martes, 23 de junio de 2015

Capítulo 42. Una promesa cumplida



Unos golpes en su puerta la sacaron poco a poco de un sueño del que quería no despertar. Abrió los ojos con pesadez, su boca estaba seca y sus ojos hinchados. A pesar de haber dormido más de 12 horas seguía agotada. Echó a un lado las mantas que la cubrían, tenía mucho frío y había pedido seis mantas para poder dormir. La sábana blanca mostraba manchas de sangre todavía reciente, al igual que su camisón.


-          Hola Nyn! Soy Zacker, ¿puedo pasar?


-          Si


El brujo abrió la puerta con suavidad y pasó a la habitación, cerrándola de nuevo muy despacito, para no hacer ruido.  Miró con tristeza el estado en el que se encontraba, sus ojeras apagaban el verde de sus ojos, sus heridas estaban hinchadas y con un color amoratado, sin contar las que no habían dejado de sangrar todavía. Llevaba un camisón rosado, que presentaba manchas rojas todavía frescas.


-          Iba a preguntar como te encuentras.. pero creo que se la respuesta.


-          Zacker… no puedo curarme…


-          ¿Por qué no dejas que Dalanar te ayude?


-          No quiero que nadie me cure… Si no puedo usar mis poderes, me sanaré de la manera tradicional.


-          Eres demasiado cabezona – suspiró

-          Eso me decía mi padre – sonrió

-          ¿Tú también eres una sacerdotisa?


-          No. – suspiró – No sé lo que soy, y menos ahora.. sin mis otros poderes.


-          Todo irá bien, los recuperarás! – animó – Y ya que no quieres que nadie te sane con magia, al menos deja que te ayude.


-          ¿Sin magia?


-          Si, primeros auxilios normales y corrientes




Dalanar le esperaba, impaciente, junto al zepelín que les llevaría a Kalimdor. Nyn llegó apoyada sobre el hombro de Zacker, pues por lo que percibió, seguía herida.


Los tres subieron al zepelín, el cual, en pocos días les llevaría hasta Orgrimmar.



Kureimo terminó de dar las últimas puntadas de su último diseño, una toga negra y dorada.


-          Este vestido le quedaría genial a Nyn.. – pensó


Lo colocó en una percha y seleccionó varios rollos de tela de un baúl, pues tenía otro encargo, esta vez unos uniformes que le había encargado el mismísimo Thrall para los niños del orfanato.

Dusht se encargaba de atender a los clientes que entraban y salían constantemente. El negocio marchaba bien y gente de todo el continente acudía a él en busca de algo bonito que ponerse.

Aquella tarde Miau llegó corriendo, se le notaba nervioso, pero contento al mismo tiempo.


-          Kure… tengo que enseñarte algo.. ¿Puedes salir?


-          Si, Miau.. deja que de una última puntada y..


-          No hay tiempo!


La elfa posó la aguja y el dedal en la mesa de trabajo y se reunió con sus amigos. El druida caminó hacia la puerta, haciendo un gesto con su enorme mano. La figura que entró en la tienda le resultaba familiar, tanto que parecía imposible..


-          ¿Nyn? Oh, dios!! ¿Eres tú? – exclamó Dusht

-          Sí, chicos.. soy yo… - rechazó el abrazo del brujo – Por favor.. las distancias.. el calor… - se excusó

-          Oh si, perdona – se avergonzó


Kure seguía anonadada. Había escuchado del mismísimo príncipe de Lunargenta cómo la elfa había quedado sepultada y ahora estaba allí, viva..


-          Kure.. antes de que digas nada, te prometí algo… y suelo cumplir mis promesas..


Dalanar entró entonces en la tienda, corriendo a abrazar a su amada con todas sus fuerzas. Las lágrimas de emoción brotaban de los ojos de ambos, que se fundieron en un beso… Kureimo no se lo podía creer, miró a Nyn sin soltarse del abrazo del elfo, mientras lágrimas de emoción rodaban por sus mejillas..


-          Gracias - susurró





Pasaron varios días, de alegría, de mucho que contarse y, sobre todo de felicidad… En los cuales Chantarelle notaba cada vez más que aquel no era su lugar…

Miau la encontró aquella noche en Vallefresno, en aquella laguna mágica, en la cual Kareth Theron y ella se habían besado por primera vez.


-          ¿Por qué te fuiste sin decirle nada? – preguntó el druida

-          Por favooor  Miau… - protestó – No sabes lo feliz que estaba al perderte de vista! – exclamó


-          Si, mintiéndote a ti misma – contestó él. – Estos últimos días no has hecho más que rememorar todo lo que te ha pasado, sabiendo que sólo yo puedo verlo… Gracias por desahogarte conmigo, y no me lo vengas a negar..


-          No lo hago.. – reconoció apenada

-          No voy a decirte nada sobre el tema, creo que ya te dices a ti misma bastante. Solo me preocupas..


-          ¿Cómo crees que me siento yo? El haberme reencontrado con mi hermana, con Thelarien.. al que casi mato… El saber que la pérdida de mis poderes son culpa de alguien, ese mismo alguien que hizo que el que era mi único amigo tratase de violarme… - las lágrimas brotaban de sus ojos – El haber vuelto a la Ciudadela en busca de respuestas que no obtuve… ver a ese desgraciado, y yo, estúpida de mí y mi maldito orgullo, haberme creído capaz de matarle con su propia espada… Mi alma está condenada.. y ahora, ni siquiera puedo sanar este endeble cuerpo que tengo! – gritó

-          ¿Y qué hay de tus otros sentimientos? – sonrió pícaro

-          No hay más sentimientos…


-          Hay amor por tu hermana y odio, mucho odio y ansias de venganza, si…  Pero no puedes negarme que en cierta manera envidias lo que hay entre Kure y Dalanar… y que sabes que hay alguien a quien ansías volver a ver…


-          Eso no es cierto..


-          Ah, ¿no? – la miró fijamente - ¿Por qué estás en este lugar entonces? 


-          Porque es bonito..


-          Lady Chantarelle… mienta a quien quiera… pero no a este ilustre gato..


-          No vuelvas a llamarme así… - dijo fría

-          Deja de mentirte a ti misma y afronta lo que sientes – le guiñó un ojo – Buenas noches.




Kareth e Ithelis volvían a Lunargenta después de un duro entrenamiento en el Bosque de la Canción Eterna, cuando en la entrada de la ciudad se encontraron con aquel paladin de cabellos dorados.

-          Majestad – saludó con educación.- Ithelis– alzó la mano

-          Hola Aetheris! – respondieron al mismo tiempo

-          ¿Qué tal el entrenamiento? Os veo en forma – dijo Aetheris

-          Gracias – rió Kareth

-          ¿Y para cuando la boda?


-          ¿Qué boda? – se asombró Ithelis

-          La de su majestad y mi hermana – respondió triunfal

-          Verás Aetheris… Sweet es alguien muy especial para mí, pero ni tenemos ese tipo de relación ni, mucho menos, tengo pensado casarme. – respondió con educación


-          ¿Y te parece bien jugar así con ella?


-          ¿Perdona? – se empezó a molestar

-          Se lo que ha pasado entre vosotros… y, como su hermano mayor, no estoy de acuerdo…


-          Aetheris, espero que no te estés olvidando de con quién estás hablando… - cortó Furuichi

-          No, por supuesto que no – echó hacia atrás un mechón de su pelo. – También espero que haya quedado claro que no pienso dejar que nadie juegue con mi hermana. Hasta luego.

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