La extraña retiró su capucha, mostrando aquellos ojos violetas, que miraron con curiosidad a la dragona, reconociendo su esencia, a pesar de aquella forma mortal. Los dragones nunca cambiaban, el color de sus escamas siempre era el mismo; pero los seres mortales cambiaban constantemente. Su peinado, su ropa, su tono de piel… pero la esencia no cambiaba. Anveena realizó una cortés reverencia, al fin y al cabo debía sus poderes y su inmortalidad a los dragones, ellos habían acordado su destino y ella había recibido una pizca del poder de cada aspecto.
-
Quiuyue, hacía mucho tiempo que no veías por
este lugar…
-
Lo
sé, Anveena, pero mi corazón no era lo suficientemente fuerte como para
hacerlo.
-
¿Qué
es lo que ha cambiado?
-
Ella…
- señaló a Elle.
Anveena
clavó su mirada en Chantarelle, esta retrocedió unos pasos, abrumada por el
inmenso poder que irradiaba la desconocida. La repasó de arriba abajo,
frunciendo el ceño, para después mirar a la dragona con desaprobación
-“
Ella no puede entrar aquí…” – habló mentalmente a la dragona
-“
Anveena, mira otra vez…”
La
elfa se acercó a Chantarelle, inspeccionándola de nuevo, rozando con su mano la
barbilla de ella para que esta alzase la cabeza. Sus ojos violetas penetraron
en su mirada, barriendo, sin que ella pudiese evitarlo, cada rincón de su
mente, captando su esencia. Percibió de nuevo aquel poder helado, malévolo,
pero también, algo más… Miró a Quiuyue con la cara desencajada en una muestra
de asombro…
-
“No es posible….” – izó las manos para ocultar su boca- “Esto.. ¿es real?”
-
“Es lo que quiero averiguar”
-“¿Y
si se trata de un engaño? Él es astuto…”
-
“Si es un engaño, yo misma terminaré con él…”
-
“Está bien, os dejaré pasar…” – accedió por fin
La
extraña de ojos violetas colocó sus manos sobre el portón, que se iluminó con
un poderoso brillo dorado y se abrió emitiendo un sonido casi celestial.
Quiuyue sonrió y tomó a Chantarelle de la mano. Antes de entrar, dirigió su
vista hacia Anveena, que la miraba con preocupación.
-“
Espero que me digas que esto no es una ilusión…” – suplicó la guardiana
-“Yo
también espero que no lo sea”.
-
¿Dónde
estamos? – su voz hizo eco en las paredes
-
No
puedo decírtelo…
-
Me
siento.. extraña… no me gusta este lugar.
La dragona permaneció en silencio, caminando con paso lento pero firme, la elfa la seguía, mirando nerviosa aquel largo pasillo que parecía no tener fin y que se iba hundiendo cada vez más hacia abajo, formando una pendiente. Todo era de color rojo, la alfombra que pisaban, las paredes, a excepción de las antorchas doradas que iluminaban la estancia.
Continuaron caminando durante casi una hora, hasta que el pasillo hizo una curva y las dos elfas se toparon con una puerta dorada. Quiuyue se detuvo y cogió de las manos a Chantarelle.
-
A
partir de aquí harás todo lo que yo te diga. Por favor, no me desobedezcas.
-
Está
bien, confío en ti.
-
Descálzate
-
Ahora
deja tu capa, tu arma y todo lo que lleves encima, quédate sólo con el vestido.
-
Me
estás asustando…
-
Ahora,
te voy a vendar los ojos – Quiuyue hizo caso omiso a lo que ella decía. – A
partir de aquí, te guiaré, céntrate únicamente en mi voz, ¿de acuerdo? Sólo en
mi voz.
Aquel lugar estaba igual, un amargo recuerdo punzó su corazón, pero se recordó a sí misma su gran error y tomó a la elfa de la mano para adentrarla en la sala, antes de cerrar la puerta. La sala era redonda, iluminada por miles de velas suspendidas mágicamente en el aire, y con aquel olor a jazmín. En el centro, reposaba aquel estanque de líquido áureo.
-
Estás
en un lugar mágico, por eso te pido que si notas el mínimo cambio, me lo digas
de inmediato. – suspiró – Te vas a sumergir en agua, imagínatelo como un baño,
seguramente veas imágenes, retenlas en tu mente y, sobre todo, céntrate en mi
voz.
Quiuyue empezó a entonar una canción en un idioma desconocido, la melodía era bonita, aunque se percibía la tristeza de su voz. En su mente empezaron a formarse imágenes de cosas que no había visto nunca, de lugares en los que no había estado y de épocas en las que no había vivido. Entonces, unos ojos verde intenso, la miraron con fuerza, haciendo que se sintiese débil… y el dolor comenzó…
Su cuerpo empezó a sacudirse con fuerza y no pudo evitar gritar, mientras Quiuyue seguía pronunciando las extrañas palabras de aquel himno. El dolor, aunque intenso, fue breve, y una sensación de cosquilleo invadió su dolorido cuerpo, haciendo que entrase en un profundo sueño.
Era ya mediodía cuando sus ojos se abrieron, para tranquilidad de la dragona, que había permanecido junto a ella durante todo aquel tiempo. Anveena le había dicho que aquello podría pasar, pero que si no despertaba en siete días, no lo haría nunca. Respiró aliviada.
