miércoles, 14 de octubre de 2015

Capítulo 49. Olor a pan recién hecho.



El día había llegado a la ciudad élfica, el sol bañaba ya los tejados rojos y las campanas de la catedral sonaban alegremente. Cuando Quiuyue salió de la habitación, Chantarelle la esperaba en el salón, con el desayuno sobre la mesa. La dragona miró de reojo a la elfa y a aquel bonito vestido rosa que llevaba puesto, pues no era parte de su equipaje habitual.


-          Buenos días, pequeña – saludó la dragona - ¿Has dormido bien? 

-          He dormido, y he ido a mi antiguo apartamento a por ropa.

-          Te noto… emocionada..

-          Echaba de menos esto… Llevaba mucho tiempo fuera de aquí…

-          Es muy bonito ese vestido que llevas… - apuntó Quiuyue. - ¿Sabes? Hoy iré a saludar a Lor’Themar Theron… ¿Quieres venir?

-          No… No puedo hacer eso… 

-          Sabía que dirías eso – sonrió - ¿Qué harás entonces?


Estaba claro que la elfa tenía algo planeado, por primera vez desde que la conocía, la veía contenta, ilusionada por algo; y desde luego, ella contribuiría a ese “algo”.


-          Voy a llevar estas flores a la tumba de mis padres – le mostró un ramo de flores de hielo.

-          ¿Lo.. lo has hecho tú? – se asombró

-         

-          No me esperaba esto de tus poderes, pero me gusta. – dijo devolviéndoselo. 

-          Después tenía pensado ir al mercado, me apetece comer pasteles.

-          Oh querida, no comas demasiado o te volverás como la princesa Theradras. – rió.- Seguramente tarde bastante tiempo en la Corte del Sol, así que hoy tienes día libre, aprovéchalo.

-          Lo haré.



Había escuchado aquella voz dulce en su cabeza y se sentía confuso… ¿habían sido imaginaciones? Terminó su entrenamiento matutino y, preso de sentimientos tan extraños como contradictorios, se dirigió al centro de la ciudad.

El olor a pan recién hecho, a empanadas y a pasteles invadió su sentido del olfato, provocándole una repentina sensación de hambre. Caminó entre los ciudadanos, ajeno a los comentarios y miradas furtivas de los mercaderes, ciertamente era raro verle por allí. 

El eco de la voz resonaba en su mente… a cada paso, a cada tintineo de su espada contra la muslera, sumados al reciente despertar de su estómago. Se dirigió hacia una de las panaderías, seleccionando con la mirada un jugoso croissant. Sin prestar atención a lo que le rodeaba, dio un paso hacia atrás, para dejar paso al panadero, pero chocó contra algo.
Por el rabillo del ojo vio como las manzanas y naranjas correteaban por el suelo, mientras la mujer a la que había arrollado trataba de recuperarlas. Él, galantemente, se agachó dispuesto a ayudarla, para después tenderle la mano para que se levantase. El tacto de su mano era frío… y cuando sus ojos se toparon con aquella mirada de hielo su corazón dio un salto..
 
- ¿Nyn?




La tumba de sus padres estaba como siempre, majestuosa tanto como triste. La estatua que representaba a su padre era de mármol, y brillaba bajo el sol del amanecer. Chantarelle colocó el ramo de rosas de hielo a sus pies, recordando con amargura que su alma todavía no reposaba en paz. Después acudió a la tumba de Nyniel, su madre, de un tamaño más reducido y de cuya tumba hizo que brotase un rosal de hielo. Arte con hielo, un curioso y bello poder extraído de algo tan malévolo, parecía irónico.


Tras la visita, siguió el aroma del pan recién hecho hasta el mercado, allí los mercaderes anunciaban con alegría sus productos. Manzanas rojas, verdes y amarillas, las más brillantes que había visto en su vida, cerezas color burdeos, fresas como su puño de grandes, sandías que podrían tapar el sol. Más adelante había naranjas, que le hicieron la boca agua al pensar en el zumo que podría preparar. 

