lunes, 18 de enero de 2016

Capítulo 57. Tormenta



Estaba de rodillas, exhausta, no era consciente de cuando había empezado a llover, pero estaba empapada. Su pelo rubio, mojado, caía sobre su espalda, proporcionándole una sensación agradable, mientras trataba de poner de nuevo todo en orden en su interior. Conocía los poderes helados de agonía, pero ¿qué había sido aquello? Sentía una creciente fuerza en su interior, algo cálido, pero controlarlo era agotador…

Alzó la mirada, ante ella, aquella monstruosa ave graznaba, agonizante, palabras sin sentido. Kareth le hundió su espada en el pecho y todo quedó en silencio, salvo por el sonido de las gotas de lluvia al estrellarse. El elfo respiraba todavía con agitación, mientras devolvía su espada a la vaina, sin ser consciente de la sangre que resbalaba entre sus dedos. El combate había sido duro, pero estaba aliviado de haber vencido a aquel fuerte enemigo, sin duda, hacían un buen equipo.

Se acercó a Elle y le tendió la mano, para ayudarla a incorporarse, una vez arriba, le retiró el pelo que le cubría el rostro con delicadeza. Ella clavó sus ojos en su cuerpo, haciendo que se estremeciese.


-          Estás herido.. – susurró ella

-          No me importa, ¿cómo estás tú?


-          Kareth… no puedo sanarte… perdí mis poderes sagrados… - lamentó

-          No pasa nada, estoy bien – tranquilizó - ¿De verdad que no estás herida?

Ella negó con la cabeza, pero él no podía apartar la vista de su toga, totalmente rajada y con restos de sangre. Había visto claramente como el arakkoa la había dañado, pero su piel estaba intacta, a diferencia de la suya. Tenía múltiples contusiones y su brazo izquierdo le dolía, el ave había rasgado su piel y tenía el hombro dislocado. 





Quiuyue notó el peligro que acechaba a su protegida y, por un momento, se quedó sin respiración, hasta que sintió de nuevo la magia de la elfa brotar… Estaban conectadas de una forma que la elfa nunca comprendería, desde el día que se convirtió en su guardiana.


-          Espero que lo estés pasando bien y estés a salvo, pequeña..



Kareth se disponía a abrir la puerta de su habitación, estaba agotado y dolorido, aunque la torrencial lluvia había lavado su piel. De camino a Shattrath había vuelto a poner su hombro en su sitio y curado con su luz sagrada.

Ya con la llave en la cerradura, la elfa, que no había dicho una sola palabra en el camino de regreso, colocó su mano sobre la suya, frenándole para que no continuase girando la llave. Lo que más le extrañó de aquello, fue su temperatura… Normalmente, Elle estaba fría como la nieve, pero su mano disponía ahora de una tenue tibiez… Se giró hacia ella, sin comprender…


-          Quédate un poco más conmigo – dijo casi suplicante.


Él, desobedeciendo a lo que su cuerpo le imploraba, asintió y guardó la llave, siguiendo a la elfa a su dormitorio. Aún no había cerrado del todo la puerta, cuando ella se echó a sus brazos, rodeándole con fuerza. Enternecido, rodeó la cintura de ella, atrayéndola hacia sí.



-          Hueles muy bien – dijo ella en un susurro

-          Es el perfume que tú me regalaste – sonrió orgulloso


Ella sonrió, para después buscar sus labios con los suyos, fundiéndose en un largo beso, en el cual la magia fluyó a través de ella, proporcionándole a él un agradable frescor que colmó su cuerpo, sanándole y devolviéndole la energía perdida. Tan sólo un beso y Kareth se empezó a sentir incómodo, muy incómodo… La adrenalina desatada en el combate seguía fluyendo por sus venas y ahora, no sólo la presencia de ella, sino también el roce con su cuerpo le producían una gran excitación. Con cuidado de no resultar brusco, se separó lentamente de ella, tomando las distancias.

-          Kareth. ¿Ocurre algo? – se extrañó ella
-          Elle, no me hagas esa pregunta… - se ruborizó aún más


Ella le miró sin comprender, con aquella expresión de inocencia que a él le resultó entrañable. Aquella fuerte guerrera le mostraba parte de la fragilidad de su alma, aquella faceta dulce que, seguramente, muy pocos disfrutarían.

Chantarelle, viendo aquella sonrisa en su rostro, se acercó de nuevo, besándole con delicadeza. Kareth la correspondió, manteniendo aún una distancia prudencial por temor a que ella notase aquello que se había despertado. Pero, lejos de comprenderle, percibió aquello como un rechazo y retrocedió, confusa.

-          Lo siento.. – dijo en un susurro

-          Elle, no pretendía rechazarte… Me encanta besarte, es sólo que… - pensó como decirlo- Haces que mis sentidos reaccionen ajenos a mi control.


-          ¿Eso es bueno o malo? – preguntó ella inocentemente

-          En estos casos, digamos que es difícil de llevar… 


-          ¿Por qué?


-          Porque me gustas demasiado… y no quiero estropearlo..


Sus ojos azules se clavaron en los suyos, aumentando más sus pulsaciones y su excitación. ¿Por qué le volvía tan loco? Joder, la deseaba… y vaya si la deseaba. Estaba delante de él, con la ropa totalmente mojada y pegada al cuerpo, con su pelo rubio también mojado, enmarcando aquella cara casi angelical y él empezaba a echar de menos estar bajo la lluvia, o muerto de cansancio. Suspiró hondo, deseando no perder el control, antes de caminar hacia ella y estrecharla entre sus brazos. Sus labios buscaron los de ella, en una cadena de besos. Sujetó su rostro con una de sus manos, su piel seguía tibia y un ligerísimo rubor coloreaba sus mejillas. De nuevo la besó, su lengua fue al encuentro de la suya, acariciándola con suavidad. 

Con mucha delicadeza, la recostó sobre la cama, colocándose a su lado, pero sin dejar de besarla, pasando de sus labios a su cuello, embriagándose con su aroma. Entonces, consciente aún de sus actos, frenó en seco.

-          Elle.. detenme – susurró en su oído

-          ¿Por qué?


-          Porque estoy a punto de perder el control.


Pero ella no dijo nada, sólo tiró del cuerpo de él, que se colocó encima de ella, apretando su cuerpo contra el suyo, notando lo que él se había esforzado tanto en ocultar. Kareth respiraba entrecortado, aquel contacto lo estaba volviendo loco, pero todavía batallaba por autocontrolarse, aunque sus sentimientos y la excitación eran más fuertes. Chantarelle experimentaba un sinfín de sensaciones nuevas y extrañas, aquel ligero calor en su piel, sumado al tacto del cuerpo del príncipe contra el suyo… Un cosquilleo había comenzado en su vientre, subiendo por su pecho y repartiéndose a todo el cuerpo, notando nuevas sensaciones donde nunca antes había sentido nada.


-          Estás empapado.. – susurró ella

-          Y tú…


-          Será mejor que.. – desabrochó un botón de su camisa

-          Me vaya… - se incorporó, sin mirarla a los ojos

-          ¿Es lo que quieres?


-          No… - suspiró – Pero no quiero perder el control e intentar algo que tú no quieres.


-          ¿Y si es lo que quiero?


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