, empuñando en alto Mi Último Suspiro, mientras lanzaba un rayo helado con su otra mano, lo que hizo que el ave retrocediese. Kareth apoyó su mano en el hombro de ella y parte de sus fuerzas regresaron, permitiéndole invocar unas cadenas de hielo que apresaron al ave de nuevo. Los dos elfos, atacaron a la vez, en un poderoso ataque conjunto…


Desde las sombras, Pyptai observó perplejo la escena, asombrado por los poderes de los que había hecho gala aquella elfa, temiendo también la reacción que tendría su amo cuando se enterase de que había vencido al peor de los enemigos que había encontrado, un antiguo dios arakkoa…

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