Llevaban ya varias semanas en Lunargenta y todo parecía marchar bien. Quiuyue alternaba los duros entrenamientos en la Cicatriz muerta, con las tediosas tardes de investigación en la biblioteca. Allí había conocido a Yainna, que le ayudaba en todo cuanto podía, proporcionándole tomos y tomos de la pesada historia de la ciudad. Por el momento no había avanzado ni descubierto nada, aunque sus sospechas al respecto aumentaban día a día.
Aquella mañana Chantarelle se levantó más tarde de lo habitual, normalmente era una muchacha madrugadora; pero hoy amanecía distraída y con una expresión confusa en su rostro níveo. La dragona se vio tentada a indagar en su mente, pero ambas habían acordado que se contarían las cosas y que Quiuyue dejaría la intimidad de su mente para ella sola. Aunque tenía que reconocer que se moría de curiosidad, pues sabía de sobra que su protegida llevaba semanas viéndose todas las tardes con el príncipe Kareth, pues ella misma se lo había contado. Pero hoy su humor era bizarro.
-
Elle,
me gustaría que hiciésemos una pequeña excursión – habló la dragona - ¿te
apetece?
-
Si..
supongo que me vendrá bien distraerme un poco – respondió ausente
-
¿Hay
algo de lo que quieras que hablemos? – la miró de reojo
-
No,
al menos por el momento, todavía tengo que digerirlo…
-
Chantarelle…
- la regañó
-
No
es nada malo, o eso creo.. Sólo necesito tiempo… - cogió una manzana del
frutero - ¿Cuántos días estaremos fuera?
-
Tres
días, no iremos demasiado lejos.
Por suerte, su mentor y buen amigo Morgan había regresado de sus pequeñas vacaciones con su mujer, sin duda le vendría bien hablar con alguien. Llamó a la puerta de su casa y fue su mujer quien abrió.
-
Su
alteza – hizo una reverencia
-
Lissera,
por favor, levántate… No hace falta que me saludes con tanta formalidad! – dijo
con una sonrisa.
-
Lo
siento, Kareth, es la costumbre, pasa – invitó – Morgan bajará enseguida.
-
¿Qué
tal las vacaciones? – preguntó él
-
Muy
bien, la verdad, no sabemos cómo agradecerte todo lo que haces por nosotros.
-
¿A
mí?
-
Sí,
no te hagas el tonto, se perfectamente que tú estás detrás de todo esto.
-
Vale!
Me has descubierto! – se rascó la cabeza. – Es lo mínimo que podría hacer por
vosotros, después de todo lo que hacéis por mí.
-
Te
encuentro.. distinto… - comentó Morgan
-
Y
tú estás más bronceado – rió nervioso
-
Si,
han sido unas vacaciones extraordinarias, muchas gracias – sonrió. – Pero
sospecho que no has venido a verme sólo para hablar de mis vacaciones, ¿no es
así?
Kareth se removió en el asiento, un tanto incómodo.
-
Te
libero de mi orden de buscar información sobre Nyn – dijo lo más serio que pudo
-
Me
alegro de que hayas desistido en ese asunto, la verdad es que no iba a llevarte
a ningún lado.
-
No
es eso…
-
¿Has
vuelto a verla? – se asombró
-
Sí…
de hecho llevamos semanas viéndonos todos los días
-
¿Qué?
– su sorpresa escapaba de su control
-
Morgan…
¿Cómo supiste tú que estabas enamorado de Lidara y que querías pasar tu vida
con ella?
-
Kareth…
Creo que me he perdido en este asunto… ¿Me estás diciendo que quieres a esa
mujer?
-
Sí
-
¿Y
dices que está aquí, en Lunargenta?
-
Sí
-
Y
quieres mi opinión al respecto…
-
Eso
es…
-
Sinceramente,
me parece una locura… y, posiblemente, se trate de una trampa…
-
No
lo creo, ni siquiera sé si ella siente lo mismo- suspiró – Si fuese una
cazafortunas se habría echado a mis brazos desde el primer día.
-
Aún
así, Kareth… sabes que, independientemente de quien seas, te quiero como a un
hermano, y ciertamente estoy preocupado por ti.
-
Si
la conocieses cambiarías de opinión… No es mala, es sólo que ha tenido una vida
difícil.
-
¿Te
ha contado parte de su vida?
-
Sí.
Algún desalmado mató a sus padres cuando sólo tenía cinco años, tuvo que vivir
en un orfanato y después lo de Thelarien..
-
Kareth,
tienes razón, creo que deberías presentármela… - concluyó.
-
¿Dónde
estamos? – preguntó Chantarelle
-
Esto
es Quel’Danas, pequeña, o lo que queda de ella.
-
Es
impresionantemente bello…
-
Chantarelle,
no quiero que te separes de mí ni un solo instante, ¿de acuerdo? Este lugar no
es seguro.
Todo parecía estar desierto en aquella zona, que no había sido perturbada ni dañada en ningún aspecto; conservaba toda la majestuosidad, como la última vez que estuvo allí… Una figura totalmente vestida de rojo les impidió el paso, era fina y de su capucha sobresalían unas largas orejas, lo que denotaba que era una elfa de sangre.
-
Marchaos
de aquí…. Este es un terreno prohibido…
-
Hola,
Anveena… - saludó Quiuyue
-
¿Cómo
demonios pudiste ocultármelo? – gritaba una voz femenina.
-
Era
lo mejor…
-
¿Lo
mejor? – vociferó – Siempre te he seguido allí a dónde has ido, he acatado cada
una de tus órdenes, he confiado ciegamente en ti… ¿Y este es el trato que
recibo?
-
¿Y
qué querías que hiciese? – respondió la otra.
-
Decírmelo!
Aunque solamente pudiese verla, tan sólo una vez…
-
Quizás
aún no sea tarde…
-
Sylvanas…
no seas tan ilusa.. Tu y yo somos un mal ejemplo… y lo sabes..
La reina de los no-muertos se mordió el labio, presa de la culpabilidad que estaba experimentando. Tenía que haberse dado cuenta, tenía que habérselo contado, pero no lo hizo… Y ahora una de sus mejores forestales oscuras estaba furiosa, y tenía toda la razón
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