Se
despertó con las primeras luces del alba, había dormido en su habitación,
abrazada a su peluche. Por primera vez en mucho tiempo, sus sueños habían sido
dulces. De su niñez, de la excursión que habían hecho con sus padres y otras
familias nobles de Lunargenta a Nagrand. Ella era la más pequeña de los niños y
muchas veces la dejaban atrás, pero el hijo del mejor amigo de su padre siempre
trataba de incluírla en sus travesuras, ya que ella era bastante osada, cosa
que les acarreaba a ambos continuas regañinas de sus progenitores.
Bajó
de puntillas las escaleras, sin hacer el menor de los ruidos, pues sus
compañeros todavía dormían en el salón. Por suerte, el rechinar de la puerta a
su salida no logró despertarles.
Desde
allí contempló la belleza de Lunargenta. A pesar de la salvaje naturaleza que
rodeaba la casa, las vistas seguían siendo magníficas. La catedral, la corte
del sol, bañadas por la luz del amanecer. Se colocó su capucha y tomó el
sendero de adoquines, topándose con Elk.
-
Buenos
días – saludó el afable elfo
-
¿Y
tú? Has madrugado – dijo un tanto nerviosa
-
Si,
suelo despertarme temprano para entrenar un poco. ¿Has dormido bien?
-
Digamos
que mejor que otras veces – reconoció
Él
la miró con curiosidad. Hacía poco que la conocía y le causaba una tremenda
curiosidad, y no sólo por la locura de haber tratado de acabar ella sola con el
Rey Exánime.
-
¿A
dónde vas? – preguntó
-
A
ver a mi padre
-
Pero..
¿no estaba..?
-
Sí
– dijo con tristeza – Voy al cementerio
-
¿Puedo
acompañarte?
Ella
asintió y enseguida se pusieron en marcha. Por suerte, a aquellas horas apenas
había gente por las calles, por lo que pasaron totalmente desapercibidos.
El
cementerio de Lunargenta era un sencillo valle rodeado por una valla de forja
negra, con unas ornamentadas puertas también negras, las cuales encontraron ya
abiertas. La elfa caminó seguida por su compañero hasta casi la otra punta,
donde el camposanto de alzaba un poco por causa de la colina.
Una
elegante escultura de mármol representaba al valiente Adanahel, apoyado sobre
“Promesa de la dama”. El escultor había logrado plasmar a la perfección los atractivos
rasgos del elfo, así como los detalles de su intrincada armadura. Junto a su
tumba, había una más discreta, pero igualmente elegante que rezaba el nombre de
Nyniel Anylïnde.
Chantarelle
se puso de rodillas, contemplando las flores frescas que descansaban junto a
ellos.
-
Elle…
No me digas que estos eran tus padres… - se entrecortó Elk
-
Sí
-
Pero
Lord Adanahel y Lady Nyniel eran… - tragó saliva – Y tú eres..
-
No
lo digas… - lo miró con dureza – No soy más que una pobre huérfana con deseos de
venganza.
-
Pero
eres Chantarelle Anylïnde! Eres…
Notó
la presión de la mano de ella sobre su boca y una expresión desesperada en sus
ojos, a lo que asintió.
-
Elk,
es un pasado que nunca volverá. Mis padres están muertos y nunca volverán… Ni
yo volveré a tener aquella vida, ¿lo entiendes?
-
La
venganza tampoco te llevará por buen camino
-
Ya
no se trata de venganza, sino de supervivencia..
-
¿Qué
quieres decir? – la miró serio
-
Digamos
que no me gustaría perder la poca vida que me queda.
Elk
estaba a punto de decir algo, pero ella le tomó por la mano y tiró de él,
tomando con avidez el camino de vuelta a la casa
Las
diez de la mañana en punto se asomó a la escalinata de la Aguja del Sol. En la
plaza, sus filas de paladines esperaban su señal para partir hacia la
expedición en Rasganorte.
Kareth
Theron se ajustó la vaina de su espada y tomó su posición al lado de su padre.
-
Compañeros,
amigos, hoy es un gran día! – anunciaba su padre – Hoy nuestras tropas
avanzarán hacia Rasganorte, a través de la Puerta de la Cólera en dirección a
la Ciudadela, para comprobar las defensas y planear un ataque!
-
Hurra!!!
– gritaba la multitud
-
El
General Kareth comandará esta expedición
Cuando
llegaron a la Aguja del Sol, Lor'Themar Theron ya había dado su discurso y las
tropas caminaban en formación hacia el gran portal que los magos habían abierto
a Dalaran.
-
Joder…
así nadie va a pensar que somos paladines… Mira que quedaros dormidos! –
protestó Elk
-
Contábamos
contigo para despertarnos! – protestó Saykon
-
Actuad
como si nada y comportaos - apremió
Theodor
Los
caballeros de la muerte caminaron a lo largo de la plaza y ascendieron la
escalinata. Theodor iba delante,
adoptando una pose altiva, seguido por Saykon y Solanar y Elk y Nyn al final
del grupo.
Tal
y como habían visto hacer al resto de paladines, Theodor se paró frente al rey
Theron y sus acompañantes, haciendo una comedida reverencia para después
estrecharle la mano al rey y al elfo que tenía al lado.
Por
suerte para él, Lor'Themar Theron no reparó en sus ojos azules, ocultos tras
su cimera.
-
Partid
hacia la victoria, campeones – le dijo.
Así
fueron uno a uno hasta que fue el turno de Elle. La elfa hizo una elegante
reverencia, tal y como había aprendido de pequeña, pero a la hora de
levantarse, el peso del escudo hizo que perdiera el equilibrio.
Por
suerte, alguien la sujetó y le tendió la mano para que se levantase.
Sintió
lástima por aquella pobre elfa. A pesar de que su reverencia había sido
impecable, había perdido el equilibrio a la hora de levantarse, pero sus
rápidos reflejos impidieron que cayera. Sujetó el brazo de ella
con el suyo, manteniendo su peso hasta que recuperó el control de su cuerpo.
Después le tendió su mano
caballerosamente para que se levantase.
Ella
la aceptó, estaba fría como el hielo. En aquel momento ella le miró… a pesar de
que su cimera cubría gran parte de su rostro, reconocería aquellos ojos en
cualquier lugar…
-
¿Nyn?
– susurró
Su
respiración se cortó al encontrarse con sus ojos azules, era él… el elfo que la
había besado.
-
Hijo,
creo que la señorita ya puede mantenerse en pie – dijo el rey
Los
ojos de ella se abrieron de par en par.. ¿Hijo?
-
¿Cuál
es su nombre? - era Lo'rThemar Theron quien
sujetaba su mano ahora
Ella titubeó, Kareth no le quitaba la
vista de encima, deseoso de decir algo. Lor'Themar Theron la miraba
impaciente, en espera de un nombre.
-
Perdonadla,
se pone nerviosa ante tal honor, majestades – interrumpió Elk – Es mi hermana
Khara
-
Un
gusto, Khara – sonrió el rey – Partid en paz
-
Espe…
- llamó Kareth
Pero
el grupo se apresuró a tomar el portal que les llevaría a Dalaran.
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