Después, se le antojó comprar pan y, quizás algún dulce. Pero, al poco de entrar, alguien que estaba junto a ella, la empujó y se le cayó todo por el suelo. A través de su oscura capa no podía verle la cara, pero cuando él le tendió la mano para ayudarla a levantarse, reconoció aquellos ojos azul oscuro… y su cuerpo tembló con ligereza.


-          ¿Kareth? – susurró.


Con ella ya en pie, y sin soltar su mano, el elfo la miraba asombrado; el eco en su mente se había silenciado por completo. No podía creerse que ella estuviese allí…


-          ¿Qué haces aquí? – se le ocurrió preguntar

-          Comprar pan, creo que es obvio… - recuperó la compostura

-          ¿Has desayunado? 

-         


Ambos estaban tensos, Elle no sabía cómo huir de allí y Kareth no sabía qué hacer para que ella no se fuese. Ella se despidió  del panadero y salió con disimulo del establecimiento, seguida por el elfo.


-          Espera… por favor... – susurró

-          Tengo que… irme…

-          Lo sé, siempre tienes que irte… - dijo con un matiz de ironía - ¿Qué puedo hacer para verte más de cinco minutos sin que estés inconsciente?


Una mala contestación estuvo a punto de salir de su boca, pero esbozó una sonrisa maliciosa al ver que él también sabía ser sarcástico. Le pareció escuchar a Quiuyue en su mente, pero la bloqueó y miró de nuevo al elfo.


-          Me gustaría ir a dar un paseo por el Bosque de la Canción Eterna… - dijo por fin.

-          Me gustaría acompañarte, si es posible…


Chantarelle puso los ojos en blanco, en señal de exasperación, era obvio que quería que él la acompañase, y fuera de la capital estaría tranquila, pues allí todo el mundo tenía un ojo puesto en el príncipe y su encapuchada acompañante.

 
-          Entonces… ¿A las cinco? ¿Paso a recogerte?

-          A las cinco está bien, en la Puerta del Pastor – sonrió nerviosa – Hasta después..



Volvió a palacio, justo en el momento en el que su padre estaba despidiendo a Quiuyue. El elfo se apresuró a hacer una reverencia y saludarla con educación.


-          Oh, ¿este es el príncipe Kareth? – fingió asombrarse – Eras tan sólo un niño cuando te vi por última vez, y ahora eres un joven muy apuesto – sonrió con picardía mientras indagaba en su mente.

-          Es un placer recibir en nuestra ciudad tan honorable visita – respondió con una sonrisa.

-          La dama Quiuyue se quedará unos días en la ciudad – informó su padre – Ha venido a visitar nuestra biblioteca.

-          Estamos a su servicio – respondió Kareth.


Una vez que la dragona abandonó palacio, Lor’Themar Theron miró a su hijo con interés.


-          ¿Ha ido bien el entrenamiento? Se te ve contento

-          Sí, padre.

-          Me preguntaba si esta tarde podrías mirar con tu madre la nueva armadura.

-          Lo siento, esta tarde tengo planes importantes.

-          ¿Más importantes que una armadura nueva? – arqueó una ceja.

-          Lo que elija mamá bien elegido estará, y si, más importantes. Saldré a las cinco, no me esperes levantado – bromeó.


Kareth no comió con ellos aquel día, pidió que le llevasen algo ligero a su habitación, cosa que extrañó a su padre.


-          No sé qué trama este muchacho… - habló en la mesa.

-          Seguro que nada malo, amor mío – respondió la reina Amyssane, la madre de Kareth.

-          Ha pedido que te encargues tú de elegir su armadura, que tienes buen gusto. – sonrió.

-          Them… no te preocupes, Kareth es joven, seguro que ha quedado con alguna chica. Aunque no se de quien puede tratarse – se quedó pensativa. – Los rumores dicen que ya no le interesa esa paladina tan mona, Sweetness, creo que se llamaba.

-          Ya sabes lo que opino, Amy..

-          Them, no puedes prohibir que el muchacho tenga sus experiencias amorosas, quizás conozca a alguna dama y se enamore de ella..

-          Pero las cosas no deben ser así…

-          Lo sé… Pero quizá el destino haya cambiado desde aquel día..
 

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