martes, 3 de marzo de 2015

Capítulo 31. El recuerdo de lo que fue y nunca más sería



Se despertó con las primeras luces del alba, había dormido en su habitación, abrazada a su peluche. Por primera vez en mucho tiempo, sus sueños habían sido dulces. De su niñez, de la excursión que habían hecho con sus padres y otras familias nobles de Lunargenta a Nagrand. Ella era la más pequeña de los niños y muchas veces la dejaban atrás, pero el hijo del mejor amigo de su padre siempre trataba de incluírla en sus travesuras, ya que ella era bastante osada, cosa que les acarreaba a ambos continuas regañinas de sus progenitores.



Bajó de puntillas las escaleras, sin hacer el menor de los ruidos, pues sus compañeros todavía dormían en el salón. Por suerte, el rechinar de la puerta a su salida no logró despertarles.



Desde allí contempló la belleza de Lunargenta. A pesar de la salvaje naturaleza que rodeaba la casa, las vistas seguían siendo magníficas. La catedral, la corte del sol, bañadas por la luz del amanecer. Se colocó su capucha y tomó el sendero de adoquines, topándose con Elk.



-          Buenos días – saludó el afable elfo


-          ¿Y tú? Has madrugado – dijo un tanto nerviosa


-          Si, suelo despertarme temprano para entrenar un poco. ¿Has dormido bien?


-          Digamos que mejor que otras veces – reconoció




Él la miró con curiosidad. Hacía poco que la conocía y le causaba una tremenda curiosidad, y no sólo por la locura de haber tratado de acabar ella sola con el Rey Exánime.



-          ¿A dónde vas? – preguntó
 

-          A ver a mi padre


-          Pero.. ¿no estaba..?
 

-          – dijo con tristeza – Voy al cementerio


-          ¿Puedo acompañarte?




Ella asintió y enseguida se pusieron en marcha. Por suerte, a aquellas horas apenas había gente por las calles, por lo que pasaron totalmente desapercibidos.

El cementerio de Lunargenta era un sencillo valle rodeado por una valla de forja negra, con unas ornamentadas puertas también negras, las cuales encontraron ya abiertas. La elfa caminó seguida por su compañero hasta casi la otra punta, donde el camposanto de alzaba un poco por causa de la colina.



Una elegante escultura de mármol representaba al valiente Adanahel, apoyado sobre “Promesa de la dama”. El escultor había logrado plasmar a la perfección los atractivos rasgos del elfo, así como los detalles de su intrincada armadura. Junto a su tumba, había una más discreta, pero igualmente elegante que rezaba el nombre de Nyniel Anylïnde.



Chantarelle se puso de rodillas, contemplando las flores frescas que descansaban junto a ellos.



-          Elle… No me digas que estos eran tus padres… - se entrecortó Elk


-         


-          Pero Lord Adanahel y Lady Nyniel eran… - tragó saliva – Y tú eres..


-          No lo digas… - lo miró con dureza – No soy más que una pobre huérfana con deseos de venganza.


-          Pero eres Chantarelle Anylïnde! Eres…




Notó la presión de la mano de ella sobre su boca y una expresión desesperada en sus ojos, a lo que asintió.



-          Elk, es un pasado que nunca volverá. Mis padres están muertos y nunca volverán… Ni yo volveré a tener aquella vida, ¿lo entiendes?


-          La venganza tampoco te llevará por buen camino


-          Ya no se trata de venganza, sino de supervivencia..


-          ¿Qué quieres decir? – la miró serio
 

-          Digamos que no me gustaría perder la poca vida que me queda.





Elk estaba a punto de decir algo, pero ella le tomó por la mano y tiró de él, tomando con avidez el camino de vuelta a la casa




-          Cuento con tu silencio sobre este asunto – dijo ya en la puerta









Las diez de la mañana en punto se asomó a la escalinata de la Aguja del Sol. En la plaza, sus filas de paladines esperaban su señal para partir hacia la expedición en Rasganorte.



Kareth Theron se ajustó la vaina de su espada y tomó su posición al lado de su padre.




-          Compañeros, amigos, hoy es un gran día! – anunciaba su padre – Hoy nuestras tropas avanzarán hacia Rasganorte, a través de la Puerta de la Cólera en dirección a la Ciudadela, para comprobar las defensas y planear un ataque!


-          Hurra!!! – gritaba la multitud


-          El General Kareth comandará esta expedición






Cuando llegaron a la Aguja del Sol, Lor'Themar Theron ya había dado su discurso y las tropas caminaban en formación hacia el gran portal que los magos habían abierto a Dalaran.




-          Joder… así nadie va a pensar que somos paladines… Mira que quedaros dormidos! – protestó Elk


-          Contábamos contigo para despertarnos! – protestó Saykon


-          Actuad como si nada y comportaos  - apremió Theodor




Los caballeros de la muerte caminaron a lo largo de la plaza y ascendieron la escalinata.  Theodor iba delante, adoptando una pose altiva, seguido por Saykon y Solanar y Elk y Nyn al final del grupo.



Tal y como habían visto hacer al resto de paladines, Theodor se paró frente al rey Theron y sus acompañantes, haciendo una comedida reverencia para después estrecharle la mano al rey y al elfo que tenía al lado.


Por suerte para él, Lor'Themar Theron no reparó en sus ojos azules, ocultos tras su cimera.



-          Partid hacia la victoria, campeones – le dijo.




Así fueron uno a uno hasta que fue el turno de Elle. La elfa hizo una elegante reverencia, tal y como había aprendido de pequeña, pero a la hora de levantarse, el peso del escudo hizo que perdiera el equilibrio.



Por suerte, alguien la sujetó y le tendió la mano para que se levantase.







Sintió lástima por aquella pobre elfa. A pesar de que su reverencia había sido impecable, había perdido el equilibrio a la hora de levantarse, pero sus rápidos reflejos impidieron que cayera. Sujetó el brazo de ella con el suyo, manteniendo su peso hasta que recuperó el control de su cuerpo. Después  le tendió su mano caballerosamente para que se levantase.



Ella la aceptó, estaba fría como el hielo. En aquel momento ella le miró… a pesar de que su cimera cubría gran parte de su rostro, reconocería aquellos ojos en cualquier lugar…



-          ¿Nyn? – susurró









Su respiración se cortó al encontrarse con sus ojos azules, era él… el elfo que la había besado. 




-          Hijo, creo que la señorita ya puede mantenerse en pie – dijo el rey




Los ojos de ella se abrieron de par en par.. ¿Hijo? 




-          ¿Cuál es su nombre? -  era Lo'rThemar Theron quien sujetaba su mano ahora




Ella titubeó, Kareth no le quitaba la vista de encima, deseoso de decir algo. Lor'Themar Theron la miraba impaciente, en espera de un nombre.




-          Perdonadla, se pone nerviosa ante tal honor, majestades – interrumpió Elk – Es mi hermana Khara


-          Un gusto, Khara – sonrió el rey – Partid en paz


-          Espe… - llamó Kareth




Pero el grupo se apresuró a tomar el portal que les llevaría a Dalaran.

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