Tras su breve paso por Dalaran, las tropas de Lunargenta esperaron a su enlace con el Veredicto Cinéreo. Puntual, el Capitán Arnath, un apuesto elfo de sangre, les esperaba bajo la ciudad flotante.
-
Capitán
Arnath – saludó cordialmente Kareth
-
Alteza,
un honor saber que será usted quien comande a las tropas de Lunargenta.
-
Llámame
solo Kareth – pidió – Aquí ya no importa quienes somos o hayamos sido, sólo
importa nuestro fin
-
En
eso estoy de acuerdo, Kareth
-
He
oído que fue tuya la idea de unirte a nosotros
-
Sí,
la Horda nos presionaba y, ciertamente, no veía demasiada luz en el plan que
ellos proponían
-
En
eso te doy la razón, amigo. – sonrió – Garrosh tiene una manera de actuar
demasiado precipitada, y en la situación en la que estamos precipitarse no es
bueno. Sólo hay que ver lo que le pasó a Dranosh Colmillosauro
-
Una
gran pérdida – dijo Kareth
-
Desde
entonces, Varok Colmillosauro se unió a nosotros, al igual que muchos miembros
de las distintas facciones. Hasta el propio Koltira Tejemuerte y algunos
caballeros de la muerte más.
-
Interesante
-
Mucho
– afirmó
-
¿Y
qué tal es la relación con los miembros de la Alianza? – quiso saber
-
He
de reconocer que las tiranteces entre Horda y Alianza es uno de los aspectos
que más nos preocupan y en los que más estamos trabajando. Tirion Vadín es un
buen líder y nos ha acogido bien. A mi me ha nombrado Capitán pese al rechazo
de sus tropas - dijo con orgullo
Atravesaron
el vicio de cristal, el estrecho paso que unía Cementerio de Dragones con el
Bosque Canto de Cristal, un complejo pasadizo helado cuyas profundidades eran
habitadas por enormes jormungars. Por suerte, eran bestias nocturnas, por lo
que no les causaron ningún tipo de contratiempo. En Cementerio de Dragones, la
brisa era gélida y parecía que cortaba la piel solo con rozarla. Kareth no pudo evitar estremecerse de frío,
pese a que iba bien abrigado bajo la armadura.
-
No
falta mucho para llegar a la base. ¿has estado alguna vez en la Puerta de la
Cólera?
-
Si,
hace un tiempo hicimos una pequeña expedición allí, más que nada una misión de
reconocimiento, pues esa puerta parece estar tapiada desde dentro.
-
No
lo está, la puerta tiene un complejo cierre que sólo se activa con el poder
corrupto de Agonía.
-
Vamos,
que el Rey Exánime la abre solo cuando le viene en gana – tradujo
-
Sí,
en resumen. En las colinas que la rodean hemos instalado un gran campamento,
aprovechamos esa zona para entrenar a los recién llegados y que se vayan
acostumbrando a convivir con la otra facción, pues en una colina esta la
Alianza y en la otra la Horda, sólo coinciden en los entrenamientos.
-
¿En
qué os basais para decidir si una persona es apta o no? – quiso saber
-
Principalmente
nos interesan las habilidades en combate, siendo la mayoría paladines de
Lunargenta doy por hecho de que en eso vais sobrados.
-
No
somos todo paladines, Lunargenta también aporta grandes brujos y magos,
sacerdotes, cazadores y pícaros. Pero todos
bien instruídos en sus artes – sonrió
-
Lo
que también miramos es la resistencia a lo extremo, Cementerio de Dragones es
muy frío, pero Corona de Hielo es muchísimo peor. Os proporcionaremos a todos
ropa de abrigo, la misma que llevamos nosotros y vestiremos todos los mismos
tabardos, para que no haya distinciones.
