martes, 20 de octubre de 2015

Capítulo 51. La isla



Llevaban ya varias semanas en Lunargenta y todo parecía marchar bien. Quiuyue alternaba los duros entrenamientos en la Cicatriz muerta, con las tediosas tardes de investigación en la biblioteca. Allí había conocido a Yainna, que le ayudaba en todo cuanto podía, proporcionándole tomos y tomos de la pesada historia de la ciudad. Por el momento no había avanzado ni descubierto nada, aunque sus sospechas al respecto aumentaban día a día.


Aquella mañana Chantarelle se levantó más tarde de lo habitual, normalmente era una muchacha madrugadora; pero hoy amanecía distraída y con una expresión confusa en su rostro níveo. La dragona se vio tentada a indagar en su mente, pero ambas habían acordado que se contarían las cosas y que Quiuyue dejaría la intimidad de su mente para ella sola. Aunque tenía que reconocer que se moría de curiosidad, pues sabía de sobra que su protegida llevaba semanas viéndose todas las tardes con el príncipe Kareth, pues ella misma se lo había contado. Pero hoy su humor era bizarro.


-          Elle, me gustaría que hiciésemos una pequeña excursión – habló la dragona - ¿te apetece?


-          Si.. supongo que me vendrá bien distraerme un poco – respondió ausente


-          ¿Hay algo de lo que quieras que hablemos? – la miró de reojo


-          No, al menos por el momento, todavía tengo que digerirlo…


-          Chantarelle… - la regañó


-          No es nada malo, o eso creo.. Sólo necesito tiempo… - cogió una manzana del frutero - ¿Cuántos días estaremos fuera?  


-          Tres días, no iremos demasiado lejos.



Hoy no la vería… Aquello le sentó como un jarro de agua fría, y más después de la conversación de la tarde anterior. Pero al menos, ella se había puesto en contacto con él para avisarle.
Por suerte, su mentor y buen amigo Morgan había regresado de sus pequeñas vacaciones con su mujer, sin duda le vendría bien hablar con alguien. Llamó a la puerta de su casa y fue su mujer quien abrió. 


-          Su alteza – hizo una reverencia


-          Lissera, por favor, levántate… No hace falta que me saludes con tanta formalidad! – dijo con una sonrisa.


-          Lo siento, Kareth, es la costumbre, pasa – invitó – Morgan bajará enseguida.


-          ¿Qué tal las vacaciones? – preguntó él


-          Muy bien, la verdad, no sabemos cómo agradecerte todo lo que haces por nosotros.


-          ¿A mí? 


-          Sí, no te hagas el tonto, se perfectamente que tú estás detrás de todo esto.


-          Vale! Me has descubierto! – se rascó la cabeza. – Es lo mínimo que podría hacer por vosotros, después de todo lo que hacéis por mí.


Morgan, vestido informalmente, entró en el salón, donde su mujer charlaba plácidamente con el joven. Kareth se levantó y le dio un abrazo fraternal. Lissera les dejó solos, pues seguramente los chicos quisiesen hablar de temas de paladines.



-          Te encuentro.. distinto… - comentó Morgan


-          Y tú estás más bronceado – rió nervioso


-          Si, han sido unas vacaciones extraordinarias, muchas gracias – sonrió. – Pero sospecho que no has venido a verme sólo para hablar de mis vacaciones, ¿no es así?

Kareth se removió en el asiento, un tanto incómodo.



-          Te libero de mi orden de buscar información sobre Nyn – dijo lo más serio que pudo


-          Me alegro de que hayas desistido en ese asunto, la verdad es que no iba a llevarte a ningún lado.


-          No es eso…


-          ¿Has vuelto a verla? – se asombró


-          Sí… de hecho llevamos semanas viéndonos todos los días


-          ¿Qué? – su sorpresa escapaba de su control


-          Morgan… ¿Cómo supiste tú que estabas enamorado de Lidara y que querías pasar tu vida con ella?


-          Kareth… Creo que me he perdido en este asunto… ¿Me estás diciendo que quieres a esa mujer?


-         


-          ¿Y dices que está aquí, en Lunargenta?


-         


-          Y quieres mi opinión al respecto…


-          Eso es…


-          Sinceramente, me parece una locura… y, posiblemente, se trate de una trampa…


-          No lo creo, ni siquiera sé si ella siente lo mismo- suspiró – Si fuese una cazafortunas se habría echado a mis brazos desde el primer día.


-          Aún así, Kareth… sabes que, independientemente de quien seas, te quiero como a un hermano, y ciertamente estoy preocupado por ti.


-          Si la conocieses cambiarías de opinión… No es mala, es sólo que ha tenido una vida difícil.


-          ¿Te ha contado parte de su vida?


-          Sí. Algún desalmado mató a sus padres cuando sólo tenía cinco años, tuvo que vivir en un orfanato y después lo de Thelarien..


Una chispa de luz pareció prender en la memoria de Morgan, ¿coincidencias?



-          Kareth, tienes razón, creo que deberías presentármela… - concluyó.






La Isla de Quel’danas había cambiado mucho desde la última vez que había estado allí, ahora, la Ofensiva del Sol Devastado luchaba por reconstruir parte del imperio izado por la familia Sunstrider, mientras que una pequeña legión de los demonios de Kil’jaeden todavía resistían. Pero nada era ya como antes.



-          ¿Dónde estamos? – preguntó Chantarelle


-          Esto es Quel’Danas, pequeña, o lo que queda de ella.


-          Es impresionantemente bello…


-          Chantarelle, no quiero que te separes de mí ni un solo instante, ¿de acuerdo? Este lugar no es seguro.


Quiuyue guió a la elfa hasta la parte más alta de la isla, dónde se erguía un gran portón rodeado por altas columnas de orden Quel’Dorei. Todo estaba demasiado cambiado, pero la belleza de la isla seguía siendo inmensa, y las partículas de la gran magia que un día reinó en ella quedaban todavía suspendidas en el aire. Al ser por la mañana estaba todo aparentemente tranquilo, pero Quiuyue sabía que tendrían que enfrentarse a la guardiana, un ser casi tan poderoso como ella misma.


Todo parecía estar desierto en aquella zona, que no había sido perturbada ni dañada en ningún aspecto; conservaba toda la majestuosidad, como la última vez que estuvo allí… Una figura totalmente vestida de rojo les impidió el paso, era fina y de su capucha sobresalían unas largas orejas, lo que denotaba que era una elfa de sangre. 



-          Marchaos de aquí…. Este es un terreno prohibido…


-          Hola, Anveena… - saludó Quiuyue







La tenue llama del velón se movía agitada, víctima del viento que provocaba la capa al caminar de un lado hacia el otro.



-          ¿Cómo demonios pudiste ocultármelo? – gritaba una voz femenina.


-          Era lo mejor…


-          ¿Lo mejor? – vociferó – Siempre te he seguido allí a dónde has ido, he acatado cada una de tus órdenes, he confiado ciegamente en ti… ¿Y este es el trato que recibo?


-          ¿Y qué querías que hiciese? – respondió la otra.


-          Decírmelo! Aunque solamente pudiese verla, tan sólo una vez…


-          Quizás aún no sea tarde…


-          Sylvanas… no seas tan ilusa.. Tu y yo somos un mal ejemplo… y lo sabes..


La reina de los no-muertos se mordió el labio, presa de la culpabilidad que estaba experimentando. Tenía que haberse dado cuenta, tenía que habérselo contado, pero no lo hizo… Y ahora una de sus mejores forestales oscuras estaba furiosa, y tenía toda la razón

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