Su
pelo rubio se movía de un lado a otro con agitación, estaba agotada y su escudo pesaba como si
estuviese hecho de saronita… Entonces,
falló la esquiva y fue expulsada hacia atrás.
Pero
ella no se dio por vencida y atacó de nuevo, proyectando lo máximo posible su
escudo sacro. El enfrentamiento no duró más que unos minutos, hasta que su
oponente logró que la Quel’Delar de ella cayese a bastante distancia.
El
elfo de cabellos dorados miró complacido como ella cedía por fin y le tendió la
mano, tirando de ella para izarla.
-
Te
he ganado, de nuevo.. – anunció galante
-
Ya
veo.. – hizo una mueca
-
Has
mejorado mucho, pero te noto distraída, ¿Qué sucede, Sweet?
-
Nada..
La elfa recogió su espada y la guardó
en la vaina, tomando una toalla para secarse un poco el sudor.
-
Eso
no te lo crees ni tú..
-
Pfff
– resopló – A veces te odio, ¿sabes?
-
Si,
lo sé, eres mi hermana, ¿cómo te crees que me siento yo a veces?
-
Oh…
¿Acaso logro sacar de quicio al gran Aetheris?
-
Si,
y como no dejes de burlarte te pegaré con esa toalla enrollada
-
¿Me
estás amenazando? – arqueó una ceja
-
No
amenazo, sabes que lo haré.
En
aquel momento, ella le lanzó martillo de justicia, logrando aturdirle, para
enrollar la toalla y golpearle con fuerza en el trasero.
-
Auch!!!
Eso va a dejar marca! – se quejó él
-
Pues
no te bajes tanto los pantalones – le
sacó la lengua
Tras su pelea, Sweetness le tendió a
su hermano una botella con agua fresca, sin duda tendría sed después del duro
entrenamiento al que se sometían. Aetheris era su hermano mayor, un fuerte y
experimentado paladín, se había hecho un nombre en poquísimo tiempo y ansiaba
entrar a formar parte del equipo real, el cual lideraba Kareth Theron. Pero,
mientras que él era un excelente combatiente cuerpo a cuerpo, su hermana era
paladin healer, también una de las mejores. Pero, por alguna extraña razón,
Kareth rehusaba a tenerla en su equipo.
-
Cuéntame
hermanita… ¿qué es lo que te pasa? ¿Otra vez Kareth?
-
Como
siempre… - bufó ella
-
¿Otra
vez ha rechazado tu entrada en su equipo?
-
No,
ya me ha dejado claro que el healer en su grupo es y será Ighterion. Además,
soy capitana de mi grupo, puedo mandar cuanto quiera.
-
Por
cierto capitana, he oído que tienes una vacante en tu equipo.
-
Si…
Thelarien… No han querido decirme nada, pero ha sido encarcelado. Órdenes
directas de Kareth
-
¿Orden
directa? Algo muy fuerte ha tenido que hacer.
-
Sí…
Aislamiento en Tierras Fantasma
-
Bueno…
volviendo a Kareth.. ¿Cómo vas con él?
-
No
voy… Desde hace unos meses ni quiere verme… - dijo desanimada
-
Entonces…
¿No has descubierto nada? – preguntó impaciente
-
No,
Kareth, lo siento..
-
Pero
no es posible! He… he encerrado a un hombre por ella… Su hermana me enseñó todo
lo que vio a través de ella… - se empezó a poner nervioso
-
¿Es
posible que te haya mentido?
-
Es
una maga del Kirin Tor, no puede mentir..
-
¿Cómo
se llama su hermana?
-
Hum…
Creo que era Ibi, o algo así
-
Pues
miraré con ese nombre – trató de animarlo. – Kareth..
-
¿Si?
-
¿Por
qué esa obsesión por ella?
-
No
lo sé Morgan… solo sé que necesito volver a verla..
Zacker
y Dalanar la miraban fijamente. Los tres habían regresado a su viaje al Bastión
Grito de Guerra. La elfa había entrado en el coche por su propio pie y, desde
entonces, había intentando, sin mucho éxito, curar sus heridas. Dalanar le
había ofrecido su ayuda ya en dos ocasiones, la cual ella había reusado de mala
manera, y allí seguía… magullada, sangrando todavía y, seguramente dolorida,
mientras intentaba, en vano, que aquel brillo blanquecino la curase.
La
frustración se estaba apoderando de ella.. ¿Por qué no funcionaban sus poderes?
Aquel brillo blanquecino salía de sus manos y llegaba hasta su piel, pero no
sucedía nada, absolutamente nada. Lo
intentó de nuevo… pero tampoco funcionó. Su maná estaba bajo mínimos y el dolor
de sus heridas invadía todo su cuerpo.
Casi
al anochecer, llegaron a su destino. El goblin se esfumó en cuanto bajaron sin,
ni siquiera, cobrarles por el viaje desde Dalaran.
-
¿Qué
quieres hacer ahora? – preguntó Zacker
-
Necesito…
dormir – articuló con dificultad
-
Buscaré
al tabernero y pediré habitaciones pero… yo no tengo con qué.. bueno.. – dijo Dalanar
-
El
dinero no es problema, yo me ocupo… - respondió ella
-
¿Qué
Valanar ha hecho qué?
El
eco de su voz resonó en toda la estancia… Ella agitó sus alas y las plegó de
nuevo contra su cuerpo, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
-
Mírame
cuando te hablo! – gritó él
Ella
alzó sus ojos rojos, mirando horrorizada aquella mirada gélida. Pese a que
había logrado ganarse la confianza de aquel hombre, seguía temiéndole tanto
como cuando luchaba contra él.
-
¿Qué
es lo que te ha dicho tu hijo?
-
Los
rumores de que alguien ha salido con vida de la Ciudadela circulan por todas
partes, mi rey – su voz seguía sonando dulce. – Valanar sólo percibió su aroma
y se acercó a verla…
-
¿Y?
-
La
muchacha se enfrentó a él y fue escarmentada
-
¿La
ha matado?
-
Oh
no, por supuesto que no. Solamente ha querido adelantar un poco de trabajo.
-
Explícate,
Lana’thel, no tengo ganas de acertijos
-
Sus
dagas están hechizadas, ella no podrá usar sus poderes sagrados.. del modo que
si desea sobrevivir no tiene más remedio que usar..
-
El
poder de Agonía… - sonrió – Fantástico, realmente fantástico.
-
Todo
lo hago por complacerte, mi Rey – ronroneó en su oído
Arthas
tomó la mano de ella, blanca y fría como la nieve, adornada con aquellas uñas
largas pintadas de color carmesí, y la besó con delicadeza. Ella dibujó una
fina sonrisa en sus labios rojos y desplegó sus alas, alzando el vuelo hacia el
piso superior.
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