-
¿Cómo
te encuentras? – preguntó
-
Bien
-
¿Notas..
algo diferente?
-
No
-
¿Tienes
hambre?
-
No
sabía que cocinases.. – se extrañó la elfa
-
Soy
un ser inmortal… Tengo que buscar algo en lo que matar el tiempo – bromeó. -
¿Vas a ver a Kareth hoy?
-
No
le he dicho nada…
-
¿Quieres
que le avise?
-
Sí,
no me siento con fuerzas como para hablarle yo.
-
Dijiste
que estabas bien… - recriminó la dragona.
-
Y
lo estoy, es sólo que estoy cansada.
-
Te
he echado de menos – dijo abrazándola
-
Yo
también.. – dijo en un susurro
-
Iban
a ser tres días… ya pensé que te había pasado algo.
-
Lo
siento, el viaje se hizo un poco más largo, y Quiuyue insistió en que
descansase un poco más.
-
¿Quiuyue?
¿Conoces a la dama dragón? – se sorprendió
-
Sí,
estoy aquí con ella.
-
¿Tú
eres su protegida?
-
Sí
-
Nyn…
¿Qué has hecho para que la princesa de los dragones te haya tomado bajo sus
alas?
-
¿Princesa?
– se asombró
-
Sí,
Quiuyue es la hermana de Alextrasza, la reina de los dragones.
-
No
lo sabía
-
Nunca
lo menciona, lo sé por mi padre - la
tomó de la mano – No has respondido a mi pregunta…
-
Salvé
a una dragona, y esta pidió que se me recompensase. – dijo simplemente
-
Pactos
entre dragones, he oído hablar de ellos.
Ella se sentó delante de él, apoyando la cabeza en su pecho.
-
Dentro
de dos semanas tengo que ir a Shattrath, he de hablar con un emisario Sha’tari
– expuso él – Pero había pensado tomarme unas pequeñas vacaciones…
-
Espero
que tengas bien viaje – dijo con una nota de tristeza en su voz.
-
Me
gustaría que me acompañases..
-
No
hace falta que me respondas ahora, piénsalo – añadió después
-
Gracias
-
Nyn…
-
¿Si?
-
Con
respecto a lo del otro día…
-
Estoy…
confusa..
-
¿Por
qué?
-
Kareth,
yo no sé nada sobre el amor, ni siquiera nunca imaginé que alguien fuese capaz
de quererme..
-
Por
eso te pido que me dejes demostrártelo. No haré nada que tú no quieras…
-
No
sé qué decir..
-
No
digas nada, tan sólo, déjate llevar.
Entonces, la besó de nuevo, recostándola con suavidad sobre la hierba, jugueteando primero con su labio inferior, para después abrirse paso dentro de su boca con la suya, acariciando su lengua. Se separó para dejarle aire, sonriendo al pensar en lo mucho que le gustaba aquella inocente inexperiencia.
Pero aquel día, ni siquiera los últimos rayos del sol consiguieron alertarles del anochecer y, cuando quisieron darse cuenta la noche les había rodeado.
-
Mierda…
- exclamó él al ser consciente
-
¿Qué
sucede?
-
Ha
anochecido…
-
¿Y?
-
Este
Bosque es peligroso… por eso se puso el toque de queda. De noche la magia que
confina a los no-muertos en la cicatriz se debilita y estos matan y arrasan con
toda vida que encuentran a su paso. – contó – Joder, y yo te he puesto en
peligro – se maldijo.
-
No
creo que sea para tanto…
-
Nyn,
es peligroso, créeme – se levantó de un salto y la ayudó a incorporarse.- Lo
mejor será que vayamos rápido.
Kareth desenvainó su espada, manteniéndose alerta, tomando el camino de regreso a la ciudad. Nyn caminaba junto a él, con una asombrosa tranquilidad, sin dar importancia a los peligros de los que él la había advertido.
-
Ya
estamos llegando – dijo él vislumbrando a lo lejos las luces de la ciudad.
Pero poco más adelante, un grupo de necrófagos y de soldados esqueléticos los había percibido y avanzaban, sedientos de sangre, hacia ellos.
-
Ponte
detrás de mí – pidió a la elfa.
-
¿Estos
son los engendros de los que teméis? Me he enfrentado a cosas mucho peores – lo
adelantó decidida.
Él dio la primera estocada, cortando la cabeza del necrófago más cercano, lo que hizo que los demás gruñesen, enrabiados y se abalanzasen sobre ellos. Por suerte, el escudo cristalino de la elfa, los protegió de aquel ataque y proyectó a los engendros hacia atrás. Kareth la miró, consciente de que aquellos poderes eran distintos a los que había visto en la pelea contra Shadron, pero ella se le anticipó en la batalla, fulminando con aquel rayo de fuego helado a muchos de los enemigos.
Kareth también atacó, su poderosa espada iba de un lado a otro, arrasando con los huesos y piel putrefacta de los necrófagos, que se acumulaban en el suelo. Nyn dejó de lanzar aquel poder, para concentrarse en sus manos.
-
Ven
aquí… - murmuró
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