-
Eso
me gusta, pocas veces se me brinda la oportunidad de ser uno más – dijo
pensativo
-
Y
otro de los requisitos será la tolerancia y la capacidad de trabajar codo con
codo con la facción contraria. No es la primera vez que hay guerrillas
internas, y eso solo perjudica a nuestra misión.
-
Lo
veo lógico y, como yo mismo expuse, aquí nuestro enemigo es común.
-
¿He
oído bien? – quiso asegurarse el rey
-
Sí
– afirmó la joven elfa
-
Jaina,
¿de verdad piensas ir a esa ciudad?
-
Varyan,
he de reconocer que no me entusiasma la idea, pero si queremos avanzar en
nuestra investigación debemos hacerlo – suspiró
-
¿Y
vais a ir los tres?
-
Si,
¿dónde esta el problema? – Jaina alzó una ceja - ¿No crees capaces a dos magas
del Kirin Tor y a un cazador?
-
No
es que no os vea capaces – trató de reparar – Pero debeis saber que lo que
queda de Stratholme está invadido por engendros de la plaga
-
Somos
conscientes – dijo Jaina
-
¿Y
aún así quereis ir? – insitió Varyan
-
Es
necesario – dijo Ibi
-
Está
bien… ¿Qué necesitais? – suspiró
-
Caballos,
algún arma y víveres – dijo Jaina
-
Mandaré
a algunos de mis soldados también
-
No
– negó la humana – Iremos solos
-
Hola
Kareth! – saludó con temor
-
Hola
– dijo en un soplo de voz
-
Quisiera
hablar contigo, si no es inconveniente – insistió ella
-
Adelante
– dijo desinteresado
-
Kareth,
siento lo sucedido… No fue mi intención llegar tan lejos – susurró… - Ella era
realmente hermosa y yo estaba celosa..Sólo quería separarla de ti, que fueses
mío de nuevo… Mi hermano Aetheris se ofreció a ayudarme, él la quería para sí,
quería vengarse de ti por su envidia.. - estaba llorando, realmente lloraba –
En principio solo iba a ser el montaje del beso, pero al ver que tu no venías a
verme, la busqué, unas ancianas me dijeron que ella iba cada pocos días al
cementerio y allí la esperé cada día…
-
¿Y
eso te parece un gesto noble?
-
No…
Claro que no… Pero ella…. No parecías importarle… y eso me consumió más en mi
odio. Cuando hablé con ella no había ni rastro de ojeras ni ojos hinchados, su
rostro estaba impecablemente bello, y me habló tan fría… Por eso la provoque, y
la golpeé.. Reconozco que quise torturarla, para comprobar si ella sentía algo
por ti
-
Eso
no era asunto tuyo tampoco…
-
Kareth,
llevo días buscándote, me uní a esta expedición para poder hablar contigo, para
pedirte perdón…. Por favor, escúchame!
-
Sweetness,
ya me has causado bastante dolor…
-
¿Realmente…
la amas?
-
Si,
y ahora la he perdido para siempre
-
¿Cómo?
-
¿Por
qué crees que estoy aquí? Para tratar de olvidar… Ella se fue, estaba herida, y
no sólo las heridas que tu le hiciste..
-
Sobre
eso quería hablarte también… Esa chica, es más de lo que tu piensas..
-
¿Qué
vas a inventarte ahora? ¿Ahora ya no es una zorra, ahora te importa?
-
Kareth,
ella tiene un gran poder, yo.. yo pude verlo con mis propios ojos… ese ser…
venía hacia mí, hasta que un dragón enorme lo derribó
La
paciencia del elfo quebró…
-
Basta!
– alzó la voz – Sweetness, como sub-capitán de la expedición y como príncipe de
Lunargenta te prohibo que me dirijas la palabra de no ser en caso de extrema
urgencia…! – ordenó serio
-
No
puedes hacer eso!! – protestó ella
-
Puedo
y lo estoy haciendo…
-
Está
bien… - dijo pesarosa – Lo entiendo… Gracias por su tiempo, alteza
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